martes, 12 de diciembre de 2023

 La elaboración de prendas de vestir y curtiduría antes de los españoles en la región

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

 La piel para forrar los equipales en Zacoalco, mueble doméstico inventados por el pueblo wirrarika o huichol,  el pelo de conejo que se hilaba para incrustar mantas de algodón o como hilo usado como cinturón o ceñidor, sujetador de tocados de guerrero, del pelo en trenzas y calzado de invierno, para las clases altas indígenas de la región, es un elemento tradicional de poca difusión histórica, la curtiduría y la elaboración de prendas de vestir. En particular esto último, la confección de prendas de vestir por medio de hilos naturales, fibras vegetales y piel, tuvo una producción importante en la región, el pueblo de Tuxcueca debe su nombre a esta actividad, Tuxcueca significa, donde se hacen faldas de conejo, Yux, que significa conejo y cueca, falda. Este tipo de técnica de hilado de pelo de conejo comenzó  a manufacturarse entre el pueblo olmeca hace 3500 años, y luego como parte de la civilización Mesoamericana, llegó a ser una característica tradicional a la llegada de los españoles a la región sur del hoy estado de Jalisco. La curtiduría de pieles compartida por los pueblos de todo lo que sería México, incluso entre los mayas los cuales lo reciben de los habitantes del valle central tras su contacto con estos, también se practicó aquí. No hay registros arqueológicos de este tipo de trabajo porque es perecedero y ninguna pieza completa resistió el paso del tiempo, dado que para 1690 ya no era popular el hilado de pelo de conejo que fue sustituido por la seda traída por los españoles, despareciendo totalmente en el siglo XVIII y XIX. 


"…conviene decir que las artesanías que actualmente se producen en México no son exclusivamente indígenas, ni por su origen ni por los individuos que se dedican a su manufactura. Lo primero, porque si bien es cierto que algunas artesanías, como la alfarería de una cochura, el tejido de fibras vegetales, los textiles y las lacas, sí tienen antecedentes genuinamente autóctonos, porque existían ya en la época prehispánica, no es menos cierto también que tales artesanías nativas fueron influidas y enriquecidas con diseños, técnicas, herramientas, formas y materiales aportados por los europeos o gente que llegó después de éstos. Por ejemplo, la alfarería adquirió la técnica del vidriado y adoptó el uso del torno, además de una multitud de formas nuevas, adecuadas para satisfacer los requerimientos de la población; la industria textil se vio favorecida con la introducción del telar de pedales y de lanzadera; las lacas adoptaron ciertos diseños asiáticos que hoy se reconocen todavía. Por el contrario, otras artesanías no nativas, como la talabartería, la herrería y el vidrio, que no se conocían en México, introducidas por los europeos, tomaron carta de naturalización en el país cuando la mano de obra local las adaptó a su necesidad, su gusto y su sensibilidad. Finalmente, las artesanías que no tuvieron cabida en las nuevas formas de vida impuestas por los españoles, como el arte plumario o el hilado de pelo de conejo de tanta trascendencia en la antigua vida indígena, simplemente tendieron a desaparecer." (Historia UNAM)

 "Algunos investigadores sitúan el surgimiento del  textil en fechas anteriores al de la cerámica, lo que lo ubicaría como la más antigua de artesanías. De acuerdo con su desarrollo, los grupos humanos requirieron proteger sus cuerpos de las adversidades climáticas o quizá a la escasez de pieles apareció vestido. Éste, conforme avanzaban las sociedades, evolucionó hacia el tejido de fibras más suaves como el pochote, el algodón silvestre, el ixtle, etc., para cuyo manejo se elaboró un telar rudimentario llamado "de marco", que se transformó en el telar de cintura. Ambos se utilizan aún y merced a la capacidad y habilidad del ser humano se han podido realizar tejidos  de mayor tamaño y complejidad técnica.

 Además de su sentido utilitario, la indumentaria permite la identificación étnica social, económica cultural de sus portadores  A su llegada al continente americano, los invasores europeos encontraron la elaboración de textiles en un estado impresionante de desarrollo. Los misioneros-historiadores y los viajeros del siglo XVI han dejado constancia de los atuendos de aquella época. Quizá los más acuciosos en sus descripciones sean fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán. También en los códices, en los pictogramas y en la estatuaria encontramos gran información sobre los atuendos de las diferentes culturas que poblaban el continente. Es muy temprano, en el siglo XVI, cuando se producen un gran cambio en la indumentaria de los pueblos nativos, por razones moralistas propias de las concepciones religiosas y culturales de los conquistadores.  Como sabemos, la mayoría de los hombres sólo vestía un máxtlatl, especie de paño, de ixtle para uso popular y de algodón para las clases altas, que "cubría sus vergüenzas" -el cual se sujetaba a la cintura y pasaba por la entrepierna-, y un lienzo llamado tilmatli, confeccionado en los mismos materiales que el máxtlatl, que se ataba al hombro y servía para desempeñar diferentes actividades  como la pizca, el transporte de carga, etc.

Las mujeres del pueblo vestían una especie de falda llamada cueitl y generalmente llevaban el torso descubierto; en algunos casos usaban una faja para sujetar las enaguas. En muchas ocasiones usaban el  mamalli, prenda que servía tanto para cargar a los niños como para transportar todo tipo de objetos.

Sólo a personajes de la alta jerarquía militar, religiosa o social se les permitía vestir ropas de algodón más elaboradas y ricamente ornamentadas con plumas, pelo de conejo y filamentos de gusanos  como el de madroño. Las mujeres de las clases altas utilizaban huipiles y se dice que el llamado quechquémitl era un atuendo reservado a las divinidades y a sus servidoras. El uso indebido de estas prendas podía  costar la vida a los transgresores; por ejemplo, los macehuales no podían usar ninguna prenda elaborada con algodón, so pena de muerte. A partir de la llegada de los españoles a América se obligó a los indígenas a cambiar su indumentaria. A las mujeres se les cubrió el torso con blusas confeccionadas y comenzaron a utilizar las enaguas de pretinas y los delantales. La indumentaria indígena contemporánea, sobre todo la femenina, sigue conservando, más de 500 años después, sus  viejos cueitl, huipiles y quechquémitl, fajas y mamalli, algunos adornos para el cabello, collares y aretes, A los hombres se les impuso el uso de pantalones y camisas; se mantuvo el uso de la tilma, que se transformó en el gabán y en la faja -como derivación del máxtatl-, que se utilizaba como ceñidor o cinturón.

Miguel Othón de Mendizábal explica que a los conquistadores no les interesaba entrar a las humildes casas para descubrir ídolos y objetos de idolatría y de paso saquear objetos de oro, que no había, y por lo tanto pasaban por alto su modesto bagaje textil. De esta manera los viejos diseños y las antiguas jaculatorias labradas en sus huipiles y quechquémitl persistieron como una herencia transmitida de generación en generación, que encontró refugio en el vestido femenino y el humilde ajuar hogareño, así como también en las servilletas para las tortillas y en los manteles de compromiso. Así se explica que hayan llegado hasta nuestros días estos objetos en los que se siguen utilizando muchos motivos y diseños cuyo significado se ha perdido aun para las mismas tejedoras, pero que siguen vigentes en sus conceptos estéticos y tradicionales.

Todo ello, aunado a la escasez de telas importadas de España, de muy difícil y onerosa adquisición para que las  vistiera el pueblo, permitió a los indígenas seguir sembrando, hilando y tejiendo algodón y agave a la usanza tradicional, es decir, con el telar de cintura y de acuerdo con sus viejas técnicas y diseños, los cuales, en muchos casos, eran aplicados por las mujeres en la ropa que confeccionaban para los hombres.

Además, al terminarse las restricciones sobre el uso de algunas prendas de vestir y de varios materiales, el pueblo las hizo suyas con algunas modificaciones, según se puede ver en las pinturas de castas de los siglos XVII Y XVIII.

Confeccionado según las disposiciones asignadas para cada clase social, el xicolli se ha transformado en algunas regiones de los Altos de Chiapas y Guatemala en el llamado chuj, y en otras regiones de México, en la prenda llamada cotorina, muy usada por la gente del campo. 

(Pomar, María Teresa, "La indumentaria indígena",  Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 19, pp. 32-39)




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