Las danzas autóctonas: fe, cultura y tradición.
Por Arturo Fernández Ramírez
Ante la proximidad de las fiestas en honor a la Virgen de Guadalupe, es ineludible pensar en una de sus principales características, como sin duda lo son las danzas autóctonas. Remembrando los bailes de nuestros antepasados, de las culturas prehispánicas convertidas al catolicismo. Manifestando su fe y devoción a quien, de acuerdo a la tradición de la Iglesia Católica, se apareció en 1531 en el cerro del Tepeyac de la Ciudad de México. Si bien la costumbre busca conservar la esencia de las cosas, esto de ninguna manera impide que vayan evolucionando, agregándole o quitándole componentes originales. Por lo que, al margen del culto que cada quien profese, disfrutemos la expresión artística que representan estos grupos de personas que se preparan durante meses.
Las danzas autóctonas forman parte de las principales fiestas religiosas de nuestro país. Desde la Basílica de la Ciudad de México hasta las diversas regiones de las entidades federativas, aunque puedan variar las fechas. Por ejemplo, en Jalisco, en Zapopan el 12 de octubre es el festejo principal y son cientos de grupos los que participan. En Zapotlán El Grande, también en el mismo mes la ciudadanía manifiesta su fe con estas expresiones de baile.
Sayula tampoco es la excepción, siendo en diciembre donde mujeres y hombres demuestran su fe y devoción a la Virgen de Guadalupe. Más de 20 grupos de danza autóctona (sonajeras, huaracheras, entre otras) se preparan durante meses. Para aprender los movimientos, lograr la sincronización en los pasos y alcanzar la condición física que les permita resistir la jornada que inicia desde el 11 de diciembre y culmina hasta el 12 en el Santuario. Es una tradición que se inculca en las y los más pequeños, garantizando así su continuidad.
El valor histórico y cultural de las danzas autóctonas se manifiesta en los componentes que integran la vestimenta de las y los danzantes. En la flauta de carrizo de origen otomí; en los espejos usados en las coronas; en la sonaja; y, en la música misma. Todos en su conjunto simbolizan la cosmovisión indígena original. Pero también, se considera que, por ejemplo, las medias largas, aunque solían usarse sobre los huaraches de correa, es posible que sean influencia de los españoles durante la Colonia.
Como conclusión, estas danzas tradicionales representan un universo de simbolismos que se han venido transmitiendo por la tradición, de generación en generación, hasta nuestros días. Y si bien el espíritu religioso es lo que motiva de manera principal participar en las mismas. Debemos reconocer que la mezcla que se ha logrado a través de los tiempos, las ha convertido en expresiones artísticas que pueden ser apreciadas y valoradas por todas y todos. Coexistiendo la fe y la cultura de nuestros pueblos, enriqueciendo y fortaleciendo la historia, nuestra identidad y sentido de pertenencia.
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