El fenómeno de la sequía en Sayula a través
del tiempo ¡Hasta que llovió en Sayula!
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula
El hecho de estar, Sayula, situada en un valle bajo, la hace un lugar más bien cálido; sin embargo, el viento fresco que viene de las sierras vecinas, colabora en convertirlo en lugar casi ideal, con un promedio de 22 grados centígrados. Cuando los veranos son muy calurosos y los inviernos muy fríos, las temperaturas ascienden hasta 36.5 grados o bajan a cero, aunque esto es precisamente lo atípico (Federico Munguía C)
En el siglo XVI la fundarse la ciudad el agua fue conducida a Sayula de uno de los manantiales de la sierra, señaló en 1587 hace 430 años, Fray Alonso Ponce: "Esta fundado el pueblo (de Sayula) al apunta de un valle muy largo, al abrigo de unas serrezuelas, de las cuales desciende un golpe de agua que entra en el pueblo y en la huerta del convento…" El nuevo pueblo se auxilia de pozos que llegan hasta poco más debajo de del espejo del agua, sacándola ayudados por una soga y un cántaro, a pesar de que tales aguas son calificadas de malísimas…gordas y salobres. (Federico Munguía citando a Fray Alonso Ponce). Aquí, el texto histórico nos señala algo importante, mayoritariamente las aguas en los mantos acuíferos hace 400 años, eran parte de las que bajaban hasta la playa arrastrando minerales de las sierras aledañas, los que las hacía de malas al gusto, pesadas y con sabor a sal. Ello obligo a los españoles a bajar mediante un sistema de tuberías el agua de los manantiales de las sierras cercanas. Esto significa que la precipitación, la lluvia, en el valle desde entonces era escasa, y se dependía del agua de las sierras cercanas, donde sí llovía. El que el clima fluctué entre los 22 y los 36 grados, incluso por debajo de los cero grados, significa que era un clima cálido y seco el de Sayula. es decir, de poca lluvia, solo enfriado por el viento de las sierras que la circundan.
"En 1724 (hace 293 años) se determinó traer por conducto de subterráneos a expensas de este vecindario, y sin gravamen de los indios, un hermoso ojo de agua dulce, que a la vanda (sic) del poniente de este pueblo (Sayula) se halla (el Cedazo), más de dos leguas distante…obra útil, provechosa, necesaria y costosa…" (Miguel Morett; 1734). Para 1724 el manantial del sur se agotó, y fue necesario traer el agua de otro manantial al poniente, dada los escases de lluvia y lo salitroso del agua de los acuíferos. De ambos sistemas de abastecimiento de agua aún hay evidencias, como lo es la tubería del cedazo y algunos hidrantes, así como la tubería bajo el piso de templo de San José, cuya orientación es sur norte y parece ser la última trampa de arena de esa tubería, que llegaba al huerto del convento, hoy explanada de Celso Vizcaíno, fuente de la que los vecinos se surtían del vital líquido en el siglo XVI y XVII. La razón por la cual pese a haber en los terrenos de Amatitlán un nacimiento de agua, y que no se aprovechara entubándola, es que la inclinación del terreno favorecia la oxigenación del agua y su presión, en el caso de la que bajaba de la sierra, mientras que el terreno entre Sayula y Amatitlán no lo permitía.
Otra prueba de las pocas lluvias en Sayula son las pestes que devastaron la población indígena. En 1610 hubo gran carestía de víveres y espantosa miseria asoló a los indígenas, quienes desnutridos fueron víctimas de la peste desatada el año siguiente 1611(hace 406 años). En 1784 fue escaso de lluvias, por lo que no hubo cosechas y los artículos de primera necesidad subieron desproporcionalmente. La miseria se hizo mayor cuando, el 7 de agosto del año siguiente, cayó tremenda helada que secó el poco pasto que había, llamándosele a ese año, el año del hambre. (Federico Munguía, citando a Luís Pérez Verdía)
El historiador y presbítero José Trinidad Laris manifiesta que la frase "Hasta que llovió en Sayula" tuvo su origen en el último tercio del siglo XVIII (hace más de 200 años) a causa de una espantosa sequía…en la cual dejo de llover en Sayula 7 años, o sea de 1784 a 1791(hace 226 años) y cuando en este último año llovió, la expresión de júbilo de la gente fue gritar ¡Hasta que llovió en Sayula! (Federico Munguía Cárdenas)
Las explicaciones fantasiosas a la sequía en Sayula han sido variadas, las mismas han generado fenómenos sociales de trascendencia por la importancia de la lluvia para el municipio:
"Aconteció que (en 1848) en los contornos de esta ciudad (de Sayula) robaba un individuo llamado José Inés Pérez, famoso ya por los muchos robos y asesinatos que había cometido, y habiéndolo tomado prisionero, lejos de tratar de disculparse, confesó circustanciadamente (sic) todos sus delitos, con marcada muestra de arrepentimiento y fue condenado a la pena capital. Se le leyó la sentencia que escucho con edificante resignación, agregando que estaba enteramente de acuerdo con ella, porque quería así pagar de algún modo los muchos crímenes que había cometido y de los cuales se arrepentía de corazón. El jefe policiaco al ver su arrepentimiento trató de salvarle la vida y tanto él como los principales vecinos trataron de influir en el ánimo del Gobernador para que le concediera el indulto, sabiendo lo cual, por el reo, suplicó a sus defensores que ninguna gestión hicieran a su favor porque quería sufrir la pena ha (sic) que había sido condenado para expiar sus culpas. El mismo día fue encapillado, se confesó y recibió todos los auxilios espirituales con marcada muestra de contricción, y después de haber pasado todo la noche en oración acompañado de un sacerdote, el amanecer del siguiente día fue conducido a la plazuela de San Sebastián, lugar donde sería pasado por las armas. Al salir de la cárcel suplicó que se le permitiera ir de rodillas, y así caminó con las manos atadas hacia atrás sobre las muchas frazadas que le tendía las personas que iban a presenciar la ejecución. Habiendo llegado al patíbulo y habiéndose formado el cuadro, dijo a las personas que lo acompañaban: "Mucha falta está haciendo el agua en Sayula (era el mes de julio y las labores estaban perdiéndose), si me va bien, lo primero que le voy a pedir a Dios es que les mande un riego para que las labores no se pierdan. Sonó la descarga y José Inés Pérez dejó de existir. Eran las siete de la mañana y el cielo estaba completamente despejado, pero aún estaba tirado le cadáver en el suelo cuando se vio venir del rumbo de Amatitlán una pequeña nubecilla que…cada instante se ensanchaba más, hasta que cubrió por completo el cielo de Sayula y media hora después del fusilamiento, caía una fuerte tormenta que empapó los sedientos campos vigorizando las torcidas milpas…" (A. López Arciniega)
Sobra decir que el bandido fue convertido en santo por el pueblo, que le erigió en el lugar una pequeña capilla al ánima de José Inés Pérez. Era el protector de los viajeros, los que le pedían los guardara de los salteadores de caminos, y dado que en la plazoleta de San Sebastián se levantaba su capillita en la esquina sud oeste de la misma, que coincida con el camino Sayula -Zapotlán; durante mucho tiempo se conservó el culto al bandido arrepentido. Hasta que, en 1911, al emplearse la calle hoy Ávila Camacho, para colocar los rieles del tranvía, se movió la capilla más al sur sobre la calle hoy Quintana Roo, y poco a poco quedó en el olvido.
Este mito sobre la lluvia en Sayula, choca con la evidencia historiográfica según los cronistas de Sayula de principios de siglo XX, ya que los documentos indican que dicho fusilamiento no ocurrió en 1848, sino en 1828. El acta de entierro fechada en esta última fecha, se refiere al fusilamiento de Juan María Cosme, un indígena fusilado por asesino, notable por su estupidez y por la indiferencia con que caminó al patíbulo, lleno de gusto. (Ignacio Vázquez Bravo, citado por Munguía Cárdenas) El mismo libro de entierros, aparece el acta de José Inés Pérez, pero fechada el 30 de diciembre de 1828. En diciembre no es tiempo de cosecha ni lluvias en Sayula. Por lo que el verdadero nombre del ladrón fue Juan María Cosme; después fue fusilado José Inés Pérez y por alguna razón se dio una confusión, cuenta Federico Munguía. El hecho es que, de datos inexactos se formó esta leyenda, que impactó por estar relacionada con la sequía, que era común y temida en Sayula. Tanto que, el culto al ánima de José Inés Pérez, con todo y la confusión, se mantuvo por 83 años. Nadie se atrevió a convencer al pueblo de la equivocación y posibles falsos hechos relatados en esta historia, pues, de la forma en que se relata, se deduce que ya no importaba si era verdad o no, la misma ya era parte del imaginario público y de las creencias de la gente.
El problema del agua en Sayula ha sido una constante en su historia como se puede ver. Hambrunas, pestes, prolongadas sequías y difícil acceso al agua de la población desde el momento mismo de su fundación en el siglo XVI, no enterá de que esta es una constante en su historia. En 1940 cuando Ávila Camacho andaba en campaña para la presidencia de México, habiendo estado en Sayula como jefe del regimiento aquí asentado, y conociendo a los vecinos hizo una vista a la familia Anaya Díaz, Federico Munguía relata una anécdota interesante relacionada con el agua, en esa ocasión:
Jesusita Díaz Anaya, le ofreció, al General Ávila Camacho, candidato a la presidencia de la República, cuando la visitó en su casa, una cerveza, habiéndole este pidió un vaso de agua. Jesusita le dijo: "No puedo ofrecerle agua, general, porque no tenemos en Sayula". Dice Federico Munguía que el general río y le dijo: "Jesusita, si llego a ser presidente, le garantizo que Sayula tendrá agua". Ya en la presidencia de la República, Ávila Camacho cumplió su palabra y dotó de agua al municipio. Luego de lo cual quedaría la infraestructura hipotecada por un banco, hasta que se logró que el municipio se quedará con la red de drenaje y alcantarillado, como ya lo hemos documentado aquí en otra ocasión
Los pleitos por el agua, entre productores agrícolas, autoridades y hasta el mismo pueblo se prologaron y siguen el día de hoy. Se recuerda, lamentablemente victimas mortales de estas querellas entre vecinos, como el asesinato de un doctor de Apellido Valencia, allá por los años sesenta, por los mismos motivos. Esto sólo se puede entender desde esta perspectiva histórica de un Sayula en que hasta el dicho dice, llueve poco: "¡Hasta que llovió en Sayula!".
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