Mitos y leyendas populares
de Sayula Parte III
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula
En la entrega pasada abordamos el mito de los Duendes y la Peregrinación de los Muertos, ambos mitos, decíamos, comunes a Europa y América. El primero de ellos análogo con respecto al tiempo en ambos continentes -celtas y mayas hablaban de creaturas pequeñas asociadas a la naturaleza y de carácter chocarrero- y el segundo una adaptación del mito europeo asociado al misticismo cristiano, que fue reproducido durante la colonia aquí en América, en este caso en la Alcaldía Mayor de la Provincia de Ávalos de la Nueva España. El cual llegó hasta nosotros, conocido mejor por nuestros abuelos y padres.
Antes hablamos de mitos y leyendas relacionados con animales fantásticos, inspirados en los temores de los indígenas y sus propias leyendas prehispánicas. Así pues, podemos diferenciar en nuestro entorno cultural, dos tipos de leyendas, las que fueron traídas de Europa y adaptadas a la realidad colonial de Sayula y aquellas que fuero producto de los temores que generaba la propia conquista. Temores asociados a animales tanto como a objetos traídos por los españoles, y desconocidos hasta entonces para el indígena, consecuencia del shock cultural que significó la colonia. Son pues, leyendas que representan la identidad profunda del mestizaje local y nos explican como individuos y comunidad.
Pongamos como ejemplo, de la leyenda indígena local relacionada con animales no traídos por los europeos, lo que en Sayula se conoce como la leyenda o mito del "Pájaro Muertero". Según este mito, antes de una desgracia, como una enfermedad o una muerte en un hogar, se escucha, ya sea por la noche o la madrugada, el cantico misterioso de un ave: un mal augurio. No existe en Europa algo parecido, salvo el método adivinatorio que utilizaba la conducta de las aves para predecir el futuro en la Roma imperial -"augurio" del latín Augurius, de augurium (presagio), compuesto de aui (ave) y gusio, de la raíz indoeuropea ghus, del sánscrito ghósati (oír), por lo que auigusio sería "escuchar a las aves", sinónimo de adivinación.-.
Los otomíes creían que el Búho o Tecolote, era un emisario de la muerte, del inframundo, heraldo de la mala suerte y las desgracias. Los indígenas tazayultecos herederos de la cultura otomí, adoptaron, como otros tantos pueblos de Mesoamérica, esta leyenda de origen teotihuacano que llegó hasta nosotros como "El Pájaro Muertero" o quien anuncia la muerte. Curiosamente hoy, desasociada del tecolote: muchas personas en Sayula describen a este pájaro con aspecto terrorífico y fantástico, descripción que se aleja totalmente del Búho.
Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino, describe así la leyenda otomí:
"…cuando oyen cantar (los indígenas) al búho [llamado teculutl en el texto náhuatl], estos naturales de la Nueva España: tomaban mal agüero, ya estuviese sobre su casa o sobre algún árbol cerca. Oyendo el canto del búho se atemorizan, y pronosticaban que algún mal les habrá de venir, o enfermedad, o muerte, o que se le había acabado su tiempo de vida a alguno de su casa o a todos; o que algún esclavo escaparía, o que había de venir para su casa y familia algún riesgo que los haría perecer."
La descripción de Sahagún denota el asombro, es decir, no conocía al parecer un relato parecido, aunque el búho es una especie que habita también Europa.
Volviendo a los Duendes , como vimos, entre los aztecas, los mayas e incluso después de la conquista y la colonia, en distintas regiones de México, los relatos relacionados con estos seres pequeños de aspecto humanoide, tienen sus particularidades y son denominados con distintos nombres e incluso se les atribuyen conductas distintas. La constante es que son pequeños, traviesos y de aspecto de un humano adulto. Es posible que este mito tenga un origen más antiguo y se refiera al recientemente descubierto Homo floresiensis, un homínido de un metro de estatura y 25 kg de peso, con un cerebro de menos de 400 c. c. (los humanos modernos tiene un cerebro de1310 a 1475 c. c.) que habitó en Asía hace 50 mil años, contemporáneo de nuestra especie, cuya antigüedad permite que la información sobre este se conociera en ambos continentes generando mitos parecidos. Para los europeos, de donde viene el vocablo Duende, estos seres son espíritus domésticos, además de silvestres. Para los indígenas, también están relacionados con la naturaleza y son guardianes de sitios sagrados y zonas donde hay agua. "Duende", tiene la misma raíz indo europea de "Domo", que es "Dhun" que significa casa. Resulta interesante dado que en Sayula nos topamos con mitos sobre Duendes en las casas viejas, habitadas o abandonadas. El siguiente relato es un testimonio del Señor Javier Aguilar, que nos hizo el favor de relatarnos, tanto leyendas como experiencias relacionadas con estas en Sayula, para el presente trabajo:
En una casa antigua, en aquel entonces, hace 40 años, en ruinas y abandonada en la segunda cuadra de la calle Prisciliano Sánchez, los niños de las escuelas cercanas solían entrar por un hoyo en la puerta de madera al patio de aquella casona, muy posiblemente del siglo XVIII, a jugar. En el patío y junto a una fuente derruida de cantera crecía un enorme arrayán y un guayabo, a los que subían los niños a cortar fruta al salir de la escuela. En una ocasión Javier y sus amigos, cuenta él, mientras se hallaban trepados en uno de los árboles, escucharon ruidos provenientes de la cocina, cuyo techo se había derrumbado hace tiempo; otras veces los habían escuchado e investigando los mismos sin dar con la fuente, a tal grado que aprendieron a ignorarlos y no temerles. Pero esta vez era distinto, se escuchó como si alguien trabajara en el lugar, se escucharon pasos y risas. Ellos creyeron que serían los dueños de la casa que, avisados por los vecinos, estaban allí para regañarlos por haberse metido sin permiso a robar la fruta. Se quedaron en su rama cada uno, sin hacer ruido, con la esperanza de nos ser visto y después escapar. Era mediodía, no tenían miedo, pero, no estaban preparados para lo que presenciarían a plena luz del día. Cuenta don Javier que, de las ruinas de la cocina, salió una persona pequeñita, de la estatura de un bebé, desnudo. Los niños en el árbol se paralizaron de miedo. El ser camino atravesando el patío, cuidándose de que no lo viera nadie, pero sin voltear hacia arriba donde ellos estaban. Llegó hasta un bebedero para animales que estaba pegado a una de las paredes que daba al corral de la casa y que contenía agua verdosa que había acumulado de las lluvias; se trepó a él y se metió, quedando cubierto totalmente, sin volver a salir más. Luego de recuperarse del susto y ver que aquél ser no salía del agua, se percataron de lo que habían presenciado y bajaron como pudieron. Llorando y en estampida, salieron corriendo a la calle. Para don Javier, lo que vieron él y sus amigos de la infancia, fue un Duende que cuidaba aquella casa.
Viajamos, en los mitos y leyendas de un pueblo, no sólo por su pasado sino por su identidad y visión del mundo y de los otros que no son como ellos ¿Qué hemos aprendido? Que en Sayula la identidad indígena es aún muy fuerte, aunque no lo parezca, y la identidad española está presente como catalizador. Somos un pueblo mestizo, pero con una visión del mundo marcadamente indígena, vemos al fuereño con recelo y como potencial amenaza, lo que nos hace, por decirlo suavemente, reservados. Habrá que seguir hurgando en los mitos y leyendas, para encontrar otras características hipotéticas de nuestra identidad profunda.
Ahora bien, habrá también que diferenciar cuáles son las leyendas que nos pertenecen, cuales son propiamente relatos de identidad y cuáles no. Es el caso, sin ninguna duda, del Anima de Sayula, tal no es una leyenda. Es un poema satírico que en forma bufa hace un señalamiento sobre Sayula; pero, de ninguna manera es una leyenda local. No pertenece al imaginario colectivo, ni refiere una característica relacionada con nuestro origen o nuestra relación con el entorno, no idealiza un personaje del pasado remoto, ni explica un fenómeno natural o social de forma metafórica o simbólica. Es producto de la imaginación de un escritor del siglo XIX, originario de Michoacán, Teófilo Pedroza, poema escrito en decenio de 1800 y que llegará a Sayula ya entrado el siglo XX, en 1924, de la ciudad de Zamora, donde era ampliamente conocido entonces, pero no en Sayula. Quienes investigaron al respecto dicen que el tal Pedrosa, un hábil rimador michoacano, en su posible estancia en Sayula entre 1860 y 1887, escuchó la anécdota de una broma, ocurrencia del boticario y el peluquero del pueblo para un individuo de nombre Apolinio Aguilar, que luego él convertiría en un poema satírico una vez volviendo a su tierra. Si fue así, la broma no trascendió en el imaginario colectivo, pues pasarían muchos años para que la anécdota fuera recordada en Sayula, y no fue sino gracias al poema impreso que llegará de la ciudad de Zamora Michoacán a Sayula traída por soldados del 38 regimiento de caballería, y que al sayulense promedio no lo hizo ninguna gracia, más bien le ofendió. Esto no lo califica como leyenda, ya que no fue trasmitida oralmente de generación en generación como símbolo de identidad, ni la generación subsecuente agregó algo más al relato apropiándoselo. Fue una broma a costa de Sayula que, por su original y gracia picante se conoció en todo México, pero nunca fue base de identidad. De hecho, hoy, a raíz de ello, se ha convertido en un signo referente de Sayula, pero no en símbolo, como muchos creen, y menos aún en leyenda.
"Los signos son representaciones gráficas que envuelven un significado limitado o restringido. Son el fruto de convenciones sociales (acuerdos)… Los símbolos son representaciones de las cosas, se podría decir que hasta cierto punto son metáforas. Su significado no es limitado o concreto como en el caso de los signos, sino que son algo más subjetivo." Vaivasuata.
Con el poema satírico del Anima de Sayula, los sayulenses llegaron un acuerdo, dejaron de ofenderse, tomándolo con humor. El personaje, vuelto ya un fantasma, más relacionado con una sabana con hoyos, esto de la cultura estadounidense, bonachón y en algunos casos maquillado chuscamente, era un personaje cómico. Todo esto, producto de una moderna mercadotecnia, siguió a la moda de aprenderse y recitar los versos de memoria para los visitantes de los años cuarenta del silgo pasado al municpio, de las clases acomodadas de Sayula - que viéndolo bien tiene su jiribilla para las clases populares - es decir mero suvenir para el turista, lejos del mito o leyenda locales como los ya citados. La identidad de un pueblo va más allá de estos convencionalismos, tiene su raíz en el inconsciente profundo de los pueblos y les dice quiénes son ellos y quienes no son.
"Anthony P. Cohen, a lo largo de su texto Beloging : the Experience of Culture (1982), maneja el concepto de ´Conciencia Cultural´ para explicarse la diferencia de los individuos entre ellos mismos y hacia los extraños y ajenos a la comunidad. Dichos sentimientos de ´distinción social´ constituye la base de la ´Conciencia Cultural´ de los individuos y el proceso de formación de las identidades…no debemos encontrar (los investigadores) las manifestaciones meramente ´objetivas´ de la cultura bajo estudio, sino tratar de hacerlas comprensibles a los demás en los términos que tienen significado para (la comunidad y) sus propios miembros. Los individuos de un mismo medio (cultural) tiene sentimientos de diferenciación entre sí y respecto de los individuos de otros medios, los cuales necesariamente se expresan en un reconocimiento inconsciente de la existencia de un ´otro´ y un ´nosotros´." (Ivonne Flores H. "Identidad Cultural y Sentimiento de Pertenencia.")
Veremos en la próxima entrega de esta investigación, más mitos y leyendas, relatadas por la misma gente de Sayula y seguiremos analizando sus implicaciones en nuestra identidad como sayulenses. (Investigación de la asesoría cultural para el Ayuntamiento de Sayula 2015-2018. Inédita)
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