lunes, 26 de marzo de 2018

                          La Política y el mito.
Por Rodrigo Sànchez Sosa

Hoy me inspiraré en un artículo de opinión aparecido en el periódico de circulación nacional El Universal, escrito por Hernán Gómez, titulado La Pejefobia (http://www.eluniversal.com.mx/articulo/hernan-gomez-bruera/nacion/la-pejefobia), donde acusa el rechazo de ciertos sectores sociales identificados, por AMLO, como clasismo con tintes racistas que no tiene que ver con la realidad en torno a este candidato hoy, a la presidencia de la República.
El clasismo en nuestra región quedó evidenciado por el trabajo literario de Juan Rulfo, que lo denuncia en sus dos obras cumbres. El clasismo y su complicidad con el poder, el desprecio por lo humildes y su pretensión de superioridad, de los poderosos y sus allegados en el sur de Jalisco, son abordados crudamente en Pedro Páramo y El Llano en Llamas. Esto está más que documentado en esas ficciones, obras maestras de la literatura, lea usted bien, mundial. Así que, nuestra hipocresía al respecto, sólo nos hace más patéticos, frente al mundo. Somos clasistas y racistas.
Hablemos de uno de los más grandes mitos de Sayula: Los ricos ¿Quiénes son los ricos en Sayula? ¿Los curros? ¿Los caciques? Ese referente de poder injusto y terrible que dividía, por poner un ejemplo, hasta los años ochenta del siglo pasado, el acceso al jardín principal de Sayula como en la Sudáfrica racista de entonces: una parte para los ricos y otra para los pobres; esa clase terrateniente con ínfulas nobiliarias, que se creía descendiente de españoles (Los españoles se fueron de Sayula, luego de una peregrinación al templo de San Roque como despedida en 1810, huyendo de las tropas de José Antonio Torres que avanzaba por Zacoalco para tomar Sayula al grito de "Viva santa María de Guadalupe mueran los gachupines"; para no volver nunca. Allí iban Don Isidoro de la Fuente y su hermano Bartolomé, lo más rancio de los peninsulares que aquí vivieron, los pocos que quedaron, eran criollos a los que España les importaba un comino, se decían americanos. Desde entonces no hay españoles en Sayula; conservadores, si, pero ese es un cuento ideológico, no étnico.). Tales no son sino pretenciosos clasistas, oportunistas exitosos y sus advenedizos. En su mayoría gente que obtuvo sus fortunas y tierras de la guerra de reforma, la revolución y la cristiada en la región ¡Qué españoles van a ser hombre! Pero, aprovechando la inercia del mito de superioridad frente al indígena y africano que venía desde la colonia, se auto nombran así mismos clase superior. No diré nombres, sabe por qué, porque con los tiempos cambian, cierto que algunos nos le quedan más que la fama y a otros su dinero que se las crea comprando hasta escudos nobiliarios y ascendentes españoles que en la colonia fueron conquistadores. Bueno, hasta gente humilde de Sayula que se fue de indocumentados a EU en los años sesenta del pasado siglo, y que se enriqueció en el norte, pueden reclamar parentela y honor con estos "ricos" locales. El asunto no es serio, por eso es el mito, una forma de justificar lo que racionalmente es imposible: la superioridad de una clase social en Sayula.
Dicho lo anterior pasemos a mi anécdota: tengo tres años ininterrumpidamente publicando, con menor o mayor fortuna, una columna semanal en ese mismo medio sobre la historia de Sayula. Eso llamó la atención del actual titular del Ayuntamiento, quien en una reunión con él con motivo del aniversario 100 del natalicio de Rulfo, se interesó en un proyecto que entonces yo tenía en borrador: una monografía histórica de Sayula; había  dos de estas sobre la Provincia de Avalos, la de Don Federico Munguía y la de la historiadora Susana Arévalo que se llama La Provincia de Ávalos de la Nueva España, pero yo pretendía centrar la monografía sólo en Sayula, no en la provincia - que no es lo mismo - y plantar una hipótesis sobre el origen de nuestra identidad como pueblo. A la autoridad le interesó y se me contrató para hacer la investigación y redactar el libro cuya primera edición pertenecería al municipio para recuperar los gastos de inversión, cosa que ya está en manos de la Secretaria de Cultura del Gobierno del Estado, hoy. Mi trabajo gustó a la autoridad tanto que se me propuso, algo que me costó aceptar, y hago publico mi agradecimiento a Don Federico Munguía quien me animo a hacerlo luego de conocer mi trabajo; como Cronista Municipal. Aquí comienza realmente el cuento:
Una persona que fungía entonces como cronista del municipio de apellido Estrada, reclamaba el puesto y denunciaba la ilegalidad de mi nombramiento, según él; fue publico esto, no diré más, pero si agregaré que entre sus argumentaciones secundadas por un medio local de poca monta y los regidores de oposición, en busca del golpeteo político al primer alcalde, pusieron en duda mi honorabilidad y capacidad, al grado de reclamar en privado, esta persona, el puesto por motivos de Apellido, el señor se dice descendiente de la segunda esposa de Alonso de Ávalos encomendero de la antigua Provincia de Ávalos, nada más ni nada menos que, doña Francisca Estrada Flores de la Caballería, nieta del rey Fernando de Aragón. Con todo respeto, algo que dudo se pueda probar, pero para los mitos es lo de menos. Por su parte, a algunos de los honorables señores regidores, de los que omitiré los nombres, pues no era más que política con un poco de prejuicio, les pareció que alguien de mi clase no podía aspirar a ese puesto de honor y sabiduría. Vaya, contra la opinión del decano de la crónica en la región: Munguía Cárdenas; en fin, se me descalificó en base al mito. El mito es más grade que el hombre, aunque este no se pueda demostrar, pero otro mito contrarrestó al que me descalificaba, el democrático. Con patente de corso, pasé, con la actitud de Bob Dylan frente al Nobel de literatura ese mismo año, a ser cronista de este municipio, cosa que por demás me honra muchísimo y que no puedo sino agradecer la confianza de la mayoría en cabildo. Hasta aquí mi cuento.
Pero, qué más. Bueno descubrí algo más preocupante, algo que para nadie es un secreto, que tras de estos mitos que me descalificaron, estaba un racismo velado y un clasismo descarado, actuado en la arena de lo público en Sayula, una actitud que mantiene secuestrado el patrimonio histórico y social del municipio. Citaré a Hernán Gómez, para entender lo que percibo desde mi perspectiva, al respecto, desde que trabajé con la actual administración en el proyecto cultural de este ayuntamiento:
El golpeteo político contra el ayuntamiento de grupos de la sociedad civil fue tan virulento, que todo esfuerzo por hacer notar los proyectos de esta administración, como el cultural, topaban con el prejuicio, centrado en el alcalde, sin que se demostrará, desde mi punto de vista, nada. Con mi experiencia en el periodismo local, no veía que aquello fuera objetivo, tenía la suerte de ver los dos lados de la moneda ahora, y desde el punto de vista de los que protestaban se hacía con más tripas que razón. Un comentario de uno de los principales detractores del alcalde, de quien me reservo el nombre, me sorprendió: "No vamos a dejar que ese prieto (refiriéndose al alcalde) se luzca ¿quién es? no merece estar allí". A ver, a ver: "prieto", "¿Quién es?," "merece" … ¿De qué se trata?
Me di cuenta que tal desprecio y antagonismo que esto denotaba en relación a la figura del alcalde obedecía a prejuicios y estigmas sociales. El rechazo a que un sujeto de origen humilde ocupe un espacio de poder que se considera reservado a las elites; así su condición actual en lo social haya cambiado. Lo cual, en parte, era el mismo prejuicio relacionado con mi nombramiento de cronista. Clasismo, elitismo y exclusión, y en su variante más extrema y oculta, racismo. Éramos prietos y nacos, no merecíamos estar allí ¿Quiénes éramos para hacer política y políticas culturales?
Mucho más que el rechazo político a una persona, es el desprecio a lo que esta representa. Es el miedo de los privilegiados a la "plebe" que pretende igualárseles. Es el temor de que los "jodidos" irrumpan en la escena pública, Es el rechazo al empoderamiento, aunque sea simbólicamente, de los nacos, los prietos y los "pobretones" y "nuevos ricos".  Decían rechazar al alcalde por prepotente, autoritario, corrupto, lacayo de intereses de las agro empresas; a este servidor (yo) por adultero, tatuado, alcohólico, mala fama y fachoso. Pero lo que en fondo desprecian es el origen de "clase inferior", no es lo que esperan de un presidente de un cronista, tan de ellos tanto tiempo. Les molesta la imagen, que estos no sean como ellos ("qué va un Rivas, el jovencito este pulcro y bien portadito, que diferencia" …).
Este mito es tan poderoso, que permea las clases y se introyecta en el pensamiento de los humildes en Sayula. Nos sentimos cómodos y protegidos con que, los que deben gobernar, gobiernen: los curros, sus advenedizos o los que se les parecen ¿Cuándo se había visto que cualquier "pelado" gobierne? - "bueno pasó algunas veces, Gerardo, Jorge, Andrés, Pepino, y hasta uno de Usmajac, pero ¿cómo nos fue?" se dicen así mismos-. Y allí están los candidatos hoy. Lo más triste es que terminemos de alguna manera creyéndolo los involucrados - y que algunos "pelados" se vuelvan clase VIP Sayula -, los afectados por este mito prejuicioso sin base histórica ni racional. El mito es más grande que el hombre, y con él no se puede gobernar correctamente, ni hacer ningún cambio, ni ninguna nueva política. Por eso el conservador, que teme perder sus privilegios le apuesta al mito. Igual el que aspira a los privilegios del clasista, el advenedizo y el enajenado por este discurso irracional ¿A qué más le van a apostar?


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