sábado, 27 de agosto de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sánchez Sosa

A quienes creemos que los regímenes priistas del México contemporáneo son exclusivamente producto de seres criminales, se nos escapa una cuestión esencial: los que crearon este régimen criminal no fueron criminales, sino entusiastas, convencidos de que habían descubierto el único camino que conduce al paraíso social de justicia, dignidad y progreso sostenido del país.
   Lo defendieron valerosamente y por él ejecutaron a mucha gente, desde las guerras internas en el movimiento revolucionario que eliminaron los caudillos campesinos como Zapata y Villa, hasta la guerra Cristera.
   Más tarde se ha llegado a la conclusión generalizada, de los mexicanos, de que no existe paraíso alguno, que lo que se pretendió con todo esto: la justicia, la dignidad y el progreso social que los mexicanos anhelaban y que hizo posible al PRI, resultó un fraude, volviendo a niveles de desigualdad, injusticia impunidad, masacres de ciudadanos análogos a los del régimen porfirista.
   De tal suerte que los entusiastas resultaron ser asesinos.
Comenzaron los tiempos donde el pueblo de México les perdió el miedo a los priistas y comenzaron a gritarles a los líderes, miembros y funcionarios de ese partido en las calles: "¡Ustedes son los responsables de la desgracia del país (empobrecido y secuestrado por mafias), de su dependencia económica, financiara y energética (para nadie era ya secreto los compromiso que a las espaldas del pueblo, los regímenes  priistas había contraído con organismos financieros internacionales) de los desparecidos y asesinados!
El partido desgastado decidió renovarse y hablaron de un nuevo PRI, incluso sacrificaron a su líder ideológico principal, y Salinas de Gortari se volvió, como él miso lo dijo, el villano favorito del pueblo de México, el chivos expiatorio que se exilio del país, cuyo hermano se convirtió en rehén del nuevo priismo que decía no querer saber nada del neoliberalismo y capitalismo salvaje que dañó a México. Los priistas, y luego los panistas, dijeron no saber, haber sido engañados, haber creído de buena fe el discurso que vendió Salinas de Gortari y su camarilla a la nación, prometiéndonos que estábamos ya en el primer mundo, mientras a espaldas de nosotros los mexicanos él y su amigos y socios saqueaban el país.
   El nuevo PRI, el panismo que vendría después a gobernar México se decían, con respecto al desfalco que llamaron "El error de diciembre" allá en 1993, que devaluó el peso y sumió a México en una crisis económica que aún hoy sufrimos; Inocentes: "¡En los más profundo de nuestro corazón somos inocentes, no sabíamos!"
La polémica entonces se redujo al la siguiente cuestión: ¿De verdad no sabían? ¿O solo aparentaban no saber? Los cien millones de mexicanos se cuestionaban esto. Algunos opinaban que efectivamente, aunque había muchos priistas que no eran del todo inocentes (definitivamente sabían algo de la corrupción y saqueo del país que ocurrió y que no dejaba de ocurrir, de los horros, muertes y desapariciones). Es probable que algunos de ellos, en efecto no supieran nada.
Y se llegó la conclusión de que la cuestión fundamental no era: ¿Sabían o no sabían los priistas?, sino: ¿Es inocente el hombre cuando no sabe? ¿Un idiota (como EPN o otros muchos que en ese partido pululan) que ejerce el poder está libre de toda culpa sólo por ser idiota?
Supongamos que un juez en un país donde existe la pena de muerte, pide tal sentencia para un indiciado que es inocente, por ser engañado por la policía corrupta de ese país y los intereses políticos del mismo para ello. Cuando se sabe  luego que las acusaciones eran absurdas y el ejecutado inocente, no podrá el juez defender su actuar y justificarse argumentando que no sabia, que fue engañado, que actuó de buena fe ¿No reside precisamente su irremediable culpa en ese "¡no sabia!", en ese "¡Creí de buena fe!"?
Sófocles, un escritor Griego de tragedias, escribió hace más de dos mil años la tragedia de Edipo. La historia es conocida: Un pastor lo encontró  abandonado cuando era un niño de pecho, se lo llevó a su rey, Pólibo, y éste lo educó. Cuando Edipo era un adolecente, se cruzó en un camino de montaña con una carreta en la que iba un dignatario extranjero y desconocido.
Surgió una disputa, Edipo mató al dignatario. Más tarde se convirtió en la esposa de la reina Yoscata y en señor de Tebas. No sospechaba que el hombre que había matado en las montañas era su padre y que la mujer con la que dormía era su madre. Mientras tanto la desgracia se cernió sobre su pueblo de Tebas. Cuando Edipo comprendió que él mismo era el culpable de aquello, se hirió los ojos con dos broches y quedándose ciego, abandonó Tebas.
Edipo no sabia que dormía con su propia madre y,  sin embargo, cuando comprendió de qué se trataba, no se sintió inocente. Fue incapaz de soportar la visión de lo que había causado con su desconocimiento, se perforó los ojos y se marchó de Tebas.
Por culpa de ustedes, priistas, de su desconocimiento, incompetencia y corrupción este país ha perdido su libertad, recursos, vidas y futuro ¿Podrán llamarse a ustedes mimos inocentes?
¿Cómo son capaces de seguir presenciando la desgracia que han provocado y justificarla? ¿Es que no se sienten aterrados de los que han hecho con este noble País, llenándolo de criminales, gente en extrema pobreza, habitad de la violencia y las drogas, un cementerio de Yucatán a Tijuana?
 ¿Todavía conservan la vista? ¡Si es así, deberían arrancarse los ojos y marcharse de México! (Milan Kundera, "La insoportable levedad del ser").

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