La violencia contra la mujer, la desintegración familiar y el incremento de las adicciones en Sayula.
Por Rodrigo Sánchez Sosa
La edición pasada de su semanario Horizontes, una nota en primera plana impactó de lleno. No eran acusaciones de corrupción contra el ayuntamiento o los trágicos accidentes en las carreteras de la región, algún levantón o un cadáver abandonado con huellas de tortura en algún predio baldío. La nota fue más escalofriante, el incremento en el consumo de una de las drogas más peligrosas, considerada en los países de primer mundo como EUA o Europa, una droga dura; es decir con alto impacto en la salud de los consumidores, la familia de estos y en la propia sociedad. En Sayula según lo que se leyó y aquellos padres de familia que proporcionaron la información, el uso de los derivados de la metanfetamina, están rebasando la capacidad de respuesta de las instituciones municipales de atención a problemas de adicción como el DIF municipal. Esto sin mencionar, la nota no lo menciona pero va implícito: los problemas económicos, de violencia y emocionales que causa a la familia el familiar adicto y por su puesto su repercusión social en toda la comunidad. Se puede ver en la nota que el incremento es entre menores de edad, lo que lleva también a deducir que las escuelas están teniendo este problema; lo mismo se puede decir, basados en lo anteriormente dicho, del uso de sustancias tan fuertes para el organismo de un ser humano en formación como es el pre adolescente o adolescente, es decir, causará daños irreversibles en el cuerpo y mente de los casi niños atrapados en esta adicción. Su potencial adictivo es tal que, por ser una droga dura, al probarse por primera vez, la dependencia es casi inmediata. Los daños sociales a largo plazo de lo anterior son muy serios, se está afectando a una generación entera. No estamos hablando de grupos marginales usuarios de esta droga, hablamos de jóvenes comunes, hijos de familia que estudian o trabajan normalmente y que eventualmente dejaran de hacerlo. Lo mejor, los más aconsejable, lo único posible, es la prevención, el tratamiento a tiempo y el seguimiento. No existe en el municipio más que el DIF como institución que aporta ayuda en ello, y está siendo rebasado por la demanda; y como epidemia, por cada caso reportado hay cuatro o cinco que se desconocen, así de grave es el problema. Los activistas sociales aquí, no están interesados en ello, la iniciativa privada tampoco, parece que ni siquiera la iglesia o las iglesias locales se enteran del problema. Pero, déjeme platicarle el fondo de esto. No se trata de acusar a nadie ni denunciar nada, se trata de ver qué motiva a un niño a buscar puertas falsas como estas, qué atormenta a los adolescentes ¿Por qué lo hacen? Hasta hace poco, el alcoholismo fue uno de los factores desintegradores de la familia en el municipio, las muertes derivadas del abuso del alcohol eran elevadas. Esto evidencia que hay un factor común entre el alcoholismo y el problema actual, debe de ser un problema con la integración familiar ¿Qué pasa con la familia en Sayula? La violencia familiar es factor común en lo social que no respeta clase ni grado académico, los frustrantes problemas económicos potencian esta conducta, y la adicción del hijo, el padre, la hija o la madre lo llevan a límites que, como le decía, espantan; allí está la nota preocupante de la semana pasada. Esa violencia comienza por centrarse en la mujer, producto de un machismo tradicional, pero también está del otro lado la lucha de poder que se desata entre las parejas por esto mismo. Es momento de comenzar a reflexionar sobre este problema, de ser honestos y ver más allá de nuestras narices porque matar a las generaciones nuevas es una apuesta a futuro muy riesgosa. Todos sabemos de maridos en Sayula, de todos los extractos económicos, que golpean a su mujer y maltratan a sus hijos, esa es la semilla que germina el futuro sombrío que nos plantea el problema que vivimos. Comparto esto que ojalá ayude a la reflexión, porque la violencia no se combate con más violencia, Lea por favor:
" ´La humanidad actual es una especie estúpida: es la única donde los machos matan a sus hembras´, decía Françoise Heritier etnóloga francesa recientemente fallecida, quien probó científicamente que la violencia de género no responde a ninguna programación genética natural, sino que es un exceso de la cultura patriarcal, es decir, el dominio del hombre sobre la mujer no es de origen natural sino producto de un abuso.
Una intuición fundamental del antropólogo Claude Lévi-Strauss le llevó a basar en el intercambio de mujeres la teoría del parentesco que explicaba la sociedad humana. Lo respaldaba la práctica milenaria de las tribus paleolíticas, los asentamientos neolíticos y las primeras sociedades históricas ¿Razones? La prohibición del incesto, que obligaba a los hombres a conseguir esposas fuera del grupo de parientes consanguíneos, y el apremio por aliarse con los pueblos vecinos para evitar la guerra de todos contra todos. Las mujeres servían de moneda de cambio entre padres y hermanos de distintas tribus, que se asociaban al convertirse en suegros y cuñados. En resumidas cuentas: las mujeres fueron sometidas en beneficio de la supervivencia grupal y la cohesión social.
¿Y por qué no ocurre al revés y no son las mujeres las que intercambian hombres?
Tal fue la pregunta que movió a la francesa Françoise Heritier a buscar una respuesta que la alejaría del estricto estructuralismo, que es como se denomina a la teoría de Leví-Strauss, su maestro. Y la buscó una solución guiada por la hipótesis de que, para que dicho intercambio de mujeres fuera aceptado, tenía que existir previamente una convicción común a ambos sexos de que las cosas debían ser así y que sus parientes masculinos actuaban correctamente. Su investigación la llevó lejos de su patria, hasta Burkina Fasso (un estado de África Occidental que limita al noroeste con Malí, al noreste con Níger, al sur con Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benín), a sumergirse en la vida de los Samo, una etnia mandinga cuyo sistema de parentesco estudió, en especial las relaciones de género y el incesto de segundo tipo -entre una madre y una hija con un mismo amante-. De formación geógrafa, gustaba contar que las fascinantes clases de Lévi-Strauss la decidieron a apuntarse a una expedición a Gabón que requería un geógrafo y, a falta de candidatos varones, la aceptaron. Con esos conocimientos y otros que fue adquiriendo con el correr de los estudios tejió una explicación de la universalidad de la subordinación femenina. La respuesta la encontró en la capacidad reproductiva de las mujeres; ellas pueden "producir" niñas y, sobre todo, ¡niños! Ese gran don siempre asombró a los hombres, que han tratado de controlarlo desde la noche de los tiempos. Para apoderarse de sus vientres y su poder generador de vida se convencieron a sí mismos de que eran ellos quienes introducían el principio de vida en la mujer. Aristóteles teorizó esa fantasía al afirmar que todo dependía del esperma del hombre dentro de la mujer.
Como Heritier explicó, a Levi-Strauss no le preocupaba la sumisión femenina sino el intercambio, las reglas estables que gobiernan el aparente desorden social y cultural. Y por eso le enmendó la plana a su concepción del incesto, demostrando que este no obedecía únicamente a las exigencias del intercambio, pues el prohibición se impone incluso a los parientes políticos. Al fin y al cabo, ¿qué necesidad de intercambio obliga a vetar las relaciones de un hombre con su cuñada o su nuera?. Fiel, sin embargo, a la lógica binaria a la que era tan adepto su maestro, postuló que la singular biología de los dos sexos ha sido la inspiración de todo un intrincado complejo de creencias sobre las identidades de los géneros. Y enseguida aclaró que "los dos sexos son diferentes, pero la naturaleza no dice nada en términos de jerarquía (quien domina la mujer o el hombre", valores establecidos por una estructura de poder, el patriarcado. Como se encargó de recalcar, los últimos descubrimientos de la neurología niegan las diferencias sexuales en el funcionamiento y organización cerebral. Es el aprendizaje discriminatorio -las niñas con las muñecas, los niños con los caballitos- lo que promueve el desarrollo de conexiones sinápticas divergentes. Conjeturaba que, en algún momento del Paleolítico medio, nuestros ancestros inventaron la prohibición del incesto, una de las mayores innovaciones de la especie, para salir del refugio precario de sus familias extensas. Superaron así el problema mortal que los empujaba a guerras sin fin con los vecinos para robarles esposas cuando su grupo endogámico no se las podía proporcionar.
Dice Françoise Heritier :
"Hoy los hombres ya no intercambian mujeres", reflexionaba [excepto en la prostitución, donde las mujeres siguen circulando en las redes de proxenetas, puntualizamos nosotros]. "Pero la dominación masculina existe igualmente. Es por eso que desarrollé la idea de que la diferencia sexual era una invariante todavía más fundamental que la necesidad del intercambio".
Pero que la subordinación femenina sea universal no significa que tenga nada de natural, como tampoco lo tiene la igualmente extendida violencia machista. No existe un comportamiento semejante en la fauna, afirmaba categóricamente. Y aunque se intenta explicar la agresividad masculina como un vestigio bestial, una recaída en el animalismo, se trata de una explicación sin fundamento.
Ningún animal agrede a sus hembras, dice la etnóloga.
"Algunos animales matan a las crías de las hembras, pero solo para interrumpir la lactancia y volverlas sexualmente receptivas. Y si es cierto que a menudo los machos pelean entre ellos por la supremacía en una manada, jamás combaten ni matan a las hembras de su grupo", decía Heritier en un artículo publicado en Science et Avenir. En síntesis: la violencia de género no responde a ninguna ferocidad natural, sino más bien a un exceso de la cultura, de la cultura patriarcal.
Titular de la cátedra de antropología del Colegio de Francia… se distinguió además como divulgadora de las grandes aportaciones de la antropología en materia de género… La antropóloga que feminizó el estructuralismo murió el pasado 15 de noviembre en París, el día que cumplía 85 años." (http://gcm-mx.com/feminismo/la-antropologa-demostro-la-violencia-machista-no-nada-natural/)
La violencia contra la mujer repercute finalmente en una violencia contra la propia sociedad, la peor violencia contra una sociedad es la muerte de su generación más joven.
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