EDITORIAL: A propósito de la tradición del Día de Muertos..
Melancolía con dulzura
La sangre latina sin dejar la melancolía deja entrever la dulzura de la paz que deja la muerte. El Poeta y político José Martí, fiel a su sello nos heredó un poema que compendia esa alegría del latino americano en sus versos de Guantanamera:
"Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma."
En la imagen se muestra el altar monumental instalado en Tlaquepaque, logrando ser el más grande del mundo.
Hecho con patrocinios de los comerciantes y artesanos de la misma ciudad.
La alegría en el corazón de los que tenemos un ser adelantado en esta vida y luego en la otra, se manifiesta en el bullicio que se hace presente en los panteones, se reza por los difuntos, se ofrecen misas y oraciones porque el tiempo es propicio. Llega con esos momentos la melancolía y el recuerdo, pasando por nuestra memoria los momentos agradables y de convivencia que nos regalaron.
Así como la vida, la muerte ¿qué es? Dice Aristóteles que ambas forman una sola, porque la segunda es parte de la primera. ¿Es el final o el inicio de otra manera de existir? Hay científicos, filósofos, clérigos, brujos, chamanes y pueblo común que trata de darle una adecuada interpretación a este fenómeno. Es difícil poder describir con cierta verdad el hecho de ya no respirar, no palpitar el corazón ni poder tener un acto reflexivo.
Pero desde nuestros ancestros viene la formación cultural de no temerle a la muerte, sabemos que llegará tarde o temprano y en muchos casos viene a aliviar cargas pesadas que lastiman la vida y la dignidad de las personas; gente que dura años con dolores intensos y prolongados, enfermos postrados en cama por meses y años causando una carga emocional y moral a los cuidadores. En esos trances se han acabado otras vidas y haciendas familiares completas para llegar al mismo resultado.
El día de muertos más que festivo es rememorativo, nos trae la sensación del ser o familiar cercano que vuelve, si no físicamente si en recuerdos. Por eso el mole, las enchiladas, las cazuelas de arroz rojo, los cigarros, la cerveza, el tequila, el chocolate, el ponche de granada, los tamales, y después de la visita la comilona de todo lo ofrecido.
Miente quien afirme que con la muerte acaba todo. Porque siempre queda el aroma tierno y suave del recuerdo. En lugar de dolor hay la evocación del amor; por disputas queda el perdón; por el rencor la indulgencia; por las advertencias los concejos; el aliento de seguir la vida; en lugar de un interés mezquino la suavidad del olvido. Por eso no tememos a la muerte y nos reímos con élla a sabiendas que llegará y borrará todos los taches de nuestra vida. Nos iremos como llegamos desnudos e inocentes, a merced de los amigos y familiares que lamentarán nuestra partida. Pronto volveremos por esos panes con chocolate, el pozole rojo con pollo, los mariscos enchilados y el gusto de mirar cómo lo engullen los que con nosotros estuvieron.
Esa es nuestra cultura, sencilla, amorosa, familiar, esperanzadora, respetuosa de todos lo que ya no están y con la siempre esperanza de encontrarnos luego.
Moises Zepeda Gomez. / Para Horizontes
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