lunes, 25 de diciembre de 2023

 EDITORIAL: Es genética en la cultura

Desde 1539, hay una devoción arraigada, ya no en la tradición, ni en las costumbres y no sólo en la cultura, está en la genética espiritual de los mexicanos y muchos latinoamericanos.

Un sincretismo forjado por el amor a una imagen y que va en aumento desde el Valle de Anáhuac a toda América; los 40 millones de paisanos radicados en Estados Unidos llevan ese sello indeleble en su vida y corazón. Incluso, dicho por el politicólogo de reconocida fama internacional el Doctor Jalife Rhame que, para diferenciar a los latinos de otras nacionalidades, a los mexicanos se nos reconoce como latinos Guadalupanos.

"Sábelo, ten por cierto, hijo mío, el más pequeño, que yo soy en verdad la perfecta siempre Virgen Santa María; que tengo el honor y la dicha de ser Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada, porque, en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra." (Nican Mopohua).

 


Santa María de Guadalupe, patrona de América.


La historia de las apariciones se escribió en náhuatl por el indígena Antonio Valeriano y desde ahí se llevó al español por el franciscano Luis Lasso de la Vega en el siglo XVII.

Si observamos, la finura de expresiones tanto de la Santa Virgen como de Juan Diego (su nombre en Náhuatl Cuahutlatoatzin compuesta por Cuahu (águila) tlatoa (ser que habla) y la terminación tzin que era un signo de respeto, como ahora aplicamos el prefijo "don" a un nombre). Hago hincapié en el nombre porque su significado tiene que ver con su oficio, Juan Diego era el mensajero y embajador del señor de Tlatelolco y en nombre de él debía acordar con los señores de Tacuba, Xochimilco, Tlaxcala y Purépecha todos los convenios y acuerdos. (dicho por la tradición oral del valle de Anáhuac).

Tenía una lengua experta para dialogar con personas de alta responsabilidad, ésta, una de las causas por la que fue escogido para llevar el mensaje al Obispo Juan de Zumárraga en la Ciudad de México. Generalmente es una característica de los descendientes de Toltecas tener esa formación de uso de los diminutivos al nombrar personas; ejemplos: Manuelito, doña Amandita, Jesusita, (muy usado en la zona del centro, por si no lo habían notado).

Volviendo al tema. En el cerro del Tepeyácatl (lugar de la nariz del cerro) los indígenas tenían por costumbre en cada diciembre visitar ese lugar dedicado a la diosa Tonantzin (de Tonan Madre de todo y el sufijo Tzin), mujer peinada en dos flecos y morena que era considerada la que daba o permitía la fertilidad, acudían especialmente las mujeres que deseaban embarazarse y las embarazadas que esperaban tener un parto sin problemas, los hombres cuando esperaban una buena cosecha y que sus animales tuvieran mucha reproducción. Inclusive todavía hay indígenas (Otomíes, Nahuatlatas, Matlatzincas y Mazahuas) en el Valle de México, Valle de Bravo, Texcoco y Cuautitlán que todavía nombran a la Virgen como Guadalupe Tonantzin. Esto refrenda la religiosidad de nuestro pueblo.

Actualmente es la devoción Mariana más grande del mundo, y de visitantes, después de la Basílica de San Pedro es el santuario más concurrido en el orbe, acuden un promedio de 20 millones de peregrinos por año. Allí van los ricos y políticos, pero la Fe popular, la sencilla, la del obrero, la del comerciante, Taxistas, albañiles, mecapaleros, la del común es superior con mucho en sinceridad y naturalidad, incluso escapa al control eclesiástico porque su llana y natural devoción no requiere de grandes y elaborados tratados teológicos.

El relato de las apariciones de Nuestra Señora, analizado por personas investigadoras de universidades como el Doctor Xavier Noguez, dice: "lo impactante es su misma historia, narrada de una manera excelente, tan bien hecho que parece una historia real y casi perfecta que anima a todos los sectores de la sociedad especialmente a los pobres. El mensaje es básico: la maternidad espiritual de María."

El Sacerdote Clodomiro Siler expone: la religiosidad popular se da en las personas que no están institucionalizadas; en cómo viven su fe, cómo le responden a Dios, con su cultura, con su lengua, con su organización, con sus fechas, vestidos, danzas, peregrinaciones, cantos; lo viven con una intensidad y compromiso los cuáles no convergen ni se imaginan en la oficialidad de la religión.

La decisión de la Madre Virgen María de enviar un indígena como su mensajero, es para involucrar a la gran población mayormente autóctona; por la fecha, por los cantos, por las danzas, por el lugar donde sucede y por el significado de una mujer que fecunda y que engendrará; la indumentaria compuesta de manto verde que sólo era digno de los tlatoanis (reyes), la túnica roja o púrpura (digna solo de los sacerdotes por su espiritualidad) y su tez morena propio de la población.

Pareciese esto de una significación simplemente sociológica, pero si se le mira como con el cristal de la vida y sus vicisitudes tenemos esta imagen y la devoción caminando por la historia de México en todas sus etapas, tanto en la independencia, la revolución, el zapatismo, epidemias, hambrunas, guerras, enfermedades y sufrimientos. La religiosidad expresada en las peregrinaciones, festejos patronales, ceremonias de barrio, las ofrendas, rosarios familiares y de colonias rebasa con mucho las hipocresías de políticos (como Fox), las banalidades de los medios que le llevan "mañanitas"; las ventas de derechos que de la imagen hizo Norberto Rivera y la negativa que hizo Shulemburg (abad de la Basílica) de la existencia de Juan Diego y el hecho Guadalupano. Todo eso queda sumergido por la marea natural de la religiosidad y fe del pueblo, porque el pobre y el labriego no entiende de políticas ni de cánones, sólo de amor y fe.

Moises Zepeda Gomez./ Para Horizontes


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