lunes, 8 de junio de 2020

Nacionalismo indigenista e identidad
étnica en Sayula
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

La pérdida en Sayula de la cultura indígena que ya para el siglo XVIII carecía de su lengua principal el Tzayulteco, que ya nadie lohablaba en la segunda mitad de esa centuria, fue determinante para la asimilación total del individuo natural de estas tierras al orden colonial. Ya paar el siglo XIX en que se forjará la idea nacionalista de la identidad mexicana, lo poco que quedaba de ese mundo prehispánico local se perdió. Apenas fragmentariamente, como ruinas milenarias, quedan referentes de ese pasado étnico auténtico del mítico ya, Tzaulán. Y claro, referentes distorsionados de este que hizo el nacionalismo mexicano. De ahí que apenas tengamos idea de esa raíz y haya tan poco interés en su rescate y estudio. Lo que sigue pretende darnos una visión especializada y general de esta problemática de la identidad raíz y el nacionalismo indigenista del estado mexicano:
"México y Perú son entidades nacionales que resultan de interés si se relacionan con el constante llamado que hacen nacionalistas e intelectuales en busca de un pasado étnico genuino al que dieron origen las culturas indígenas y vernáculas. La noción de "nacionalismo territorial" es un modelo útil para explicar los estados-nación de hoy en virtud de que los países que presentan homogeneidad étnica son algo fuera de lo común. Las operaciones y dependencias del Estado facilitan esta forma de nacionalismo, que también se conoce como "nacionalismo oficial". El nacionalismo oficial es un concepto útil, tal como lo indica la participación avasalladora del Estado para moldear una población homogénea en lo étnico en una entidad centralizada, unificada y unitaria. En este sentido, es pertinente la metáfora: "estirar la piel de la nación sobre el cuerpo gigantesco del imperio" . Ello indica el esfuerzo esmerado que requiere construir la difícil correspondencia entre cultura y territorio dentro de un solo Estado. El nacionalismo oficial, definido como un corpus ideológico o un conjunto de políticas dirigidas a constituir una nación, emana del Estado y sirve a los intereses de éste, además de que su objetivo es llevar a cabo la concordancia entre sus fronteras y su cultura. Y para poner en marcha las políticas estatales, se requiere integración, servicio militar, educación estatal, una nueva versión oficial de la Historia, apropiación de los motivos culturales sobresalientes y, en el caso particular de México, indigenismo. Hemos observado que en la tipología se identifican dos rutas, la étnica y la territorial, las cuales surgen en momentos históricos específicos: pre independencia o lucha contra el colonialismo, y nacionalismo integracionista conducido por el Estado en el periodo pos independencia. Las luchas en contra del colonialismo para lograr la independencia política (1810-1921) han sido analizadas de manera exhaustiva y sin duda muestran una correspondencia entre periodos de la historia y una ruta. No obstante, surge una situación problemática cuando se intenta colocar el periodo del nacionalismo integracionista en el contexto de la era pos independencia. Pueden observarse dos etapas de integración posteriores a la independencia. La primera etapa republicana se llevó a cabo a la mitad del siglo XIX, cuando se consolidó el Estado liberal; la segunda etapa del nacionalismo oficial en México empezó a conformarse después del movimiento agrario, de carácter popular, de la Revolución Mexicana de 1910. Algunas de las transformaciones políticas y sociales más importantes que se iban consiguiendo gradualmente fueron las garantías constitucionales, el reemplazo de las elites políticas gobernantes, el aumento de la educación laica y la reforma agraria. En las décadas siguientes, durante el periodo conocido como la ´institucionalización de la Revolución´, se formularon políticas orientadas hacia la construcción de la nación y pudieron aplicarse por medio de las agencias gubernamentales y las instituciones, sobre todo mediante el sistema educativo. Su objetivo central era unificar una población étnicamente heterogénea. Otro factor fue la creación de una cultura cívica inculcada con ceremoniales recurrentes, factor que ha desempeñado un papel importante en el proceso de construcción de las naciones modernas de México y Perú. El nacionalismo cívico, si bien apoyado por el Estado, también se ha preocupado por mantener y transmitir la continuidad con su pasado prehispánico. Así, ha promovido una cultura oficial encaminada a rehabilitar las culturas indígenas de la nación y que, al mismo tiempo, puede legitimar al Estado mexicano contemporáneo. Las mitologías nacionalistas oficiales en México se han entretejido con la exaltación del pasado indígena, y este pasado indígena, unido al presente, inyecta un carácter único a la cultura de México. No puede compararse la promoción que hace Perú de su pasado étnico con la que realiza México. Resulta útil hacer una breve referencia a la ideología de Perú sobre la independencia para señalar la razón por la cual los peruanos han abordado su pasado indígena con gran cautela. La energía ideológica de ciertos intelectuales peruanos de la mitad del siglo XVIII, como José Manuel Dávalos, Hipólito Unánue y José Eusebio de Llano Zapata, se centraba básicamente en la defensa de los recursos naturales del país y su belleza, en vez de evocar los temas del pasado de los incas. Las razones que explican las preferencias de los intelectuales peruanos por el naturalismo pueden encontrarse en las constantes revueltas entre 1708 y 1783 y la gran revuelta de Tupac Amaru en 1789, que reivindicaba exclusivamente los reclamos indígenas (por ejemplo, derechos territoriales y con ello excluyó a los europeos y a sus descendientes criollos peruanos. El criollismo peruano no se preocupaba por revivir el pasado indígena. La tradición intelectual sobre los incipientes brotes nacionalistas en Perú tuvo un efecto importante en las formulaciones ideológicas del futuro del indigenismo peruano.
  La manera como México se vale de su pasado indígena puede rastrearse en el siglo XVIII, y su simbolismo fue la inspiración del movimiento de independencia de 1810; los nacionalistas en México tenían a su disposición gran abundancia de material étnico para la recreación de mitos y símbolos. Los diversos elementos de las culturas indígenas pueden encontrarse en los restos de las antiguas civilizaciones: el neo aztequismo, por ejemplo, tiene una similitud con las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma emuladas por los Estados-nación de Occidente. Las diversas culturas y lenguas indígenas son también objeto de una política étnica oficial que proclama la tolerancia de los pueblos indios y promueve su coexistencia, armonía e igualdad con la población mestiza privilegiada y dominante…
Forjar e inculcar las versiones oficiales de la historia y la cultura, aun las que se basan en fuentes auténticas tanto étnicas como indígenas, puede resultar algo complejo. Si debe reforzarse una versión oficial y de rutina, ello debe hacerse, primero, porque la población no es culturalmente uniforme; segundo, porque la diversidad étnica debió sobrevivir debido al poder de sus mitos de descendencia y origen; tercero, porque la existencia de múltiples conciencias étnicas puede chocar con el modelo oficial y dominante. El nacionalismo oficial, a pesar de sus intentos por crear una integración étnica, sin importar su grado de etnización, puede que no sea atractivo ni siquiera en su intento de cultivar un "linaje ficticio" mínimo. La tarea nacionalista de integración, en vez de acelerar la desaparición de los llamados "modos" de vida indígena caducos, llega, paradójicamente, a reconocer que los miembros de los grupos étnicos están formando su propia inteligencia y sus elites culturales… los sentimientos emocionales ligados a un despertar étnico son "folklor", mas no nacionalismo;  por el otro lado, se puede argumentar que el poder de los mitos y símbolos proporciona una "protección invisible" que permite la reproducción, la sobrevivencia y la renovación de los grupos étnicos a pesar de los actos de depredación, exterminio, asimilación y discriminación por la constante penetración de la educación moderna. Aquí es pertinente hacer la aclaración de que recurrir a los mitos étnicos, puede interpretarse de dos maneras paralelas. La primera de ellas es la apropiación de la mitología por parte del Estado con el fin de facilitar la integración; la segunda manera es la continuidad discutible de legados posteriores a la conquista, entre ellos los mitos precortesianos de los grupos étnicos modernos de origen indígena. En consecuencia, coexisten dos tipos de etnicidad (y ambos afirman poseer su propia mitología): una etnicidad dominante capaz de imponer la cultura institucional y la cohesión social; por otra parte, una colección de etnicidades pequeñas, expuestas a la asimilación o a la desaparición y, por ende, que carecen de medios para lograr su propia reproducción y autocontrol. Las etnicidades pequeñas (grupos minoritarios de pueblos indígenas) experimentan un dilema en el Estado-nación: si bien evocan una riqueza de mitología antigua relacionada con las narraciones de su origen primigenio, su condición de marginación y subdesarrollo acentúan su fragmentación territorial y cultural, lo cual evita la formación de unidades étnicas cohesivas capaces de reproducir y transmitir su propia información mitológica étnica. Hay grandes discrepancias entre la nación y los grupos étnicos en relación con la transmisión de la información mitológica. Que la nación posea un Estado significa tener a su disposición instituciones y entidades creadas específicamente para facilitar la continuidad cultural; también contar con los medios para fabricar la información cultural. Un grupo étnico, a pesar de que afirme poseer la información en lo que se refiere a su origen peculiar, no necesariamente tiene los medios institucionales para asegurar la continuidad y cohesión del grupo. Proclamar la posesión de mitos sin contar con la capacidad de inducir cohesión social es tan inconducente como insistir en ejercer cohesión social sin tomar en cuenta el efecto del contenido cultural o de las mitologías. Las diversas etnicidades no dominantes se enfrentan a la difícil tarea de buscar, reconstituir y reinterpretar las fuentes que alimentan su pretendido etnocentrismo. Tal tarea demanda la evocación del origen, la continuidad y la durabilidad de ideas relacionadas con la existencia de los pueblos mesoamericanos. Sin embargo, la búsqueda del etnocentrismo debe surgir desde el centro de los pueblos indígenas mediante sus propios pensamientos e ideologías. El Estado es el organismo central del nacionalismo integrador que opera mediante el sistema educativo; pero esta integración no expresa una ausencia de significación cultural. Un proceso selectivo de la utilización y (re)combinación de mitologías es indispensable para facilitar e inspirar la integración nacionalista de una sociedad étnicamente dividida. El nacionalismo mexicano se transmite por medio del sistema educativo y contiene una fuerte carga de simbolismo étnico; pero los grupos étnicos resisten la asimilación total mediante el hecho de sacar ventaja de las condiciones modernas. Un modelo evolucionista y determinista no puede explicar de manera satisfactoria la formación de la nación. Antes bien, el nacionalismo resulta impredecible en la medida en que se alimenta de un sinnúmero de factores étnicos." (Mitos nacionalistas e identidades étnicas: los intelectuales indígenas y el Estado mexicano / Natividad Gutiérrez Chong)

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