A 102 años de la batalla de la Cuesta de Sayula
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa
El 17 de febrero de 1915, Francisco Villa y Venustiano Carranza se enfrentarían en la última batalla que ganará la mítica División del Norte. Dicen que respeto a esta Villa expreso: "Otra victoria como la de Sayula muchachitos, y se acaba la División del Norte" Efectivamente, está fue la última Batalla que ganaría Villa; y lugar donde la revolución campesina sería derrotada militarmente por la revolución de los pequeños propietarios, finqueros que no veían con buenos ojos la repartición de tierras, propuesta por Villa y Zapata, es decir el agrarismo. Carranza y sus aliados, se impondrían al movimiento campesino, más tarde asesinando a los caudillos del sur y norte a traición. Sayula pasa a la historia como el lugar donde las armas campesinas de México tuvieran su último triunfo, hace ciento dos años, que se cumplen el próximo febrero. Resulta extremadamente difícil ubicar en el mapa los lugares precisos donde se libró la batalla. Según Martín Luis Guzmán, los exploradores informaron a Villa que Diéguez había desguarnecido la ciudad de Sayula, donde parecía que iba a esperarlo, para hacerse fuerte en las estribaciones de la Cuesta de Sayula, que es una serranía que divide el valle de Sayula (1 372 msnm) del valle de Zapotlán (cuya ciudad principal, Ciudad Guzmán, se encuentra a 1 507 msnm). La estimación de las fuerzas contendientes varía, pero lo más probable es que ambos bandos pusieran en la línea de fuego 11000 o 12000 hombres.
En efecto, Diéguez y Murguía concentraron el grueso de sus fuerzas en las estaciones Manzano y Nicolás y el pueblo de San Sebastián, ya en el valle de Zapotlán, aunque su intención era defender los pasos de la Cuesta, situados a seis o siete kilómetros, sobre la vía del ferrocarril, de Estación Manzano, donde Diéguez estableció su cuartel general. Sin embargo, desde que desalojaron Sayula, dejaron las fuerzas de Amado Aguirre, Pablo Quiroga y Cirilo Abascal en las alturas de la Cuesta. Al parecer, Aguirre tenía el mando de esas fuerzas (unos 1500 soldados) e instaló su estación telegráfica en la falda de la loma de los Magueyes, por donde pasaba la vía más cerca de la cumbre. Más adelante llegaron las fuerzas de Juan José Ríos. Antes del anochecer del día 17, rechazando cargas de la gente de Fierro, ya se habían reunido en las alturas los batallones 13o., 14o. y 23o. y los regimientos de Cirilo Abascal, Rómulo Figueroa y Eduardo Hernández. La más detallada versión carrancista, la de Amado Aguirre, cuenta los hechos como si todo fuera accidental, aunque en el resto de las fuentes se dice que Diéguez había elegido previamente el campo de batalla. La verdad es que se habla de líneas atrincheradas y loberas en las cumbres y faldas de la cuesta. En el fragor del combate, Aguirre pedía refuerzos insistentemente, pero Diéguez respondió que el grueso de las fuerzas no saldría de Estación Manzano y San Sebastián sino al amanecer del día siguiente, 18 de febrero. El mismo día, 17 de febrero, Pancho Villa estableció su centro y artillería en la hacienda de Amatitlán, unos tres o cuatro kilómetros directamente al norte de la Cuesta o del centro carrancista, situado sobre la vía del ferrocarril. La derecha villista se estableció adelante de Sayula -versiones locales dicen que el día 18 Villa desayunó en conocido restaurante de la localidad, antes de encabezar personalmente el movimiento de flanqueo que decidió la batalla- y la izquierda al pie de la sierra. La izquierda villista, formada por las fuerzas de Fierro y Seáñez, quedaba enfrente de las posiciones más fuertes de los carrancistas, mientras que la derecha realmente no tenía enemigo al frente, pues las versiones villistas y carrancistas coinciden en que el ala izquierda de Diéguez se situó en los cerros del Tecolote, a demasiada distancia para tener participación efectiva en el
combate. Al amanecer el 18 de febrero los villistas atacaron por la izquierda y por el centro. Alguna fuente villista hace salir a Fierro y Seáñez desde Atoyac, pero eso contradice otras versiones que los sitúan en la línea de batalla desde el día anterior, para ponerlos veinte kilómetros al norte. El ataque fue precedido de una breve preparación artillera sobre el centro carrancista, donde ejercía el mando temporalmente el ingeniero Amado Aguirre, quien desde su improvisado cuartel general vio como una fuerte columna -Fierro y Seáñez- se dirigía hacia la derecha carrancista, mientras otra columna se perdía de vista "tras el cerro en forma de cono" situado al sur de Amatitlán. Advirtiendo la potencia de la columna atacante, Aguirre ordenó que los batallones 14o. y 5o., a las órdenes de Esteban Baca Calderón, reforzaran a Cirilo Abascal en el ala derecha, parapetada en unas cercas de piedra en la falda del cerro de los Magueyes. Poco después envió también a la Brigada de Caballería del general Enrique Estrada (aunque Estrada, quien llegó esa mañana desde San Sebastián, era de graduación superior a Aguirre, al parecer éste continuó ejerciendo el mando hasta la llegada de Diéguez y Murguía a la línea de combate, a las diez de la mañana). Mientras el combate era terrible en el ala derecha carrancista y el centro permanecía clavado por la artillería villista, enviando refuerzos constantes a la derecha; el ala izquierda, ocupada por Figueroa y Hernández, nunca fue atacada y se limitó a disparar con muy poco efecto bombas marileraleñas (granadas lanzadas con tubos improvisados) durante la noche del 17 al 18. Aunque no se especifica puntualmente, la duración, el espacio y las formas del combate hacen suponer que toda esta parte de la batalla se realizó pie a tierra, quedando detrás del fuego las caballadas de Fierro y Séañez lo mismo que las de Abascal y Estrada.
La llegada de las fuerzas de Enrique Estrada a la derecha carrancista contuvo por fin el avance de las fuerzas de Fierro y Séañez, obligándolos a retroceder. Villa observó desde su cuartel general cómo una fuerte columna de caballería llegaba al lugar del combate, recuperando palmo a palmo el terreno que habían perdido los carrancistas en las horas previas. Villa envió un refuerzo simbólico consistente en un escuadrón de Dorados, y calculando que el centro enemigo (cuya primera línea defendían el 23o. Batallón de Sonora, de Juan Domínguez, y el 13o. Batallón de Sonora, de Juan José Ríos; tenía el mando de la línea el coronel Pablo Quiroga) envió un fuerte ataque sobre esa posición, encomendado a los 600 hombres de la 2a. Brigada Chao, del general Donato López Payán, y los jaliscienses de Pedro Zamora y Teófilo Sánchez Aldana. Ya había iniciado este nuevo ataque cuando llegaron Diéguez y Murguía a la cumbre cercana a la vía del tren donde Aguirre les mostró lo que estaba ocurriendo, pidiéndoles que las fuerzas que aún no entraban en combate reforzaran el centro e hicieran un movimiento de flanqueo sobre el ala izquierda enemiga. Las "cargas" villistas en el centro llegaban hasta 20 metros de la línea de infantería constitucionalista, que las rechazaba, sólo para que los villistas volvieran a formarse y a atacar. Supervivientes del campo villista recuerdan que chihuahuenses y jaliscienses se lanzaban puyas unos a otros, emulándose para entrar al combate con enorme brío.
Al parecer, los villistas realizaron aquí algunas cargas de caballería y luego echaron pie a tierra para fijar a los carrancistas en su línea. Diéguez y Murguía permanecieron más o menos media hora en la cumbre de la Cuesta, sin tomar ninguna decisión importante, y la batalla continuó como hasta entonces, con los villistas atacando el centro y la derecha ha carrancistas, y éstos defendiéndose. El ala derecha recibió un nuevo refuerzo, que hizo retroceder a los villistas hasta la cerca que dividía las tierras de las haciendas de Amatitlán y El Reparo, donde los villistas se hicieron fuertes (lo que confirma la idea de que todos los combates en ese sector se realizaron pie a tierra). Hacia las 14:00 horas, después de más de siete horas de combate, empezó a bajar la intensidad de fuego del centro constitucionalista, porque se estaba agotando el parque. Aguirre pidió a Diéguez que enviara municiones y éste le prometió que llegarían en una hora (es decir, que los constitucionalistas sí tenían reservas de parque); también le pidió que relevara al 23o. Batallón de la primera línea de fuego. En el momento en que llegó el relevo, consistente en el 1er. Batallón de Toluca, del coronel Daniel Díaz Couder (que mandaba accidentalmente el teniente coronel Severo Garza), se produjo cierto desorden en la línea carrancista y las fuerzas de Toluca fueron sorprendidas por el fuego. Ahí murió el jefe Garza y varios oficiales, pero los villistas lograron abrir un hueco de más de 600 metros entre la posición de Pablo Quiroga y la de Amado Aguirre. Este movimiento, que ocurrió hacia las 16:00 horas, fue observado por Villa, quien ordenó que se intensificara el fuego de artillería y mandó las infanterías que mantenía de reserva, sobre el hueco abierto en las líneas carrancistas. También ordenó Villa que Fierro lanzase un nuevo ataque para que el ala derecha carrancista no pudiera acudir en auxilio de su centro.
Poco después, cuando se veía claramente que el centro se colapsaba, el general Rómulo Figueroa ordenó el repliegue del ala izquierda carrancista hasta Ciudad Guzmán. Inmediatamente, Aguirre ordenó retroceder oblicuamente a las fuerzas de su izquierda (las que habían estado en contacto con Quiroga, a la izquierda del centro de batalla y, puesto que el ala izquierda carrancista nunca entró en combate, las fuerzas de Quiroga eran la izquierda constitucionalista). A su vez, Quiroga retrocedió lentamente, retirándose por las curvas del ferrocarril hasta reunirse con Aguirre en el término de la loma de los Magueyes. Quiroga continuó retrocediendo por la vía, mientras Aguirre ganaba la cumbre, encontrándose a un mensajero de Diéguez que le llevaba la orden de emprender la retirada, "orden que el enemigo nos había dado ya -escribió Aguirre-, aunque de una manera no muy cortés".
En la cumbre, el general Diéguez, pistola en mano, trataba de organizar la retirada. Ordenó que Quiroga se retirara hasta Estación Nicolás y subiera su infantería a los trenes ahí dispuestos, y ordenó a Aguirre: Usted, que conoce el terreno suba a lo alto de los cerros, recoja la gente que tienen ahí desde anoche; busque a Ríos, Calderón y López, los recoge y se retira por la sierra y me busca de Colima a Manzanillo y si no me encuentra, se mete por Tecomán rumbo a Coalcomán y allá nos buscaremos el uno al otro.
El ala derecha resistió hasta las seis de la tarde, pero entonces se hundió bajo el ataque de Fierro. El general Villa pudo darse cuenta del desorden que cundió en las filas enemigas y envió a la 2a. Brigada Chao, del general López Payán, a cortarle la retirada con sus jinetes saliendo del centro de la formación villista, siguiendo la vía del tren. Por el ala izquierda salió con igual encomienda el general Fierro. El terreno facilitó la persecución, causando la caballería horrenda carnicería. Se persiguió a la retaguardia enemiga hasta San Nicolás, donde la noche hizo cesar la matanza. El general Villa, al continuar su avance, iba encontrando grandes núcleos del enemigo fusilados por Fierro o simplemente asesinados por el cruel general ferrocarrilero. Contra todo lo que se diga de calumnioso contra el caudillo duranguense, éste era tan humano como consciente y al ver semejante espectáculo de sangre, sintió repulsión por el proceder sanguinario de Fierro y al punto dictó esta orden:
-¡Que no maten a un enemigo más!
La orden fue transmitida por los conductos debidos a los jefes, que por haber caído la noche suspendieron en San Nicolás su tenaz persecución. Villa movió a ese pueblo su cuartel general y al día siguiente reanudó la persecución del enemigo, que se retiraba rumbo a Manzanillo. Cuentan los villistas que el espectáculo de los muertos en el camino era horrible, y se vio así hasta Ciudad Guzmán, donde por segunda vez se alcanzó a los carrancistas, recuperando la artillería que Fierro había perdido en Guadalajara, así como dos carros con granadas. La persecución siguió hasta Tuxpan, donde se dio orden de hacer alto. Ahí Villa logró comunicarse por telégrafo con Monterrey, Chihuahua y la Ciudad de México, lo que lo llevaría a tomar la decisión de no continuar la persecución de las derrotadas fuerzas de Diéguez y Murguía.
Pedro Salmerón Sanginés.Maestro de la UNAM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario