Por Federico González Alfaro
Letras Libres, hace unos años, publico una deliciosa charla entre Jean Meyer y Juan Rulfo titulada "Juan Rulfo habla de la cristiada", sostenida el 15 de enero de 1965.
Meyer narra que Rulfo, hablo y hablo, absorbiendo una cantidad impresionante de café con leche, invitándolo a imitarlo. Meyer no hizo preguntas, solo tomo apuntes.
De esta plática, voy a hacer un pequeño resumen de lo que a su servidor me pareció más interesante:
Rulfo: "Antes de la cristiada en cada pueblo había un peluquero, uno o dos herreros, un zapatero, un panadero, un carpintero, varios albañiles, tejedores de sarapes, curtidores. Hoy cada quien se las arregla en familia".
De mi pueblo, de San Gabriel (Rulfo nació en su hacienda familiar de Apulco, paso su primer infancia en San Gabriel, pero eso sentía a San Gabriel como su pueblo y lo registraron en Sayula. Sin embargo, en esta última ciudad, hasta la supuesta casa donde "nació" Rulfo tiene una placa conmemorativa. A eso se denomina, manejo poco ético de la historia. La familia Rulfo y mi familia materna, comparten lazos sanguíneos por la rama Vizcaíno. Soy descendiente de un Vizcaíno (José María). Rulfo y su familia convivió mucho con mi familia materna desde su infancia y por generaciones anteriores y posteriores a Rulfo mismo. Así que ese cuento de que nació en Sayula, es solo eso, un cuento). Comprendo y apoyo a la familia de Juan Rulfo en su lucha por defender su legado. Varios lobos con piel de oveja quieren lucrar a costa de su nombre, la sangre llama. ¿Quieren dinero? Pónganse a trabajar sinvergüenzas. No saluden con sombrero ajeno. Rulfo es como su obra, original, no como sus "ilustres replicas sayulonas". Cualquier "obra" que hagan, estará muy lejos de la ORIGINAL obra Rulfiana.
Continuamos con la narración de Rulfo: De mi pueblo, de San Gabriel salieron unos seiscientos hombres para la cristiada, casi todos tenían edad de pelear. Regresaron para quedarse solamente unos cien. Los otros habían muerto durante los tres años de la guerra, o se escondieron en Guadalajara o en Los Ángeles. Después de los arreglos fue cuando Los Angeles se lleno de mexicanos; la gente se agrupaba por el pueblo, tal calle pura gente de San Gabriel, la calle siguiente pura gente de Etzatlán. Fue un sálvese quien pueda, una dispersión general. Muchas rancherías quedaron despobladas y varios pueblos se convirtieron en pueblos fantasma. Mi pueblo nunca se repuso. Y es que no tardó en empezarla cacería contra los antiguos cristeros. Eran muy buenos para correr y esconderse.
Un abuelo mío, un licenciado que compro la hacienda de San Pedro a una mujer de Zapotlán, dueña de casi todo el sur. Del sur de Jalisco los cristeros se fueron a Tijuana. La mitad de la población de San Gabriel vive en Tijuana con sus hijos y nietos. Otros cristeros, para sobrevivir, se remontaron en el viejo cráter del Nevado (de Colima) a vivir en cuevas y grutas como trogloditas. Eran cazadores. Con sus 30-30 mataban animales que venían a comer sal y a beber "agua del leoncillo" (agua de la nieve derretida); era un ganado remontado, cimarrón. Hacían cecina y bajaban a Zapotlán a venderla junto con la pieles. Entre el nevado y el volcán hay un enorme arenal, sin agua y una barranca muy estrecha, a la que le dicen la "barranca del muerto"; es un pasaje natural que deja pasar apenas un hombre. Los cazadores cuidaban ese paso para venedear a los animales. Viví el levantamiento cristero. Los cristeros tomaron San Gabriel y todos los pueblos que no tenían una fuerte guarnición de ejército. Soplaban en sus cuernos. El saqueo era muy común. San Gabriel fue tomado por primera vez, cuando ni se sabía que la guerra había comenzado.
En aquel entonces la riqueza de una tienda se media por sus puertas. En San Gabriel había tiendas de ocho puertas; cada una tenía su especialidad. Ese comercio murió con la Cristiada y nunca se recuperó.
Rulfo culmina su relato con una verdad que afecto a nuestras familias: "La situación de mi familia fue muy difícil en esos años, atrapada entre la iglesia y el ejército, sin contar a los cristeros. El curato de San Gabriel era el cuartel de los federales".
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