martes, 19 de diciembre de 2017

El capitalismo y su sociedad de consumo como una patología mental. 
Por Rodrigo Sànchez Sosa

El Psicoanálisis reconoce como no tratable una patología mental, la melancolía. Mientras la depresión, una de las epidemias de nuestro tiempo, se considera tratable, la melancolía que es una tristeza profunda motivada por un vacío en la existencia, se considera no tratable porque este vacío es el deseo de algo desconocido para el que lo sufre. Se desea algo que se desconoce y que por ello es un imposible. El mismo Psicoanálisis reconoce ese deseo como el deseo de volver al útero materno, al lugar protegido, donde no se enfrentaban problemas ni carencias, a la inconciencia del "yo" y por lo mismo del mundo; por ello, se identifica con la pulsión de muerte, la tendencia hacia el dejar de ser que existe en potencia en todo individuo. En Psicoanálisis se conoce esto como el concepto del "Goce", que tiene que ver con las conductas autodestructivas, psicópatas y violentas del individuo. Ni siquiera el suicida esta dentro del rango del "goce", el suicida busca un borrón y cuenta nueva, un individuo que busca llenar vacíos con conductas autodestructivas como la adicción o se sume en profundas melancolías busca dejar de ser en un sentido involutivo, ser nada, aunque no lo sepa. Ese vacío que siente, que nada llena más que momentáneamente y una vez pasado ese momento se disipa haciendo volver a la melancolía potenciada, es la necesidad de volver al útero materno dejar de ser, ser nada. Porque la vida se trata de problemas, incomodidades e insatisfacciones de un yo consiente de su individualidad, que sufre, pero que por ello también conoce la felicidad y  es feliz, entendiendo que esa felicidad no es permanente y eterna.
Vivimos un sistema que propicia la melancolía, y sus primeras etapas son la depresión, como ya dijimos, endémica en economías consumistas y de mercado. El sistema capitalista no ha hecho creer que se puede vivir en la felicidad permanente, en la abundancia, en le goce pleno de la vida con mínimo esfuerzo y para siempre, todo lo que hay que hacer es conseguir dinero, eso que compra todo, incluida la felicidad y el goce. En ese sentido estamos ante un sistema perverso, diseñado para no dejarnos crecer, ser adultos, manteniéndonos siempre en una ilusión infantil del cuento de hadas perfecto: Si jugamos el juego del dinero, trabajar duro, ahorrar y consumir, viviendo para ello, nos promete un paraíso al final de ese falso arcoíris. Algo inalcanzable para la gran mayoría, y para aquellos que logran esto se vuelve una maldición, pues el vacío que le construyeron no lo llena lo que prometía el sistema, lo llenaría. Esto se vuelve un círculo vicioso porque dentro del sistema el vacío por mas rico que se pueda llegar a ser, sigue pareciendo que no es suficiente ni las cosas y ni el dinero ni el poder para llenarlo. Todo lo que valora este sistema, es un engañó, pues no puede lograr lo imposible, en el fondo. volver la útero materno, a la confortable inconciencia; y, aunque las drogas logran esta ilusión, el costo es muy alto para el individuo y el dolor aumenta con cada vez que este se droga para compensar el vacío que quiere llenar. Lo mismo pasa con los bienes materiales, el dinero o el mismo amor, al final la carencia que estos implican no puede ser enfrentada por el individuo y termina entrando en una depresión o melancolía, patológicas. Pero al sistema del dinero y el mercado le conviene gente vacía que, como barril sin fondo, consume para llenar ese vacío. Y todo en el sistema está diseñado para ello, por eso en los países mas industrializados y ricos, la gente es más infeliz, violenta, egoísta, depresiva y suicidad, cuando se supone que deberían de ser felices. Mientras, en los países pobre, la gente con todo y sus carencias y hambre es más feliz, aprende a vivir como verdaderos adultos, con un mundo imperfecto de carencias y pierde el gusto por la ilusión infantil del mundo perfecto de cuento de hadas. Si esto lo trasladamos al amor de parejas, tal como se nos enseña, el sufrimiento es similar y tan dañino socialmente como el primero, cuando una persona se casa con el amor de su vida y ve que este por ser diferente a la ilusión que se creo de él, defrauda su mundo infantil de fantasías, ya no sabe como  llenar el vacío; si tienen dinero lo hará comprando la ilusión en otras personas (prostitutas o amantes), con drogas o alcohol; sino tiene, se tendrá que conformar con relaciones ocasionales en prostíbulos baratos,  drogas y alcohol de mala calidad volcando toda su frustración y depresión en violencia contra su pareja e hijos. No es culpar al sistema de todo lo malo que le pasa al hombre, pero si reconocerlo como una patología mental que se reproduce a costa de dolor, violencia y muerte, como toda patología mental grave. Aquí la descripción de su funcionamiento:
 "Atravesar la castración, es un concepto del psicoanálisis que significa introyectar en el niño las reglas sociales que restringen sus deseos, es decir qué es válido y qué no es válido en la sociedad; en otras palabras, que  el sujeto renuncie o más bien se le hagan renunciar a través del nombre del padre (la autoridad), al mundo infantil "ideal", aquel que satisface todas las necesidades infantiles. El adulto, debe aprender a estar incompleto, insatisfecho, no puede tener todo en la vida. Sabe que no todas las necesidades serán colmadas, satisfechas; que no todo es ideal, que los mundos estilo Walt Disney de princesas y príncipes y su "vivieron felices para siempre", no existen, y que Peter Pan vendría a ser un perverso en el mundo real. En una época como la de ahora donde el vacío existencial se hace presente y se rellena con cosas equivocadas, nos damos cuenta de que el problema parece ser el intentar llenarse como niños de cosas que no existen, es decir, tratarse de satisfacer con lo que llenaría a un niño, siendo adulto. Más concreto, intentar llenar agujeros que no se llenan con cosas que no sirven para llenar, que caen en saco roto. Es como si le pidiésemos al mundo un color que no existe. Por eso el goce, concepto lacaniano que describe el deseo inconsciente de regresar al útero materno donde todas las necesidades estaban satisfechas sin esfuerzo propio, que por ser un imposible, se mueve hacia la pulsión de muerte, porque al ser imposible de satisfacer tal deseo no tiene fin. El deseo infantil mata las posibilidades del adulto que uno puede ser.  De esta manera uno sigue intentando completarse en vez de asumir - Y ese es el verdadero paso a la adultez - que no se puede ser completo; por eso las adicciones, por eso una jugada más en el casino, por eso un poco más de droga, comprarme algo más, por eso pedir como un niño/a lo que uno no puede darse como hombre/mujer. Por eso reclamar al otro como si se mantuviese la ilusión de que Walt Disney y sus cuentos de príncipes y princesas existen, y culparlo de que ese mundo no se dé.
Siempre se sufre al atravesar esto de la castración, pero es en la infancia donde este pasaje se puede hacer de forma más o menos traumática, o sea que la forma de como se le enseñe al infante la realidad va a condicionar como la perciba. Por ejemplo, un padre que exagera la castración, las reglas, las restricciones, que controla e impone o es demasiado permisivo, posiblemente le hará mirar al niño al mundo como hostil. El miedo del padre se colará en el hijo de forma inconsciente.  De esta forma uno se encuentra después con adultos vacíos que no son capaces de entusiasmarse con el mundo, que ven todo gris, no saben qué hacer en la vida porque nada les interesa, nada les llena (como ellos dicen). El problema es que nada del mundo de los hombres les va a llenar como eran llenados cuando niños, Así es lógico que estén a disgusto con todo, no pudiendo aprovechar las posibilidades que les da el mundo para ser felices por avanzar mirando hacia atrás en una posición melancólica sin poder ver los colores de la vida por estar buscando un color que no existe." Luís Martínez de Prado. Psicólogo y Psicoanalista.

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