miércoles, 15 de mayo de 2019

Especial para Horizontes....
El Sayula de 1917 al nacimiento de Juan Rulfo
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

A  mediados del mes de Mayo de 1917, Sayula vivía un orden político-social semifeudal, las populares haciendas avaleñas que se pusieran de moda entre los ricos españoles de la capital del Estado a finales del siglo XVIII, se habían convertido ya para el siglo XX en haciendas porfiristas, como producto de las leyes de reforma y la apropiación, concretamente por la ley Lerdo de las tierras comunales indígenas y propiedades rurales y urbanas de la iglesia, por parte de los hacendados y terratenientes, algunos de los cuales, como en el caso de Jacinto Cortina, poseían ejército propio con el aval del gobierno. La bonanza económica y estabilidad social  que trajo el régimen de Porfirio Díaz a Sayula, no sólo hizo exitosamente productivas las haciendas de la región, que incluía el Valle de la Laguna de Sayula, sino ahora también el Llano Grande, un bajío de la Sierra Madre Occidental pegado a los volcanes, paso natural al Océano Pacifico cuya entrada era la ex Alcaldía de la Provincia de Ávalos; donde se asentaban pueblos como Apango, San Gabriel, Jiquilpan, Tuxcacuesco y Tonaya; y las haciendas de La Lagunilla, Los Noxtles,  La piedra, Zenzontla, La piña, Telcapana,  Apulco y San Padro Toxín, esta última propiedad del abuelo de Juan Rulfo y administrada por su padre, Juan Nepomuceno Pérez Rulfo, Don Cheno.

La influencia de Sayula se había extendido a eso municipios gracias al éxito de los hacendados vinculados a Sayula que acapararon tierras desde finales del siglo XVIII en el bajío del Llano Grande. A pesar de existir límites políticos entre el cuarto Cantón de Sayula y el municipio de San Gabriel desde que en 1853 se separará de éste para formar parte del 9º Cantón de Zapotlan, y de que Apango alguna vez parte de La Provincia de Ávalos en este tiempo estuviera fuera de su jurisdicción, la relación e intercambio entre el Llano Grande y El Valle de la Cuenca de Sayula, el antiguo Tzaulan, debido al control de las haciendas por parte de vecinos de Sayula, como Talcapana propiedad de Jacinto Cortina, sayulense al que Munguía Cárdenas le atribuye ser la inspiración del personaje Pedro Páramo de la novela homónima de Juan Rulfo; era marcada e importante. Sin embargo, la sierra que se interponía entre los dos valles, afectó la integración entre ambas regiones del sur de Jalisco, sin olvidar la identidad propia de esa región transvolcánica enraizada en la antigua Provincia de Amula (siglo XVI).
"Desde la llegada de los españoles a la región, abundaron los originarios de Vizcaya que, entrando por Sayula, subieron a la sierra de Tapalpa donde proliferaron, pasando luego a la región el ´Bajo (El Llano Grande), asiento de pueblos como San Gabriel, Tonaya, Tuxcacuesco, Tolimán, etcétera." (Munguía Cárdenas)
Sayula era el lugar a donde llegaban los productos de las haciendas sureñas de Llano Grande y las sierras aledañas, para ser distribuidos por ferrocarril a sus destinos, los dueños de las haciendas reconocían su importancia económica y comercial, que resguardaba su tradición urbanística del siglo XIX. Los más importantes y cosmopolitas comerciantes de la opaca veían en Sayula lo que los españoles en la colonia: un reducto de la civilización en la periferia de sus límites. Los pequeños poblados del Llano Grande, asentamientos indígenas del antiguo señoríos de Amula, del siglo XVI como Apango, Tuxcacuesco y Jiquilpan preservaban su antiguo carácter indígena, que contrastaba con el Sayula de principios del siglo XX. Tal contraste se puede leer en las obras de Rulfo, donde el escritor le atribuye a Sayula un papel fura de las sombras con que viste los paisajes, los personajes y otros  pueblos  ficticios pero inspirados en los anteriormente citados, como Cómala. 
No sólo para Rulfo, sino para la gente de esta región en esos años, Sayula era un contraste con las regiones más apartadas, dominadas por los hacendados y sus ejércitos privados, apenas sobreviviendo en pueblos pequeños, semi abandonados, al arbitrio de la voluntad del hacendado y el devenir de una situación social inestable, marcada por la violencia, la muerte y el hambre.
"La vida del peón (de hacienda en 1917), de las mujeres de campo…se perdía por un parto, por la carencia de una medicina, por un castigo del patrón, por una bala perdida entre los que se remontaban a la cerro, si algo tenia de valor la vida, era la esperanza de la muerte, porque  prometía un paraíso que jamás se vería en esta tierra." (Fabiola Ruiz)
El comandante Villista Pedro Zamora, asolaba la región, luego de la incursión de la División del Norte en el Sur de Jalisco y de su victoria sobre los carranzistas en la Batalla de la Cuesta de Sayula. Las haciendas, pueblos y ciudades eran asoladas por Zamora, a quien consideraban bandido, gavillero y saqueador que vivía enfrentado con los terratenientes locales afiliados al carrancismo. En tales circunstancias, el padre de Rulfo administrador de la Hacienda de San Pedro Toxìn, hijo del acomodado vecino de Sayula, y él mismo nacido en esa ciudad, don Severiano Pérez Jiménez pariente de José López Portillo y Rojas , literato y ex gobernador del Estado (1912-1914); se convirtió en un blanco para Zamora, quemando éste su hacienda de San Pedro Toxín en 1914.  Juan Nepomuceno Pérez Rulfo, al que su influyente padre Severiano, habría arreglado un matrimonio en la costumbre de los terratenientes de Sayula, para tejer nuevas alianzas y acrecentar su influencia y fortuna (tal como Pedro Páramo en la Novela rulfiana) , con María Vizcaíno Arias, hija de Don Carlos Vizcaíno propietario de las haciendas La piña y Apulco y su esposa doña Tiburcia Arias, cuya familia era dueña de las haciendas Los Noxtles, la Piedra y Zenzontla  ; se casaron el 31 de enero de 1914 en el templo de la hacienda de Apulco. Dadas las circunstancias violentas, la nueva familia Pérez Vizcaíno, se vio en la necesidad de refugiarse, en 1917, con sus familiares, en Sayula, ante la amenaza de la gente de Zamora. Allí, en casa del Licenciado Severiano Pérez Jiménez, en el número 32 de la entonces calle Francisco I. Madero de Sayula, nace el tercer hijo de la familia, Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno, Juan Rulfo.   
                 
"(Fabiola Ruíz, dice) Es necesario considerar este árbol genealógico como creador de redes de parentesco y de apoyo económico entre hacendados y familias de la región…"
 La familia Pérez Rulfo era de las más influyentes en Sayula desde principios del siglo XIX, en que llegaron, como otros vecinos, atraídos por la importancia de la ex capital de los Pueblos de Ávalos. Ya para la segunda mitad del segundo decenio de 1900, algunas de estas familias que arribaron a Sayula durante el siglo XIX, aprovecharon la coyuntura política y las guerras para posesionarse social y económicamente, como los Rulfo (1825) y el Licenciado Severiano Pérez Jiménez (1877), haciendo suyos los modos de la identidad local y las redes de parentesco. Se identificaron con Sayula, asimilando los roles sociales de organización y el arraigo que les daba la delimitación de un territorio, el Valle de La Cuenca de Sayula, diferenciándolos de otros y recreando la cultura particular de la región, que ahora incluía el Llano Grande, donde vivía la familia Rulfo Vizcaíno, como extensión de esa territorialidad.
"La correspondencia familiar (entre el padre Severiano y Juan Nepomuceno Pérez Rulfo) quita de la palabra "hacendado" las generalidades que pudieran producirse si sólo se la conociera gracias a la lectura de manuales y libros de texto. Por lo pronto, Juan Nepomuceno era diligentísimo administrador, antes que propietario. Y, sobre todo, la vida era tan precaria durante el porfiriato y más aún en el primer decenio de la Revolución, que padre e hijo separados por sus respectivas ocupaciones, tenían que hacer muchos esfuerzos para mantener a flote sus respectivas economías" (Alberto Vital)
Juan Rulfo, luego de su nacimiento, viviría con su familia unos meses en Sayula, para luego residir en Guadalajara, volviendo a San Gabriel en 1920 a los tres años de edad. Entre 1917 y 1919, su padre viviría toda una Odisea antes de volver a San Gabriel y Apulco, buscando establecerse en Guadalajara, Querétaro, Coahuila y Texas, donde trabajó para el gobierno, incluso pensando migrar a los Estados Unidos.
"Papacito, mucho me ha entristecido la ida de Chepo, pero Dios le ha de ayudar porque es muy bueno. Me escribió una carta desde Querétaro que me ha hecho llorar toda la mañana. Pobrecito. Esperemos en Dios le ha de ir bien y esté contento y vaya pronto por María y los niños, para que esté más tranquilo. ( 2 de marzo 1920)." (carta de Dolores Pérez Rulfo a Su Padre en Sayula)
El licenciado Severiano Pérez Jiménez en 1920 intenta ser diputado local, para lo que invita a su hijo Juan Nepomuceno, entonces en Apulco ya, para coordinar su campaña política, este le responde en una carta así, desde la hacienda de su familia política:
"Con mucho gusto trabajaré por la candidatura de usted y Villa para diputados. Dígame cuándo son las elecciones. Al volver a San Gabriel semblantearé la opinión pública. Es bueno que usted (hable) con sus relaciones en San Sebastián, Tonila, con Don Enrique Schondube, las Palomar en su hacienda, en San Andrés, en Apango con Alejandro Alfaro, etc., para que con tiempo se haga la propaganda (…)" (Carta de Nepomuceno Pérez Rulfo padre de Juan Rulfo a su padre, citada por Alberto Vital en "oticias Sobre Juan Rulfo)
 Al volver a Apaulco Juan Nepomuceno, padre de Juan Rulfo, es asesinado, en 1923, y su esposa María Vizcaíno, madre del escritor, muere cuatro años después, en 1827. Quedando, con sus hermanos, al cuidado de su abuela materna doña Tibuercia Arias y su tío Vicente Vizcaíno en San Gabriel, donde inicia su educación básica con las monjas josefinas en 1924.
Un año después de la muerte de su padre, muere su abuelo Severiano Pérez Jiménez; su Abuelo Carlos Vizcaíno había muerto antes, en 1921 de tifoidea. Al estallar el conflicto cristero, el colegio josefino en San Gabriel cierra en 1925, y en 1927 es enviado al Internado Luis Silva de Guadalajara, donde pasará toda su adolescencia. Durante las vacaciones visitará a su familia en el Sur de Jalisco, San Gabriel y Sayula. 
La mayoría de las biografías del escritor consultadas, parecen coincidir en que éste apenas si visitó Sayula, sin embargo, el testimonio de su familia da cuenta de su relación con sus familiares de Sayula y sus prolongadas visitas. 
La identidad colectiva plasmada en la obra de Rulfo, sin duda es producto de las experiencias tempranas de su niñez. Es clara en ellas la memoria visual y quinésica del escritor; lo son también las formas  de la identidad sayulense que allí se identifican,  desarrolladas a través de la historia de Sayula desde el mítico Tzaulan y tramitadas iconográfica u oralmente: el particular culto a la muerte derivado de la tradición de tumbas de tiro y  su sincretismo con el rito cristiano católico; la curiosidad intelectual entre cierto sector de la clase terrateniente y su vanguardia social y política en lo ideológico; el despotismo terrateniente que teje redes de parentesco para obtener y mantener el poder; la violencia desatada por los contrastes sociales; los paisajes de las tierras bajas, los valles abiertos y semiáridos, los altos picos de las sierras, la geografía  donde termina el nosotros y comienzan los otros, el territorio que define y determina. El territorio como referente de la identidad, la identidad como cultura y la cultura como identidad.

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