martes, 3 de abril de 2018

Especial para Horizontes...
Mitos y leyendas populares
de Sayula Parte IV
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

Existen leyendas y mitos comunes un país, estas conforman la identidad nacional, como ya lo abordamos al principio: la configuración de nuestra percepción de la realidad, se sintetiza en estas explicaciones fantásticas del mundo. Así pues, mitos como el de La Llorona, se repiten por todo el país con muy pocas variantes y se dice, entre otras muchas versiones, que esta leyenda puede tener su origen en los hechos suscitados durante la conquista del territorio que hoy es México, concretamente en la toma de México-Tenochtitlan en 1519. León-Portilla, uno de los investigadores más importantes de la cultura náhuatl, menciona este mito como asociado a la matanza de indígenas durante la toma de la capital azteca. La mortandad fue tal que los canales que rodeaba la ciudad se tiñeron de rojo sangre y los lamentos de las madres por sus hijos duraron días. Luego se asociaría esto durante la colonia a otras leyendas de madres crueles que asesinaron a sus hijos, volviéndose espíritus en pena, en la lógica de la moral y misticismo cristiano, surgiendo variantes a lo largo del tiempo. El que se asocie el mito a fuentes de agua, humedales y ríos, donde el fenómeno paranormal se manifiesta, parece coincidir más con el origen de este en la caída de la capital de imperio azteca, donde los canales de agua que formaban aquella urbe prehispánica fuero el escenario del lamento de las madres indígenas por sus hijos muertos, cuyo sonido lastimero sigue helando la sangre de quienes aún hoy, dicen, la han escuchado.

La leyenda de la Llorona. 

En Sayula, la leyenda tiene pocas variantes, lo que hace pensar que puede ser por su adopción tardía, se ciñe más a la versión colonial. Se cuenta de quienes incluso la vieron: una mujer vestida de blanco, con el pelo suelto enmarañado, espectral y onírica. Se le asocia con el ladrido y aullido de los perros, un elemento maligno, pero también asociado al mito prehispánico del can como el que ayuda a las almas de los muertos a pasar un río en el mictlán o reino de los muertos en la cosmogonía prehispánica. La llorona en Sayula se escucha por el arroyo seco que cruza la ciudad; de noche acompañada de la tétrica sinfonía canina, mientras se lamenta gritando "Ay mis hijos". Se explica a los niños que es el fantasma de una mujer que ahogo a sus hijos, en una de sus versiones. Algunos creen que puede llevarse a los niños confundiéndolos con los suyos, a los que asesinó. Otros creen que sólo pena eternamente en busca de sus hijos muertos, como castigo. Lo espectacular del asunto es que, aun los más asépticos, han experimentado el fenómeno, el cual tratan de describirlo racionalmente, sin éxito. En mi experiencia personal, tuve la oportunidad, hace muy poco, de ser testigo involuntario de una manifestación de este ente. Tengo que aclarar que fue poco antes de que el mayor número de personas desparecidas y ejecutadas en Sayula, en lo que va de estos dos sexenios, en la guerra del gobierno contra el crimen organizado. La gente en Sayula también cree que la Llorona, se manifiesta con más frecuencia como presagio a una desgracia. Aquí lo que experimente:
Trabajaba yo de madrugada, por el rumbo de la colonia de Guadalupe a una cuadra escasa del arroyo que cruza Sayula, poniente de la ciudad. Entre tres y cuatro de la madrugada, un apagón dejó a oscuras la colonia. Sali a la calle, pudiendo ver que rumbo al centro de la oblación en la penumbra de la noche, humo y chispas que siguieron a tronidos, se podían ver, evidenciando la explosión de un trasformador: para observar mejor, subí al segundo piso de la casa. Estando allí comencé a escuchar aullidos y el ladrar lastimero de perros hacia el sur, el sonido avanzaba, fue lo que llamó mi atención, los perros que comenzaron se callaban y los secundaban otros más adelante, como si algo se acercara desde el puente de la Candelaria a donde yo estaba y alterará a los perros a su paso. Fue hasta que el perro de mi casa comenzó a aullar que la escuché. Se me erizaron los bellos de cuerpo y sentí helada la nuca. Un quejido, un lamento que se prolongaba, eso escuché. Pasó por el rumbo de río, de donde me encontraba y siguió por el rumbo del panteón Tepeyac. Los perros siguieron aullando y ladrando en el mismo patrón de intervalos, perdiéndose a lo lejos. Cuando Sali a la calle, mi madre estaba levantada y un sobrino también. La oyeron. De hecho, mi sobrino creyó que mi madre lloraba cuando escuchó a aquello. Había otras personas en la calle, no sé si ellas también escucharon o fue el apagón y estruendo de la explosión del trasformador eléctrico por la Calle Ocampo, lo que los despertó esa madrugada. No tengo explicación para ello. Mi pensamiento mágico no se estira tanto, ni hoy ni antes de eso; sólo puedo contar lo que escuché. Los relatos posteriores que he escuchado al respecto no difieren mucho de lo que experimenté. Cabe agregar que este mismo medio, informaría poco antes sobre el fenómeno paranormal que atestiguaban vecinos de esa colonia, que decían se escuchaba seguido a La Llorona en esa colonia. Poco después, sin que yo asegure que haya una relación, comenzó la violencia aguda en el municipio, apareciendo un ejecutado justo en esa colonia al lado de capo de futbol del club Independiente; para luego extenderse hasta sumar más de 30 desaparecidos. Lo menciono como una coincidencia que resalta y no como un dato objetivo de relación con este mito. 
El mito Nahuatl: 
"Cihuateteo o Cihuapipiltinson son mujeres encarnadas, como sus contrapartes masculinos Macuiltonaleque, que regresaban a la tierra después de cumplir sus 4 años de servicios al Dios Sol Tonatiuh en el Tonatiuhichan. Son almas de mujeres nobles muertas al dar a luz. A las Cihuateteo, se las honraba como guerreras por debatirse entre la vida y la muerte a dar a luz como a los hombres guerreros muertos en batalla, consideradas como guerreras en el campo de batalla; se las honraba como a guerreros caídos …Las Cihuateteo se hicieron presente durante los presagios de Moctezuma, quienes se lamentaban por las calles de Tenochtitlan gritando ¡ay mis hijos!... (de) Cihuacóatl, la recolectora de almas, la diosa del nacer y del fallecer, y que en ocasiones se le consideraba como enviada del Mictlán, el inframundo mexica. Se decía que se le podía encontrar en los cruces de caminos llorando por sus hijos. Cuando llegaron los españoles, tomaron la creencia prehispánica y la adaptaron a partir del relato de una mujer de la nobleza que asesinó a sus propios hijos por el amor de un hombre, ahogándolos en un río o lanzándolos al río, dando lugar a la leyenda de la Llorona." (Caso, Alfonso (1983). El pueblo del sol. México: FCE/SEP. Lecturas Mexicanas 10.) 
De ahí pues que, como decíamos al principio, el relato llegó tardío a Sayula del valle central, muy posterior a la toma de México-Tenochtitlan; además de que la toma de Tzaulan no fue violenta y el señorío estaba en la periferia del imperio del Anáhuac. Las evidencias arqueológicas dan cuenta del culto a las Cihuateteo o Cihuapipiltinson en la región, donde se han encontrado tumbas para mujeres muertas de parto. Se les honraba con entierros de guerreras en sitios especiales dedicados a su inhumación. Más el relato, en Sayula, ha sobrevivido con la variante española del mismo.   
Existe un relato parecido que se repite por el país. Habla de esta misma diosa Chicuacóatl, a mi parecer. Estos espíritus prehispánicos asociados al agua, se les vinculaba con la desaparición de hombres a los que seducían para llevarlos a un lugar apartado y matarlos; era una leyenda de los canales de Tenochtitlan. Algo parecido a las sirenas de la cultura mediterránea en occidente. Esto podría tener un asiento en el inconsciente colectivo más antiguo, que esté relacionado con los antagonismos de género y la represión sexual desde la moral: Implica a un hombre que seducido por una mujer se aventura a un lugar peligroso al que esta lleva con intenciones malas. El componente sexual está implícito en la seducción y el atractivo que atrapa a la víctima, este ve una mujer atractiva con la que quiere congratularse. La moraleja cristiana es obvia: lo pierde la lujuria. La variante en Sayula de la leyenda:

La mujer del taxi.

Se cuenta en Sayula que un taxista, cerca de la media noche, recoge un pasajero en las calles. Es una dama bien vestida y atractiva a la que no le ve la cara. La mujer le pide que la lleve cerca del panteón municipal. El taxista, aunque extrañado, la lleva al destino solicitado, impactado por la elegante mujer. Al llegar al lugar, muy cerca de cementerio (este lugar es una metáfora de la propia muerte), cuando no en las puertas de este, el taxista encuentra que la pasajera ha desaparecido del asiento trasero del carro de alquiler, con lo cual se lleva el susto de su vida.
El relato es común a otros lugares de México y otras épocas, el mismo se contaba durante la colonia con los cocheros de ese tiempo. Ambos relatos nos muestran nuestra herencia común como parte de una cultura nacional mestiza, en cuyo fondo encontramos nuestro origen común con los pueblos del mediterráneo, nuestra visión en Sayula sobre la sexualidad y la moral social que rige la familia y la pareja; el culto a la madre y el dolor de la conquista y abandono. Esta identidad, como los mitos y leyendas compartidos, nos identifican como mexicanos herederos de una cultura milenaria, con signos y símbolos comunes. Los mitos y leyendas son tan fuertes que pueden materializarse y ser tan reales como el que los percibe desea. En ello estriba el poder de la identidad, en la construcción de lo real imaginario o sea la cultura. La reducción de mitos y leyendas a simples supersticiones y cuentos populares prescindibles e intrascendentes, es una visión corta de la realidad; como aquí se puede ver. El mito, la leyenda, existen, pero no son reales. Son los sueños colectivos que irrumpen durante la vigilia, procedentes del arcaico inconsciente colectivo que, en forma de metáforas, dan cuenta de nosotros en lo más profundo de nuestros miedos y deseos. Hay una parte del efecto de estos, donde la fusión con la realidad es tanta que nos se puede distinguir el mito, la leyenda, de la realidad. Allí es dónde nos asombra el poder de este producto cultural de todas las civilizaciones. Es como si a través de estos dialogáramos con nuestros antepasados y aprendiéramos de ellos a saber quiénes somos y por lo tanto qué queremos: a sobrevivir.   Continuará…(investigación para difusión, del H Ayuntamiento de Sayula 2015-2018.)









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