lunes, 6 de julio de 2020

Los archivos históricos deSayula un
patrimonio perdido irremediablemente
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

La entregada pasada de esta columna de investigación, pudo parecer extraña ¿Asociar el Cerrito de Santa Inés con una leyenda babilónica de hace 3 800 años? El fin era tratar de hacer entender al lector la importancia de la preservación de la memoria histórica de los pueblos. Emociona sobre manera conocer la leyenda más antigua de la humanidad registrada en un archivo formal tan antiguo. La enseñanza que intenta dejarnos la leyenda babilónica refiere situaciones muy humanas, como se leyó en la entrega anterior. Conmueve lo parecido que somos hasta el día de hoy los  seres humanos comparados con los de hace 38 siglos al enfrentarnos a nuestra realidad existencial, la muerte inevitable y lo imperfecto de la existencia. Hablamos de un relato escrito mil años antes de que se escribiera la biblia.
Desde esa época profunda de la humanidad ya existía la consciencia de resguardar la experiencia colectiva en archivos para las futuras generaciones y sólo la barbarie de la guerra ponía en peligro tal información ya considerada en ese tiempo de vital importancia. De hecho la forma tradicional de dividir la historia, tiene que ver con los registros: antes de la invención de la escritura, se entendía que se hablaba de la prehistoria, luego de la invención de los caracteres ideográficos que permitieron resguardar la memoria de los pueblos se consideró  tiempo histórico, El ser humano es el único ser vivo en el planeta que puede registrar y trasmitir su historia como especie más allá de los genes. Aunque antes de la escritura existió registro símbólico como las pinturas rupestres, las ideas complejas y los conceptos, derivados de la  cosmogonía  de nuestra especie, tuvieron que esperar los primeros alfabetos para ser trasmitidas generacionalmente.
De hecho podríamos decir que la cultura, que nos hace humanos, comienza en el momento de que somos capaces de trasmitir generacionalmente información sin depender de nuestro ADN (instinto) a las siguientes generaciones. El leguaje, primero y luego la escritura, nos humanizó. En la base de ambos está la música. Es a partir de ordenar los sonidos en el tiempo que creamos conciencia de nuestra existencia, pues el tiempo lo usamos para ordenar las vibraciones primigenias de del existir, tanto de sonidos emanados de nosotros mismos, como de aquello que estaba más allá de nosotros como individuos y como comunidades: la naturaleza, el cosmos, el universo; lo cual bien podríamos reducir a un concepto más básico: espacio. Así ordenamos el mundo para comprenderlo como tiempo y espacio. De estos conceptos ordenadores de la realidad humana, surge el lenguaje, la vibración ordenada en el tiempo que significa. Este orden vibratorio se trasmitió de una generación a otra gracias a la capacidad cerebral de nuestra especie de retener información y trasmitirla. Pero, pronto comprendimos que este medio no era muy eficiente, pues a la larga la información más compleja se distorsionaba y se perdía, además la capacidad de almacenamiento de la información tenía un límite ya que el cerebro mismo estaba diseñado para sobrevivir y no para almacenar información. También existía otro inconveniente, las comunidades humanas que producían y trasferían la información, tenían un ciclo finito de existencia. Ello llevó a la necesidad de resguardar la información en medios materiales más resistentes, que tenían la ventaja de que, una vez almacenada en ellos la información, esta no se distorsionaba, la capacidad de almacenamiento era mayor y la sobrevivencia superaba la del medio anterior. Los primeros ideogramas grabados de esta forma, si hicieron en  Nínive, una ciudad asiria en Mesopotamia hace 4 mil años. Tablillas de barro cocido, grabadas con una escritura cuneiforme con información, las primeras, de carácter administrativo del gobierno de esas ciudades milenarias asentadas en un valle entre dos ríos. Luego se grabó otro tipo de información,  como el que la semana pasada leyó en este mismo espacio, "La Epopeya de Gilgamesh".
La experiencia del ser humano en todo el mundo es la misma, así, los habitantes del territorio de lo que hoy es México, también desarrollaron el leguaje escrito. Contrario a lo que hoy creemos los pueblos antiguos, como el asirio y las culturas mesoamericanas, no sólo recurrían a los ideogramas tradicionales o jeroglíficos que se plasmaban en piedras, pairos, corteza de antes,  tablillas de barro o muros de sus palacios o templos. Su concepto e ideas del mundo, eran plasmados también en la estructura monumental de sus edificios. La pirámides de Gisa en Egipto o las de Teotihuacán en México, son ejemplos de esta escritura monumental que hasta el día de hoy tratamos de descifrar. Su alineación con los astros, su orientación, su tamaño, sus medias, su relación interna, su estructura, son información trasmitida a través del tiempo entre generaciones. Es el caso del Cerrito de Santa Inés, no es sólo un montículo de tres que quedan de un  antiguo sitio ceremonial indígena, es un archivo de información concebido hace 1100 años por los  habitantes de Sayula de ese tiempo. 
La guerra, la ignorancia, la superstición, la enajenación y la estupidez humana, no sólo en México, en todo el mundo, ha destruido archivos, consciente e inconscientemente. No sólo podríamos hablar de la destrucción del mundo indígena en México por los españoles hace 499 años hoy, por cierto; recordemos a las tropas francesas en el siglo XIX disparando a la esfinge de Gisa en Egipto por puro placer o recientemente a las tropas de ISIS destruyendo zonas arqueológicas en medio oriente, dinamitando templos y estatuas por motivos político-religiosos o a las tropas estadounidenses saqueando los museos de Irak durante la invasión de este país o las marchas de protesta social reciéntenme en México, vandalizando edificios coloniales y quemando archivos judiciales.
En Sayula, no sólo está el abandono y la destrucción del sitio arqueológico cerrito de Santa Inés, la depredación arquitectónica del centro histórico o el pésimo gusto de dueños de predio en  el primer cuadro de la ciudad que hacen lo que quieren con en el patrimonio común,   encubiertos en  la complacencia de todos, al parecer; también tenemos la desgracia de no poseer un archivo histórico.
Como se puede ver en este recuento, no nos ha interesado, pese a presumir de ser una ciudad culta, preservar nuestra historia. El mito de que el cronista emérito de Sayula, un hombre respetable y al que Sayula le debe muchísimo - le pese a quien le pese-, Federico Munguía Cárdenas, que en paz descanse, se robó el archivo, histórico de Sayula, es una vil y repugnante mentira. Gracias a ese señor, tenemos historia, tenemos un archivo que él copiló durante años a costa de su propio bolsillo y a veces luchando con la propia autoridad para preservar lo poco que quedaba de la historia de este municipio que, como asentamiento colonial en dos años cumplirá 500 años de existencia. Si no es por este señor, la memoria de Sayula no iría más allá de la revolución mexicana. Desafortunadamente, su archivo es limitado, ya que el archivo oficial histórico del municipio se perdió para siempre, gracias a esta misma actitud de desinterés por la memoria histórica de nuestros antepasados.
¿Qué es un archivo histórico? Son los documentos oficiales relacionados con la administración política de una entidad, su historia como comunidad, que incluye la parte judicial también. La relación de nacimientos, defunciones y  matrimonios, eran archivados por la iglesia hasta 1856, que se instauró el registro civil en Sayula y en todo México. Todo ello forma el archivo histórico del municipio (afortunadamente don Federico Munguía rescató de la basura el archivo judicial de Sayula y lo tuvo a su resguardo con conocimiento de la autoridad estatal por muchos años).
Los archivos de la alcaldía mayor de los Pueblos de Ávalos, Sayula, que datan por lo menos de 1846, quizás antes, estaban físicamente resguardados en lo que hoy es la casa de la cultura, que entonces se conocía como Las Casas Consistoriales (Oficinas administrativas coloniales de la Alcaldía Mayor y el municipio), en ellos se encontraba el registro de la vida de Sayula como parte de la colonia de la Nueva España y luego como parte del la audiencia de la Nueva Galicia. Contenían, creo yo, registros de los primeros días de la existencia de esta comunidad, copia de documentos de la Corona conocidos como Relaciones, que contaban la historia de la conquista de este pueblo desde 1522. Según mis propias investigaciones, un documento fechado en 1790, por un viajero que visitó Sayula en ese tiempo, las Casas Consistoriales de Sayula estaban casi en ruinas en un total descuido, por lo que se puede deducir que los archivos históricos, al menos en parte, también sufrieron daños, eran archivos de 280 años algunos, por desgracia los más vulnerables. Durante la Guerra de independencia de México, un documento de la época citado por don Federico Munguía en su Libro La Provincia de Ávalos, habla también del deterioro de las oficinas administrativas de lo público en Sayula, y cita al pueblo como en esqueleto, sin autoridad y dañado por las incursiones armadas violetas que normalmente daban cuenta de la sede del poder político al tomar la ciudad. Por si fuera poco, un documento que recientemente encontró el que esto escribe, en la Biblioteca Nacional de España, copia de una queja del Juez de letras de Sayula en 1853, un señor de apellido González Rubalcaba, al gobierno, da cuenta de la quema del archivo de las Casa Consistoriales de Sayula en 1829 por los enfrentamientos entre federalistas y centralistas luego de la formalización de la independencia de México (1821). Pero ahí no termina la historia, en 1917  luego de la revolución de 1910, Pedro Zamora, cita en su libro don Federico Munguía, hace un incursión armada en Sayula para saquearlo, no logando su objetivo, pero quemando las Casas Consistoriales y el portal de en el acceso a lo que hoy es la casa de la Cultura Juan Rulfo, donde aun estaban los archivos del municipio y la actividad administrativa del mismo. Y sigue, en finales del decenio de 1930 y principios de 1940, siendo presidente municipal  Fernando Valencia Gutiérrez, el archivo histórico, cita don Federico Munguía, lo vendió el ayuntamiento a los tenderos y peluqueros de Sayula como papel de desecho a cinco centavos el kilo.
El señor Fernando Valencia Gutiérrez, era un hombre culto, incluso escribía poesía; no puedo pensar que haya mandado personalmente vender el archivo histórico, por lo que creo que, debió de existir una razón que lo explicase. Es posible que estuviera muy deteriorado y mermado, pues, como hemos visto, desde finales del siglo XVIII, sufrió incendios y saqueos. Desafortunadamente, dese entonces los ayuntamientos han hecho poco caso del archivo, lo que yo he visto y que podría así considerarse, se encuentra en un anaquel de la secretaria en la presidencia, y consta de apenas unos cuantos libros que contienen actas de cabildo desde fínales, creo, de los años treinta del siglo pasado y apenas son unos pocos libros; no hay mas, salvo otros pocos libros del archivo catastral, que incluso tienen fechas más antiguas que los de la secretaria, pues van hasta 1899. Pero, estos están deteriorados y en riesgo de perderse pues no están en un lugar adecuado, están entre los demás libros en uso de catastro municipal. No existe interés, ni voluntad política por rescatar esto poco, ni preservar o incentivar un archivo que recoja la historia de Sayula que hoy se está viviendo. El archivo del registro civil, más joven, contiene archivos desde, igual que el catastral, finales del siglo XIX.
Por su parte, el archivo parroquial, afortunadamente digitalizado y en línea, tiene documentos hasta el siglo XVII, creo porque no se me ha permitido verlo y en línea sólo llega lo digitalizado hasta el siglo XVIII.
No existe una oficina como en Zapotlán donde esté archivada la historia del municipio, no hay encargados, aunque existe un reglamento que lo exige, ni hay planes de confirmar el rescate de lo que queda de la historia de Sayula. Los Gobiernos no han tenido un interés en ello, y la voluntad política para con esto ha sido casi nula.
Nuestra memoria histórica se reduce a la fecha, a frivolidades del negocio del turismo, al que se ajustan los intereses comerciales en este rubro; y dado que en la nueva normalidad el turismo es el sector de la economía más afectado, ya ni siquiera eso. La triste realidad es que perdimos un tesoro en los archivos que a lo largo de más de 200 años, por descuido se perdieron. Quedan iniciativas titulo personal de gente como don Federico, y cada vez menos y cada vez con menos preparación para salvaguardar y rescatar nuestra identidad. Vemos muchos errores en el abordamiento de la historia del municipio, por estas razones.

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