miércoles, 18 de abril de 2018

Especial para Horizontes...
Mitos y leyendas populares
de Sayula Parte VI
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

Los personajes de los mitos y leyendas locales, son por demás, arquetipos de la identidad local: valientes misteriosos, trágicos y inverosímiles, son metáforas de la personalidad de los pueblos que los crean. Tratan de darnos una idea de las formas morales y carácter de las comunidades que describen. Algunos, son fantásticos, otros no tanto, algunos nunca existieron, otros fueron muy reales. Lo cierto es que su permanencia en el imaginario colectivo es muestra de su importancia como imágenes, símbolos y referentes de lo que somos. Entregamos hoy tres leyendas que tratan de explicar fenómenos sociales como intersubjetivos, individuales del carácter local. Llama la atención la leyenda de La Pelona, que contrasta con cualquier referente machista de la identidad local. En estos relatos de personajes individuales que encarnan valores y temores, no proyectamos todos los sayulenses, como en aquellas leyendas fantásticas. Esperamos que el lector disfrute, de los personajes de mitos y leyendas locales que se han idealizado y nos enseñan sobre quiénes somos y cuál es nuestra característica única como pueblo:

La leyenda de la  Vieja del Ixcapetl
En el cerro del Ixcapetl, se dice que habitaba una anciana a la que se conocía como la vieja o la bruja del Ixcapetl, la cual cuidaba que los que iban al mencionado cerro no cortaran un zacate alto llamado "aparejo"  que allí crece y que ella ocupaba en sus brujerías y sus menjurjes, rogándoles que si ni lo cortaban, los llevaría a una cueva llena de tesoros, instándoles a tomar lo que desearan, pero al querer salir de ahí, la bruja había desparecido y los visitantes no encontraban la salida, hasta que regresaban los objetos que habían tomado. Continúa diciendo la fábula, que la bruja bajaba todos los sábados, día de comercio (en Sayula), con un cargamento de escobas a vender en el tianguis y que ese día, se hacía tan gran venta, que todos los comerciantes, con gran beneplácito, terminaban su mercancía, no así los días que no venía, en que la venta era mala. Sin embargo, en una ocasión, un funcionario municipal impidió a la bruja vender su mercancía, siendo tanto su enojo que se regresó con la mercancía, yéndose desde entonces a venderla a Zapotlán cuyo comercio, sigue diciendo el relato, que era inferior al de Sayula. Subió tanto el comercio en Zapotlán por ello, que superó al de Sayula. No paró ahí el enojo de la bruja, sino que, el río que corría permanentemente por Sayula cruzando el pueblo, hoy el arroyo Agua Zarca, fue encantado por ella y desde entonces su cruce permanece seco casi todo el año. "(Munguía Cárdenas, Federico.)
Este relato parece ser muy reciente, una variante de uno quizás más antiguo, pero los elementos que se pueden rescatar, de esa antigüedad, parecen ser, la referencia a la figura femenina, que ambigua si sitúa entre la maldad, la bondad y la venganza. La tragedia parte de una mujer que evita ser robada con engaños, dejando a los ambiciosos frustrados, lo que me parece una alusión a los españoles y su ambición por los tesoros; el pasto que no quiere que corten y que usa para sus brujerías, tiene una referencia sexual en lo sueños según Freud, otra reminiscencia de la conquista española y el papel de la mujer en esta. La perdida de la bonanza económica y el agua, refieren a la pérdida del mundo indígena y la primacía robada,  de Sayula en el económico, que se actualiza en la revalidad entre Sayula y Zapotlán, que ganó este último a mitad del siglo XIX.

La Leyenda de La  Pelona.
En los últimos años del siglo XIX, en los llanos cercanos al cerro del sobrerito o el soyate, en la sierra de Tapalpa, vivía un individuo muy macho, de campo a carta cabal, que llevaba a cabo personalmente las duras tareas inherentes a los campesinos en su rancho; lo mismo mataba un animal que derribaba una res, fajeaba con su machete al que  osaba atravesarse en su camino, cuando cabalgaba a lomo de su caballo buscaba pleito con cualquiera. Manejaba con maestría la pistola y se hacía respetar por dueños y vaqueros de los ranchos y haciendas vecinas. Sin embargo, un día, pasando el medio siglo de su vida, la muerte lo sorprendió y, fue al arreglar el cadáver para inhumarlo que descubrieron que aquel ranchero arrojado y valiente era mujer y no el hombre que siempre había aparentado ser. Desde entonces, el potrero de su propiedad se conoce con el nombre del potrero de la Pelona, mote que le pusieron los campesinos por ser mujer y traer el corte de pelo de un hombre." (idem)
Este relato, se centra en los valores de género de la región, no es de una antigüedad que nos remonte a la colonia o a la época prehispánica, es decimonónico, siglo XIX. Tras este relato que bien pudo ser real, se esconde el inconsciente colectivo siempre complejo y desconcertante que, muy bien podría ilustrar una de las tesis psicoanalíticas sobre el machismo: como tal, este fenómeno social, podría tener su origen en la misma mujer, dado que ella reproduce los valores machistas en los hijos varones; podría ser en un primer momento por enajenación, pero también podríamos encontrar otros elementos que tienen que ver con el control de la mujer en una sociedad patriarcal donde la ambivalencia de la figura femenina, da poder a la mujer en su figura de madre asexuada, lo que se podría llevar hasta el complejo de castración en la mujer como un factor determinante en la organización de lo social en comunidades patriarcales. Esta mujer era poderosa porque negaba su género, como la madre niega su sexualidad y genitalidad, para conservar su género sin perder poder y coacción social.

La leyenda del Tapatío. 
Cuéntese que, por el año de 1878 vivía en Sayula un hombre de apellido Vargas, notablemente bueno para manejar el cuchillo, siendo varios los duelos y demostraciones en los que había resultado vencedor, corriendo su fama por la región. De Guadalajara vino otro hombre de las mismas características que se jactaba de resultar siempre vencedor en esas peleas y no encontraba ya elementos de su categoría con quienes medirse.  A poco de llegar dio con Vargas que se encontraba en el mercado adquiriendo comida para su casa. Se dieron a conocer, preguntando el tapatío si efectivamente era tan bueno para el cuchillo como por ahí se decía. Sin mucha jactancia dijo Vargas que algo había de ello, por lo que no tardo en concertarse un duelo, poniendo el sayulense como condición le permitiera ir a su casa, por el barrio de San Miguel, para dejar su recaudo (los comestibles comprados), haciéndolo así en mutua compañía y platicando amigablemente. Se dirigieron luego por el rumbo del Caño para escenificar el singular duelo a cuchilladas. Muy diestros lucharon fieramente hasta que el cansancio los rindió, sin haber vencedor ni vencido; descansaron un momento y vino un segundo intento que después de prolongarse un rato tuvo idénticos resultado; hubo un tercero y hasta un cuarto acto en el que. Finalmente, Vargas logró herir en un brazo al Tapatío, como se le conoció después. Aunque el duelo era a muerte, una vez habiendo herido a su rival, Vargas inquirió: `¡Seguimos adelante?` Recibiendo por respuesta un `Ya estuvo bueno`. Finalizando así la inusitada competencia. Ambos quedaron muy amigos y el Tapatío, viéndose preciado se quedó a vivir en Sayula.  (Munguía Cárdenas, Federico. "La Provincia de Ávalos")

La leyenda de Javier.
Se cuenta que en 1934 Javier era un adolescente de 15 años cuyas rencillas con un muchacho de su edad de apellido Barrón, lo llevaron a liarse a muerte en un duelo por la estación del tren. Barrón y Javier fueron en un tiempo compañeros de juego en la niñez, pero se dice que, en una fiesta del pueblo, los dos disputarían el lugar en el volantil de caballitos de don Chema. Desde ahí los muchachos cogieron enemistad que fue creciendo a grado tal de retarse en un duelo a muerte con pistolas una vez que se encontraron en un camino por las orillas de Sayula, cerca de las vías del tren. Cuenta la anécdota que los valientes adolescentes se toparon de frente y los dos armados, uno a caballo y otro a pie, descargaron las balas de sus armas contra el contrario con la intención de asesinarlo. Javier iba a caballo Barrón a pie, en el momento de las descargas simultaneas Javier, levantó su cabalgadura, con tal suerte que las balas de Barrón dieron en el pecho del animal. Seis disparos hirieron de muerte al caballo de Javier y una cantidad igual dio en el cuerpo de Barrón, matándolo en el momento. 
Javier huyó de Sayula tras el suceso y no volvió hasta muchos años después. Se dice que la familia de Barrón no buscó venganza pues el duelo se tomó como de honor a pesar de la edad de los muchachos, y se respetó la suerte de Javier que lo salvó. 
Javier regresó a Sayula un tiempo después y se casó. Pero el destino cobraría su deuda inesperadamente. Una ocasión que Javier acudía a la función de cine en el entonces famoso Cine Edén por allá a finales de los años cuarenta del siglo pasado, luego de años del suceso donde le quitara la vida a Barrón. Pasaría una tragedia que muchos vieron como ligada a aquel duelo donde Javier milagrosamente, gracias a su caballo, salvase la vida: Una bota de aquel elegante charro que era Javier para entonces, en la penumbra de una función de cine se desabrochó. Javier intentó abrochar su calzado con tan mala suerte que la pistola que siempre cargaba, mientras buscaba abrochar su muerte, cayó al suelo y se disparó. La bala perdida se incrustó en el cerebro de Javier matándolo instantáneamente, terminando allí la leyenda de los dos adolescentes que por un caballito de volantín se habían batido en duelo en Sayula. 



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