sábado, 12 de noviembre de 2016

LA POLITICA DESDE GAYOLA

Por Rodrigo Sànchez Sosa


"¿Se ha preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?  ¿No le produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada? ¿Se has preguntado por qué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?
Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia
Desvelar los más oscuros secretos de los poderosos y sacarlos a la luz ya no produce ningún efecto, ninguna respuesta por parte de la población. Por más terribles e impactantes que sean los secretos revelados. Durante décadas hemos creído que los luchadores por la verdad, los informadores capaces de desvelar asuntos encubiertos o airear los trapos sucios, podían cambiar las cosas. Que podían alterar el devenir de la historia. De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad era crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos. Y quizás durante un tiempo ha sido así. Pero actualmente, la "evolución" de la sociedad y sobretodo de la psicología de las masas nos ha llevado a un nuevo estado de cosas. Un estado mental de la población que no se habría atrevido a imaginar ni el más enajenado de los dictadores. El sueño húmedo de todo tirano sobre la faz de la tierra: no tener que ocultar ni justificar nada ante su pueblo. Poder mostrar públicamente toda su corrupción, maldad y prepotencia sin tener que preocuparse de que ello produzca ningún tipo de respuesta entre aquellos a los que oprime. Ésta es la realidad del mundo en el que vivimos. Y si cree que esto es una exageración, observe a su alrededor.
A pesar de hacerse públicos casos escandalosos de corrupción generalizada; a pesar de revelarse la implicación de las altas esferas financieras y empresariales, con la aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse por activa y por pasiva que la infección afecta al Sistema en su generalidad, en todos los ámbitos, imposibilitando la creación de un futuro sano para el país; a pesar de todo ello, la respuesta de la población ha sido…no hacer nada.
La máxima respuesta de la ciudadanía ha sido "ejercer el legítimo derecho de manifestación", una actividad muy parecida a la que hace la porra o barra cuando su equipo de fútbol gana una competición y sale en masa a la calle para celebrarlo. Manifestaciones-y-celebraciones-deportiva. Es decir, nadie ha hecho nada efectivo por cambiar las cosas, excepto sonar cacerolas.
Ahí está el caso del deporte de masas, azotado como está por la sospecha de la corrupción, de la manipulación y del dopaje y por la más que probable adulteración de todas las competiciones bajo el control comercial de las grandes marcas y televisoras; y a pesar de ello, sus audiencias televisivas y su seguimiento no solo no se ve afectado, sino que sigue creciendo cada vez más y más y más…
Pero todos estos casos empequeñecen ante la gravedad de las revelaciones hechas por Edward Snowden  y confirmadas por los propios gobiernos, que nos han dicho, a la cara, con luz y taquígrafos, que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que todas nuestras llamadas, nuestra actividad en redes sociales y nuestra navegación en Internet es controlada y que nos dirigimos inexorablemente hacia la pesadilla del Gran Hermano vaticinada por George Orwell en "1984". Y lo que es más alucinante del caso: una vez "filtradas" estas informaciones, nadie se ha preocupado de rebatirlas. ¡Ni mucho menos!
Todos los medios de comunicación, los poderes políticos y las grandes empresas de Internet implicadas en el escándalo han confirmado públicamente este estado de vigilancia como algo real e indiscutible. Como mucho han prometido, de forma poco convincente que no van a seguir haciéndolo…¡Incluso se han permitido el lujo de dar algunos detalles técnicos!
¿Y cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado esa verdad? ¿Cuál ha sido la reacción general al recibir estas informaciones? Ninguna.
Todo el mundo sigue absorto con su Smartphone (celulares), sigue revolcándose en el dulce fango de las redes sociales y sigue navegando las infestadas aguas de Internet sin mover ni un sólo dedo…
Así pues, ¿De qué sirve saber la verdad?
En el caso hipotético de que Edward Snowden o Julian Assange sean personajes reales y no creaciones mediáticas con una misión oculta, ¿De qué habrá servido su sacrificio? ¿Qué utilidad tiene acceder a la información y desvelar la verdad si no provoca ningún cambio, ninguna alteración, ni ninguna transformación? ¿De qué sirve saber de forma explícita y documentada que la energía nuclear solo nos puede traer desgracias, como nos demuestran los terribles accidentes de Chernobyl y Fukushima, si tales revelaciones no surten ni el más mínimo efecto? ¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas al saqueo masivo si seguimos utilizándolos? ¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos si seguimos comiéndola?
¿De qué nos sirve saber la verdad sobre cualquier asunto relevante si no reaccionamos, por más graves que sean sus implicaciones? No nos engañemos más, por duro que sea aceptarlo. Afrontemos la realidad tal y como es:
En la sociedad actual, saber la verdad ya no significa nada. Informar de los hechos que verdaderamente acontecen, no tiene ninguna utilidad real. Es más, la mayoría de la población ha llegado a tal nivel de degradación psicológica que, la propia revelación de la verdad y el propio acceso a la información refuerzan aún más su incapacidad de respuesta y su atonía mental.
La gran pregunta es: ¿POR QUÉ?
¿Qué nos ha conducido a todos nosotros, como individuos, a este estado de apatía generalizado? Y la respuesta, como siempre sucede cuando nos hacemos preguntas de este calado, resulta de lo más inquietante. Y está relacionada, directamente, con el condicionamiento psicológico al que está sometido el Individuo en la sociedad actual. Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos como efectivos. Y resultan de lo más cotidiano.
 Simplemente todo se basa en un exceso de información. En un bombardeo de estímulos tan exagerado que provoca una cadena de acontecimientos lógicos que acaban desembocando en una flagrante falta de respuesta. En pura apatía."
El fenómeno aquí expuesto, se puede ver en nuestro Sayula con la cantidad de semanarios que circulan, sin generalizar, lo cual ante gente foránea podría entenderse como manifestación del alto grado cultural de nuestro municipio. Pero no es así, no es la cultura, la que difunden la mayoría de los semanarios en Sayula, sino el amarillismo y la opinión desinformada, quizás no mal intencionada, pero si desde limitada hasta abiertamente falsa. La gente atiende al morbo, sin tomar acción efectiva, las acciones que se toman, mal informadas y manipuladas por intereses mezquinos, no revierten ninguna situación de importancia para Sayula, así prevalece la apatía generalizada, y la protesta justa, no es más que abucheo intrascendente de un público en la tribuna que no participa del juego, ni quiere hacerlo. Aprender a discriminar entre la información basura y la realmente trascendente para nuestra vida pública, es vital. Definitivamente la necesidad de reconocimiento de los mediocres, no es de interés público, ni la vida privada de nadie, como nos han acostumbrado. La solución es sencilla, no leer esa basura, pero sobre todo, comprometerse con nuestro entorno común desde una perspectiva inteligente, madura, racional y libre.

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