domingo, 23 de agosto de 2020

Política, Comunismo y reconocimiento.

            Política, Comunismo y reconocimiento.

Por Rodrigo Sànchez Sosa

Ahora se habla sin entender una palabra, de comunismo, se dice que tal gobierno o tales prácticas nos llevan al comunismo. La verdad es que, en su mayoría, la gente no sabe que es el comunismo. Hay una base de donde parte esta teoría de la sociedad y la organización económica que Marx llamó, economía política. No sólo se trata de quitarle a los ricos y darle a los pobres o peor que todos seamos pobres trabajando para un gobierno. Se trata de una reflexión profunda de las relaciones humanas, como base de la sociedad.  Marx tomará de Hegel, filósofo alemán, la idea de la dialéctica del Amo  y el Esclavo, para comprender cómo el hombre se relaciona y crea a su vez las reglas de la sociedad. Esclavo y Amo son palabras perfectamente comprensible, pero ¿Qué es dialéctica? Para sintetizarlo diremos, sin meternos en honduras de la filología o la etimología, que la dialéctica es la oposición entre dos

contrarios, el Amo y el Esclavo, que se resuelve de acuerdo a Hegel, con un acuerdo o síntesis entre ambos. Contrario a lo que se piensa del comunismo o mejor dicho del marxismo o de Carlos Marx, este no propone la desaparición de los ricos de una sociedad, sino la resolución del antagonismo entre pobres y ricos mediante un acuerdo, de allí que sea político el asunto. Quizás usted, amigo lector, piense "¡Qué fácil! y ¿Luego qué? ¿Ya no habrá pobres ni ricos? ¿Qué habrá entonces?..." Marx propone una forma nueva de relacionarnos sin esas etiquetas antagónicas, una nueva sociedad, un nuevo hombre  que pueda producir bienes y servicios de forma eficiente y justa, al mismo tiempo que repartir la producción y la ganancia comunitarias  equitativamente. Dirá usted que esto es un sueño, una locura, que el hombre es competitivo por naturaleza, que el que se esfuerza merece lo que tiene y el que no, merece una vida de miseria; que siempre habrá alguien dispuesto a despojar a otro de sus bienes y que eso no va a cambiar nunca ¿Seguro? ¿Es así o nos lo han hecho creer?... No es el fin resolver esto en este espacio, sólo mostrarle a usted de donde vine esta reflexión sobre el hombre que da origen a la dialéctica marxista de la historia y a la utopía llamada Comunismo a la que tato le tememos o nos han hecho temerle aquellos a los que les beneficia la competencia y el despojo de los más débiles y excluidos. Mire usted, esto dice Hegel

El hombre se "reconoce" humano al arriesgar su vida para satisfacer su Deseo humano, es decir, su Deseo que se dirige sobre otro Deseo. Pero desear un Deseo es querer superponerse a sí mismo al valor deseado en ese Deseo. Porque sin esta sustitución se desearía el valor, el objeto deseado y no el Deseo mismo. Desear el Deseo de otro es pues en última instancia desear que el valor que yo soy o que "represento" sea el valor deseado por ese otro: quiero que él "reconozca" mi valor como su valor; quiero que él me "reconozca" como un valor autónomo. Dicho de otro modo, todo Deseo humano, antropógeno, generador de la Autoconciencia, de la realidad humana, se ejerce en función del deseo de "reconocimiento". Y el riesgo de la vida por el cual se "reconoce" la realidad humana es un riesgo en función de tal Deseo. Hablar del "origen" de la Autoconciencia implica por necesidad hablar de una lucha a muerte por el "reconocimiento". Sin esa lucha a muerte hecha por puro prestigio, no habrían existido Jamás seres humanos sobre la tierra. En efecto, el ser humano no se constituye sino en función de un Deseo dirigido sobre otro Deseo, es decir, en conclusión de un deseo de reconocimiento. El ser humano no puede por tanto constituirse si por lo menos dos de esos Deseos no se enfrentan. Y puesto que cada uno de los dos seres dotados del mismo Deseo está dispuesto a llegar hasta el fin en la búsqueda de su satisfacción, esto es, está presto a arriesgar su vida y por consiguiente a poner en peligro la del otro, con el objeto de hacerse "reconocer" por él, de imponerse al otro en tanto que valor supremo, su enfrentamiento no puede ser más que una lucha a muerte. Y es sólo en y por tal lucha que se engendra la realidad humana, se constituye, se realiza y se revela a sí misma en los otros. No se realiza pues y no se revela sino en tanto que realidad "reconocida". No obstante, si todos los hombres o, más exactamente todos los seres en trance de devenir seres humanos se comportaran de la misma manera, la lucha debería culminar necesariamente con la muerte de uno de los adversarios, o de ambos a la vez. No sería posible que uno cediera ante el otro, que abandonara la lucha antes de la muerte del otro, que "reconociera" al otro en lugar de hacerse "reconocer" por él. Porque si así fuera, la, realización y la revelación del ser humano sería imposible. Esto es evidente para el caso de la muerte de ambos adversarios, puesto que la realidad humana -siendo esencialmente Deseo y acción en función de Deseo- no puede nacer y mantenerse sino en el interior de una vida animal. Pero la imposibilidad se presenta sólo en el caso de la muerte de uno de los adversarios. Pues con él desaparece ese otro Deseo hacia el cual se dirige el Deseo para convertirse en Deseo humano. El sobreviviente, al no poder ser "reconocido" por el muerto, no puede realizarse y revelarse en su humanidad. Para que el ser humano pueda realizarse y revelarse  en tanto que Autoconciencia no basta entonces que la realidad humana naciente sea múltiple. Es necesario aún que esa multiplicidad, esa "sociedad", aplique dos comportamientos humanos o antropógenos esencialmente diferentes. Para que la realidad humana pueda constituirse en tanto que realidad "reconocida" hace falta que ambos adversarios queden con vida después de la lucha. Más eso sólo es posible a condición de que ellos adopten comportamientos opuestos en esa lucha. Por actos de libertad irreductibles, es decir, imprevisibles o "fortuitos", deben constituirse en tanto que desiguales en y por esa misma lucha. Uno de ellos, sin estar de ningún modo "predestinado", debe tener miedo del otro, debe ceder al otro, debe negar el riesgo de su vida con miras a la satisfacción de su Deseo de "reconocimiento". Debe abandonar su deseo y satisfacer el deseo del otro: debe "reconocerlo" sin ser "reconocido" por él. Pero, "reconocer" así implica "reconocerlo" como Amo y reconocerse y hacerse reconocer como Esclavo del Amo. Dicho de otro modo, era un estado naciente, el hombre no es jamás hombre simplemente. Es siempre, necesaria y esencialmente, Amo o Esclavo. Si la realidad humana, no puede engendrarse sino en tanto que socialmente, la sociedad, por lo menos en su origen, no es humana sino a condición de implicar un elemento de Dominio y un elemento de Esclavitud, existencias "autónomas" y existencias "dependientes". Y por eso hablar del origen de la Autoconciencia es necesariamente hablar de "la autonomía de la dependencia de la Autoconciencia, de la Tiranía y la Esclavitud". Si el ser humano sólo se engendra en y por la lucha que culmina en la relación entre Amo y Esclavo, la realización y la revelación progresivas de ese ser no pueden tampoco ellas efectuarse sino en función de esa relación social fundamental. Si el hombre sólo es su devenir, si su ser humano en el espacio es su ser en el tiempo o en tanto que tiempo, si la realidad humana revelada no es otra cosa que la historia universal, esa historia debe ser la historia de la interacción entre Tiranía y Esclavitud: la "dialéctica" histórica es la "dialéctica" del Amo y del Esclavo. Pero si la oposición de la "tesis" y de la "antítesis" no tiene sentido sino en el interior de la conciliación por la "síntesis", si la historia en el sentido estricto de la palabra tiene necesariamente un punto final, si el hombre que deviene debe culminar en el hombre devenido, si el Deseo debe culminar en la satisfacción sí la ciencia del hombre debe tener el valor de una verdad definida y universalmente válida, la interacción del Amo y del Estado debe por fin culminar en su "supresión dialéctica". Sea como fuere, la realidad humana no puede engendrarse y mantenerse en la existencia sino en tanto que realidad "reconocida" Sólo siendo "reconocido" por otro, por los otros, y, en su límite, por todos los otros, un ser humano es realmente humano: tanto para él mismo como para los otros. Y no es sino hablando de una realidad humana ""reconocida" que se puede, al llamarla humana, enunciar una verdad en el sentido propio y exacto del término. Porque es sólo eficaz en ese caso que se puede revelar por su discurso una realidad. Por , eso, al hablar de la Autoconciencia del hombre consciente de sí mismo, es necesario decir.:

La Autoconciencia existe en y para sí en la medida y por el hecho de que existe (en y para sí) para otra Autoconciencia; es decir, que ella sólo existe en tanto que entidad-reconocida. 

  


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