lunes, 28 de noviembre de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sànchez Sosa

Es necesario abordar este tema, en otro espacio de este mismo medio tratado, desde el punto de vista profesional. El Arquitecto Francisco Orozco nos hizo favor de analizarlo desde el punto de vista profesional. A la pregunta de cuánto constaría la restauración aceptable y digna de este edificio icónico, responde que mínimo, entre 15 y 20 millones de pesos. Cantidad bastante elevada para los estándares del presupuesto para cultura manejados por la federación (tómese en cuenta que las obras de restauración del Hospicio Cabañas en Guadalajara, actualmente manejan el mismo presupuesto, y el año que viene será recortado). La cantidad es desproporcionada, y hace pensar como más práctico un rescate más modesto que principalmente impida su deterioro, más que como plantean descabelladas propuestas, restaurarlo a su estado original, cosa que elevaría el costo otros por lo menos, diez millones más. El Arquitecto Orozco nos hace esta reseña histórica y evolución del inmueble del siglo XVIII:
"Antiguo templo franciscano o de San Roque. Hoy San José:
 Creada la hermandad de la Tercera Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, en la cual se incluyeron los principales y más ricos vecinos del pueblo, acordaron construir una capilla para uso de ella, cediéndoles para ello una parte del muy amplio atrio parroquial para situarla, calle de por medio, con su lateral al frente de la capilla del Hospital de Indios de la Purísima Concepción.
Documentalmente no se tiene fecha del inicio de la construcción, sin embargo, en las actas del discretorio de la venerable orden tercera, se sabe que en 1737 se obligó a todos los terciarios a que pagaran sus jornales, "reunido lo cual se destinaba a la fábrica material de nuestra tercera orden que se está haciendo)" (Cervantes O.F.M., Rafael. Álbum Ilustrado. Sayula 1957. Pág. 39). Pero en 1744 todavía no estaba terminada dicha capilla. En 1749 se registró un terremoto que arruinó la construcción y, en 1754, al ser secularizada la parroquia ya estaba terminada, aunque carecía de altares, imponiéndosele el nombre de San Roque, Patrono de la Orden de Sayula, conociéndosele también como "Capilla de la Tercera Orden" o "De Los Terciarios".
El 1 de septiembre de 1754 parroquia y convento fueron secularizados, debiendo partir los franciscanos en medio de la inconformidad y el pesar del pueblo que mucho los quería, incitándose desde luego gestiones de parte del vecindario, así como de su orden ante el Rey, para que autorizaran su regreso por lo que, pensando en ello, los terciarios se negaron a entregar su templo al primer Cura Clérigo Dr. Francisco de Dios Sobrado, el cual se vio obligado a levantar un jacal de madera en el atrio parroquial, para recibir en la visita del Obispo Martínez de Texeda en el propio 1754, desatándose, según las actas del discretorio "El pleito entre los señores párrocos y los terciarios…"(ibíd., esto significa que esta cita ésta en el mismo lugar que la cita inmediata anterior.)
En el año 1754 se sintió un nuevo terremoto, por eso se trató en junta del 20 de diciembre del mismo año "El atender a la conclusión y estado perfecto de la capilla de San Roque", y el 20 de mayo de 1761 se habló de la necesidad de "hacer un retablo colateral del Altar Mayor". Para 1775 estaba terminado "El altar de san Antonio con cuanto es necesario para su completo adorno", así mismo había sido concluido el altar mayor y su retablo, muy completos y adornados los de San Francisco, Nuestra Señora de los Dolores, Señor San José y el Señor de Esquipulas (Ibíd).
 En 1787 las gestiones por el regreso de los padres franciscanos fructificaron, por lo que, al llegar estos, los terciarios pusieron a su disposición el templo y una serie de celdas que, atrás de él, habían fincado, sin embargo los recién llegados no quisieron instalarse cerca de la parroquia, determinando ampliar la capilla indígena dedicada a la Virgen de Guadalupe, situada junto al Cerrito del Calvario, la cual fue convertida en el Santuario de la virgen morena, reuniéndosele luego limosnas en una amplia región para construir el nuevo convento y convenciendo a los frailes a los terciarios de abandonar la capilla de san Roque y fincar otra dentro de su nueva demarcación, haciéndose así y entregando el templo al clero secular.
A partir de entonces y con motivo de las constantes destrucciones del templo parroquial debidas a los terremotos, el Templo de San Roque jugó un importante papel como parroquia alterna.
A raíz del terrible sismo de 1806 que destruyó el templo principal, el culto pasó al de san Roque, permaneciendo en él hasta el 31 de mayo de 1818 en que otro fuerte temblor destruyó a su vez ésta última capilla, pasando a la actividad parroquial a la del Hospital de Indios de La Purísima Concepción y luego a la de la Santa Cruz (González, Andrés. Estadística de la Municipalidad de Sayula. 1789. Editorial Tzaulan. Sayula 1971, pág. 40), volviendo a la de san Roque en 1821 una vez que había sido reedificada por el Señor Cura Salvador Apodaca y Loreto, distinguida personalidad después del Obispo Linares, que considerando la pobreza del pueblo, hizo todos los gastos de su peculio particular, sin aceptar la más mínima contribución (Libro Parroquial de Gobierno #4, Sayula, pág. 11), permaneciendo así hasta 1870.
En 1859, dentro de la Guerra de Tres Años o de Reforma, las tropas liberales decomisaron un tabernáculo de plata existente en el templo, mismo que muchos años antes había sido obsequiado por Don Diego Montenegro, conduciéndolo a Zapotlán donde fue fundido (Cambre, Manuel. La Guerra de Tres Años, Guadalajara 1949, pág. 201).
Para el siglo XIX había una gran importancia sobre el pasado del templo, la memoria de los nombres de san Roque y los terciarios se había perdido, mencionándosele crónicas y libros parroquiales como "El Templo Antiguo" o "Templo Antiguo que fue Parroquia" o, erróneamente como "La Iglesia Primitiva", sin embargo en 1873, dentro de una campaña para tributar un mayor culto a San José, se estableció en varias parroquias del arzobispado la asociación de ese patriarca, disponiendo el Arzobispo Pedro Loza que el templo fuera erigido como santuario de dicho santo, buscando además que "La antigua iglesia que tantos años sirvió de parroquia… Se halle siempre aseada, se celebre en ella constantemente el santo sacrificio, se atienda a las composturas que necesita, al adorno conveniente de sus altares y… a que se tenga de ella un especial cuidado", designándose a un sacerdote de la Parroquia como encargado y autorizándole a celebrar misa toda la semana, menos los domingos y días festivos (Libro Parroquial del Gobierno #5, pág. 38 reverso).
En 1876 otro terremoto perjudicó el templo, pero a fines del año al altar nuevo estaba casi terminado y se iba a dorar, regresando el culto a la Parroquia en 1878, aunque se repitieron los traslados a San José, de 1899 a 1903, y en 1905 por lo que en 1915, buscando que un mayor número de fieles pudiera participar en la misa, el Cura Román Aguilar abrió un amplio arco para comunicar el salón lateral con el presbiterio del templo, pintó la Iglesia y arregló el altar (Libro Parroquial de Gobierno #6, pág. 84).  En 1931 el Cura Epigmenio Gutiérrez realizó las reparaciones y abrió un pórtico de acceso de la calle al atrio.
El sismo de 1932 determinó el regreso del culto a San José, aunque este templo también sufrió "una abra de consideración en su frontis y su techo de madera, cubierto de adobe y tierra, hacía que diariamente ocurrieran desprendimiento de dicho material, amén de tener rota la tableta en muchas partes de su techo" (ibíd., pág. 332), alcanzado a realizar algunas de estas reparaciones el Señor Cura Gutiérrez y terminándolas su sucesor el Señor Cura Alfonso M. Jaramillo, aunque desafortunadamente, quizá por no contar con lo necesario económicamente, se recorrió al fácil expediente de remendar el pórtico del templo con cemento, que desfigura y resta mérito a la obra de cantera del mismo.
En 1941 el Señor Cura Jaramillo finalizó la reconstrucción de la parroquia, relevando a San José de este menester, siendo esta última vez, hasta hoy, en que fungió como tal y el propio Cura llevó a cabo importantes mejoras en él, entre otras el embovedamiento del salón anexo, en 1950, el cual era utilizado para enseñanza de la doctrina a los niños y sede de las reuniones de las asociaciones parroquiales.
El Señor Cura Miguel González Ibarra, dio mantenimiento al templo dejándolo en buen estado, sin embargo algunos curas posteriores fueron abandonando paulatinamente el inmueble, los techos ayunos de reparaciones se deterioraron hasta caer definitivamente, presentando actualmente lastimoso aspecto.
Daños, deterioros, alteraciones:
1. Perdida de cubierta provocada por la falta de elementos portantes.
2. Infestación de flora y fauna nociva.
3. Humedades: descendiente y ascendente.
4. Deterioro en fachada. Daños en canteras, aplanados y la proliferación de hongos y sales.
5. Flora nociva. Provoca agrietamiento y daño en los muros.
6. En fachada se observa deterioro de canteras, así como elementos agregados como el remate a dos aguas y reparaciones con cemento.
7. Remates mutilados, por ejemplo, la Cruz del centro. Donde existe indicio de elemento faltante.
8. Los santos de los nichos en fachada se encuentran mutilados y deteriorados.
9. En el altar, presenta deterioros por la infestación de palomas y murciélagos, así como daños ocasionados por el intemperismo.
10. La pintura mural que rodea los paramentos interiores se encuentran dañados debido a la humedad ascendente. Además de efectos del medio ambiente.
11. Los muros presentan serio agrietamientos y fisuras provocados por los movimientos sísmicos, así como también por algunos elementos en fachada.
12. Perdida del entrepiso del coro, lo que provocó daños en los muros y el arco que lo sostenían."  Arq. Francisco I. Orozco López.


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