martes, 12 de mayo de 2020

Día de la Santa Cruz, antecedentes
históricos europeos y precolombinos
Por Rodrigo Sànchez Sosa/Cronista de Sayula
En el calendario mexicano, cuando pensamos en fechas sagradas, viene a la memoria inmediatamente el 12 de diciembre, día de la virgen de Guadalupe,  en esta línea también tendríamos que incluir, sin duda, el 3 de mayo, Día de la Santa Cruz. La sacralidad de este día nos remite a tiempos prehispánicos y está relacionado con uno de los aspectos más importantes de la vida de México, el
ciclo de siembra. Durante los primeros días de mayo, nuestros antepasados dedicaban rituales a Tláloc y Quetzalcóatl. El fin era conjurar la generosidad de estas deidades de la lluvia, para que la temporada de siembra gozara de buenas aguas -factor decisivo en el éxito de la cosecha -. 
Justo por estos días, principios de mayo, se inaugura el ciclo agrícola en territorio nacional. Si bien esto depende del clima de cada región -en algunas zonas se siembra desde abril y en otras hasta junio-, principios de mayo es un buen momento para fijar, en promedio, el inicio del temporal de siembra.
Hasta la fecha se siguen celebrando ceremonias para invocar las lluvias, sólo que ahora se le pide el favor al dios cristiano. El caso de los tiemperos o graniceros, personas con el poder de hacer llover entre los pueblos originarios, es especialmente fascinante; ya sea en sus propios pueblos en adoratorios ubicados en sus casas, templos o capillas o las cercanías de sus comunidades cuevas, cascadas o diversos puntos sagrados, reproducían ceremonias ancestrales para invocar la lluvia y con eso el buen temporal para la cosecha.  Como ocurrió con muchas otras festividades prehispánicas, con la llegada de los españoles y en su afán evangelizador, se buscó empatar estas fiestas con una contraparte católica para así redirigir la devoción original. Así se asoció a la Santa Cruz con los rituales de fertilidad indígenas.

A finales del siglo tercero en Europa, la emperatriz romana Julia Helena conocida por el nombre cristiano de Elena al convertirse al cristianismo, se abocó como emperatriz a hallar la cruz en la que Cristo murió. Como parte de sus pesquisas mandó demoler un templo dedicado a los viejos dioses paganos de los romanos, y bajo los escombros hallaron  tres cruces. Para descifrar cuál de ellas era la que había sostenido a Jesús, llevaron a un moribundo y lo hicieron tocar cada cruz, dice la leyenda; en cuanto tocó una de ellas, recuperó instantáneamente su energía vital, así se dio con la correcta. Por este hallazgo la mujer fue canonizada, y hasta la fecha se le venera como Santa Elena de la Cruz.

Posteriormente, y tras la muerte de su padre, el hijo de Elena, Constantino, sería proclamado emperador romano, convertido al cristianismo declararía a este, religión oficial del imperio y fundaría con ello la iglesia católica. Mientras Constantino, en estas tareas, se dirigía a luchar con su contrincante Majencio, con quien se disputaba el dominio del Imperio Romano, y la decisión de la fe que se habría de adoptar oficialmente, Constantino y su ejército recibieron una señal divina: se delineó el símbolo que arroparía su victoria ante un ejército mucho más poderoso, una cruz se dibujó milagrosamente en el cielo cuanta la tradición, sirviendo de aliciente divino a sus tropas. La causa de Constantino por la cruz triunfaría y los cristianos no sólo dejaron de ser perseguidos por los romanos como venía ocurriendo, sino que eventualmente se convertirían, aprovechando su nueva posición, en los perseguidores de los viejos ritos paganos. Este es el origen del culto a la cruz como ícono sagrado del cristianismo católico. 
En diferentes lugares de México se llevan a cabo ritos conmemorando la Cruz Santa o Santa Cruz desde tiempos de la conquista. Símbolo protector para los conquistadores españoles la usaron como pendón y bandera de sus ejércitos, así como señal de sus posiciones conquistadas en el nuevo mundo; así, sobre templos y palacios indígenas, una vez tomados militar o pacíficamente, se colocó una cruz como símbolo de la nueva fe y protección divina. Ya en la colonia aceptado el simbolismo cristiano de la cruz que a su vez se sincretizó con el símbolo de los cuatro puntos cardinales indígenas, a los que se daba culto prehispánico como parte de la cultura mesoamericana. Para los indígenas los cuatro brazos de la cruz representaban los cuatro caminos del cosmos, la totalidad, era símbolo de protección pues evocaba a sus deidades principales representadas en los cuatro puntos del universo: Quetzalcóatl señor del oriente, Tláloc señor del poniente, Tezcatlipoca  señor del norte y Huitzilopochtli señor del sur. La cruz representaba para el imaginario sagrado indígena, también, el movimiento, el devenir, el cambio; por lo tanto, la creación.

Este sincretismo se ejemplifica en la historia de Sayula, las cruces que rodean nuestro pueblo hablan de estas dos tradiciones religiosas y su simbolismo. Al principio los españoles pusieron cruces en los caminos que salían de pueblo, a las orillas de este como protección. Así, al sur tenían lo que hoy es la Cruz Verde por el camino a Apango (sur), La Cruz del Cuarto en el camino al norte; la Cruz Blanca la oriente y la Cruz  que estaba donde hoy se levanta el templo de san Francisco de Paul al poniente. Luego surgieron más, pero estas originalmente respondían al ideal indio y español: resguardo de los cuatro putos cardinales y representación de las deidades indígenas. Una cruz en particular llamó la intención de la región y la colonia, según se sabe; la que se encontraba en lo que hoy es el templo de san Francisco de Paul, antes una ermita en un cruce de caminos a la orilla del Sayula colonial, en una margen del del arroyo que cruza el pueblo. Se decía allá por el siglo XVII, que la cruz se movía milagrosamente y un enviado del virrey vino hasta Sayula para certificar el milagro, se dice que esta persona vio la cruz moverse mientras arrodillado rezaba a esta, lo que quedó certificado en un un docuento que aún sobrevivió en los archivos del AGN. La leyenda dice que incluso durante una peste se movió esta cruz milagrosamente, hasta las afueras del pueblo. Aunque muchos creen que tal es la cruz que hoy se encuentra en el atrio de la Parroquia de Sayula, lo cierto es que no que, la cruz que se movía milagrosamente, en el siglo XIX se encontraba en el altar mayor de la Parroquia, pero durante un terremoto que dañó la nave del templo y el altar, desapareció sin que se sepa dónde quedó esta reliquia de la colonia, hasta el día de hoy. Otra historia interesante es la de la Santa Cruz del Astillero, que los frailes durante la colonia pusieron en el Puerto de Navidad, hoy barra de navidad, donde había un astillero; para protección de los habitantes asediados por piratas. En una de las tomas del puerto, los piratas quemaron aquella cruz, pero  pese la fuego que la devoraba, no se consumió, milagrosamente. De esta cruz se hicieron reliquias y una de las más grande, una réplica de las misma madera de medio metro de altura, viajo desde aquel lugar con rumbo a Guadalajara en el siglo XVII, pero nunca llegó, lo último que se sabe de esa milagrosa Cruz del Astillero, es que un vecino español de Sayula la dejó a resguardo de los frailes en este municipio, escala de su viaje. Hasta el día de hoy se busca esta cruz por historiadores, sin que se sepa aún dónde quedó. La relación de Sayula con el símbolo de la cruz es muy antigua, desde el imaginario indígena que ve en las sierras al poniente y oriente de Sayula, Tapalpa y la sierra del Tigre; al sur el volcán de fuego y al norte las salinas de la laguna, los cuatro caminos del universo, hasta los españoles con sus leyendas de milagrosas, llegando al presente donde el 3 de mayo es un día de fiesta religiosos para todos los barrios y para un gremio popular, los albañiles, que sobre sus obras en procesos erigen una cruz adornada de papel de china y flores, recordando sus nexos ancestrales con este símbolo del universo, la redención y la creación del mundo, que los identifica como constructores de una parte de esa creación del todo que es el cosmos.
Los encargados de demoler el templo romano, del que hablamos al principio, y desvelar la reliquia de la cruz de Jesús por orden de la emperatriz romana, fueron precisamente trabajadores de la construcción de aquel entonces, los albañiles romanos. De ahí que este gremio se asociara desde entonces a este día -aunque al parecer esta relación, al menos en el caso de México, se enfatizó ya en el siglo XIX. Así por asociación, el Día de la Santa Cruz terminaría también conmemorando a los practicantes de este milenario oficio.
Ese día se coloca una cruz en la obra -generalmente en el punto más alto, hecha con material de trabajo-, y se adorna con flores y una veladora. Después de trabajar medio día, el patrón los convida con una buena comida y se tiran cohetes. En ocasiones incluso se lleva una banda de música y se invita a familiares de los trabajadores para que celebren con ellos su día. El fin de este rito es, además de celebrar su oficio, pedir por que la obra sea conducida a buen final, rememorando la creación del mundo y el rito de la cosecha y el buen temporal.

Según datos del INEGI (2014) en México hay casi 2.5 millones de albañiles.

(Fuente, masdemx.com, Javier Barros del Villar)

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