Por Federico González Alfaro
En los pueblos originarios de México, el agua, fue desde siempre, un importante factor en sus vidas.
Las montañas, eran vistas como unas verdaderas fabricas de agua, algo, completamente cierto.
El Altépetl, del náhuatl alpepetl: relativo al agua y de Tepe: cerro, es fundamental en las culturas prehispánicas. La importancia de este binomio tierra-agua ó monte-agua ó montaña-agua, se relaciona con los cuerpos de agua, montañas, astros, deidades, planeta-cielo.
La montaña se interpreta como una generadora de agua, morada, fuente de sustento, cargada de simbolismos y deidades, fenómenos naturales, ancestros muertos que se transmutan o incorporan a la naturaleza y se suman al cosmos que sostienen los ciclos de la Madre Tierra.
Para estas culturas, la montaña era una especie de cántaro que almacenaba el agua. Cuando estamos en la sierra, y podemos disfrutar de una lluvia intensa entre los pinos (cada vez menos, por la depredación ecológica de la agroindustria) evidenciamos como toda la naturaleza trabaja en total armonía. Horas, incluso, días, después de una buena tormenta, podemos apreciar como los majestuosos pinos, encinos y sus compañías, liberan poco a poco el agua retenida, formando pequeños arroyos, dando vida a las partes más bajas. Esto, se lo conoce como un ecosistema.
Los ojos de agua, que brotan entre las montañas, como el nacimiento que surtió del vital líquido por muchos años a Sayula, el nacimiento del Cedazo y del que ahora solo queda un hermoso recuerdo, es un bello ejemplo de este binomio: tierra-agua, montaña-agua, planeta-cielo, entre lo terrenal y lo divino.
Los cambios a nuestro ecosistema no se pueden ocultar. Su servidor, como hombre de campo, disfruto recorrer los montes y escuchar lo que me dice la naturaleza.
¿No se han dado cuenta que ya no hubo chacamotas? ¿Quién no se acuerda de las nueves de estas hormigas voladoras surcando campos, casas y calles de Sayula a las primeras lluvias del temporal?
¿Cuántas cigarras o chicharras han escuchado este año?
¿Recuerdan a los mayates con su característico zumbido al volar y a los niños jugando atrás de ellos? ¿Recuerdan a las abejas en sus panes, en su fruta picada o a las libélulas o caballitos del diablo abrevando en las fuentes de la plaza? Incluso, las molestas polillas que nublaban las luminarias del mercado y servían de alimento a las golondrinas, ¿A las luciérnagas que perseguían los niños y no tan niños por las noches en los jardines del Santuario, ¿Dónde están?
La respuesta, Ustedes mismos la conocen: MUERTOS.
El "progreso" se los llevo sin avisarles ni la hora, ni el día dejaron de ser parte nuestra y pasar a ser solo un recuerdo, un hermoso recuerdo.
¿Acaso seré tan ciego o tan poco observador?
¿Seré el único que los extraña?
¿Regresaran algún día a nuestra Sayula o van a desaparecer para siempre?
No estoy hablando de cañones anti-granizo, de partidos políticos, de "periodistas ciegos o no ciegos", de funcionarios públicos que no funcionan o funcionan a medias. Estoy hablando de nuestra madre naturaleza, de nuestro medio ambiente.
¿Acaso no se están dando cuenta?
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