viernes, 30 de marzo de 2012


ANESTESIA  Emocional
Por el psicólogo Arturo Fregoso Flores
¡Acérquese! Aquí andamos otra vez en este espacio que es alimento para el ánimo del escritor. 
Hoy con el favor de su atención les traigo algo sobre "EL MIEDO".
Al igual que la alegría y la tristeza, la cólera, el amor y el desagrado, el miedo forma parte de las emociones fundamentales. Como tal, se relaciona con dos registros que interactúan estrechamente: uno vinculado con la esfera afectivo-intelectual, el otro ligado al dominio de la biología. Como consecuencia de ello, el miedo podría ser visto como un estado que resulta de la unión de una reacción afectiva de intensidad variable con manifestaciones neurovegetativas más o menos importantes; y todo ello repercutiendo intensamente en los actos de la persona.
 Los primeros teóricos de las emociones inauguraron un debate que versa sobre el problema de las relaciones existentes entre estos dos órdenes de hechos y la posible prioridad de uno sobre el otro. James y Lange suponían, contrariando la creencia comúnmente aceptada, que el sentimiento está determinado por un comportamiento emotivo, o si se prefiere, que la percepción de un estímulo provoca directamente una reacción, independientemente de la apreciación de la situación por parte del intelecto. No se llora porque se está triste, sino que se está triste porque se llora (W. James, 1890). Asimismo, la secuencia veo un lobo, tengo miedo, tiemblo, debería enunciarse más bien, según el mismo autor, veo un lobo, tiemblo y por eso tengo miedo.
  Cannon y Bard, oponiéndose a la teoría de James y Lange, consideraron que es necesario disociar la experiencia emocional del comportamiento afectivo, ya que uno se encuentra situado bajo el control talámico y el otro es comandado por el hipotálamo (Cannon, 1929).  Las numerosas investigaciones emprendidas para confirmar o refutar estas teorías, no han podido llegar a una conclusión favorable a una u otra. En cuanto a los trabajos más recientes, ellos han seguido una orientación sensiblemente diferente, influidas en especial por los descubrimientos realizados en neurología cerebral, endocrinología y psicofisiología.
Todo el mundo conocepor experiencia propia las principales manifestaciones físicas que acompañan al miedo. En lo fundamental, ellas siguen las vías del sistema neurovegetativo, como ocurre con la mayoría de las emociones. ¿Quién no ha sentido en sí mismo la aceleración cardiaca, los sudores "fríos", la reacción de sobresalto? Pero también son posibles otras expresiones fisiológicas, aunque más raras, cuando se sienten miedos más intensos. Pueden consistir en temblores generalizados, pérdida del habla, incluso un eclipse más o menos prolongado de la conciencia.El miedo ha habitado todos los lugares y ha vivido todas las épocas. Su rostro se adivina en el rumor de las olas, en el movimiento de las nubes, en la oscuridad de la selva, en la contaminación de los océanos, en las radiaciones atómicas, en el silencio de las tinieblas. Sus parientes cercanos son la angustia, el espanto, la fobia, el terror, el pánico, la psicosis, el pavor. Afecta al recién nacido desde el momento en el que se separa de su madre, y no lo abandona nunca más: en la infancia, aparece escondido tras la oscuridad (poblada de fantasmas, ladrones y animales feroces), y al cabo de los años se manifiesta, con distintos contenidos y grados, en las llamas de un incendio, en el envenenamiento químico de los cultivos, en el terrorismo o en la muerte. A diferencia de los animales, es el propio hombre quien edifica laboriosamente, con su poder   de   imaginación   y  representación, los terrores que lo acechan, además de ser el propagandista de los que perturban a otros.
"El individuo aterrorizado tiene acaparado su espíritu por el peligro y ya no es capaz de un juicio o un razonamiento coherente. Sus ideas se han vuelto vagas y desordenadas. Ya no es, prácticamente accesible a los análisis discursivos ni a las argumentaciones de la lógica. Por el contrario, produce la impresión de una regresión más o menos profunda a niveles infrarracionales donde dominan pensamientos muy arcaicos. Algunos miedos (a la oscuridad, a los contactos sociables) son en gran parte, probablemente, recuerdos de emociones ahogadas, o terrores infantiles que sólo esperan la oportunidad de volver a manifestarse. He de decir entonces que el miedo llega a ser útil en ciertas circunstancias para la protección del individuo, aunque siempre representa una prueba desagradable para quien lo experimenta. Las tentativas para conjurar y combatir el miedo son tan numerosas y diversas como las ocasiones que lo generan.
Agradezco el favor de su atención y sigo recibiendo sus opiniones en mi correo electrónico arturo_fregoso@hotmail.com.
Recuerden algo…
"La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo; y el más antiguo y más intenso de los miedos... es el miedo a lo desconocido". H. P. Lovecraft
Su servidor y amigo como psicólogo y escritor agrega: "El miedo más intenso no es el miedo a lo desconocido, sino el miedo a romper nuestra comodidad, a ilusionarnos con más y a volar sobre la adversidad.
¡Atrévanse a soñar!, confíen en ustedesy ¡hagan que las cosas sucedan!



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