lunes, 9 de septiembre de 2019

Política y Narcisismo. 
Por Rodrigo Sánchez Sosa
El narcisismo es un trastorno de la personalidad donde quien padece esta enfermedad mental, tiene como foco de atención exclusivamente su persona, nadie más le importa y de nadie más se ocupa. Está obsesionado por él mismo. El narcisista manipula a los demás para que lo adulen porque esto alimenta su trastorno creándole la fantasía de que es el ser más importante y el único que vale la pena, a los que manipula no le importan y bien los puede sacrificar sin remordimiento. Claro que estos personajes enfermos tenderán a buscar ocupaciones en que se les adule, como actores, músicos, presentadores de televisión, youtubers, asesinos en serie, criminales de leyenda y, claro, políticos. Sin que esto quiera decir que todos los que a ello se dedican tengan este problema, necesariamente, de salud mental; pero, tampoco que este padecimiento no pueda desarrollarse a partir de estas actividades.
Por su puesto lo que nos ocupa son los políticos, más, no podemos dejar de lado que el mundo tal como lo vivimos hoy, fomenta el individualismo y la exagerada preocupación por la imagen personal perfecta. El consumismo con su explotación de las inseguridades personales y las redes sociales con la construcción de una realidad virtual perfecta llena de filtros e imágenes ideales de los perfiles que la pueblan, contribuye al desarrollo patológico de una sociedad cada vez más aislada y despersonalizada, donde la enfermedad de Narciso es la más común con todas sus consecuencias individuales, sociales y familiares, que nos envuelven en una neurosis colectiva insoportable sin medios de evasión como las drogas o el fanatismo obsesivo. El narcisismo no sólo es una enfermedad, también es parte de la personalidad "normal" del individuo, es necesario un poco de narcisismo - amor propio - para poder construirnos socialmente. El problema surge cuando, esto se vuelve obsesivo y nos convierte en paranoides compulsivos o psicóticos peligrosos.
Narciso, mito con el que se identificó esta enfermedad mental y de donde recibió el nombre, era un joven griego que al mirar un día su imagen reflejada un río, se enamoró de esta, es decir de si mismo, quedándose ahí sin moverse más para nada, hasta que extasiado por lo que veía, su imagen, cayó el agua y se ahogó. Forma estúpida de morir. Este mito refleja bien la sociedad contemporánea ensimismada en las redes sociales y obsesionada por el individualismo y la perfección física, una estupidez.
Resulta fácil etiquetar a los actuales políticos que sufren esta patología psiquiátrica en nuestro país, por lo mismo hacer un perfil psicopatológico de ellos y más aún predecir su actuar a futuro y actuar en consecuencia.
 Algunos investigadores intentan correlacionar lo histórico social y la constitución subjetiva a partir de las problemáticas del narcisismo. Afirman que el yo actual es frágil, quebradizo, fracturado, fragmentado (Giddens sostiene que esta concepción es el punto de vista más descollante de los debates actuales acerca del yo y la modernidad).
El sujeto no es un átomo social, sino una "unidad heterogénea". Un conjunto de ideologías y prácticas impregnan al niño desde el nacimiento. Que incluyen normas, valores, lenguajes, herramientas, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas y hacer cosas.
Para otros, el yo está tan disperso como el mundo social: el único sujeto es un sujeto descentrado. Los "trastornos narcisistas" se deberían a que las personas, al abandonar la esperanza de controlar el entorno social más amplio, se repliegan a sus preocupaciones puramente personales: la "mejora" de su cuerpo y su psiquismo.
En la postmodernidad se rechazan las certidumbres de la tradición y la costumbre, que habían tenido en la modernidad un papel legitimante. La disolución de los marcos tradicionales de sentido, piensan los teóricos de la escuela de Francfort, ha generado una "declinación del individuo", un consumismo pasivo. La identidad deviene precaria al perderse anclaje cultural junto con puntos de referencia internos. La subjetividad se retrae hasta un núcleo defensivo, ensimismándose.
En un comienzo, el pensamiento postmoderno atrajo a las minorías (mujeres, afroamericanos, homosexuales,etc.), con su entusiasmo por el derecho a ser diferente. "Dios ha muerto, el sujeto ha muerto, y yo no me encuentro nada bien", decía un grafiti. ¿Estamos confrontados con el posmodernismo?
La modernidad identificó la inteligencia con la razón, cuya meta es la universalidad y la posmodernidad con la creación estética. No tenemos por qué optar. Las fronteras entre las diferencias de sexo o de identidad, de realidad y de fantasía, de acto y de discurso, etc., se cruzan con facilidad (Kristeva, 1993). La ambigüedad progresiva de los roles sexuales y de los roles parentales, el debilitamiento de las prohibiciones religiosas y morales colocan a los sujetos en una posición diferente ante lo prohibido o la ley.
Para esclarecer las organizaciones narcisistas habrá que conceptualizar la oposición relación entre yo y objeto.   
 Freud introdujo el narcisismo en su teoría empujado, entre otras cosas, por las patologías que conciernen al yo (esquizofrenia, paranoia, hipocondría). Al descubridor del inconsciente reprimido, a partir de 1914 se le manifiesta el inconsciente represor, tanto del yo como del superyó. El narcisismo se le presenta multifacético: fase libidinal, aspecto de la vida amorosa, origen del ideal del yo, construcción del yo. Integra diversas corrientes: la de la búsqueda de autonomía y autosuficiencia con respecto a los otros, la pretensión de dominar y negar a los otros, los diferentes a él es decir lo que llamaremos alteridad; el predominio de lo fantasioso sobre la realidad.
¿Es el trastorno narcisista una dificultad para asumir la alteridad, se refiere a la pobreza de la autoestima? No son pocos los que consideran que el "narcisismo patológico" implica exceso de amor propio. La clínica nos muestra lo contrario: estos sujetos carecen de amor propio. Desesperados, intentan sustituir ese déficit con admiración externa.
En el narcisismo patológico hay un interés exclusivo por uno mismo mientras que en el trófico el sujeto puede orientar cada vez más su vida por los deseos y ya no por obcecaciones narcisistas, es decir el consumo y el ser como tener. 
Los niños descubren que son valiosos porque sus progenitores los tratan con afecto y porque ciertos valores son reforzados. Y estos niños se respetan porque observan cómo actúan sus padres hacia ellos y hacia otras personas. Recíprocamente, las fallas narcisistas suelen originarse en la indiferencia parental, en la soberbia o en el maltrato.
El niño se alimenta del amor que recibe de sus padres. Pero si ese amor no es acompañado con actos y gestos su autoestima e identidad serán lesionadas. Los bebes que se crían en hogares demasiado tristes, caóticos o negligentes probablemente vivirán con una visión derrotista, sin esperar ningún estimulo o interés de los otros.
Este riesgo es mayor para los hijos de padres ineptos (inmaduros, consumidores de drogas, deprimidos o carente de objetivos). El narcisismo es un proceso continuo de interiorización del mundo exterior: la lengua que hablo, las categorías de la experiencia sensible o del pensamiento de las que me sirvo, la presión de las comunidades, la pertenencia a un género, una edad, una clase.
Frente al estallido de las normas tradicionales, el individuo cuenta con una guía interior que extrae de la mirada de los otros y la suya propia. La persona sumergida en valores múltiples y contradictorios debe reconstruir ideales. Cada uno se las arregla como puede frente a la multiplicidad y la movilidad de los referentes colectivos que fundan el reconocimiento social. En la actualidad los vínculos sociales son más inestables. Y entonces la construcción del narcisismo y su preservación están más basadas en la autonomía y la eficacia personal.
 (Este texto es una introducción actualizada de la quinta edición de "Narcisismo"; Hornstein, Paidós, 2015)

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