lunes, 3 de abril de 2023

 Las monedas de oro que circularon

en Sayula durante el virreinato

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

La historia de las monedas usadas durante el virreinato novo hispano en México, está íntimamente ligada al desarrollo de la historia monetaria en España. En el entendido de que Sayula fue una ciudad virreinal donde se amasaron enormes fortunas en monedas de oro, el interés en esta historia debería competernos. 

Lo común es que la gente hable en el municipio de los no pocos afortunados en los últimos años, que se encontraron algún tesoro en monedas de oro en terrenos o viejas casonas de la localidad que, con la consciencia histórica que tenemos los sayulenses, las imaginamos como centenarios, moneda conmemorativa del centenario de la independencia de México mandada acuñar por Porfirio Díaz en 1910; lógicamente estas monedas no existían durante la colonia, y aquellos que encontraron un tesoro de ese tiempo se pudieron haber topado con Ducados de oro o Doblones, con Reales de plata, medios o cuartos; dado que eran las monedas que formaron el capital de los ricos españoles durante 300 años en Sayula. Estos tienen un valor muy superior a los centenarios porfiristas que montan en dijes los hoy ostentosos nuevos ricos para marcar su estatus, al menos no he visto Ducados o Doblones de oro cumpliendo esa función grotesca hoy. Como fuese, es importante e interesante conocer un poco de estas monedas que circularon en Sayula durante tres siglos. 


La historia monetaria hispana, desde la llegada de la dinastía borbónica al Trono hasta la revolución de septiembre, que puso fin al reinado de Isabel II, tiene tres etapas claramente definidas desde el punto de vista del sistema monetario. La primera abarca desde la entronización de Felipe V hasta el período marcado por la Guerra de la Independencia y los primeros años del reinado de Fernando VII. El segundo se extiende hasta la desmonetización del maravedí en 1848. El tercero culmina con la creación de la Peseta en 1868. La primera de las etapas definidas se caracteriza por la readecuación del sistema heredado de la dinastía Habsburgo y su adaptación a las necesidades demandadas por el nuevo siglo y los aires europeos que llegan a los reinos hispanos con la subida al Trono de Felipe V. El siglo XVIII irá modificando un sistema monetario que había nacido en los últimos años del siglo XV, pero mantendrá sus características esenciales, con el maravedí como unidad de cuenta y el real y el escudo como unidades de los sistemas de plata y oro respectivamente. Con dichas bases la moneda española mantendrá un papel importante en el comercio internacional, avalado su papel por las aún importantes arribadas de metal precioso a la Península, si bien con nuevos competidores, como la guinea inglesa. Se trata de un período en el que se alcanza la estabilidad monetaria, cuyos cimientos había puesto la reforma monetaria de Carlos II entre 1680 y 1686. 

  Se inicia a continuación un período convulso, interesante desde el punto de vista monetario, que abarca el período de la Guerra de la Independencia, el reinado de Fernando VII y los primeros 15 años del de Isabel II. No tiene cambios notables en el sistema monetario, pues continúa el heredado del siglo XVIII. Sin embargo, desde los primeros años del siglo XIX las llegadas de metal precioso decrecen de forma muy notable y en 1824 se pierden las colonias. Quizá esto último sea lo más significativo de estos años de transición, pues con ellas también desaparecen los envíos más o menos regulares de plata, determinando un antes y un después en la historia de la moneda española.  En 1848, tras más de seis siglos de historia, el maravedí desapareció del panorama monetario español. La moneda española iniciaba su camino hacia la asunción de la Peseta como unidad, lento caminar salpicado de diversas reformas que buscan mejorar el sistema y adaptarlo a las tendencias mercantiles y económicas del siglo XIX sin conseguirlo. Es un período en el que la moneda española representa un papel meramente nacional; el antiguo esplendor, con el uso internacional de las divisas hispanas de oro y plata, ya no es otra cosa que un recuerdo del pasado.   

 El comienzo del siglo no puede tener un carácter más negativo. La formación en septiembre de 1701 de la llamada Gran Alianza, integrada por Austria, Inglaterra y Holanda, desembocó en la declaración de guerra a Francia y España en junio del año siguiente. Desde 1705 la guerra europea se convierte en civil, con el apoyo de los reinos de la Corona de Aragón al pretendiente austriaco, el archiduque Carlos, quien había desembarcado en Denia y se había proclamado rey de España. Eso determina un período de 10 años de cruenta lucha que provoca un notable desbarajuste monetario.  Existen en España dos autoridades políticas que emiten moneda. El archiduque Carlos centra sus emisiones fundamentalmente en Barcelona, donde fabrica piezas locales, croats, ardites y dineros, y especialmente reales de a dos de sistema castellano, con una tipología que recuerda enormemente a piezas emitidas por Carlos II en Segovia, seguramente con la intención de incidir en la continuidad dinástica. También fabricó moneda en Palma de Mallorca (piezas de cuatro, dos y un escudo), Valencia (dieciochenos) y Zaragoza (dineros). Felipe V, por su parte, estaba al mismo tiempo emitiendo moneda de sistema castellano en tres cecas, Madrid, Segovia y Sevilla, a las que se une Linares para las piezas de cobre.  

 Aparte de la división, el sistema monetario tuvo que soportar las necesidades de la contienda. El sistema argénteo se vio alterado en diversas ocasiones. La primera medida tomada por Felipe V después de llegar a España fue restaurar la plata a las características que tenía antes de la reforma de Carlos II de 1686, es decir ley de 11 dineros y 4 granos y talla de 67 reales en marco. Posteriormente llevó adelante distintas variaciones de dicho numerario, algunas determinadas por necesidades de financiación. Así volvió a fabricar en Madrid, en 1706, monedas acordes a lo dispuesto en 1686 (talla de 84 reales en marco). En 1707 y 1708 batió en el Real Ingenio de la Moneda de Segovia piezas de 10 dineros de ley (833,3 milésimas) y talla de 75 reales en marco (3,06 grs. cada real), de acuerdo a un ensayo realizado por el ingeniero francés Jean Castaing, que pretendía crear un sistema de moneda de curso interior. En el verano de 1709 fabricó en un nuevo taller monetario ubicado en la Plazuela de las Descalzas de Madrid1 piezas con talla de 68 en marco (3,38 grs. cada real) y pureza metálica de 11 dineros (916,6 milésimas), buscando su equiparación con la moneda francesa, que tenía una amplia circulación en la Península. 

 A tales variaciones se sumó la masiva penetración de moneda extranjera, favorecida por la guerra. Es el inicio de un problema que estará presente durante todo el período objeto de nuestro estudio. España se convirtió en un campo de batalla en el que combatían ejércitos extranjeros. Felipe V reguló la circulación de la moneda francesa para facilitar el pago y abastecimiento de las tropas con las que le apoyaba su abuelo, Luis XIV. Así el 5 de julio de 1706 avaló el curso legal del numerario francés haciendo equivalente el luis de oro al doblón castellano y el escudo blanco al real de a ocho2. Esta aceptación, aparentemente inocua para la sanidad del sistema monetario castellano, dada la práctica igualdad de las monedas francesa y castellana en cuanto a contenido de metal precioso, se convirtió en fuente de abusos. Así en la ceca de Bayona se comenzaron a fabricar reales franceses de ley inferior que eran introducidos en España con pingües ganancias, provocando la extracción de las buenas monedas del cuño de Castilla. La masiva invasión de moneda de baja ley explica la real provisión de 10 de mayo de 1709 cuando se prohibió la entrada de los reales sencillos y de a dos (llamados pesetes) franceses y de cualquier otra moneda, salvo los luises de oro y los escudos y medios escudos blancos4; al mismo tiempo se establecía que las piezas ya circulantes fuesen reducidas a su valor intrínseco, además de prohibir la exportación de oro y plata5. Hamilton, siguiendo a García Caballero, ensayador mayor de las cecas castellanas, indica que esta medida fue suficiente para que cesaran las importaciones. También la presencia de tropas bajo el mando del Archiduque se convirtió en una vía de entrada de moneda extranjera. Junto a la francesa y austriaca circulaba asimismo moneda procedente del vecino Portugal.  Los efectos de la Guerra de Sucesión fueron notorios sobre la sanidad del sistema monetario castellano. Existía consciencia generalizada de los desajustes y desequilibrios que esto ocasionaba. Los problemas venían dados fundamentalmente por la diversidad de especies circulantes, con diferentes leyes, pesos y valores, dado que corrían piezas emitidas por los Austrias, las batidas por Felipe V y el Archiduque, así como las extranjeras ya citadas. Por ello, según las armas de Felipe V se iban imponiendo en el campo de batalla y controlando territorios antes ocupados por el pretendiente austriaco, se intentó ir uniformizando el circulante. En general, las monedas batidas en aquellos territorios, salvo las acuñadas a nombre de Carlos III, se mantuvieron en circulación, si bien se establecieron equivalencias entre las locales y las de Castilla, con el fin de evitar problemas y confusiones en el comercio. Es el caso, por ejemplo, de las ordenanzas dadas en 1707 para el reino de Valencia, en las cuales todas las monedas circulantes recibieron una equivalencia oficial en moneda de Castilla. En 1711 se prohibió la circulación de moneda emitida en países y provincias enemigos, clara alusión a las piezas acuñadas por el Archiduque, al tiempo que se exigía a los propietarios de piezas de oro y plata portuguesas y de plata de Aragón y Cataluña venderlas a las casas de moneda por un valor acorde a su contenido metálico. 

(Fuente: "Legislación y reforma monetaria en la España borbónica"  Dr. D. Javier de Santiago Fernández Profesor Titular de "Epigrafía y Numismática" Universidad Complutense de Madrid)


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