Por Rodrigo Sánchez Sosa
"La prensa liberal nos bombardea a diario con la idea de que el mayor peligro de nuestra época es el fundamentalismo intolerante (étnico, religioso, sexista…), y que el único modo de resistir y poder derrotarlo consistiría en asumir una posición multicultural. Pero, ¿es realmente así? ¿Y si la forma habitual en que se manifiesta la tolerancia multicultural no fuese, en última instancia, tan inocente como se nos quiere hacer creer, por cuanto, tácitamente, acepta la despolitización de la economía? Esta forma hegemónica del multiculturalismo se basa en la tesis de que vivimos en un universo post-ideológico, en el que habríamos superado esos viejos conflictos entre izquierda y derecha, que tantos problemas causaron, y en el que las batallas más importantes serían aquellas que se libran por conseguir el reconocimiento de los diversos estilos de vidaPero, ¿y si este multiculturalismo despolitizado fuese precisamente la ideología del actual capitalismo global?
De ahí que crea necesario, en nuestros días, suministrar una buena dosis de intolerancia, aunque sólo sea con el propósito de suscitar esa pasión política que alimenta la discordia. Quizás ha llegado el momento de criticar desde la izquierda esa actitud dominante, ese multiculturalismo, y apostar por la defensa de una renovada politización de la economía." (Revista Antropología ¡ahora!)
"Soy un ecologista radical, sólo que no compro todos estos mitos, ya saben: Hay una madre tierra que está perdiendo el equilibrio, etc. Recuerdo aquí la lección de Stephen Jay Gould de que no hay evolución en el sentido de "progreso", que la madre tierra no es una madre tierra bondadosa, sino una perra loca. Quiero decir, ya habido demasiadas catástrofes. No es que nosotros humanos estemos descarrilando a la madre naturaleza, sólo pensemos en qué tipo de mega catástrofe debió haber ocurrido para que nosotros pudiéramos tener reservas de petróleo. Así que lo que me preocupa… -de nuevo, el sufrimiento animal y todo eso está bien, pero de lo que tengo miedo es de ponerlo en esa terminología legalista […], tengo miedo de todas estas ideas new-age de la madre tierra, paraíso perdido, secularización, la caída de la religión […]. Una de las historias de los 'new-agers' es: "Somos tan tecnológicos que estamos alienados y alejados de la naturaleza, deberíamos sentirnos como parte de la naturaleza, tenemos que respirar con ella…". Yo creo que esto es precisamente, lo que nos impide tomar las catástrofes ecológicas seriamente […]. El problema es que, estamos demasiado fundidos con la naturaleza, deberíamos desnaturalizarnos de la naturaleza mucho más. Estoy a favor de más tecnología… estoy a favor de la total desnaturalización, en el sentido en que, incluso la naturaleza en sí misma ya no sea natural. Así que, estoy en contra de la ideología, pero no en un sentido ingenuo de que la ideología solo trata con problemas estúpidos… la ideología es para mí, una manera incorrecta de tratar con problemas reales. Por ejemplo, ahora -por supuesto estamos en contra del racismo, sexismo, etc.- automáticamente, trasladamos y percibimos el problema del racismo, el sexismo, etc. como un problema de tolerancia. Perdón, esto no es así, escuchen los discursos de Martin Luther King, él nunca, por lo que sé, habla de tolerancia, para él hubiese sido ridículo decir: Nosotros los negros queremos más tolerancia para nuestra gente. O para las mujeres, digamos feministas… oh, quiero más tolerancia de los hombres, es ridículo. Actualmente, y es signo de una situación bastante específica, percibimos automáticamente, insisto, al racismo como un problema de tolerancia, lo que significa que es un problema cultural con toda esa mierda aburrida de pseudo-psicoanálisis… "¿qué hay en mí que percibo cierta intolerancia hacia ti?" Ya saben… todo esto de: "hay un ser extraño en mí", u otro punto: el acoso u hostigamiento. El acoso es para mí un concepto radical y ambiguo. Por un lado, sí, por supuesto que estoy en contra del acoso ¡Por dios!, pero ¿cómo funciona de facto el acoso en nuestra vida diaria? Cubre también las cosas que no nos gustan mucho. Esto es, en el mismo sentido en el que se nos ofrece en el mercado… ya saben: café descafeinado, salchichas sin grasa, cerveza sin alcohol, etc. Y el problema del acoso es que cuando te encuentras a un otro real, básicamente, el miedo del acoso tiene también este aspecto de: le temes a la real proximidad de otro real. Como a un blanco liberar, negro, etc. Sólo que no lo dirás, sólo lo sentirás: "No quiero que este negro toque su música asquerosa demasiado cerca de mí, es acoso", etc. Por eso, es fácil amar la figura idealizada de un prójimo pobre e indefenso, el hambriento africano o indio, por ejemplo; en otras palabras, es fácil amar al prójimo mientras este se encuentra suficientemente lejos de nosotros, mientras existe una distancia conveniente que nos separa. El problema está en el momento en que se nos acerca demasiado, cuando comenzamos a sentir su sofocante proximidad: en este momento en que el prójimo se nos revela en demasía, el amor puede convertirse súbitamente en odio.
El acoso es realmente en la actualidad, otro término para… llamémosle: un narcisismo post-político. Ya saben, no permitir al otro acercarse demasiado a mí. Así que, de vuelta al punto, yo creo que tenemos aquí un gran malentendido y por eso estoy haciendo preguntas más precisas, porque le temo a estas pequeñas mistificaciones de grandes problemas, acerca de los cuales podemos ser fieles. Y este es mi problema con lo políticamente correcto.
Lo anterior no implica que hay que desconocer el importante impacto liberador de la politización postmoderna en ámbitos hasta entonces considerados apolíticos (feminismo, gays y lesbianas, ecología, cuestiones étnicas o de minorías autoproclamadas): el que estas cuestiones se perciban ahora como intrínsecamente políticas y hayan dado paso a nuevas formas de subjetivación política ha modificado completamente nuestro contexto político y cultural. No se trata, por tanto, de minusvalorar estos desarrollos para anteponerles alguna nueva versión del esencialismo económico; el problema radica en que la despolitización de la economía favorece a la derecha populista con su ideología de la mayoría moral, y constituye el principal impedimento para que se realicen esas reivindicaciones (feministas, ecologistas, etc.) propias de las formas postmodernas de la subjetivación política. En definitiva, se trata de promover "el retorno a la primacía de la economía" pero no en perjuicio de las reivindicaciones planteadas por las formas postmodernas de politización, sino, precisamente, para crear las condiciones que permitan la realización más eficaz de esas reivindicaciones." Slavoj Žižek, En defensa de la intolerancia. Introducción.
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