martes, 18 de septiembre de 2018

Especial para Horizontes...
Juan Rulfo y el
Ánima de Sayula
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

“¿Quién escribió ese desaforado poema que puso picardía y risa en nuestra adolescencia? No lo sé. He preguntado en Sayula, y nadie me ha dado razón (…) hasta hoy del autor de esta ingeniosa badomía, una de las mejores joyas de la musa popular en México.
El ánima de Sayula es un relato escrito en verso, seguramente en las primeras décadas del pasado siglo (se escribió en los años ochenta del siglo ante pasado). Se compone de 59 cuartetas octosilábicas. Narra la historia de un individuo, pobre de solemnidad, llamado Apolonio Aguilar. Trapero de oficio, compra y vende trapos, papel, botellas y otros objetos de desecho (oficio no documentado en Sayula para ese entonces, 1880). Su mísero comercio no le da ni para comer: pasa hambre con su esposa y con sus hijos.
Este hombre ha oído muchas veces la conseja del ánima de Sayula, según la cual todas las noches se aparece en el panteón del pueblo un alma en pena que trata de comunicarse con algún humano. Su empeño es vano, pues todos huyen espantados cuando la ven. Seguramente, piensa Apolonio, el fantasma quiere revelar el sitio donde enterró un tesoro, para así liberarse del castigo que lo hace vagar en muerte por la vida.
Está convencido el trapero de que quien oiga el mensaje del fantasma se hará rico. Así, comunica a su esposa su decisión de hacer frente al espectro para oír de sus labios el secreto del tesoro. Ella trata de disuadirlo del intento, pero el tal Apolonio está desesperado; nada lo apartará de cumplir su determinación.
Una noche, pues, va al cementerio. El autor del poema debe haber sido un hombre de cultura: posee un acabado oficio de versificador. Hay en su estilo ecos de Zorrilla o Espronceda.
Negro toldo cubre el cielo,
y en su fondo pavoroso
brota a veces, luminoso,
un relámpago fugaz.
Lóbrega la noche está...
Al soplo del viento frío
gimen los sauces del río
con quejumbroso rumor...
Se le aparece el espectro, efectivamente, al desdichado Apolonio. Pero no le revela el secreto de un rico tesoro, no. Le pide algo que el trapero no estuvo dispuesto a entregar. ¡El ánima de Sayula era el fantasma de un gay que había pasado a mejor vida, y que buscaba en la otra lo que en ésta no pudo nunca conseguir! (en realidad según el poema era una broma de un compadre, nunca hubo una ánima gay…) Huye presuroso Apolonio para escapar del delicado trance. Y termina el poema con una moraleja:

Lector: por si alguna vez,
y por artes del demonio,
te vieras como Apolonio
en crítica situación;
si tropezares acaso
con alguna ánima en pena,
aunque te diga que es buena
actúa con discreción.
Y por vía de precaución
llévate, cual buen cristiano,
la cruz bendita en la mano,
y en el fundillo un tapón.
Juan Rulfo, el genial inventor de Pedro Páramo, dijo siempre que había nacido en Apulco, cerca de Tuscacuexco, Jalisco. La verdad es que nació en Sayula. Ahí está su acta de bautismo, que no deja ningún lugar a dudas. Tampoco nació en 1918, como afirmaba, sino en 1917. Se quitaba un año de edad, y cambiaba el sitio de su nacimiento, pues lo molestaba mucho que cuando alguien mencionaba a Sayula siempre salía a colación la famosa historia del fantasma puttanesco. Lo pongo en italiano para que no se oiga tan mal." - Armando Fuentes Aguirre "Catón".
"Catón" un importante editorialista mexicano, en 2014 escribió lo anterior, que se suma a la hipótesis de que Juan Rulfo, negó a Sayula por motivo del "ánima de Sayula", este poema del siglo XIX escrito por Teófilo Pedroza, Michoacano avecindado en Zamora. Rulfo jamás mencionó al ánima, suponemos por ser un autor mucho más serio y siendo este poema, un poema satírico, no venía al caso. Aunque bien logrado el poema, yo creo que no merecía un comentario de un escritor de la talla de Rulfo. Ciertamente no sólo a Rulfo sino a todos los sayulenses de su tiempo, no les hacia ninguna gracia el poema; pero, existen mejores y más creíbles versiones del por qué, Rulfo, decía haber nacido a veces en Apulco y otras en San Gabriel. Ciertamente si confundía a sus biógrafos con su lugar de origen y año de nacimiento, es que efectivamente, se reservaba para si el lugar y año exactos de este acontecimiento; no por pena o desprecio creo yo, según he investigado, sino por oficio y costumbre. Mire usted, Rulfo aunque conocía y visitó Sayula, creció en Apulco y San Gabriel, Sayula era la tierra de sus abuelos, de su padre de sus tíos, David y Luís, de sus tías, de su padrino de bautismo Jesús; aquí vivieron su hermano Francisco y su hermana Eva; Sayula era el origen de su apellido, ese que usó como seudónimo para escribir, Rulfo, pero que no aparecía en su nombre de pila. Pero los recuerdos vívidos de su infancia estaban en el Llano Grande: la muerte de su padre, de su madre, que lo marcaron para toda la vida. Era lógico que una persona reservada como Rulfo fuera recelosa con esto, algo intimo para él. Por oficio, Rulfo, como todo buen artista se convirtió él mismo en obra de arte, no a la manera de Arreola o Dalí, sus contemporáneos, derrochando extroversión y protagonismo, sino convirtiéndose en un misterioso personaje de su propia obra; y el que su lugar de nacimiento fuera un secreto, un misterio, abonando a este efecto estético del autor.
Pero hoy a raíz de la polémica del homenaje que se le hace en el marco de la Ruta Cultural a él dedicada, en el sur de Jalisco, resurge esta vieja controversia y gente de Sayula en una actitud poco digna y menos informada, insulta a Rulfo en redes sociales acusándolo de ingrato. Por su puesto que no lo fue. Bueno, llegan hasta el ridículo algunos de decir que Rulfo, a la gente del Sur de Jalisco, nos pinta como bárbaros, poco dignos y vulgares en su obra. Una percepción analfabeta por decir lo menos. Rulfo, como diría Nietzsche, en este arrebato estético dionisiaco de altura, esboza el espíritu mexicano, el ser profundo de la mexicanidad, sin adornos ni ensueños, pero sin juicios tampoco, aceptando la realidad tal cual: cruda y bella a la vez. La violencia y lo monstruoso que pueden aparecer en su obra, como diría Nietzsche, son un juego estético del todo; cuando al mundo sólo lo justifica la belleza. Pero claro, esta gente no ha leído a Nietzsche, ni siquiera a Rulfo.
Rulfo universalizó la tragedia del pueblo rural mexicano, huyendo de los relatos épicos que tanto gustan a la plebe iletrada de nuestro pueblo y tocó no sólo el corazón de una identidad sino la esencia de lo humano. Para entenderlo al nivel "intelectual" de esta pretensión de  la opinión vulgar, habría que leer a Martín Heidegger, a Schopenhauer y por su puesto a Nietzsche, para empezar. Pero es más fácil cometer la vulgaridad de mentar madres e insultar sin razón.
Teófilo Pedroza, aprendiz avanzado de poeta, como menciona Catón apenas nos puede ofrecer unos versos influenciados por el estilo de Zorrilla, pero no yendo más allá de un versificador bueno, a secas. No es el monstruo diniosico que es Rulfo, no crea paisajes de misterio y magia, no ahonda en el ser, en lo humano por medio del juego estético de la palabra y el silencio, como el maestro Rulfo; no es su contra parte apolínea como Arreola en la literatura; su obra es una sátira, no la arrolladora tragedia que impacto al mundo como "Pedro Páramo". Otros poemas que escribió en Michoacán, de donde era originario Pedroza (nunca se ha demostrado fehacientemente que este  hubiese visitado Sayula), fueron:  "Mierdópolis" y "El pleito que, ante el Güero, siguió Pancho Mascacuero contra una vieja panzona, sobre el uso del agujero, pero no de su persona"; y obviamente, "El Ánima de Sayula".
El maestro Rulfo estaba muy lejos de Pedroza en tiempo, espacio y espíritu y sería injusto compararlos; pero tampoco podríamos decir que la obra  de Pedroza, en esta caso "El ánima de Sayula", incomodara a tal punto, a tal grado, a Rulfo, como para negar mezquinamente a Sayula, lo cual lo pondría como un ser muy simple, prejuicioso y egoísta. Que no lo era para nada el autor de "El Llano en Llamas". Más bien diremos que no hay nivel, en las criticas de sus detractores locales, más que para eso, la mezquindad.
La historia de nuestra ciudad, de Sayula, nos enseña algo que pasan por alto quienes pretenden hacer este tipo de críticas:  Sayula no es grande porque nos gusta, porque "es nuestra" o porque aquí nacimos, sino al revés: Nos gusta porque es grande, en el sentido de grandeza sublime; no es "nuestra" somos de ella, su producto, nos dio identidad y la poca cultura que tenemos (y hasta de lo que presumimos); nacer en esta ciudad fue un don in merecido, nada nos debe Sayula, nosotros somos sus deudores, no es sólo el lugar donde nacimos, es el lugar que nos hizo lo que somos, para bien o para mal que ya para este enorme patrimonio de ciudad, le es ajeno cómo terminamos siendo.
Ni sobre Rulfo, ni sobre Sayula se ha dicho la ultima palabra y las hipótesis de gente que apenas conoce Sayula se seguirán quedando cortas para explicar nuestra identidad, paradójicamente habrá que ir a la obra de Rulfo para encontrarnos en toda nuestra crudeza como sayulenses; nos sorprendería saber en cuántas cabezas de este municipio aún cabalga Miguel Páramo en toda su actitud silvestre y cínica o cuántos Abundios ebrios empuñan su daga sin atreverse completamente a manifestar su impulsos parricidas o cuantos Pedros Páramos cruzaron o están a punto de cruzar sus brazos para vernos morir de hambre a los ingratos o cuántos Fulgores Sedanos le hacen el trabajo sucio al nuevo patrón ¿Cuántas Cuarracas habrá que conocer, cuantos curas Rentería, cuántas Eduviges Diadas?… ¿Cuántos hijos de Pedro Páramo aun quedamos en Sayula?…


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