martes, 30 de enero de 2018

Especial para Horizontes...
El montículo del Cerrito de Santa Inés y la
identidad local
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula

Luego de la nota de nuestro director Hugo Rodríguez Vázquez, acerca de una construcción sobre el primer montículo ceremonial indígena del parque Cerrito de Santa Inés, de una capilla con balcón y cruz que datan de principios de los años noventa, por parte de los vecinos del barrio de Santa Inés, a las que luego se le añadió una escalera en su costado oriente y previamente, a finales de los ochentas, se había destruido su lado poniente para abrir una calle; damos seguimiento a dicha nota: Antes en 1940 comenzó la invasión del centro ceremonial cuando se convirtió en el lugar favorito para paseos y días de campo de algunas familias del municipio (curiosamente el mismo año que comenzó la investigación arqueológica de esa zona por Isabel Kelly). Más tarde, en los mismos años cuarenta, se construyeron bancas y mesas de cemento para servir a los paseantes. A principios de los ochenta se instalaron juegos infantiles, en 1985 canchas de básquet bol y en los años que siguieron casa de vigilante, asadores, palapas, baños, comedor comunitario, aljibe, lo señalado anteriormente y finalmente una pista para patinetas.
Este montículo podría haber sido un adoratorio orientado con la salida del sol en  el horizonte, como antes hemos señalado, y que a su vez podría ser en conjunto con las demás construcciones de ese lugar, un cronometro religioso y de medición de tiempos de siembra y cosecha, que su vez fue el corazón cívico y religioso para todo el territorio de vaso lacustre de la laguna de Sayula antes de la llegada de los españoles. Es decir, Santa Inés fue para nuestros ancestros indígenas lo que para nosotros los sayulenses hoy es el Santuario y la presidencia municipal. Para que lo podamos entender. Esa importancia religiosa y política tenia, con sus ceremonias, ritos y administración del señorío tzayulteco e iconografía de identidad que mantenían la unidad de este cuerpo social. 
¿Qué hay dentro de la "pirámide" o montículo? ¿De qué está hecho? Bueno primero aclararemos que no es el único montículo aún en pie, existen otros dos, como lo hemos dicho antes, en el terreno frente al CBTA existen aun otros dos. Y de acuerdo al señor Federico Munguía existieron otros dos que fueron destruidos y los restos de una plaza amplia en el terreno citado. Bien, dentro o al interior del montículo donde hoy se encuentra una cruz símbolo del triunfo del cristianismo sobre los antiguos dioses y cultura indígena, posiblemente no haya nada. A diferencia de las pirámides egipcias, las pirámides mesoamericanas, salvo muy raras excepciones, se usaron como cámaras mortuorias. Por lo que sería muy extraordinario que fuera el caso de Santa Inés, su finalidad era la ya señalada, cronometrar el tiempo y ser iconografía de la cosmovisión indígena.
Se construyó el montículo del centro ceremonial, a diferencia de otros en ciudades cedes de imperios en Mesoamérica, de acumulación de tierra y piedras de rio sin labrar pues, el señorío tzayulteco no era un imperio como el teotihuacano, mexica o purépecha y estaba lejos del poder que tuvo el pueblo maya. Esto limitaba su capacidad de construcción por falta de recursos que, en el caso de los imperios citados, los llevó a labrar piedras enormes y trasportarlas desde considerables distancias en proyectos arquitectónicos e ingenieriles gigantescos. Aun así, los principios de construcción y la ciencia mesoamericana fue aplicada aquí. Los tres montículos parecen representar las deidades solares teotihuacanas: el sol, la luna y venus o Quetzalcóatl. Esto no quiere decir que Santa Inés no encierre misterios, lo hace, solo que no está suficientemente investigado el lugar.
"El centro ceremonial "Cerrito de Santa Inés" al sudoeste de la moderna Sayula, evidencia el lugar donde pudo estar la sede del señorío de  Tzaulan a la llegada de los españoles, y desde  500 o 600 años antes, durante toda la fase Amacueca y los últimos siglos de la fase Sayula. Éste lugar, hoy un parque con canchas deportivas, que posee tres montículos de origen prehispánico, datados para el año 900 de nuestra era, fue el centro político y religioso de todo el señorío en los años previos a la conquista española. Los señores y sacerdotes principales de los pueblos indígenas, acostumbraban vivir cerca de estos centros ceremoniales, por ello, las crónicas de los conquistadores, hablan de que en ese lugar, al que llamaron Lomas de Santa Inés, se fundó el primer asentamiento español durante la conquista, pues ahí se concentraba el poder político y religioso del cuenca prehispánica a su llegada.
Santa Inés es un sitio importante por su complejidad arquitectónica. Según el arqueólogo Otto Schöndube, en una extensión original de 12,500 metros cuadrados, pensándolo conservadoramente, se levantó Santa Inés como centro cívico prehispánico, sin que se haya precisado exactamente aún la fecha exacta de su construcción; pero infiriendo, por la cerámica ceremonial, que fue en un tiempo a finales del clásico tardío entre 900 y 1100 d. C, cuando se convirtió en un importante centro de reunión regional. El sitio presenta cinco montículos: dos elevaciones  y tres plataformas con una plaza ceremonial central. Entorno a este complejo arquitectónico prehispánico, por lo menos se han detectado una decena de sitios habitados de aquel tiempo, sin contar con los que quedaron bajo la construcción de la actual Sayula , los cuales nunca  formaron en sí un bloque urbano como en las ciudades mesoamericanas del Valle Central, sino una ciudad en red o reticulada. En uno de estos sitios cercanos a Santa Inés, habitaba él o los gobernantes del señorío de Tzaulán, que se extendía hasta Cocula al norte de la cuenca, y de la sierra de Tapalpa en el oeste a la del Tigre en el este, desde donde pudieron venir atraídos por el centro ceremonial y  en cumplimiento de su fidelidad cívica al Tzaulán, como muchos otros, los súbditos del señorío tzayulteca.
Una vez Tomada pacíficamente la sede del poder tzayulteco, si se levantó una guarnición en algún poblado o villa indígena, como estancia desde donde se predicó la fe cristiana y se administró el territorio, no hay duda que fue en  Lomas de Santa Inés, porque así lo señalan algunas crónicas y documentos de la época, como el acta fundacional del pueblo de San Francisco de Sayula,  que Munguía Cárdenas cita, fechada en 1531 ; y porque allí se encontraba el asiento del poder cívico y religioso indígena a la llegada de los españoles, el centro ceremonial indígena conocido también como Santa Inés (el hoy parque). El lugar de la fundación del primer Sayula español (1522) no es necesario buscarlo en otra parte. Si existieron otros asentamientos indígenas cerca de las Lomas de Santa Inés, que merecieren ser considerados como candidatos sólo por su importancia o número de habitantes, quedan descartados." (Tomado del Libro "Sayula: del antiguo Tzaulan al Sayula de los Pérez Rulfo", con permiso del autor)
¿Son un atentado a nuestra identidad las construcciones recientes sobre el montículo de mil años? Más que atentado diríamos que es producto de la ignorancia, no se sabía, aunque se conocía de investigaciones arqueológicas de la zona, que el montículo no era de origen natural, se seguía creyendo que era un "cerrito". Las mismas autoridades municipales estuvieron a punto de echarlo a bajo por completo en nombre de la supuesta urbanización moderna de Sayula, lo cual hubiera sido muy lamentable para todos nosotros pues, pese a que no le damos la importancia hoy, estas construcciones, cuando los españoles llegaron a estas tierras allá por 1522, ya tenían más de 600 años. Es decir, más del tiempo que nos separa a nosotros de los primeros españoles que arribaron al antiguo Tzaulán apenas tres años después del descubrimiento de México. Claro que estas construcciones tienen que ver con nuestra identidad como pueblo milenario, y esto es un atentado, no sólo la construcción citada sino el abandono actual en que se tienen, en función de lo que significan. Afortunadamente, el azar las conservó, y hoy tenemos la oportunidad de arrancarles no un pedazo sino el secreto que guardan, no el oro que pueda existir en su interior, que no hay, por cierto; sino, un tesoro más valioso, nuestra raíz de identidad, una historia de mil años y otra que se extiende a 2300 años y más allá 3 mil años en el tiempo. Ninguna construcción en Estados Unidos y muy pocas en Europa, por ejemplo, pueden competir con esta antigüedad, no del montículo de Santa Inés sino de lo que representa y es continuidad: la historia de lo que somos, los descendientes del pueblo que habitó el Gran Tzaulan que a su vez fue la continuidad de una unidad cultural diferenciada, cuyos primeros asentamientos podrían datarse hasta más de mil años antes de cristo, según trabajos de arqueología recientes
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