Por Rodrigo Sánchez Sosa
El debate de los candidatos a la presidencia de México la semana pasada, abordó la inseguridad, sin que convencieran del todo a un país desesperado, desesperanzado y desagarrado por la violencia. Ningún candidato dio una respuesta a fondo en cuanto a la estrategia necesaria para enfrentar el mayor lastre del país. Olvidemos la economía, las reformas, Trump, la devolución, la gasolina; un país hundido en la violencia, con 234 mil muertos en menos de 12 años y la normalización de la violencia en las calles, no es viable así lo gobernara el Papá Francisco.
El Miedo gobierna este país. El miedo se utiliza para direccionar la política y la economía; no son estas las que condicionan nuestras vidas sino el miedo. Y aquellos que son capaces de inducir miedo son los dueños de México ¿Recuerda aquello de "Un peligro para México", aquello de "Nos convertirá en Venezuela" o el patético " Ahí vienen los rusos"? son ejemplos burdos de cómo la política es manipulada por el miedo; pero, estos miedos comparados con los que en las calles laten y controlan toda la nación son un chiste. Todos, absolutamente todos los mexicanos, me atrevo a decir, tenemos por lo menos un conocido o familiar que ha sido víctima de la violencia. Si revisamos esto nos damos cuenta que este familiar o conocido murió y sufrió la violencia que nos marcó también a nosotros, de tal manera que nos aterrorizó, nos paralizó, nos metió el miedo hasta los huesos. Decapitaciones, desmembramientos, torturas inhumanas, desaparición con "Levantón" de la forma más cruel: frente a los hijos, sacados de sus casas a rastras, de día frente a varias personas, en vía pública. Exposición de cadáveres en sitios públicos; ejecuciones impactantes de comandos armados para la guerra en uno o varios vehículos artillados contra personas desarmadas, en funerales de víctimas incluso. Niños, mujeres, hombres jóvenes o viejos, nadie está salvo. Igual la complicidad del sistema de justicia que asegura la impunidad incluso jueces, policía investigadora y preventiva al servicio de esta violencia, incrementa el miedo de las personas, el terror, la psicosis social, la paranoia. El grado del daño en la sociedad mexicana es tal que tendría que hablarse incluso de un daño a la salud mental de todos los mexicanos a consecuencia de esta actividad de una elite criminal que usa el miedo para controlar México. Un país en estas condiciones, no puede iniciar ningún cambio viable de su destino.
Una política de seguridad debe comenzar por reconocer el origen del terror, sus herramientas y sus fines. El terror es un arma usada en las guerras, las formas descritas anteriormente, que imponen el miedo y mantienen la angustia casi patológica en nuestro país, son tácticas vistas en confrontaciones armadas en otras partes del mundo como parte de una guerra convencional donde participan mercenarios. Organizaciones mercenarias y una maquinaria de negocios relacionadas con la guerra: el terrorismo corporativo que saquea países en todo el mundo. Uno, el origen de este terror no es el azar, no es sólo el hambre, la necesidad de las personas, los intereses del narcotráfico, es una condición impuesta como táctica de negocios. Dos, sus herramientas: la principal herramienta, son los jóvenes la carne de cañón, la tropa de los mandos mercenarios contratados por las empresas criminales y los saqueadores transnacionales de recursos mexicanos. El hecho de que el país dejara de ser lugar de paso de las drogas para convertirse en un mercado de consumo, nos habla, no de un negocio apetecible para el crimen organizado, sino una estrategia para financiar, controlar y tener acceso a la herramienta principal para incrementar el terror y la inseguridad: los jóvenes. El sistema de seguridad pública, nacional y de impartición de justicia, es otra herramienta del terror; el presupuesto del gobierno, el dinero del pueblo, se ha invertido en los últimos sexenios en favor de los criminales, pues el costo de jueces, MP, policía investigadora, fuerza única, ejercito, marina etc. termina favoreciendo más que perjudicando el hampa. Gracias a la corrupción de estas corporaciones, les representó, a las organizaciones criminales: protección, impunidad, inteligencia, información, capacitación para su gente, personal especializado (gracias a desertores) y armas. Sólo en 2016 México gastó 163 mil 346.76 millones de pesos en seguridad, repartidos de la siguiente manera:
? Para el Poder Judicial Federal fueron 60 mil 372.12 mdp;
? Para la Secretaría de Gobernación fueron 60 mil 385.91 mdp;
? Para SEDENA fueron 3 mil 643.17 mdp;
? Para la PGR fueron 16 mil 768.76 mdp;
? Para Provisiones Salariales y Económicas fueron 1 mil 169.76 mdp;
? Para las Aportaciones Federales fueron 19 mil 460.29 mdp; y
? Para la CNDH fueron 1 mil 546.93 mdp. (fuente: http://www.diputados.gob.mx/sedia/sia/se/SAE-ISS-22-15.pdf)
Sin embargo, el años 2017, sería el más sangriento de todo el sexenio; nuestro impuestos contribuyeron al éxito del terror y sus negocios. 163 mil millones de pesos son más de la mitad de lo que costará el nuevo aeropuerto de la ciudad de México al que se opone AMLO por ser un gasto excesivo, para que se de una idea.
La otra herramienta, del miedo, es la iniciativa privada, bancos y empresas en México, lavan dinero del crimen organizado y la corrupción; economías de regiones y estados, lo han dicho las organizaciones de la IP públicamente, como la de Jalisco en un programa de noticias de MVS hace poco, dependen ya de los recursos de procedencia ilícita, sin los cuales colapsarían (se quejaron de que están siendo obligados a hacer negocios con el crimen y la corrupción). Esto inhibe la inversión, la creación de empresas fuera del juego sucio, y somete al miedo cualquier intento.
Los fines: El fin del terror y la violencia es el saqueo del país, la enorme riqueza de este país ha provocado la codicia de otras naciones a lo largo de su historia, basta contar las 13 invasiones de que hemos sido objeto uno de ellas nos cotó la mitad del territorio nacional. Un pueblo aterrorizado no se defiende, no se organiza, no opone resistencia. El control de las rutas del tráfico de drogas al primer consumidor mundial, el saqueo de minas, petróleo, gas y maderas finas, son un botín nada despreciable, sin contar con el control del mercado de armas, recursos naturales como el agua y la tierra; y el acceso al dinero público vía la corrupción. Aquí es donde se cierra el círculo y se abre el panorama dándonos una visión más clara de la realidad: Las políticas públicas de las reformas de los últimos gobiernos neoliberales, empatan con estos intereses y son cómplices por ello del terror y la violencia. En tales circunstancias, sus representantes que debatieron la semana pasada con López Obrador no pueden sino, proponer más violencia y terror, más ejército, más policía, más leyes impartidas e impuestas por el sistema corrupto. Ellos mismos son criminales investigados por distintos delitos y otros señalados aunque exonerados, por el pueblo: Ricardo Anaya lavado de dinero y corrupción; Margarita Zavala tráfico de influencia y encubrimiento del crimen de la guardería ABC, Meade desvió de miles de millones de pesos de programas de asistencia social ¿Cómo pueden proponer una solución a algo de lo que son parte en sus fines?
Identificado lo anterior, ahora si se puede desarrollar una estrategia diseñada para el combate a la inseguridad y la violencia en México. El fin es económico. No estamos frente a una organización psicópata exclusivamente, aunque los criminales si lo son; no estamos frente a una violencia puramente irracional producto del fanatismo y la ignorancia; aunque los integrantes de los grupos criminales y corruptos si lo son. Estamos frente a interese económicos que usan ejércitos privados de mercenarios que organizan ejércitos de sicarios y toda una logística que sostiene y protege un negocio ilícito coludido con la corrupción en México, donde están involucrados muchos mexicanos a sabiendas o no, y que ya es parte de la economía nacional que, en algunos lugares, es ya totalmente dependiente de esta hidra criminal de mil cabezas.
Como toda hidra, la táctica de combate no es el apuntar a las cabezas, sino al corazón: las finanzas. Reformar de tal forma el sistema de justicia que obedezca a los intereses de la nación y no a las corporaciones criminales. Revisar cada contrato de este país, cada extranjero que opera en México, intervenir aquellos bancos y financieras que no puedan aclarar sus actividades y justificarlas legalmente. Y muy importante, quitarle el agua al pez decían los gringos en Centro América: ir sobre un rescate de los jóvenes, fuera del sistema publico de educación el sistema de competencias, la evolución de la iniciativa privada del mismo y los condicionamientos de los sistemas financieros internacionales de este. Crear un modelo de educación crítica de la realidad nacional y global. En cuanto al sistema de justicia y seguridad nacional, una depuración total, investigación de mandos altos y medios, enjuiciamiento y responsabilidad penal conforme a la ley, tolerancia cero. Los mismo para jueces y MP. Sería un error privilegiar el sistema financiero y económico que hoy prevalece en México de forma acrítica e incondicional como base de un futuro y condición para la erradicación de la violencia e inseguridad, ya que es parte, tal como está, del contexto de terror requerido para el saqueo del país.
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