lunes, 28 de agosto de 2017

LA POLITICA DESDE GAYOLA
Por Rodrigo Sànchez Sosa

Del Fraude en el arte contemporáneo, al fraude de la política. 
"Cuando Marcel Ducham defendió un orinal (mingitorio) como obra de arte (y lo llamó ´Fuente´) … no hizo la ´Fuente´ con sus propias manos... Él la eligió. Tomó un artículo ordinario de la vida y lo ubicó de tal forma que su significado utilitario desapareciera bajo un nuevo título y otro punto de vista, creando un nuevo pensamiento para tal objeto. Este nuevo pensamiento, este concepto, hizo que un orinal se transfigurara en una ´Fuente'  y a su vez en obra de arte. El orinal como tal no cambió un ápice su apariencia… El dogma funciona porque esta idea es obedecida sin cuestionarla, porque los ideólogos del arte afirman: "Eso es arte". El arte es una superstición que niega los hechos, creer basta para que el fenómeno de la transformación exista." Avelina Lésper.
Estamos en un momento importante de la historia de la política en nuestro país. Hoy, lo que antes denominábamos con esa palabra, "política", se transformó en algo tan ambiguo y más bien sinónimo de estafa, que no permite ninguna posibilidad de análisis objetivo de tal retórica. Algunos de los supuestos que se han establecido al respecto son  bastante familiares para todos nosotros:  ladrones, mentirosos, manipuladores, hipócritas, déspotas autoritarios, dispuestos a todo para mantenerse y perpetuarse en el poder. Esta carencia de rigor para definir la política ha permitido que el menor esfuerzo, la ocurrencia, la falta de inteligencia, sean los valores de este falso "arte" de "definir", y que cualquier cosa de mala reputación se asocie con el hacer de la  política. El actuar sin valores en la escena de lo público, que se presenta como política, es aceptado por esta actitud dogmática de concepción generalizada de la política, como naturaleza ontológica de tal.  En completa sumisión a principios popularmente acepados.
"Para la teología, un dogma es una verdad o revelación divina impuesta para ser creída por los fieles. Kant contrapone la filosofía dogmática a la filosofía crítica y el uso dogmático de la razón al uso crítico de la razón. El dogma es una idea que no acepta réplica ni cuestionamiento, existe sin necesidad de ser demostrada. Si lo cuestionamos, si hacemos uso de la crítica para analizarlo, el dogma se desvanece y demuestra que carece de lógica, que es una afirmación arbitraria para sostener una ideología, religión o superstición. Por eso es creencia, porque sin la presencia de la fe, que es creencia ciega, el dogma no puede ser asimilado por el conocimiento."  Avelina Lésper.
Necesitamos definiciones objetivas, no creencias para entender la política. Pero, tal como en nombre de la fe se han cometido los peores crímenes, vemos que. en nombre de estas creencias de lo que es la política se está destruyendo la política misma. La política existe y se practica en base a definiciones falsas. Algo se define (falsamente) para no permitir otros significados: definimos para tener una versión unívoca de algo y evitar los cuestionamientos. La intención de definir o conceptualizar así, está en el encasillamiento para encubrir la banalidad y superficialidad de la idea de política. Es un disfraz retórico para el vacío de la crítica y el hacer político contemporáneo de facto.
La Política así practicada, desde el doble discurso, tienen grandes intenciones morales. El político o activista se convierte un predicador mesiánico, un ministro de culto que desde el pulpito de la campaña nos dice qué es bueno y qué es malo. Resulta paradójico que las protestas activistas y las campañas partidistas dispuestas "asesinar" la inmoral política, también estén obsesionadas con salvar al mundo y a la humanidad. Una política vacía pero envuelta en grandes intenciones, defiende la ecología, hace denuncias de género, condena el consumismo o el desabasto, el populismo o la dictadura, el autoritarismo y la corrupción, el capitalismo o el socialismo, la contaminación y las violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, su nivel no supera el de un discurso de moral social de secundaria. No solo es superficial e infantil; también demuestra una sumisión cómplice a la inmoral política del Estado y al sistema que falsamente critican. Estas protestas o campañas, supuestamente honestas y rebeldes, se hacen desde la cómoda postura protegida por instituciones corruptas y en el marco canónico del sistema de mercado vigente. Se crítica en un tono que no ponga en serio peligro al verdadero poder o a la oligarquía que lo patrocina. Lo grave del caso es que, dentro de esta superficialidad, se llevan a cabo prácticas irresponsables que hacen más daño del que denuncian.
El que ignoremos lo que verdaderamente es la política, que su práctica se ajuste a los prejuicios en una doble moral que retoma este discurso moral infantiloide para encubrir los antivalores sociales en sus fines, daña a la sociedad, pero, sobre todo, degrada la inteligencia humana.
La política es una práctica de la razón humana, lejos del dogma y del prejuicio moral, del doble discurso mal intencionado. No se puede reducir a la administración pública. Es la forma inteligente de conciliar intereses diversificados, de agrupar a las mayorías bajo un mismo discurso que favorezca equitativamente a los grupos diversos que forman la sociedad. Se puede ser un buen político y un mal administrador o viceversa. En la antigüedad la política era considerada un arte, como la poética. La administración difícilmente sería considerada un arte. La administración es parte de la política, no la política de la administración. Las ideas comunes, vulgares, de la política; parten de hacer análogas la política y la administración.
El fin de la política en el paradigma democrático implica un ejercicio del poder que como dice Enrique Dussel, lo justifica éticamente: el poder político debe mandar obedeciendo, como dice los zapatistas, de otro modo debe mandar sometiendo. Ahora bien, para que un gobierno ejerza el poder obedecido al pueblo, el pueblo debe de ser una unidad. Se debe encontrar un acuerdo entre los distintos intereses que forman una mayoría en una nación, por ejemplo; es allí donde la política tiene su razón de ser, en el crear esa unidad, ese acuerdo que lo posibilite. Pero eso se hace en la razón, no en el dogma, no en el prejuicio, no en el doble discurso moral.
La estafa de la política se da en las pretensiones de que todo es pueblo. Se apela al pueblo inexistente, pues este es producto de la política y no existe per se (por si mismo); existe una sociedad diversa, con distintos intereses que se contraponen chocan y amenazan mutuamente, pero la unidad del concepto de Pueblo, es necesario construirla desde la política. Los, ingenuos, los mal intencionados, los estafadores, los corruptos, pretende que el pueblo, la unidad de intereses de una comunidad, ya está allí, basta con manipular el discurso moral para manipular a este "pueblo" que es robado, engañado, manipulado, sometido y reprimido por el poder central también de generación espontánea sin concurso de la política. Algo no sólo falso sino irracional.  Así cualquier loco puede llamar a una cruzada fanática contra el estado y todo termina denominándose política. Así también, cualquiera en el poder, político o económico, puede justificarse sin saber un carajo de política; así como cualquier medio de comunicación puede adjudicarse el título de justiciero en nombre del "pueblo" propagando este dogma. Y lo peor, cualquier criminal pude reclamar para si este mismo mesianismo en nombre del "pueblo", lo que convertiría a Pablo Escobar y Archivaldo Guzmán (el "Chapo Guzmán") en grandes políticos de nuestro tiempo en América Latina. Por ahí se pondría entender también el fenómeno Trump y el regreso del fascismo en los países del primer mundo.

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