Recordando a Juárez, Benemérito de las Américas
Por Arturo Fernández Ramírez
Cada 21 de marzo festejamos el natalicio de Benito Pablo Juárez García, mejor conocido como Benito Juárez. Considerado como uno de los pocos Presidentes de la República en la historia de nuestro país, que ha logrado trascender en el tiempo y en el espacio. "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", es su frase más célebre. Enunciada el 15 de julio de 1867, en su manifiesto expedido poco después de entrar triunfante en la Ciudad de México. Tras la derrota y fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y el derrocamiento del Segundo Imperio Mexicano. Conocer la historia nos ayuda mucho a entender el presente y a mejorar el futuro. Recordemos entonces a quien ha sido inspiración de muchas y muchos políticos de corte liberal.
Benito Juárez nació en San Pablo Guelatao, Oaxaca, el 21 de marzo de 1806 y murió el 18 de julio de 1872. Después de ocupar en varias ocasiones la Presidencia de la República en etapas críticas de México. Fue abogado, catedrático, regidor, ministro, diputado, juez, fiscal, gobernador, entre otros cargos que desempeñó, incluyendo el de titular del Ejecutivo Federal.
Durante su trayectoria política, sufrió el destierro y el exilio en varias ocasiones, incluso hasta cuando ocupó la Presidencia de la República. De ahí surge la llamada "Ruta Juárez" que, precisamente, cada 21 de marzo la recorren organizaciones de la sociedad civil. Recordando algunos lugares por los que pasó cuando era perseguido por los conservadores. Y de los que logró salvarse en más de una ocasión cuando intentaron fusilarlo, una de ellas precisamente en Guadalajara, Jalisco.
En efecto, en 1858 Juárez llegó a Guadalajara el 14 de febrero, en el aniversario de la fundación de dicha ciudad. Fue recibido por los poderes estatales y municipales en San Pedro Tlaquepaque, quienes protestaron su lealtad. Mientras realizaban una junta de gabinete en el Palacio de Gobierno de Jalisco, un oficial lo traicionó e interrumpió la reunión con algunos soldados, a quienes les ordenó preparar armas.
Juárez se levantó de su silla y se colocó de frente para esperar su destino, pidiendo que le dispararan al pecho. El ministro Guillermo Prieto le salvó la vida anteponiéndose a su persona y gritando su famosa frase "¡Los valientes no asesinan!". Para seguir diciendo "Si quieren sangre, bébanse la mía, pero no toquen al presidente".
Definitivamente hay mucho que decir y hablar de Juárez, tanto, que han sido bastantes libros que se han escrito sobre su vida. Hoy, como cada año, solo quisimos escribir estas líneas para recordarlo y que las presentes y futuras generaciones lo conozcan. Y en base a lo que investiguen de él, puedan juzgarlo de acuerdo a un criterio objetivo. Porque, como todo en la vida, siempre habrá seguidores y detractores de este personaje, de sus ideales y de su legado.
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