lunes, 8 de marzo de 2021

 Historia o mito, ¿Qué fundamenta una cultura,

una identidad, un país como tal..?

Por Rodrigo Sànchez Sosa/Cronista de Sayula

¿Existe una verdad en la historia? Uno se puede preguntar y de hecho es esto una discusión actual, si la  historia ha sido manipulada para presentarnos los intereses de cierta clase política, social o económica como validas en detrimento de su contra parte. Lo anterior sería válido si estos antagonismos hubiesen tenido sentido a lo largo de los periodos históricos que se han sucedido. Las distintas ideologías desde Hegel intentan encontrar una constante en la historia que explique los cambios en esta, tanto políticos, económicos como sociales ¿Que mueve la historia del hombre y los pueblos, le da sentido y dirección? Si no pudiésemos responder a esta pregunta nuestra actividad intelectual en esta disciplina que surge hace más de dos mil años con Heródoto en la Grecia clásica, quien fue el primero en proponer un relato racional y estructurado de las acciones humanas en el tiempo, la historia como logos; sería completamente ocioso discutir sobre esto. 


La pretensión de objetividad requiere en la ciencia de constantes, sin estas no hay objetividad en el análisis de procesos tanto naturales como históricos. Lo que leerá en la cita de abajo, es la opinión de un arqueólogo sobre la historia de México tan válida como la de un historiador sobre arqueología, analicemos antes: 

Debemos tomar en cuenta que la ciencia dista de la realidad intersubjetiva, me explico: no es la ciencia la que forma naciones, por lo tanto no es factor determinante en lo político; como no es la ciencia la que determina la economía, ni tampoco la ciencia crea las relaciones sociales de una comunidad. La intersubjetividad es un pensamiento compartido que se opone a lo objetivo que es una pretensión racional de la ciencia; es decir, por ejemplo, aunque la ciencia médica puede curar al enfermo la misma dice poco del enfermo y por lo tanto de la parte subjetiva de la enfermedad; la ciencia médica puede dar cuenta de la constante en una enfermedad que afecta a muchas personas y actuar en consecuencia, pero poco podría decir, a no ser el psicoanálisis, de la parte emocional que necesariamente implica al enfermo en cada caso y de forma particular; es imposible, tal cosa no tiene constantes medibles ni está sujeta a una relación causa efecto como requiere un análisis de casos clínicos en general. En lo ordinario vemos como los pronósticos por ejemplo de enfermos terminales e incluso los diagnósticos mas puntuales se equivocan y la gente vive más de lo que la ciencia médica predice o algunos enfermos sanan contra toda opinión esta. 

La historia es un discurso simbólico compartido, que no se puede reducir a la "verdad" de lo objetivo; es decir, la única verdad para el caso es el símbolo, lo cultural, lo dado por el discurso humano, no por los hechos aleatorios de devenir sometido a la linealidad de causa afecto. Es verdad que se puede pretender manipular el símbolo, pero este es más que una cosa, es más que una herramienta, el símbolo es la realidad misma, la cultura, y dado que cultura es identidad y la identidad es cultura, la capacidad de manipular símbolos eficientemente nos trasciende, es como querer tener sueños lúcidos diseñados a voluntad. 

Decir que no existió la mítica Aztlán porque no hay evidencia objetivas de ello o que la fundación de México Tenochtitlán es racionalmente más probable que se diera 4 años después de lo que se quiere creer en un devenir histórico-político-social contemporáneo, es tan intrascendente como decir que el águila en el escudo de México, nunca se hubiera posado sobre un nopal porque no hay evidencia de esta conducta de las águilas, es decir que  se posen en estas plantas, por lo tanto, el símbolo no es válido. La realidad creada por la cultura no puede fundamentarse ni analizarse desde criterios ortodoxos del método científico, ni puede ser validada por este. La validez del discurso simbólico en análoga a la de los sueños, solo tiene sentido en su propia lógica. Esto no quiere decir que el símbolo no repercuta en la realidad, porque el símbolo es lo real, las personas no sólo son manipuladas por los símbolos, estos son su realidad intersubjetiva inmediata. Por otro lado, juzgar lo que pasó históricamente hablando desde nuestra realidad, vista como la hemos descrito, no tiene tampoco sentido. Vea usted lo que pasa cuando la historia se quiere reducir a un discurso objetivo lineal de evidencias en el pasado juzgadas desde el presente y con tintes políticos:

"En el relato de la Conquista de México suele haber aseveraciones falseadas (…) que, de tanto repetirse, terminan por asumirse como ciertas. ´Ni la capital mexica se fundó en 1321, ni Hernán Cortés quemó sus naves en un arrebato pirómano (…), ni la Malinche fue una traidora a los suyos ni la caída de Tenochtitlán significó la conquista definitiva de México, explica Eduardo Matos Moctezuma, quien añade que estos son tan sólo algunos de los relatos que debemos ir desmitificando. Incluso hay historiadores (…) que dudan de si Aztlán -aquel lugar poblado por garzas de donde partieron en éxodo los mexicas-, fue real y piensan que, más bien, se trata de un enclave imaginario´ (y si así fuera ¿Qué trascendencia puede tener para lo que significa la identidad nacional?). Sobre si Tenochtitlán fue fundada hace 700 años, el arqueólogo sostiene que no existe ningún documento, códice o crónica que respalde tal dicho. ´Lo que sí hay y veo (hoy del gobierno federal) es un intento de tomar aquel lejano 1321 para empatarlo con el 1521 de la caída de Tenochtitlán, con el 1821 de la consumación de la Independencia y con el 2021 en que vivimos, ello para armar una suerte de sintonía centenaria. Eso es manipular la historia tan sólo para que los números cuadren´. En contraste -señala el director del Proyecto Templo Mayor-, la mayoría de los documentos históricos señalan a 1325 como el año más probable de fundación y ninguno menciona a 1321 (tampoco pueden mencionar 1325; por otro lado, aun la datación de piezas históricas por radio carbono tiene márgenes de error de hasta 100 años), por lo que festejar en este año siete siglos de que los mexicas se asentaron en un islote del lago de Texcoco no tiene sustento en fuente alguna (…). Para Eduardo Matos Moctezuma, en el relato de la Conquista suele haber aseveraciones falseadas que, de tanto repetirse, terminan por asumirse como ciertas, de ahí que considere necesario señalar todos estos hechos -sea que se expongan en los colegios o desde el Palacio Nacional-  a fin de aproximarnos a la verdad (…) ¿Cuántas veces no hemos escuchado decir que Cortés quemó sus naves?, pregunta el arqueólogo. En realidad, lo que hizo fue encallarlas para luego llevarlas por partes hasta Tlaxcala y Texcoco -es decir, transportarlas a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, entre bosques y selvas- a fin de construir los 13 bergantines con los cuales dominaría el lago de Texcoco y sitiaría Tenochtitlán ¿Y en cuántas ocasiones no nos han pintado a la Malinche como alguien que traicionó a su gente en favor de los españoles?, plantea de nuevo el académico, quien responde que esto no es así, pues uno sólo traiciona a los suyos y Malintzin no era mexica, sino de un pueblo cercano a Coatzacoalcos que, además, era oprimido por los aztecas (¿oprimido, un criterio contemporáneo?) . Quedarnos con esa visión es perder de vista que hablamos de una mujer culta hablaba maya, totonaca y nahua (¿una mujer culta porque hablaba tres idiomas en una región multilingüe? No sería lo más común quizás pero tampoco lo extraordinario, Tzaulan toda la gente hablaba dos lenguas por lo menos) y muy inteligente que defendió a su comunidad de un régimen azteca que, por la fuerza y las armas, los despojaba de sus bienes y los obligaba a dar tributo´ (no es un descubrimiento esto ni siquiera en la historia de México). Por todo ello, para Eduardo Matos Moctezuma es necesario ir desmontando falsedades para prestarle oídos a la historia real (¿?) que, a su parecer, cuenta historias más interesantes que las de los mitos (doble ¿?)." Entrevista al arqueólogo Matos Moctezuma. Omar Páramo/Damián Mendoza (el entre comillado es mío). 

    El artículo anterior remata confundiendo lo importante con lo interesante, obviamente no es lo mismo. "La historia real" explica el mito, pero no lo substituye. El mito fundacional de una nación es vital. Si  nos atenemos a este tipo de reflexiones fuera de lugar, terminaríamos por balcanizar el país; pues no hay evidencia de que antes de la llegada de los españoles existiera un México como hoy lo entendemos, fue el mito no "la historia real" lo que formó este país, y todos los países en el planeta. La historia no tiene esa función, de fundar o validar una cultura, una identidad, un sentir compartido, dado que este es un discurso simbólico producto de la interacción de los pueblos, una realidad intersubjetiva. 

 



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