Especial para Horizontes...
¿Qué nos enseña la historia de la independencia de México Hoy..?
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa
El contexto sociocultural y político durante la independencia de México, nos muestra a dónde lleva el cinismo, la impunidad, el despotismo, la corrupción, la acumulación de riqueza y el empobrecimiento de las masas. La historia nos muestra cómo hoy se repiten condiciones que echaron abajo un régimen consolidado de 300 años (80 años no son suficientes para detener un estallido social en ese tenor); hoy, las condiciones apuntan peligrosamente a una analogía histórica con 1810, que nadie parece notar, por desconocer a fondo la historia de este país:
"Miguel Hidalgo y Costilla, que tal era su nombre, había nacido el ocho de mayo de 1753 en la hacienda de San Diego de Corralejo, en la jurisdicción de Pénjamo (Guanajuato) Al parecer cursó un par de años de estudios con los jesuitas hasta su ingreso, en 1767, en el Colegio de San Nicolás Obispo en Valladolid (Morelia), donde se prepararía para la carrera eclesiástica y desarrollaría una exitosa carrera académica tanto como alumno, primero, como profesor más tarde. Consta que impartió, entre otras, las asignaturas de Gramática Latina, Artes y Teología escolástica; que desempeñó los cargos de tesorero, vicerrector y secretario del Colegio hasta su nombramiento como rector de San Nicolás en 1790, y que dominaba el latín, francés e italiano, así como varias lenguas indígenas. Pese a todo, Hidalgo no ha dejado de ser un personaje muy controvertido. En tanto que alumno fue protagonista de varios incidentes de indisciplina escolar y ya de adulto recibió fuertes críticas por la lectura de libros prohibidos, su afición por el juego, el trato con mujeres (de hecho fue padre de dos hijos, Agustina y Lino Mariano) y sus comentarios sobre las autoridades eclesiásticas y determinados pasajes bíblicos hasta provocar la intervención de la Inquisición. Pero también hay que hablar de su extraordinario espíritu emprendedor, que le llevaría en los curatos donde ejerció, e influido por los ilustrados franceses, al fomento de las labores agrícolas, a la instalación de talleres de artesanía e industria (alfarería, curtiduría, carpintería, etc.) y a prestar toda su ayuda a la feligresía de su cargo, procurando mejorar las condiciones de vida de una población india y mestiza maltratada. En 1803, Hidalgo ejercía como cura en el pueblo de Dolores, en el Bajío.
"Hablar sobre Miguel Hidalgo resulta muy espinoso. El patriotismo mexicano ha hecho de él el Padre de la Independencia y el símbolo de la revuelta contra todos los males del antiguo régimen, el látigo de los tiranos, el amigo de los oprimidos, el padre de la patria.... En estos últimos años México ha deificado la figura de Hidalgo en los textos escolares y en las pinturas murales, en grado tal que ha perdido toda semejanza con el confuso y entusiasta sanguinario que aparece en los documentos de su época. La mejor opción es reconocer a dos Hidalgos: la figura simbólica y el hombre." "Lesley B. Simpson (1941)
"De mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos, de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación a estilo de colegio cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que usaban entonces los curas de pueblos pequeños." Descripción de Hidalgo por Lucas Alamán.
Las noticias sobre los sucesos de mayo de 1808 en España fueron conocidas en México pocos meses después, provocando de inmediato el inevitable enfrentamiento entre criollos y peninsulares, tanto por el poder local como porque la situación en la metrópoli podía modificar sustancialmente el panorama político y abría multitud de interrogantes: ¿debía aceptarse la autoridad de la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino de España e Indias erigida en septiembre o era más idóneo la creación de juntas propias en los distintos territorios americanos?, ¿en ausencia de Fernando VII la soberanía volvía al pueblo?, ¿se aceptaba a José I Bonaparte como nuevo monarca hispano?, ¿había llegado el momento de emprender la ansiada emancipación? Fue precisamente en este mismo año de 1808 cuando Miguel Hidalgo conoce al capitán Ignacio Allende y a un notable grupo de criollos (Juan de Aldama, Miguel Domínguez, etc.) que llevaban tiempo celebrando reuniones conspirativas en Querétaro donde se discutía acerca de la conveniencia de sustituir a los españoles peninsulares en los centros de poder, del rechazo a que Nueva España quedara bajo el dominio napoleónico y quizás incluso de proclamar la independencia si las circunstancias eran propicias. Muy pronto Hidalgo no solo se incorporó a esta camarilla, sino que fue designado líder de la misma. Había un claro interés en este nombramiento, pues de todos era conocido su ascendiente sobre indios y castas, es decir sobre aquellos que en principio debían componer el grueso del ejército insurrecto. Tras algunas vacilaciones los conjurados fijaron la fecha del levantamiento para principios de diciembre de 1810, pero la denuncia de estas actividades subversivas en los primeros días del mes de septiembre precipitó los acontecimientos. Tradicionalmente se admite que al amanecer del 16 de septiembre de 1810, cuando la feligresía se aprestaba para acudir a la misa dominical, Miguel Hidalgo hizo sonar la campana de su parroquia y lanzó el famoso Grito de Dolores, la primera proclama de la posterior independencia de México. Podemos afirmar que ni los más optimistas seguidores de este levantamiento pudieron imaginar la rapidez y la fuerza con la que se extendió por todo el Bajío esta revuelta, pues tan solo un mes después del pronunciamiento el cura Hidalgo era seguido por una muchedumbre de sesenta mil personas, compuesta por:
"Una chusma de indios y gente del campo, con piedras, con palos, con malas lanzas, sin organización de ninguna clase... Las hordas desnudas y hambrientas venían mezcladas con un sinnúmero de mujeres cubiertas de harapos... eran familias enteras... como si se tratara de las antiguas emigraciones aztecas."
Ciertamente, la revuelta promovida por Hidalgo tiene, a diferencia de sucesos similares ocurridos en otros territorios americanos, un notorio componente de reivindicaciones sociales e indigenistas. Todo ello está presente en los distintos bandos emitidos aboliendo la esclavitud, decretando el reparto de las tierras, la exención total de contribución fiscal, etc., que le granjearon la ayuda de la población aborigen y de otros grupos marginales. Pero, precisamente, tan avanzadas ideas para la época le supondrán, al mismo tiempo, la paulatina pérdida de apoyo por parte del influyente e imprescindible sector criollo, defensor a ultranza de la inmutabilidad del orden sociocolonial establecido. Contribuyó también, y no poco, a la merma de adeptos el comportamiento en combate de las masas incontroladas que componían el ejército revolucionario -en el que apenas había un centenar de criollos. Las matanzas, el saqueo, el pillaje y todo tipo de excesos, donde no se distinguía entre peninsulares y americanos, acabaron convirtiéndose en un verdadero problema, pues de inmediato se recordaron los sucesos de Saint Domingue, a los que ya nos hemos referido. Prontamente el obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, advertía sobre los peligros de apoyar a los insurgentes:
"El ejemplo más análogo a nuestra situación lo tenemos inmediato en la parte francesa de la isla de Santo Domingo, cuyos propietarios eran los hombres más ricos, acomodados y felices que se conocían sobre la tierra. La población era compuesta casi como la nuestra de franceses europeos y franceses criollos, de indios naturales del país, de negros y mulatos, y de castas resultantes de las primeras clases. Entró la división y la anarquía por efecto de la citada Revolución Francesa y todo se arruinó y se destruyó en lo absoluto...la anarquía en Santo Domingo degolló todos los blancos franceses y criollos, sin haber quedado uno siquiera, y degolló los cuatro quintos de todos los demás habitantes, dejando la quinta parte restante de negros y mulatos en odio eterno y guerra mortal en que deben destruirse enteramente. Devastó todo el país quemando y destruyendo todas las posesiones, todas las ciudades, villas y lugares, de suerte que el país mejor poblado y cultivado que había en todas las Américas es hoy un desierto, albergue de tigres y leones. He aquí el cuadro horrendo, pero fiel de los estragos de la anarquía en Santo Domingo."
La Nueva España, que había admirado la Europa por los más brillantes testimonios de lealtad y patriotismo a favor de la madre patria, apoyándola y sosteniéndola con sus tesoros... se ve hoy amenazada con la discordia y la anarquía, y con todas las desgracias que la siguen y ha sufrido la citada isla de Santo Domingo. Y desde luego no faltaban motivos para temer lo peor, según se nos relata el 28 de septiembre de 1810 en la toma de la Alhóndiga de Granaditas (Guanajuato) por la tropa capitaneada por Hidalgo:
“Luego que murió el Sr. Intendente se cerró la puerta de la alhóndiga… entonces unos echaban dinero por las ventanas, otros corrían y tiraban las armas, no había orden ni obediencia, otros querían morir antes que entregarse, y no se sabe quien dio un balazo al
Sargento Mayor D. Diego Berzabal del que cayó muerto, atribuyéndose este hecho a uno de sus mismos soldados que reprehendió; estos se desnudaban tirando las casacas y desde entonces ya no hubo defensa ni cabeza, ni orden… la multitud acabó de acobardar a cuantos estaban dentro, abrazándose unos de los sacerdotes y otros poniéndose de rodillas; pero muy lejos de apiadarse comenzaron a matar a cuantos encontraban, desnudándolos a tirones y echándoles con las hondas lazos al pescuezo y a las partes, y mientras estiraban unos, otros les daban lanzadas acabando en medio de los más lastimosos clamores… salieron muchos vivos pero en cueros y entre dos de a caballo los conducían al cuartel de caballería en calidad de prisioneros; solo salió vestido el capitán Peláez quien les decía que el general lo quería vivo y había ofrecido por él 500 pesos y de este modo lo cuidaron para recibir el premio que no tuvieron… A las cinco de la tarde se terminó la acción en la cual murieron ciento cinco europeos y casi igual número de los oficiales y soldados del batallón, habiendo perecido muchos indios en casi horas que sufrieron con bastante cercanía el fuego… Como los indios fueron los primeros que entraron a la alhóndiga quedó fuera de ella una multitud de plebe deseosa también de participar del saqueo, pero les era imposible entrar… y se verificó repartiéndose entre todos cuanto había en aquellas oficinas… No se escaparon las bulas, archivos de la Real Caja, todos los comestibles, el maíz y más de 60 arrobas de manteca que sacaban en los sombreros. Hubo muchas muertes tanto de ahogados como de puñaladas por pelear cada uno su presa, y todo esto se verificó pisando los cadáveres que así por estar en cueros, como por los pisotones, heridas, maíz, arroz y manteca, mezclados con la sangre, quedaron absolutamente desconocidos. Duró la gritería hasta las ocho de la noche en que registradas aquellas bodegas por cuadrillas de hombres nada hallaban de valor y se retiraron sin hacer aprecio de los cadáveres. A las diez de la noche se dio aviso a dos sacerdotes de que algunos aun respiraban y fueron con bastante peligro a administrarles algún socorro. Se hallaban entonces las trincheras desechas con una multitud de muertos; alrededor de la alhóndiga no se podía andar de cadáveres… el suelo era una torta de piedra, maíz, arroz, sal, manteca, sangre y otros destrozos. Las paredes tenían manos estampadas de sangre y regadas de ella por todas partes. Las escaleras no se podían andar de muertos y sangre… El cadáver del Sr. Intendente estaba en cueros y lo mismo once personas muertas en el cuarto que estaba S.S. En otros dos cuartos estaban algunas personas heridas y con vida, pero en cueros y llenos de la mayor aflicción esperando la muerte por momentos. Ínterin esto pasaba en la alhóndiga se ejecutó igual saqueo en las tiendas de ropa, vinaterías, casas y haciendas de plata de los europeos, lo cual duró hasta el sábado por la mañana que se echó bando con pena de la vida para que no siguiese el saqueo, pero ya era tarde y aun siguió en muchas partes sin hacer caso de dicho bando. En la noche del viernes no se oía otra cosa que hachazos para derribar puertas, barriles que rodaban, tercios de todas clases que pasaban por las calles y multitud de gentes en ellas con ocotes, armas y bebiendo con el mayor desorden; entre diez o doce abrían un barril y saciados derramaban el resto… amaneció el sábado 29 [de septiembre] inconocible esta ciudad, 34 tiendas ya no existían, ni los mostradores ni armazones de ellas. Las casas de los europeos quitadas hasta las chapas, vidrieras y balcones. No se encontraba en la calle ninguna persona decente y con mucho trabajo se conocía a tal cual de la plebe, todo inundado de hombres con lanzas, machetes, fusiles, flechas y hondas. Con ser día de fiesta no se dio misa en ninguna parte y todo era confusión y gritos de mueran los gachupines."
Portando un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe, en el que figuraba lasiguiente inscripción: ¡Viva la Religión. Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América. Y muera el mal gobierno!, Hidalgo condujo a su hueste victoria tras victoria durante las primeras campañas, al tiempo que el discurso ideológico fue inclinándose cada vez más hacia la proclama de ¡Independencia y Libertad! . Los sucesivos éxitos le llevaron incluso a tener en su mano la posibilidad de lanzarse sobre la capital del virreinato, pero dudó del posible triunfo y, en una decisión confusamente justificada y que le acarrearía fuertes críticas de gran parte de sus correligionarios, decidió retirarse hacia Valladolid y Guadalajara. Quizás este fuese el principio del fin del movimiento rebelde, porque desde ese instante se sucedieron las disensiones entre los amotinados, las tropas virreinales tomaron la iniciativa cambiando el signo de los combates y la alta jerarquía eclesiástica pronto trató por todos los medios de desprestigiar la figura del religioso entre la población, al tiempo que decretaba su excomunión:
"Declaro que el referido D. Miguel Hidalgo, cura de Dolores y sus secuaces los tres citados capitanes [D. Ignacio Allende, D. Juan de Aldama y D. José Mariano Abasolo], son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon: Siquis suadente Diabolo, por haber atentado la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuelo y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo como prohíbo el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor bajo la pena de excomunión mayor, ipso facto incurrenda, sirviendo de monición este edicto, en que desde ahora para entonces declaro incursos a los contraventores. Asimismo exhorto y requiero a la porción del pueblo que trae seducido con el título de soldados y compañeros de armas, que se restituyan a sus hogares y lo desamparen dentro del tercero día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto, bajo la misma pena de excomunión mayor, en que desde ahora para entonces los declaro incursos, y a todos los que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o que de cualquier modo le dieren favor y auxilio." Obispo Cabañas
La batalla definitiva tuvo lugar el 17 de enero de 1811 en Puente de Calderón, donde las tropas realistas al mando del general Félix María Calleja consiguieron vencer a los insurgentes. Con objeto de no prolongar más una guerra que ya a nada conducía, el
Virrey Venegas ofreció el indulto a los dos principales jefes de los amotinados, Hidalgo y Allende, si bien estos lo rechazaron. En franca retirada, y cuando trataban de alcanzar territorio de los Estados Unidos de Norteamérica para requerir fondos con los que continuar la lucha, una traicionera emboscada permitió la captura de Hidalgo el 21 de marzo. Poco tiempo después, un tribunal del que seis de sus nueve componentes eran criollos condenaba a muerte por fusilamiento a los líderes insurgentes, además de decretar la posterior decapitación de los reos y la exposición de las respectivas cabezas, precisamente y con toda intención en los cuatro ángulos de la Alhóndiga de Granaditas, donde al parecer permanecieron por espacio de una década.
"fue tan violenta, tan devastadora la revolución acaudillada por Hidalgo, que siempre nos embarga la sorpresa al recordar que sólo cuatro meses estuvo al mando efectivo de la hueste. En el increíblemente corto espacio de ciento veinte días, aquel teólogo criollo, cura de almas pueblerinas, galante, jugador y dado a músicas y bailes; gran aficionado a la lectura y amante de las faenas del campo y de la artesanía, dio al traste con un gobierno de tres siglos de arraigo, porque si la vida no le alcanzó para saberlo, no hay duda que él hirió de muerte al virreinato". O'Gorman
Hidalgo, efectivamente, había muerto, pero la semilla independentista por él plantada había germinado en México y un nuevo caudillo, también cura rural, entraba en escena: José María Morelos" (Antonio Gutiérrez Escudero. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades Año 10, Nº 19 Primer semestre de2008. España)
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