martes, 25 de junio de 2019

Especial para Horizontes...
Camposantos  de Sayula
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

“La historiadora María de los Ángeles Rodríguez, dice que ´en el siglo XVIII la actitud mental de la sociedad novohispana" experimentó un cambio, y que, debido al movimiento de la Ilustración iniciado en Francia, la gente comenzó a pensar que, tocante a la muerte, "en lugar de aceptarla, el hombre ilustrado buscará evitarla haciendo hincapié en la salud, en la medicina preventiva y (bloqueando, o evitando) el contagio con todas sus consecuencias". Menciona asimismo que, "en España, a partir de una epidemia que hubo en 1787, se empezaron a expedir leyes que obligaban a construir cementerios fuera de los poblados", y que uno de los principales motivos por los que ello acontecía, era porque, muchas veces, cuando los entierros se practicaban en el interior de los templos, ocurría tener que soportar los hedores que salían de las tumbas, sobre todo cuando se hacía necesario sepultar allí mismo a otro difunto, en razón de que se tenía que desprender la lápida; máxime cuando "las iglesias estaban atestadas de cadáveres que infestaban la atmósfera y los fieles que asistían a las funciones divinas tenían que soportar ese terrible hedor. Se decía que, en las mañanas, cuando se abrían las puertas de las iglesias, se dejaba sentir una asquerosa putrefacción… Derivada de tan pestilentes y repugnantes situaciones, en esa misma época se comenzó a manejar la idea de que era necesario promover la construcción de los primeros cementerios fuera de los templos y de los mismos pueblos.
Sobre este tema en lo particular, dicha investigadora comenta que el primero de los que se construyeron extramuros de las iglesias en la ciudad de México fue ´el camposanto de El Caballete" durante la epidemia de 1778-1789, por un edicto del arzobispo Alonso Núñez de Haro, en el que ordenaba que como   ´ los cadáveres en las iglesias infectaban el aire´, se debería enterrar en los cementerios. El primer cementerio, a su vez, que se construyó fuera de la capital de la Nueva España ´se estableció (hacia el año de 1790) en la ciudad de Veracruz, por el conde de Revillagigedo, quien desde su llegada a esta población se percató de esa necesidad, al observar cómo el calor causaba muchos estragos en la salud, ya que las enfermedades epidémicas se transmitían con mayor facilidad, por lo que era indispensable crear un cementerio en las afueras; para ello dejó disposiciones al salir rumbo a la ciudad de México´.*
 En Sayula supongo por lo anteriormente expuesto y los que sigue, que el primer cementerio que se abrió en el municipio, el Panteón de La Soledad, debió hacerlo a principios del siglo XIX, luego de la construcción del Santuario, tal vez en el segundo decenio:
"…Puede decirse, por ejemplo, que las primeras notas de carácter legal que en ese sentido se conocen, datan del reinado de Carlos III, el cual emitió una Cédula Real en la que se promovía el ´restablecimiento de la disciplina de la Iglesia en el uso y construcción de cementerios según el ritual romano". Vale decir "que se entierre fuera de los poblados´.
El 11 de noviembre de 1811 (ya en pleno movimiento de Independencia en México), las cortes españolas decretaron la erección de los dichos cementerios y pusieron el plazo de un mes a partir de la promulgación de la ley ´para que se tomen las disposiciones necesarias para establecer los cementerios provinciales fuera de poblado y en parajes bien ventilados´. Una circular parecida se emitió el 13 de noviembre de 1813, pero se recibió en México hasta el 30 de julio de 1814, siendo el virrey entonces Félix María Calleja; quien de inmediato "ordenó que se mandara a todos los ayuntamientos". *   
 El decreto debió llegar a Sayula, que estaba colapsada por la reciente huida de los españoles y la lucha entre insurgentes y realistas, la toma del control de Sayula por parte de los realistas debió favorecer que el decreto se impusiera en Sayula en esos años. En la esquina de la hoy Calle Vallarta y avenida Ávila Camacho, según datos, se encontraron restos humanos en número importante que databan de la colonia, sin precisar año, Munguía Cárdenas reporta una capilla colonial en ese lugar, por lo que se cree que fueron entierros hechos en esa capilla y no un cementerio propiamente como se pudiera pensar. En el lugar que hoy ocupa el Centro Cultural el Páramo, se dijo falsamente que fue un cementerio, eso tampoco es verdad, el lugar era parte del atrio, primero de la Parroquia y luego en el siglo XVIII del viejo templo de San Roque hoy San José, por lo que allí se pudieron enterrar algunas personas luego que dentro del templo se saturó el espacio, allí y en todo el enorme atrio de parroquia y templo.
Se sabe que en Sayula se enterró personas en templos, capillas, hospitales y conventos, todo, propiedad de la iglesia. Por ejemplo, se sabe que, en el Hospital de Indios de Sayula existían un cementerio al que perteneció la cruz atrial (1578) de la Parroquia que fue rescatada de sus ruinas a mediados del siglo XIX. Aun hoy se sigue haciendo, como es el caso del subterráneo bajo la capilla que está en el ala derecha del templo parroquial. La costumbre de enterrar a las personas en terreno santo, consagrado, no terminó del todo en Sayula.
Sin embargo, los entierros y cementerios eran controlados por la iglesia y no fue sino hasta 1860 que los panteones civiles fueron administrados por el gobierno por decreto, como los registros de matrimonios, nacimientos y defunciones. Durante la guerra de Reforma, los curas de Sayula tenían el poder para dejar o no enterrar a alguien en el camposanto, y negaban este privilegio a los que apoyaban al gobierno o se les consideraba culpables de pecados tan graves como el suicidio; al punto que se le negara al moribundo por motivos políticos la bendición antes de la muerte. Munguía Cárdenas registra el pleito entre un juez y un cura en Sayula en el decenio de los cincuenta del 1800 por la negación del segundo de permitir enterrar en el camposanto a una persona que se suicidara. Pese a la orden del juez, el cura mandó cerrar las puertas del panteón y el juez ordenó tirarlas, con lo que nos damos cuenta que en plena época de la Reforma la situación no estaba definida y aun la iglesia tenía control sobre los peatones y entierros civiles. Los Camposantos, se les llamó así porque eran campos santificados para el entierro de los muertos, luego que en el campo sagrado de las iglesias, capillas, hospitales y conventos, ya no se permitió enterrar a los muertos, de ahí que se les enterraba en el campo, a las afueras de la ciudad, en el campo santificado para ello, el Camposanto. El gobierno por eso les llamó Panteones civiles, para diferenciarlos de los de la iglesia. La Soledad, al lado del Santuario de Sayula, no era aún un Panteón Civil, estaba al lado de la iglesia y su acceso era por el atrio de esta. De ahí que consideremos que data de los primeros años del siglo XIX, pudiendo ser ordenada su edificación por el decreto de Carlos III y no por la Reforma.
El primer Panteón Civil de Sayula debió ser el Panteón de Belén que se encontraba en los terrenos en el frente sur del hoy rastro municipal de Sayula, que luego de saturarse por las epidemias de la época, a principios del siglo XX y finales del XIX dio lugar al actual Panteón el Tepeyac que cumple ya 120 años. En Usmajac el Panteón se encontraba a finales del siglo XIX en los terrenos al poniente y norte de la escuela que se encuentra frente a la iglesia y el jardín principal de esa delegación.
      * Abelardo Ahumada Cronista Municipal de Colima.
Obra consultada:
 María de los Angeles Rodríguez, Usos y Costumbres Funerarias en la Nueva España,

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