martes, 31 de enero de 2023

 Política y  degeneración cognitiva.

Por Rodrigo Sánchez Sosa


De acuerdo a un documental de la Deutsche Welle o DW alemana en redes, nuestra inteligencia como humanos desde 1994 comenzó una espiral de descenso exponencial, es decir, según este documental, desde principios del siglo pasado 1900, la inteligencia de las personas se incrementó significativamente, de acuerdo a pruebas que miden el CI o coeficiente intelectual donde por arriba de los 130 puntos se considera a alguien un genio y por debajo de los 70 puntos con problemas de retraso mental, estando la mayoría de las personas en la media. 

En 94 años las generaciones humanas en occidente elevaron su coeficiente de forma importante, (fenómeno que se conoce como  el efecto Flynn, por el científico que lo descubrió), tanto que para los años de 1980 a 1994 la media en inteligencia creció al grado anterior al máximo del inicio de los test alrededor de los años 1920; pero de entonces a la fecha, se detectó un descenso en este mismo parámetro. Los científicos se alarmaron, no estábamos volviendo, pese a la tecnología, menos inteligentes, se hicieron investigaciones y se comprobó el fenómeno. "La tecnología que nos ha hecho dependientes", "las enfermedades neurodegenerativas", "el sedentarismo", "el estrés", "la contaminación" dice el documental pueden ser las causas; no se sabe, pero es un hecho que nos volvemos menos inteligentes, al menos según el test citado de CI. 

Para nosotros en Sayula es sumamente preocupante pues tenemos dos trienios gobernados por jóvenes que nacieron luego de 1994, es evidente que las decisiones tomadas en los últimos cuatro años no han sido muy inteligentes; pero, mi pregunta sería ¿Somos víctimas de esta baja en la inteligencia humana como municipio? Los datos son fríos y no mienten, pero como está columna no solo es de crítica si no de divulgación filosófica y científica; les exponemos aquí lo que dice la ciencia sobre la inteligencia y la evolución del cerebro, saque sus conclusiones, luego de informarse: 

El aumento de la complejidad cerebral que tuvo lugar durante la evolución del género Homo puede haber sido la causa de la elevada proporción de enfermedades neurodegenerativas y psiquiátricas que sufre nuestra especie. Las enfermedades neurológicas y psiquiátricas se encuentran entre las más prevalentes en los países desarrollados y entre las causantes de un mayor coste económico y un mayor sufrimiento a pacientes y familiares.

Un cierto número de dichas enfermedades, entre ellas la enfermedad de Alzheimer, la esquizofrenia o el autismo, parecen ser exclusivas, o por lo menos mucho más frecuentes, en el ser humano. Entre los grandes simios, nuestros parientes evolutivamente más cercanos, o no se presentan o lo hacen solo en forma incompleta. Muy recientemente se ha comunicado el caso de un chimpancé que presentaba lesiones neurofibrilares y depósitos de amiloide muy similares a los que se observan en la enfermedad de Alzheimer (Rosen et al., 2008). Parece, por lo tanto, que los chimpancés tienen la potencialidad de desarrollar Alzheimer, aunque solo presentan la enfermedad muy excepcionalmente, mientras que un elevado porcentaje de seres humanos la desarrollan al llegar a edad avanzada. Homo sapiens parece ser mucho más propenso que el resto de los primates a presentar trastornos del neurodesarrollo y enfermedades neurodegenerativas. Ello sugiere que dichas enfermedades, inducidas por múltiples factores genéticos y ambientales, pueden tener relación con los cambios genéticos, estructurales y funcionales ocurridos durante la evolución cerebral humana. En los casos en que dichas enfermedades son frecuentes, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer, cuya prevalencia oscila entre un 20 y un 40 por 100 entre las personas mayores de ochenta y cinco años en los países desarrollados, estas podrían ser el precio a pagar por la posesión de genes que confieren, o confirieron en el pasado, ventajas evolutivas a nuestra especie (Nesse y Williams, 1994). Las enfermedades que se manifiestan solo a edad avanzada pueden ser ejemplos de pleiotropía antagonista, en la que genes ventajosos a edad pre reproductiva y reproductiva pueden tener efectos adversos al llegar a la etapa pos reproductiva. El ser humano ha experimentado un importante aumento de la longevidad, por lo que algunas enfermedades asociadas a la vejez, tales como la enfermedad de Alzheimer, podrían constituir ejemplos de pleiotropía antagonista (Bufill y Blesa, 2006). El incremento de complejidad habría hecho más vulnerable el cerebro de Homo sapiens, principalmente ante factores capaces de interferir con el desarrollo cerebral o asociados a la edad.

Nuestra especie presenta también varias enfermedades asociadas a microsatélites, o fragmentos de ADN constituidos por múltiples repeticiones de grupos de 2 a 5 bases o nucleótidos (adenina, timina, guanina y citosina), las cuatro bases que constituyen nuestro material genético. La mayor parte de ellas, como la ataxia de Friedreich, la corea de Huntington y otras, son exclusivamente humanas y afectan al sistema nervioso central. Dichas repeticiones de nucleótidos, la mayoría en forma de tripletes o repeticiones de tres bases, son propias de nuestra especie y se dan solo en número muy bajo en primates no humanos (Li et al., 1997). El gen de la reelina, proteína relacionada con el desarrollo cerebral en el feto y la plasticidad sináptica en el adulto, cuya expresión parece haberse ido incrementando en relación directa con el grado de complejidad cerebral, presenta la expresión de tripletes repetitivos de guanina-guanina-citosina (GGC), cuyo número varía entre 4 y 13. Los alelos, o variedades del gen de la reelina, que presentan entre 12 y 13 tripletes inducen una menor expresión cerebral de la proteína en comparación con los alelos que tienen un menor número de tripletes GGC. Las personas afectas de autismo, otra enfermedad neuropsiquiátrica exclusivamente humana, presentan una proporción de alelos de 12 o 13 tripletes dos veces superior a las personas que no presentan la enfermedad, lo que sugiere que el autismo, por lo menos en parte, podría estar condicionado por una menor plasticidad sináptica en etapas tempranas de la vida (Persico et al., 2006). Si los microsatélites se presentan en la región reguladora de un gen, ello conferiría a este una alta capacidad para evolucionar. En los roedores del género Microtus, el aumento del número de microsatélites de un gen denominado avpr1a condiciona importantes cambios conductuales. La especie con mayor número de microsatélites forma parejas para toda la vida, es más sociable y los machos participan en el cuidado de las crías, rasgos conductuales que no presenta la especie con menos microsatélites. El gen avpr1a de seres humanos y bonobos presenta múltiples microsatélites (el número de estos varía en los seres humanos), mientras que el gen del chimpancé carece de ellos. Curiosamente, los bonobos presentan una sociabilidad y aparente capacidad de empatía superiores a las del chimpancé (Hammock et al., 2005).

Es muy probable que muchos de los genes portadores de múltiples microsatélites estén relacionados con funciones conductuales y cognitivas y que los múltiples tripletes repetitivos encontrados en genes asociados a la función del sistema nervioso humano tengan relación con el incremento de complejidad cerebral ocurrido durante la evolución humana. Si ello es así, las enfermedades neurodegenerativas antes citadas serían parte del precio de dicha complejidad.

(Fuente: "El precio de la inteligencia. La evolución de la mente y sus consecuencias." Jordi Agustí, Enric Bufill y Marina Mosquera. Editorial Drakontos)

(Documental citado: https://www.youtube.com/watch?v=zqG22ggAmyU)


No hay comentarios:

Publicar un comentario