sábado, 13 de agosto de 2016

Especial para Horizontes...
Los tesoros ocultos de la historia de Sayula y su enigma
Reportaje de Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa 

Es Santa Inés y las tumbas de tiro, un  enigma de la llamada tradición Pacífico del Occidente de México: Las tumbas de tiro recuerdan las cámaras funerarias egipcias de tradición mediterránea y Santa Inés con su centro ceremonial y su gigante montículo principal y plaza cívica delimitada por plataformas, rememora por su orientación y construcción la tradición teotihuacana. Por los trabajos arqueológicos se sabe que Santa Inés fue un centro ceremonial mucho antes de la construcción de los montículos y plataformas, por lo que su antigüedad podría ser de más de dos mil años. No se han encontrado entierros en Santa Inés, pero si al oriente del centro ceremonial, cerca de los limites de la colonia de San Miguel y la Mezcalera, por los mismos vecinos al construir los cimientos para sus casas. Adentrémonos en este enigma del Sayula indígena:
"Nuestra región tiene una tradición original propia: las Tumbas de Tiro. Las tumbas eran la morada de los difuntos (que iban desde sólo uno, hasta grupos de seis en una cámara), criptas secretas donde nada ni nadie podía perturbar o interrumpir el proceso de la vida después de la muerte y donde se les ofrendaba lo más ricamente posible.
Las tumbas de tiro, excavadas en el subsuelo, constan de un pozo o tiro vertical con una profundidad que varía entre 1.5 y diecinueve metros. Es posible que representaran la protección contra cualquier cosa que intentara evitar que el muerto llegara al más allá, posibles saqueadores o profanadores de tumbas. El tiro conduce a una o varias cámaras cuya planta adquiere diversas formas: ovaladas, rectangulares, redondas, incluso acampanadas. El techo de la cámara podía ser abovedado. Algunas se conectan entre sí por medio de pequeños pasillos y un escalón de veinticinco a treinta y cinco centímetros de ancho, y son consideradas por algunos estudiosos como equivalentes a una matriz, la matriz de la madre tierra.
En algunos casos, a los muertos de baja jerarquía social se les colocaban herramientas que iban de acuerdo con el trabajo que hubieran desempeñado, el sexo o la edad. Al preparar el cuerpo se intentaba adornarlo con sus mejores ajuares (tales como orejeras, pendientes, narigueras, etcétera, todos de concha o caracoles de mar o de piedra verde) y una vez preparado y sellada la tumba, es posible que pretendieran lograr la perpe-tuación del individuo, como un ser eterno.

La tumba de tiro, como la casa de los muertos, también pudo ser interpretada como el nivel infraterrestre donde habitaban los antepasados y desde donde, en un tiempo mítico primigenio, había sido creada la humanidad. No es de extrañar que a los muertos se les haya preparado con tanta riqueza y dado comida para su viaje y, en algunos casos como en la zona de Colima, que se colocaran perros de cerámica, los acompañantes en el camino al más allá."( Lizeth Barreto)
En Sayula se han encontrado tumbas de tiro en la delegación de Usmajac, muy cerca del Reparo con antigüedades que van de los 300 años a.C. hasta los 300 o 400 de nuestra era. Las tradiciones de enterramiento en lo que es nuestra región, territorio denominado a llegada de los españoles como Tzayulteco, y que abarcaba toda la rivera de la playa seca presenta distintas modalidades; la tumba de tiro es una de ellas, la más antigua. Pero, existen otras modalidades de entierro menos sofisticadas, en las cuales el cadáver era puesto en la tierra directamente con ofrendas ya sea sentado o recostado de lado, con determinada orientación según su estatus y en determinado lugar según su jerarquía. Este tipo de entierros cronológicamente son más recientes, algunos encontrados en el sitio caseta de Usmajac datan de la llegada de los españoles a la región (1522) y otros encontrado en Atoyac por ejemplo, son incluso de la época temprana de la colonia. En perímetro de Sayula, al poniente y al sur de la ciudad, se han encontrado, por las personas vecinos del lugar, durante sus actividades cotidianas, algunos entierros de éste tipo, sin que hayan sido datos por expertos, por lo mismo desconociéndose su edad.
Las tumbas han movido la fantasía popular, despertando la ambición, ya que se dice que en dichos entierros se puede encontrar oro, lo que ha propiciado las excavaciones clandestinas y la perdida de importantes datos para reconstruir la vida y época de nuestros antepasados prehispánicos. De ningún modo estas tumbas contienen el tesoro que las leyendas populares les atribuyen (recordemos que Tzaulan no era Egipto ni Tenochtitlán, los muertos no eran enterrado con tesoros y joyas, eso fue un mito español), al menos no desde el punto de vista de la codicia por el oro. Además, las piezas de alfarería, conchas labradas y figurillas de barro que pudiera contener una tumba de tiro o de otro tipo que datan del tiempo indígena, efectivamente tienen un valor para coleccionistas, pero el trafico de estas pizas es un delito federal que no vale la pena ya que el monto que se puede obtener en el mercado negro por estas piezas no es cuantioso. El valor de esto es más que nada cultural e histórico, no monetario.
Un ejemplo de lo anterior fueron los trabajos arqueológicos realizados en 1940 y 1990 en Santa Inés. Corrió el rumor que los arqueólogos desenterraban un tesoro en ese lugar y las personas acudían en las noches cuando los arqueólogos no estaban a escarbar por su cuenta, destruyendo el trabajo de levantamiento que hacían los científicos de día, al grado de que se tuvo que acordonar la zona por elementos de seguridad para que pudieran trabajar los arqueólogos. Aun después que se fueron, la gente volvió al sito a escavar, saqueando figurillas de barro del sitio que se perdieron para siempre, ya sea vendidas a quienes las supieron apreciar o a personas que las usaron de adornos o centros de mesa.
Y como si fuese maldición, el verdadero tesoro no solo la gente de Sayula no lo vio, sino que lo dejó deteriorarse, es más en el colmo de la ignorancia lo destruyó. El verdadero tesoro eran los montículos antiguos que conocemos como cerritos, en Santa Inés. Las plataformas que datan del periodo post clásico, 500 a 900 años d. C (aunque se desconoce la fecha exacta) y el centro cívico ceremonial que se convirtió en un parque con canchas, área recreativas y barda perimetral que un tristemente célebre ayuntamiento aprobó desconociendo que el predio tenia un valor histórico y arqueológico que estaban afectando.
El lugar es un tesoro no solamente por los valores ya mencionados, sino porque si hubiese sido rescatado, protegido y reconstruido, podría hoy estar abierto al público como un sitio de importancia turística, probablemente el más importante de su tipo en el sur de Jalisco. Pero éste tesoro no se vio. Hoy deteriorado, abandonado e ignorado sirve como basurero (predio frente al CBETA) y base para una capilla al aire libre de una cruz:
"Un sitio que sobresale por su complejidad arquitectónica es Santa Inés, ubicado a un costado del puebla actual de Sayula, próximo al paso del  arroyo más importante (Agua Zarca). En 1940, Isabel Kelly lo registra coma una localidad relevante por la presencia de cuatro montículos artificiales (Pirámides)  y de algunas plataformas menores extendidas sobre un ejido. Desde entonces a la fecha, la zona ha sufrido algunas modificaciones significativas. En la actualidad el sitio esta integrado a la periferia del poblado moderno de Sayula. En su perímetro inmediato se ubican una escuela preparatoria (CBTA), un parque infantil y un basurero municipal. Sobre el montículo principal se ha construido una importante cisterna de agua que ha cambiado su forma, alterando su volumen original. Como si fuera poco, desde hace mucho se practican excavaciones clandestinas en el contorno y en el cuerpo de los montículos. El crecimiento urbano y los destrozos ligados a él impiden hoy tener una idea clara de la extensión real del sitio, un cálculo conservador del sector con arquitectura podría ser de unas cinco o 6 hectáreas…Es difícil calcular la altura original del mogote principal, pero sin duda fue superior a los 4 m actuales. Las plataformas restantes (frente al CBETA) se elevaron entre tres y cuatro metros en torno a una plaza de aproximadamente 1250 m2 (el área actual del basurero publico). De 10 que aun existe se puede colegir que la forma de las plataformas fue rectangular, aunque su apariencia actual sugiere estructuras tronco-cónicas. El método de construcción fue la simple acumulación indiscriminada de tierra y piedras de diversos tamaños. Con el paso del tiempo, el material tepetatoso empleado se ha homogeneizado al punto de regularizar la mayor parte de la superficie amorfa. Durante la fase Sayula, esta localidad, aparentemente, ejerció una gran atracción entre los habitantes del sector. Sin tomar en cuenta las posibles localidades que se encuentran bajo el poblado moderno, en su contorno se han detectado una decena de sitios (casas habitación indígenas)  dispersos sobre los llanos y las terrazas vecinas." (Otto Schondube)
Quizás los únicos verdaderos tesoros que podrían encontrarse, serían el rescate y  la toma de conciencia de éste patrimonio común, legado del pasado prehispánico que redituaría al municipio identidad, orgullo y recursos. Para los más ambiciosos e impacientes, el consuelo es que, por ahí, en algún lugar de las galerías de túneles virreinales, decimonónicos y de principios del siglo XX, que cruzan el subsuelo de Sayula, algún rico español o clérigo del siglo XVII o XVIII; terrateniente del siglo XIX; revolucionario o cristero del siglo XX, haya escondido su tesoro para salvaguardarlo de los bandidos, sin poderlo rescatar nunca.

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