martes, 3 de octubre de 2023

 La economía y la sociedad luego de la

independencia nacional en Sayula

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

Las principales afectaciones durante el periodo posterior a la independencia de México, en Sayula, fueron económicas. Antes que nada la muerte de vecinos, luego la fuga de capital con la huida de los españoles y más tarde lo peligroso que se volvieron los caminos del sur de Jalisco asolados por gavillas de ladrones. 

 Sayula a mitad del siglo XIX solicitó al congreso licencia para celebrar una feria  de nueve días una vez al año los días anteriores al domino de de Ramos en la víspera de la semana santa. Argumentando que esto ayudaría a recuperarse al comercio local. La petición que le fue denegada. A raíz de esto resulta desconcertante que en 1840 -19 años después de la consumación de la independencia - se estableciera en Tapalpa la fábrica de papel La Constancia de Santa María de Guadalupe, donde inversionistas de Guadalajara y de la región participaron, estos últimos aportando el más del 61% del capital. Solamente los inversionistas de Sayula aportaron la cantidad de 20, 583.45, correspondiente al 22.19% del capital total. Con maquinaria de última generación y tecnología de vanguardia operada por técnicos extranjeros, se estableció la primera fábrica de importancia de la región. La fábrica quebró debido a problemas de producción, que mágicamente se arreglaron una vez que todas las acciones, devaluadas a un tercio de su valor, fueran compradas por el socio principal José Vicente Gutiérrez, criollo de Guanajuato. Llegando a tal su éxito, después, que obtuvo premios en los Estados Unidos por su calidad de producción. La fábrica funcionó hasta 1910. Finalmente el único beneficio a la región fue el trabajo que ofertó este negocio sin ningún tipo de prestación por muchos años, a cambio de la explotación de las personas y recursos locales; y por supuesto, el capital que se devaluó en su primera etapa a un tercio de su valor, siendo el sayulense el que más se perdió. 


Otra consecuencia de la independencia fue la privatización del aprovechamiento de la playa de Sayula. La cuenca lacustre durante la colonia fue propiedad realenga, el 16 de abril de 1828 se remató el aprovechamiento de sus productos al público, por parte del gobierno. Ignacio Castellanos, la compró por seis años y siete mil pesos anuales, obteniendo utilidades de 70 mil pesos en el mismo periodo. El 12 de Julio de 1834 pasó a manos del estado por 14 mil pesos anuales, dejando ganancias por 130 mil pesos. En 1849 un banquero, prestamista del gobierno de Antonio López de Santa Anna, de nombre Manuel Escandón, al cual el presidente Santa Anna le vendió la playa en 92 mil pesos, fue denunciado por el ayuntamiento de Atoyac, asegurando que del total del precio acordado sólo recibió, el gobierno de Santa Anna, 24 mil pesos en efectivo y el resto en carabinas y parque. Los ayuntamientos de Atoyac, Sayula y Zapotlán, protestaron durante 16 años al gobierno federal sin resultados, mientras la gente de la región se vio privada de uno de los recursos más importantes de la zona. Al comprador en esos 16 años le redituó ganancias por más de 200 mil pesos. Posteriormente, sin precisar fecha se volvió a vender la playa a ahora a un español de apellido Mier, quien la heredó a su esposa de apellido Pesado, quien a su vez la donó a una fundación de beneficencia privada: "Mier y Pesado". En 1939 el presidente Lázaro Cárdenas, expidió un decreto que concesionaba terrenos para cultivo agrícola en la playa, los cuales son hoy parte del ejido de Sayula y de otros municipios. 

En 1850 se construyó un nuevo camino entre Sayula y Zapotlán, que siguió casi el mismo trazo del antiguo y la actual vía libre; esto fue durante la gestión del gobernador Angulo. En anexo al convento franciscano de Sayula, en 1830, se abrió una escuela por instancias del gobernador del estado Prisciliano Sánchez atendida por fray Agapito Madrigal cuyo currículo docente incluía varias escuelas en Guadalajara y otras ciudades. La escuela llegó a tener hasta quinientos alumnos de Sayula y los alrededores. Munguía Cárdenas cita entre otros alumnos que allí estudiaron la educación básica a Ramón Corona, Celso Vizcaíno, Daniel Larios, Diego Montenegro y Eufrasio Carrión; agregando que existían otras dos escuelas en el año de la invasión norteamericana, sostenidas por el municipio. A fines de 1841, el alcalde de Sayula Miguel Morett, atendiendo peticiones de los vecinos abrió una calle lateral, utilizando el atrio, al hoy templo de San Francisco de Paul, exigiendo que se exhumaran los cadáveres allí sepultados. El 2 de octubre de 1842 una tromba que cayó por el terreno denominado el Melchor al sud poniente de Sayula, aprovechando las secuelas que en su estructura dejara un ciclo de terremotos el mismo año, destruyó el Puente del Santuario, por las crecidas aguas del arroyo que atraviesa la ciudad, así como el barrio de la Cruz del Cuarto.  A principios de los años treinta del siglo XIX avanzaba por el país una epidemia de cólera. Si bien la costumbre de dotar de alcantarillas para el suministro de agua a los pueblos y ciudades era común, el desagüe o infraestructura que sacara de las casas los residuos, no lo era. Algunas casas en las ciudades europeas, por ejemplo, tenían la costumbre de arrojar las heces fecales y la orina de sus habitantes a la calle, incluso existían personas que se dedicaban a limpiar las calles por las mañanas de estos desperdicios. El bacín o nica son vestigios de la práctica europea de lanzar las heces humanas, producto de las horas nocturnas, a la calle. Las fosas sépticas no existían, y aunque los indígenas reciclaban las heces humanas mediante un sistema de letrinas, usándolas como abono para las chinampas, como lo documenta Bernal Díaz del Castillo en Tenochtitlán; los españoles veían con malos ojos tal práctica. Esto propagó epidemias como el cólera hasta entrado el siglo XIX. 

El gobernador Prisciliano Sánchez ya había prohibido otra práctica virreinal insalubre: la de que se enterraran cadáveres en los atrios de las iglesias, a lo que la gente se negaba, cosa que aumentó el riesgo de contagio. Una vez aquí la epidemia de 1833, el panteón de Belén que se inauguró el 25 de agosto de ese año, se vio saturado en poco tiempo. Dan cuenta las actas de defunción del archivo parroquial, que la primera persona sepultada allí fue un mulato adolecente de nombre José Cirilo, vecino de Sayula. El propio Agapito Madrigal, lego antes citado, promovió la creación de un nuevo panteón ante lo grave emergencia sanitaria. El sitio fue al lado del convento franciscano, hoy un aserradero abandonado, parte de la colonia de Guadalupe y de la huerta del convento. Se le llamó en un inicio Panteón de San Francisco, pero a unos meses en funciones  ya se le conocía como de La Soledad.  A principio de la década de los cincuentas del siglo XIX Sayula sufrió varios embates de la epidemia del cólera, a las que precedió una sequía, muchas personas murieron. 

En 1852 se reconstruyó el derruido templo parroquial, proyecto ordenado por el obispo Aranda y Carpinteiro y ejecutado por el arquitecto Manuel Gómez Ibarra.


Algunos personajes importantes del periodo.

Mariano Morett Vizcaíno, nacido en Sayula en 1812, hijo de José Vicente Morett, teniente del ejército mexicano que enfrentaría a la milicia invasora norteamericana en el estado de Nuevo León, para defender la ciudad de Monterrey en septiembre de 1846. Se cuenta de él una historia similar a la del Cid campeador, Ruy Díaz de Vivar o el apóstol Santiago. Munguía Cárdenas, citando a Niceto Zamacois, José María Vigil y Luis Páez Brotchie; nos narra las hazañas de este militar sayulense, perteneciente a una de las familias ricas del Sayula decimonónico: al frente del regimiento de caballería, Guanajuato, Morett, se lanzó contra la columna norteamericana que cortaba toda comunicación de la ciudad regía. La caballería mexicana fue recibida con una lluvia de fuego de artilleria, muriendo allí mismo la mayoría de sus integrantes, excepto Morett y unos cuantos, que alcanzaron las baterías enemigas. Sin poder avanzar el comandante de dragones, ante la poca gente que con él llegaba hasta ese punto, retornó. Volvió Morett frustrado, pero glorioso ante sus compañeros que le aplaudían admirados por la valentía y arrojo del teniente sayulense; que dice Páez Brotchie, los mismos yanquis respetaron su vida reconociendo su arrojo al no dispararle cuando fueron alcanzados por éste espada en mano. El relato que parece arrancado de las historias de caballería españolas, que hacían crónica de las batallas contra los moros y demuestra la rica tradición militar del Sayula español. 

Sayula ha sido desde su fundación, bastión militar, semillero de oficiales y mandos de los distintos ejércitos; desde aquella tropa que va con Francisco Saavedra a convertir a la Guerra del Mixtón en favor del virreinato, hasta el batallón de Indios Patrióticos del cura José María Sánchez, la huestes del capitán Marcelo Luciano Cortés y las federalistas de Ignacio Camberos que toman Zapotlán en 1823 en nombre del estado libre y soberano de Xalisco.


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