viernes, 3 de mayo de 2019

Especial para Horizontes...
La esclavitud en el Sayula del Siglo XVI y XVII y su legado
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 



 Durante los siglos XVI y XVII, la gran mayoría de indios, negros y mulatos que trabajaban para los colonizadores lo hacían bajo un régimen de compulsión no económica, es decir su trabajo era no remunerado y obligatorio, bajo el sistema legal de esclavitud, encomienda, repartimiento o peonaje. Entre los indios y negros el trabajo remunerado existió (a los indígenas asalariados se les llamó "Indios naborios o laborios"), pero como manifestación secundaria y subordinada, es decir no eran libres de ofrecerse como trabajadores al mejor postor. Sólo los mestizos y españoles pobres, podían hacerlo; sin embargo, las funciones de estos eran administrativas y de vigilancia y no como mano de obra, nos cuenta Enrique Semo historiador. La necesidad de mano de obra a la que se enfrentó la conquista se resolvió con estos regímenes a los que eran sometidos los indígenas, y al comercio de esclavos tanto traídos de África, como los comprados a los indígenas. La esclavitud era cosa corriente tanto en Mesoamérica prehispánica como en Europa, si bien las reformas humanistas de la corona española en manos de los Habsburgo, luchaba contra tal tradición, se topaba con la importancia en la economía y el sistema colonial europeo que requería esta forma de sometimiento. En la Nueva España el Virrey de Mendoza, opinaba que era imposible que los indios trabajaran voluntariamente para los españoles, inclusive si se les pagaba, por lo tanto una ley que aboliera los sistemas que obligaban a los indios a trabajar en condiciones de semiesclavitud, causaría inevitablemente la ruina de las minas en la Nueva España. Y tenía razón, como súbditos de la corona y propietarios de sus tierras, los indígenas podían rehuir tal sistema de explotación, además las tierras vírgenes eran abundantes, y los instrumentos para labrar la tierra, tan rudimentarios, que el mantenerse al margen del sistema español de explotación económica del nuevo mundo, no ponía en peligro su existencia.
En la construcción del Sayula colonial se echo mano de estas formas de compulsión extra económica. Las señoriales casonas, calles, templos, conventos y plazas públicas del Sayula español, fueron construidos en base a mano de obra forzada no remunerada de los indígenas locales, desde el simple trabajo de peón, hasta trabajo especializado de labradores de cantera indígenas, como se puede apreciar aún hoy en las pilas bautismales labradas en la parroquia de Sayula, así como en la recientemente (2015) destruida "Casa Antigua" en la esquina de las calles Independencia y Porfirio Díaz, cuyos portales labrados en cantera, que no sabemos si aún existan, dan cuenta del estilo indígena en su ornamentaciones. En la región, como en todo México, el trabajo forzado al que eran sometidos los indígenas, terminó por diezmarlos demográficamente, pues en su trabajo en las minas, el campo y las construcciones coloniales se les sometía a jornadas extenuantes, castigos físicos severos y mala alimentación, que mató a muchos; otro tanto hacia el que fueran separados de sus familias y su vida cotidiana por largos periodos de tiempo, lo que repercutía en su ánimo y deterioraba su salud. A pesar de esto, lo anterior no era considerado como esclavitud, ni estaba fuera de la ley, los indios estaban obligados en su condición de sujetos de encomienda y repartimiento a tales cosas por la ley. Los indios podían ser reducidos a la esclavitud, según la ley, sólo en caso de que se revelarán contra el dominio español o se echaran sobre si deudas que terminaran por no poder pagar, y por su puesto si su condición original fuese la de esclavos de caciques indígenas vendidos por sus amos a españoles. Por lo demás, los indígenas eran protegidos por la ley y se observaba que no fueran ilegalmente esclavizados, ya que, con la prosperidad de la minería, algunos españoles organizaban agresiones contra poblaciones indígenas y al defenderse estos los esclavizaban acusándoles de rebelión.
No era necesario ser esclavo para experimentar en ese tiempo la condición de esclavitud, bastaba con ser indio, como tal se estaba obligado a trabajar gratis para el encomendero local, y someterse a él sin condiciones. Si bien es verdad que la ley obligaba al encomendero a no abusar de los indígenas, legalmente el indígena podía hacer poco aunque estuviera en su derecho el demandar a su encomendero ante la ley, ya que el poder fáctico estaba en manos de su encomendero. El repartimiento que era el otro sistema de explotación que rosaba la esclavitud, tenía sus antecedentes en el coatequil indígena, un sistema de trabajo público a que estaba obligada toda comunidad náhuatl, y en los sistemas de trabajos públicos forzados de la España medieval.
Todo lo anterior hace del trabajo esclavo manifiesto y latente en la Nueva España y por lo tanto en la Nueva Galicia y Provincia de Ávalos, la energía que forjó todo lo que hoy nos maravilla del mundo colonial en México, desde los edificios de esa época, hasta las técnicas artesanales de producción que han llegado hasta nuestros días y nos enorgullecen en todo el mundo. El autor no ha podido confirmar en documentos históricos a su alcance, si la producción de cuchillos o metalistería en Sayula date de la colonia, al menos en los 200 primeros años investigados. Pero, los obrajes, como se les llamaba a los talleres de producción de este tipo de insumos, tenían sus propios jueces, como los repartimientos, que asignaban cierta cantidad de indios para laborar en el campo, la mina o la construcción de edificios y fortalezas, y para el caso en los talleres o obrajes; los cuales recibían por cada asignación desde un cuarto de real hasta medio real por indio asignado, además de su salario oficial, 250 pesos anuales. Por lo que próximamente podríamos desentrañar esta incógnita consultado los documentos del sistema de repartimiento de la real audiencia en la Nueva Galicia.
Volviendo a la esclavitud, P. de Boumont en su volumen 3 de "Crónicas de Michoacán", da cuenta de dos mil indígenas de la Nueva Galicia que en 1541 fueron tomados prisioneros luego de sublevarse, y reducidos por ley a esclavitud. En 1570 en las minas de Guerrero, México y Michoacán, trabajaban 1 100 esclavos indios, 800 indios de encomienda y 2 600 indios naboríos. Crónicas de la época dan cuenta de 3 millones de esclavos indios en la Nueva España, América central y Venezuela en 1550. Por ese tiempo, la sociedad colonial, con excepción de los religiosos y algunos oficiales reales, se inclinaba abiertamente por la esclavitud indígena, según el investigador Jean Pierre Berthe. Esto pese a que en 1530 se prohibió la esclavización de nuevos indios. Debido a rebeliones indígenas, se volvió a legalizar parcialmente la esclavitud en la Nueva España en 1558 y 1569. La prueba de que esta practica no mermó en la colonia, son los decretos reales tendientes a frenarla en los años 1578, 1609, 1618,1631, 1662, 1663, 1679 y el decreto de abolición de la esclavitud de Miguel Hidalgo en Guadalajara en 1810.
La exportación a la Nueva España de esclavos negros del África, la exigían los colonizadores y la recomendaban las autoridades. Negocio lucrativo ya que un esclavo negro menor de 12 años tenía un precio de 300 pesos, mientras que un adulto, dependiendo de su estado físico y hasta los 50 años, valía más de 400 pesos. Más, debido a la abundancia de mano de obra local, no alcanzó las dimensiones del tráfico de esclavos que en el Caribe, Centro América, Estados Unidos o Brasil. En 1560, nos cuenta Enrique Semo, el número de españoles y negros en la Nueva España era similar (20, 211). El  número de españoles, según éste historiador, creció hasta 32 000 a mitad del siglo XVII y unos 100 000 mulatos en el mismo periodo. Sin embargo, la población afro se estancó debido a su condición de esclavos y las epidemias, aunque eran más resistentes en ambos casos que los indígenas. Al disminuir la importación de esclavos y aumentar el mestizaje, su número se redujo a un tercio del total. En Sayula a finales del siglo XVII se importaron esclavos negros para trabajar en la hacienda de Amatitlán, aunque algunos ricos españoles en la Provincia de Ávalos, poseían esclavos domésticos de origen africano desde antes por motivo de estatus social. Pero, "…luego de la abolición de la esclavitud a principios de 1800, se dejaron en libertad, quedándose algunos en los alrededores de la hacienda de Amatitlán, fundando con los indígenas el actual Usmajac, y otros se establecieron mayoritariamente en san Andrés Ixtlán, que llegó a ser conocido como san Andrés de los Negros en ese siglo". (Federico Munguía C.)
"…la esclavitud se mantuvo a lo largo de toda la colonia en la Nueva España, sino como forma única de explotación, si como la principal: en ingenios azucareros, minas y obrajes. En ellos fracasaron todos los esfuerzos de la corona española para abolir la esclavitud o limitarla. Al final de la colonia, como al principio, la mano de obra esclava constituía el núcleo principal de la fuerza de trabajo. Los obrajes pueden en realidad servir de catálogo para todas las formas de esclavitud que existían en la Nueva España: en ellos trabajaban esclavizados indios reducidos a ello por deudas o por crímenes cometidos contra el gobierno colonial; negros traídos de África; chinos, mestizos o mulatos con antecedentes penales; indios que habiendo comenzado a trabajar en funciones de encomienda o repartimiento eran secuestrados por el obraje; piratas y otros extranjeros apresados en las costas…" (Enrique Samos.)
El trabajador del obraje era considerado como el escalón más bajo de la sociedad. Las descripciones de las condiciones en el obraje, se asemejan a las de Zucht und Spinnhaus (prisión y manufactura textil) de la Alemania del silgo XVII y del nazismo en el siglo XX (donde trabajaban judíos y otras minorías étnicas en condiciones inhumanas de esclavitud en 1940). Fray Antonio de Vázquez, describe un obraje de la época colonial en Puebla, donde bien se pudieron producir rebosos u otras prendas textiles, pero igual podría haber existido un obraje parecido en el Sayula del siglo XVII: "Hay en esta ciudad un obraje que labra cantidad de paños, jerguesas y otras prendas con gentiles ganancias…tiene personas dedicadas y pagadas para engañar pobres inocentes, que viendo algún indio forastero, con engaños, lo llevan al obraje y echándolo dentro lo entrampan y nunca más sale el miserable de aquella cárcel, hasta que muere y es enterrado allí mismo. De esa manera han cogido y engañado a muchos indios casados y con hijos, de los que la mujer y los niños no vuelven a saber nada. Estos indios los ocupan en cardar, hilar, tejer, teñir y los demás menesteres para laborar los paños y cordelletes, con que los dueños se enriquecen gracias a éste ilícito e injusticia." (Fray A Vázquez de E, Descripción de la Nueva España en el siglo XVIII y otros documentos del siglo XVII, p. 89.)
El dolor y el sufrimiento de decenas de miles de esclavos indígenas y africanos, construyó la economía colonial: las fortunas de los ricos españoles, y produjo las técnicas más sofisticadas de producción en minas, obrajes, ingenios y haciendas. Pero, sobre todo, nos legó una forma de la división social donde el escalón más bajo son los pobres, que a su vez son los descendientes de los indígenas y esclavos africanos.  Aún hoy en las algunas agro empresas de la región se sigue secuestrando indígenas del sur de país para someterlos a regímenes de trabajo esclavo y explotarlos, en pleno siglo XXI. Los hermosos artículos artesanales motivo de orgullo que admiramos y que enriquecen a algunos, tienen una historia de dolor, sangre y muerte tras ellos que no se puede ver, se ha olvidado; pero que, se tiene que contar.
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