martes, 21 de noviembre de 2023

Política, violencia e impunidad.

Por Rodrigo Sánchez Sosa

Violencia y Barbarie. Ni todos los bailes gratuitos de este fatídico sexenio carrionista en Sayula, podrán borrar un solo hecho de violencia como el de la semana pasada, del que no diremos más por respeto a las víctimas.

Reflexiones como esta requieren análisis profundos ¿Quién más que el filosofo contemporáneo que entiende perfectamente nuestro tiempo Slovej Zizek, mi maestro, para explicarnos el origen de la violencia bárbara de quienes ven en el dinero un Dios que demanda sangre?


"Hay un viejo chiste sobre el marido que vuelve a casa después del trabajo pero algo más pronto de lo habitual y encuentra a su mujer en la cama con otro hombre. La mujer, sorprendida, exclama: "¿Por qué vuelves tan pronto?". Y el marido replica, furioso: "¿Qué haces en la cama con otro hombre?". A lo que la mujer responde: "Yo he preguntado primero, no intentes escabullirte y cambiar de tema". Del mismo modo, respecto a la violencia la tarea es precisamente cambiar de tema, desplazarnos desde el SOS humanitario desesperado para acabar con la violencia hasta el análisis de otro SOS, el de la compleja interacción entre los tres modos de violencia: subjetiva, objetiva y simbólica. La lección es, pues, que debemos resistirnos a la fascinación de la violencia subjetiva, de la violencia ejercida por los agentes sociales, por los individuos malvados, por los aparatos represivos y las multitudes fanáticas: la violencia subjetiva es, simplemente, la más visible de las tres.

… Es demasiado simplista afirmar que el espectro de este monstruo autoengendrado que continúa su rumbo ignorando cualquier respeto por lo humano o por el ambiente es una abstracción ideológica, detrás de la cual hay personas rivales y objetos naturales en cuyas capacidades productivas y en cuyos recursos se basa la circulación del capital (el dinero) y de los que se nutre como un gigantesco parásito. El problema es que esta "abstracción" no está sólo en la percepción errónea de nuestros "especuladores" financieros, sino que es "real" en el preciso sentido de determinar la estructura de los procesos materiales sociales: el destino de un estrato completo de la población, o incluso de países enteros, puede ser determinado por la danza especulativa "solipsista" del capital, que persigue su meta del beneficio con total indiferencia sobre cómo afectará dicho movimiento a la realidad social. Así que la clave de Marx no es principalmente reducir esta segunda dimensión a la primera, es decir, demostrar que la enloquecida danza teológica de las mercancías surge de los antagonismos de la "vida real". 

El asunto es más bien que no se puede tomar la primera (la realidad social de la producción material e interacción social) sin la segunda: es la danza metafísica autopropulsada del capital lo que hace funcionar el espectáculo, lo que proporciona la clave de los procesos y las catástrofes de la vida real. Es ahí donde reside la violencia sistémica fundamental del capitalismo, mucho más extraña que cualquier violencia directa socioideológica precapitalista: esta violencia ya no es atribuible a los individuos concretos y a sus "malvadas" intenciones, sino que es puramente "objetiva", sistémica, anónima. Aquí se halla la diferencia lacaniana entre la "realidad" y lo "real": la "realidad" es la realidad social de las personas concretas implicadas en la interacción y en los procesos productivos, mientras que lo "real" es la lógica espectral, inexorable y "abstracta" del capital que determina lo que ocurre en la realidad social. Este es un vacío que puede experimentarse cuando se visita un país donde reina el desorden, donde el deterioro ecológico y la miseria a que se ve expuesta su población están presentes en cada detalle. Sin embargo, los informes económicos sobre dicho país pueden decir lo contrario, su economía puede ser, y de hecho lo es en muchas ocasiones, "financieramente sana": la realidad no es lo que importa; lo que importa es la situación del capital... ¿No es esto hoy más cierto que nunca? ¿No apuntan los fenómenos normalmente considerados propios del capitalismo virtual (el mercado de futuros y especulaciones financieras abstractas similares) hacia el reino de la "abstracción real" en su máxima pureza mucho más radicalmente que en tiempos de Marx? En pocas palabras, la forma más elevada de ideología no consiste en estar atrapados en lo espectral de la ideología, olvidando su fundamento en las personas reales y en sus relaciones, sino precisamente en pasar por alto lo real de esta espectralidad y pretender dirigirse directamente a las "personas reales con sus preocupaciones reales". Los visitantes de la Bolsa de Londres reciben un folleto gratuito que explica que el mercado de valores no tiene que ver con misteriosas fluctuaciones, sino con personas reales y con sus productos. Esto es realmente la ideología en su forma más pura. La regla fundamental de Hegel es que el exceso "objetivo" (el reino de la universalidad abstracta que impone su ley mecánicamente y con completa indiferencia al sujeto capturado en su red) siempre se ve complementado por un exceso "subjetivo" (el ejercicio irrpillar y arbitrario de los caprichos). Étienne Balibar proporciona un caso ejemplar de esta interdependencia y distingue dos modos opuestos pero complementarios tle violencia excesiva: la violencia "ultraobjetiva" o sistémica, inherente a las condiciones sociales del capitalismo global y que implica la creación "automática" de individuos desechables y excluidos, desde los sin techo a los desempleados, y la violencia "ultrasubjetiva" de los nuevos y emergentes "fundamentalismos" éticos o religiosos, o ambos, en definitiva racistas.5 Nuestra ceguera ante los resultados de la violencia sistémica se percibe más claramente en los debates acerca de los crímenes comunistas. La responsabilidad que se deriva de ellos es sencilla de localizar; nos enfrentamos con el mal subjetivo, con sujetos que actuaron mal. Podemos incluso identificar las fuentes ideológicas de los crímenes: la ideología totalitaria, El manifiesto comunista, Rousseau e incluso Platón. Pero cuando se llama la atención sobre los millones de personas que murieron como resultado de la globalización capitalista (que incluye al crimen organizado como su manifestación extrema, el dienro como fín por sobre el hombre y la comunidad misma), desde la tragedia de México en el siglo XVI (la conquista) hasta el holocausto del Congo Belga hace un siglo, en gran medida se rechaza la responsabilidad. Parece que todo hubiera ocurrido como resultado de un proceso "objetivo" que nadie planeó ni ejecutó…  "     (Slavoj Zizek " Sobre la Violencia")

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