miércoles, 15 de mayo de 2019

                 Política Modernidad y sociedad.

Por Rodrigo Sánchez Sosa
La marcha "Fifi" de este domingo en la ciudad de México, planteo un México alterno, un México moderno, blanco, emprendedor, de derecha, liberal; pero también racista, clasista y radical; los discursos de odio, mezclados a los criterios emprendedores de la teoría de la sociedad de competencias y a una actitud de superioridad intelectual que no se justificaba en sus actos, vivieron patética la visión de aquella gente, que para los medios opositores al actual régimen mexicano, fueron decenas de miles, viendo incluso estos medios y hasta los extranjeros un aumento en la oposición ciudadana al presidente de la república que caía según estos mismos, unos puntos porcentuales en su popularidad. Cosa falsa desde la lógica matemática, pues son apenas estos manifestantes sumados todos, una pequeña minoría en relación a los 30 millones de votantes el pasado julio de 2018 en favor de Andrés Manuel López Obrador.
Pero ¿Cómo explicamos tanta contradicción en esta minoría de clase alta, privilegiados del antiguo régimen y pretenciosos clasemedieros que quieren "salvar" a México? Bueno, existe una teoría sobre la sociedad actual de primer mundo que podría darnos razón o luz sobre estos émulos de tercer mundo que imitan los valores y formas de vida de una sociedad occidental de primer mundo y que por ello son tan patéticos, contradictorios, extremistas y potencialmente violentos. Según el filósofo sudcoreano Byung-Chul Han:
"Concebir una imagen de las sociedades modernas occidentales es, casi de manera inevitable, acudir a aquella en la cual las fábricas, las máquinas, las ciudades y el trabajo sirven como signos que la definen o determinan. La modernidad, además de encarnar el discurso ilustrado de la ciencia, la democracia, la ciudadanía y la república, es un momento o "época" inentendible sin el capitalismo liberal que, económicamente, fraguó las relaciones sociales en el mundo del trabajo. En tal sentido, la idea moderna de la libertad y la propiedad es central para comprender los acontecimientos que se gestaron y se gestan en este contexto civilizatorio. Pero esta época ha sufrido mutaciones importantes desde sus orígenes en los siglos XVIII y XIX: del capitalismo fabril al de los servicios inmateriales; de la centralidad de la fuerza de trabajo corporal obrera a la fuerza de trabajo cognitiva o del conocimiento; del trabajo regulado a la flexibilización laboral; de las fábricas a las empresas o compañías; del trabajador al colaborador o empresario de sí mismo. Mutaciones que se describen y nombran según el  "punto de vista" o repertorio de intereses que los autores posean: sociedad posindustrial, posmoderna, líquida, etc.
Dentro de estos autores, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han ha sugerido una interpretación singular del presente de las sociedades occidentales en el capitalismo, la que nombra como la sociedad del rendimiento. Para este autor, el rendimiento, la autoexplotación o la sobreabundancia de positividad son rasgos centrales para comprender la actualidad del mundo; en siete apartados y setenta páginas, expone los argumentos justificatorios de su lectura y propuesta de comprensión, acudiendo a una interpretación crítica de los postulados de algunos autores representativos de las ciencias humanas y sociales, para luego exponer las tesis de lo que él llama la sociedad del cansancio, que le da el nombre a su libro, y, al tiempo, a su propuesta frente a las vicisitudes del capitalismo contemporáneo. La primera interpretación crítica, sobre la que insistirá en el trascurso del texto, la hace a la lógica de pensamiento que expone Roberto Esposito y que tiene que ver con el procedimiento inmunológico. Este procedimiento se caracteriza por las acciones de ataque y defensa que buscan repeler lo extraño, así lo extraño no pretenda ningún acto hostil, al punto de ser eliminado por "culpa" de su extraña otredad. La clasificación del adentro y el afuera será la topología en la cual se hace posible localizar lo idéntico y lo extraño, la identidad y la otredad, como parte de una dialéctica de la negatividad en la cual la otredad hace parte de la constitución de lo propio. Pero la denuncia de Byung-Chul es el ocaso de esa dialéctica y de la otredad; estamos asistiendo a la instauración de lo idéntico en todo(s), a la hibridización o promiscuidad general donde la negatividad de lo otroextraño es reemplazada por la "sobreabundancia de lo idéntico: el exceso de positividad". Es decir, habitamos un "espacio libre de negatividad de lo idéntico, ahí donde no existe ninguna polarización entre amigo y enemigo, entre el adentro y el afuera, o entre lo propio y lo extraño"; una homogeneización permisiva da lugar a la masificación de la positividad o al fin de la extrañeza negativa de lo otro. Esta tesis del ocaso del procedimiento inmunológico permite la crítica a la noción de la sociedad viral de Jean Baudrillard, en tanto el virus es un
agente inmunológico, ataca lo otro distinto a él, pero solo ese otro permite la existencia del virus, tal como Baudrillard asume al terrorismo como figura principal de la violencia viral. El otro inmunológico debe ser eliminado física o simbólicamente, las prácticas sexistas, racistas, xenófobas, excluyentes o depredatorias operan en esta lógica que quiere negar la negatividad, el aguijón de la otredad. Esa es la batalla constante del virus, y la cura del conflicto y la paz. Siempre habrá un otro, chivo expiatorio, al cual dirigir las fuerzas. Dentro de la misma lógica de interpretación critica, el filósofo coreano-alemán propone la mutación de la sociedad disciplinaria, descrita por Michel Foucault, a la sociedad del rendimiento. Ya no estamos del todo en la topología de la cárcel, el manicomio, el ejército o la Iglesia, ahora asistimos a los centros comerciales, los gimnasios, las oficinas, los laboratorios genéticos, y, al mismo tiempo, hemos pasado de los "sujetos de obediencia" a los "sujetos de rendimiento", los primeros caracterizados por el no-poder, en tanto disciplinados, docilizados y normalizados al orden social; los segundos signados por el poder-hacer sin límites, gestores de múltiples emprendimientos personales. Este cambio o mutación topológica y subjetiva es la tesis central y profunda de Byung-Chul: el paso de una sociedad donde los sujetos estaban inscritos en regímenes de obediencia disciplinar e instituciones y profesionales encargados de administrarla sobre el otro inmunológico u objeto de captura social, pero en la otra sociedad el poder tiene un "plural afirmativo 'Yes, we can' [que] expresa precisamente su carácter de positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía la rige el no", a diferencia de la sociedad del rendimiento, que tiene como rasgo esencial el éxito personal, el sí puedes. "El sujeto de rendimiento está libre de un domino externo que lo obligue a trabajar o incluso que lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo". Es decir, no está interpelado por un otro que lo coaccione, se ha separado del procedimiento inmunológico, es libre y puede-poder-hacer. En este punto, el autor se interroga acerca de las consecuencias de dicho ejercicio de la libertad y expone su tesis más radical:
 La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación […] Esta autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia."  (Julio Cesar Rubio Licenciado en Ciencias Sociales Master en Educación Popular y Desarrollo Comunitario)

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