martes, 28 de agosto de 2018

Especial para Horizontes...
Sayula y sus Haciendas, orgullo
 e identidad en el virreinato
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

El reconocernos en nuestra historia, evita hoy cometer errores o ser inducido a ello por extraños. Sayula como Alcaldía Mayor de los pueblos de Ávalos, luego Provincia de, fue fundada en diciembre de 1546 por gestiones ante la corona de su Alcalde  Mayor Andrés de Urdaneta y un grupo de vecinos asentados aquí desde 1522. Desde entonces compitió con lo que luego sería la capital del Reino de la Nueva Galicia, Guadalajara, en señorío y producción económica hasta finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en que, ya anexada a esta audiencia de Guadalajara desde finales del siglo XVI, entraría la región formar parte de una área más  en la órbita de dominio de la capital neogallega. Las haciendas avaleñas, fueron latifundios en la Provincia de Ávalos desde 1536, llamadas así por una derivación del apellido Ávalos que daba nombre a la región, cuyo peso económico e influencia compitió con las haciendas del vecino campo de la capital de la Audiencia de la Nueva Galicia. A tal grado, que ya para 1700 las haciendas avaleñas se consideraban como exclusivas de la gente más importante y acaudalada de Guadalajara; como don Fermín de Echauri, rico comerciante que hizo su fortuna en el comercio de esclavos y murió en Sayula donde tenia una hacienda, no sin antes aportar a Sayula no pocas obras urbanas como el puente del Santuario y el acueducto del "cedazo" o el rico comerciante don Isidoro de la Fuente y su hermano Bartolomé, quienes edificarían ambos templos de san Roque, el del santuario y el del centro de Sayula (hoy San José, que un abogado fuereño quiere poner en litigio para su propio interés). Para darnos cuenta de la importancia de nuestro Sayula, dejo esta lectura que investigué, sobre las haciendas avaleñas, fuentes de riqueza en esta región durante el virreinato y hasta la independencia:

"Los latifundios de la zona sur del Jalisco actual, que durante la época virreinal fue conocida como como La Provincia de Ávalos y tuvo la cuenca de Sayula como ámbito central, fueron llamados durante los primeros años de la colonia ´estancias´, el documento más viejo de compra venta de tierras que se conoce, se refiere a la hacienda de Amatitlán, data de 1536, en ese documento al latifundio citado se denomina de esa manera, ´estancia´. Igual sustantivo le da otro protocolo, de 1547, pertinente a la compra por Alonso de Ávalos, el Viejo, de tierras de indios, vecinas a las que en dicho lugar tenía. Cuarenta años después, en 1588, Amatitlán ya es referida como hacienda.  En consecuencia, el uso del término ´hacienda´ en el área debió haber comenzado entre la década quinta y octava del siglo XVI; pero quizás por fechas más cercanas a la segunda. Cómo se constituyeron estos latifundios, en este caso se observa un  origen variable de la propiedad. Se daba tanto el otorgamiento de mercedes de tierras por la autoridad como la compra de predios a los receptores iniciales de mercedes y a los indígenas. La compra de tierras a indios fue la práctica más temprana de que se tienen evidencia y eso sucedió en Amatitlán en 1536. Entonces Alonso Martín obtuvo tierras de los indígenas a cambio de mantas. La merced más grande de tierras cuyo otorgamiento más temprano se tienen consignado en la Provincia de Ávalos data de 1541 y fue dada en Cocula. La más vieja de las mercedes concedidas en el interior de la Cuenca de Sayula parece hacer sido en 1555 a Francisco de Saavedra, con estancias de ganado mayor en Teocuitatlan y Amacueca.  En lo que se refiere a la venta temprana de mercedes por sus receptores iniciales, no se sabe si se trataba de operaciones reales o simuladas; es decir, no hay evidencia de que se haya obtenido tierras a través de prestanombres, como se ha logrado documentar para otras comarcas en ese tiempo. Lo que si queda claro es que las principales haciendas avaleñas tuvieron su origen en la merced, o concesión de la corona de tierras. Las fincas asociadas a los encomenderos y sus descendientes fueron de menor importancia.
¿Cómo eran estas fincas? Y ¿Cómo se fueron trasformando?, para responder a esto se debe reconstruir qué es lo que cambiaba y qué permanecía en ellas, a partir de documentos y literatura sobre una media docena de fincas de la Provincia de Ávalos, que se refieren a diferentes momentos de su existencia, entre 1536 y principios del siglo XIX. Ante la pregunta de ¿Cómo eran?, lo primero que se ilustraría es le tamaño que alcanzaron. Por lo que se refiere al sur de la Provincia de Ávalos, se cuenta con datos de cobertura parcial de las siguientes haciendas de ese tiempo: Amatitlán, de los siglos XVI y XVII; Chichiquila y Ojo Zarco, fin del siglo XVIII y principios del siglo XIX; también se tiene algo referente a las haciendas que su tiempo fueron fincas hermanas: Toluqilla, Tizapán, Tuxcueca, San José de Gracia, Xaxacala, San Pedro del Rancho, y San Nicolás de la Provincia.
Se observa una tendencia de las propiedades norteñas a ser sensiblemente mayores que las sureñas, con alguna excepción si se comparan propiedades en forma individual.  Pero si se consideran agrupadas en función de su dueño la situación es más clara. La tendencia de ser más grande las del norte de la Provincia se podría relacionar con la situación de la distribución de su población - sobre todo indígena - en los siglos XVI y XVII; es decir, a los lugares que tenían menor ocupación humana, con aquellos en que se formaron heredades más extensas. Por otra parte, se podría relacionar los momentos de grandes concentraciones de tierra en manos de grandes propietarios con el lapso en que la población indígena cayó a sus niveles más bajos, a mediados del siglo XVII en la Provincia.
Las grandes propiedades avaleñas eran predios que por lo general abarcaban dos o más nichos ecológicos, que iban de la ´Playa´ a la llanura, de ahí al pie de monte, la escarpada y la sierra. En algunos eran agrupadas varias haciendas para conseguir esa propiedad que les permitía ser versátiles en su producción. La versatilidad resulta ser uno de los rasgos característicos de la hacienda avaleña. Como respuesta a la baja precipitación pluvial en el fondo de la cuenca de Sayula, la producción variada parece haber sido condición de subsistencia. La propia Isabel Kelly (en 1940), en su breve pero estupenda descripción de la zona, nos dice que la lluvia en la cuenca es muy escasa y ´…Las cosechas de maíz se pierden en monótona repetición debido a la sequía.´ (lo que desmiente la teoría de los cañones anti granizo, el mito popular hoy en día)
De lo anterior se cae en la cuenta de que la irrigación era trascendental para la subsistencia de las haciendas avaleñas y la autora antes mencionada consigna la existencia de manantiales en Verdía, Sayula, Amacueca, Atoyac y, especialmente, en Amatitlán y Tamaliagua…
 Las tierras de los pueblos que tenían agua o aquellas que la tenia propia, habrían de ser las más codiciadas. No en balde Alonso de Ávalos el Viejo se hizo precisamente de Amatitlán y Chichiquila. Amatitlán tenia los manantiales propios de Tamaliagua, que manaba cerca de Cuyacapan. De Chichiquila no hay datos específicos, pero es de esperarse que tuviera agua propia ya que, según datos de fin de la época colonial, contaba con diecinueve caballerías de tierra de siembra - que es buen extensión - las cuales debieron de ser de riego.
Las dos haciendas representativas del sur de la Provincia de Ávalos, aunque pequeñas tuvieron acceso a tierra serrana. Amatitlán de manera directa y Chichiquila (en Amacueca) por medio de su hacienda hermana Ojos Zarco (hoy El Agua Zarca) situada allende la escarpada sierra de Tapalpa, que se anexo entre la cuarta y octava década del siglo XVIII. Ambas eran relativamente pequeñas. Amatitlán, por ejemplo, hacia 1647, cuando su composición, tenía dos sitios de ganado mayor, dos de menor y cuatro caballerías de tierra, que sumaban 5 243 hectáreas, en términos aproximados. Chichiquila, por su parte, a principios del siglo XIX tenía un sitio de ganado mayor, otro de menor y diecinueve caballerías, con un total aproximado de 3 346 hectáreas. Ojo Zarco poseía poco mas de un sitio de ganado mayor. Entre las dos alcanzaban un área de 5 100 hectáreas. Los cascos de las haciendas avaleñas del siglo XVIII parecen haber sido muy sencillos en su construcción, su mobiliario y sus bienes. Tendían a ser pequeños y rústicos, como se podía corroborar por medio de documentos y por visitas a los sitios en que yacían. No obstante de tratarse de haciendas de cabecera de grandes latifundios como las del norte avaleño, poseían un mobiliario modesto y apenas un par de piezas acondicionadas como recámaras, lo que sugiere que los patrones y sus lugar tenientes debieron intinerar de finca en finca, supervisando el trabajo de los mayordomos, vaqueros y otros empleados. Esto indica que sus familias, residían mas que en la hacienda, en Sayula, Atoyac, Zacoalco o Guadalajara, pero sobre todo en la primera y la última… Al comparar a Amatitlán del siglo XVII con Chichiquila y Ojo Zarco de principios del siglo XIX, saltan a la vita detalles que permiten cierto grado de generalización a nivel conjetura. Por ejmplo, en Amatitlán de 1647 se observa que le ganado caballar era numéricamente superior en razón de 10 a 6 al ganado vacuno, mientras que n Chichiquila y Ojo Zarco de 1818 vemos que el ganado caballar representa 9.3 ejemplares por cada 10 vacunos. Este cambio de proporcionalidad podría ser inconexo, pero quizás sugiere una modificación de la demanda entre los ganados vacuno y caballar, en función del crecimiento de consumo de carne, por incremento de población, en la Provincia de Ávalos y en Guadalajara. También podría se consecuencia de las exportaciones de ganado de Nueva Galicia y la Provincia de Ávalos a la Nueva España central; es decir, el predominio en la región de la ganadería al de la agricultura comercializada.
El que el agro avaleño haya seguido una trayectoria de trasformación semejante al del campo vecino de Guadalajara al haber quedado en su intendencia, apoya la idea de que la Provincia de Ávalos había caído por completo dentro de el área de influencia de Guadalajara  - no olvidemos que antes Sayula fue políticamente parte de la Audiencia de la Nueva España -. De ser semiautónoma, Sayula pasó a ser una región supeditada a la capital del reino de la Nueva Galicia. No dejó de ser región, pero las relaciones de dominación externa que pesaban sobre su organización y trasformación se cargaron en favor de Guadalajara y en perjuicio de Sayula." Rodolfo Fernández, Tipología de la hacienda Avaleña.

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