martes, 26 de mayo de 2020

Especial para Horizontes...
Rulfo a 103 años de su nacimiento,
su obra inmortal lo sobrevive
Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

“No se puede contra lo que no se puede"
Juan Rulfo.
Este aniversario ya no insistiremos tratando de demostrar la realidad del lugar nacimiento del autor de "Pedro Páramo", Sayula. Es inútil, contra la ignorancia no se puede. Pero si insistiremos que independientemente de ese prejuicio contra el escritor, nada pasa si nos acercamos a su obra.  Al invitar a leer a Rulfo el primer pretexto es lo complicado de su lectura sobre todo de su novela "Pedro Páramo". La lectura de esos niveles requiere parámetros a observar para entender la literatura de este genio. No es algo que esté fuera del alcance del común de los mortales, basta cierta orientación, para no terminar perdido en los laberintos que para muchos asechan en sus párrafos. Este pasado 16 de mayo se cumplieron 3 años más luego del centenario de su nacimiento, lo cual es un buen pretexto para comenzar a leerlo por homenaje o curiosidad. Intentar iniciar o retomar su lectura, específicamente de su novela, requiere una orientación sobre su estilo, que en esta investigación compartimos con nuestros lectores:
"La condición histórica del sujeto está constituida a partir de origen mítico, así como de una idea simbólica de la muerte como límite. A partir de estas condiciones, se establece una historia la que está inscrito un otro. En este contexto: ¿ Cuál es la naturaleza y cuáles son los límites de los personajes en Pedro Páramo? En esta obra, encontramos que toda la trama se desarrolla en esta dimensión casi mítica, en la cual se busca siempre este momento mítico filial con el padre de Juan Preciado. Digamos que pasa del fantasma al personaje histórico y que la trama establece límites, de modo que el fantasma va adquiriendo su silueta. Es un presente desdibujado, en el cual, el árbol genealógico comienza a tener un tiempo al ir de un infinitivo a un presente continuo. El carácter fantasmático implica que no tiene un solo espacio y tiempo, sino una infinitud de campos de acción. Los lazos entre los personajes cubren varias dimensiones, como lo muestra este fragmento de Pedro Páramo en el cual Eduviges Dyada y Juan Preciado conversan: "...perdona que te hable de tú; lo hago porque te considero como mi hijo. Sí, muchas veces dije: "El hijo de dolores debió haber sido mío. Después te diré porque. Lo único que quiero decirte ahora es que alcanzaré a tu madre en alguno de los caminos de la eternidad." Esta invitación a pensar lo eterno también está representada en otros momentos en los cuales también podemos ver esta acción del fantasma; acción en la que la muerte no es un límite, sino más bien una dimensión practica en la cual el personaje adquiere otros atributos. La condición de fantasma es entonces algo que aprender. Es una dimensión que se intercala con el mundo material. En este fragmento de Pedro Páramo, podemos leer claramente este hecho: "siento como si alguien caminara sobre nosotros. - ya déjate de miedos. Nadie te puede dar ya miedo. Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados."  Los muertos entonces tiene la capacidad de hablar, de incluirse en el discurso de los vivos, a la manera de un ensueño; dimensión imaginaria en la cual se desarrolla la obra. La condición de cada uno de los personajes casi nunca está definida, pero siempre exige del lector una invención, una ubicación en un tiempo y en un espacio, lo cual hace de él un coautor. Cada personaje deriva en una invención proyectiva cuyo estatuto establece el lector. Esta condición participativa del lector aumenta a partir de la fragmentación calculada de la obra. Las partes de las escenas se agrupan según la idea del lector, creando una ficción en la que participan las historias fragmentadas del lector para así darles un sentido. Los personajes se describen a veces sólo como voces, como una aparición puramente simbólica; por ejemplo, Susana San Juan habita en esta frontera entre el sueño y el recuerdo; siempre tiene la condición de ser un fantasma del ensueño. La temporalidad de este personaje es circular, pues en el mismo momento concurren el pasado y el presente; es una presencia sin límites y representa al único amor del padre de Juan Preciado. En este fragmento encontramos ese recuerdo amoroso fuera del tiempo sucesivo que deja en el espacio a una omnipresencia amorosa: "Hace mucho tiempo que te fuiste Susana. La luz era igual entonces que ahora, no tan bermeja; pero era la misma pobre luz sin nombre, envuelta en el paño blanco de la neblina que hay ahora. Era el mismo momento. Yo aquí junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del cielo; por donde el cielo comenzaba abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra.". Este fragmento muestra el estilo como Rulfo maneja los tiempos; en él encontramos que el mismo suceso ocurrió en dos momentos diferentes, como si la memoria fuera literalmente un viaje en el tiempo. Esto sólo sería posible si toda la narración se jugara en el campo de lo psíquico, similar al recuerdo o el duelo, en donde el tiempo cronológico no tiene lugar. De esta manera, se muestra una facultad del fantasma literario que puede habitar varios momentos simultáneamente. Esto es un prototipo del tiempo narrativo en la obra rulfiana.
Comala representa, en Pedro Páramo una frontera entre la vida y la muerte; aunque es importante señalar que ésta, en Rulfo, sólo implica un modo diferente de interactuar. En este lugar, los personajes se presentan como fuera del tiempo de los vivos y se instalan a manera de fantasmas. Este ir y venir de los personajes parece un teatro psíquico, lo mismo que el recuerdo o el duelo que tienen este carácter fantasmático.
Este lugar representa un lugar de búsqueda de los orígenes; no puede dejarse de señalar la similitud que hay entre la hacienda familiar que relata Rulfo en su autobiografía y Comala. Pues además del carácter de latifundio existe una semejanza entre la escenificación de las guerras que sucedieron en este lugar histórico. Entonces, es posible suponer que la ficción rulfiana se desprende de algunas escenas de la historia familiar; de un hecho histórico, pero además, del estilo de leyenda que pudo haber tenido en la memoria de quienes transmitieron este recuerdo. En su autobiografía, es claro al mencionar que él descendía de un virrey, José María Calleja, del lado materno; y de un capitán realista, Juan Manuel del Rulfo, quien era su bisabuelo. Su padre era Juan Nepomuceno Rulfo Navarro, quien murió en la hacienda, cuando el escritor tenia 2 años. Estas historias de familia incluyen el imaginario de la madre y de quienes complementaron la información de Juan Rulfo; pues se construía una historia, como leyenda, en la cual están ubicadas las fuentes mitológicos de su fantasmagoría. La búsqueda del padre terrateniente no se escapa a su historia familiar. Algunos otros factores fundamentales en el imaginario rulfiano se basan en el encierro que vivió en su infancia, cuando quedo huérfano de padre y madre, lo cual lo llevó a vivir una niñez difícil, en un orfanatorio; de esto señala: "Mientras cundía por todo el estado de jalisco la rebelión cristera, veía envejecer mi infancia en un orfanatorio de la ciudad de Guadalajara. Allí me entere de que mi madre había muerto y esto significaba... bueno, significó un aplazamiento tras otro para salir del encierro, ya que estuve obligado a descontar con trabajo el precio de mi propia soledad." (Aparicio, 1994, p. 16). La guerra lo llevo hasta esta soledad en la cual siempre tuvo que buscar en su historia; inventar su tiempo a través del ensueño. En esta lógica también se inscriben Comala y las historias que se desarrollan en Pedro Páramo. Es como una reviviscencia de las cruentas batallas en que se desapareció su familia. La escritura fue, entonces, una manera de hablar con sus muertos a través de un lugar parecido al de sus sueños. Comala es, así, este lugar imaginario que dio paso a la elaboración de tiempos de la muerte, cuyas consecuencias vivió Rulfo al quedarse sin padre y sin madre. En Pedro Páramo la llegada al páramo fantasma se define como el arribo al lugar de los tiempos tristes. Nuestro Juan Preciado señala en una discusión con un enigmatico personaje: "-¿Esta seguro de que allá es Comala? - seguro señor.- ¿y porque se ve eso tan triste?- Son los tiempos." Tiempos de canícula. La deuda que lo llevó hasta allá fue una deuda personal de encuentro con el padre, y ahí llega Juan Preciado escuchando la voz de la madre muerta y mirando con los ojos maternos como poseído de su fantasma. Es una imagen similar a una despersonalización, en la cual El Otro se instalaba en el personaje: "yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros... traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver:...y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma...Mi madre."  La presencia materna es constante en el mundo imaginario de Comala en donde el su presencia tuvo que atravesar largas distancias; presencia sin cuerpo y que es solo voz.
La muerte en Rulfo; tiene este carácter, pues permite a los personajes prescindir de su cuerpo e interactuar en la trama, Es importante señalar que la llegada a Comala coincide con la aparición de las voces: "y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces. De voces, sí. Y aquí donde el aire era escaso, se oían mejor. Se quedaban dentro de uno, pesadas. Me acordé de lo que había dicho mi madre: "allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz. Mi madre...la viva".  Estas presencias son como las del sueño, en el cual la muerte biológica no cumple la misma finitud. Otro modo de aparición de estas presencias históricas son las alucinaciones y los delirios, en los cuales se presentan estas instancias incorpóreas: "Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños... como que se van las voces. Como que se pierde su ruido. Como que se ahogan. Ya nadie dice nada. Es el sueño." La realidad narrativa no distingue entre la vida y la muerte; los mismos personajes no siempre conocen su condición y en algunos momentos se preguntan sobre su naturaleza de muertos o locos: "No. Loco no. Debes estar muerto. Acuérdate que te dijeron que ese caballo te iba a matar algún día." ¿Sería posible pensar que la muerte de cada personaje representa una evolución del duelo de Rulfo? En este caso, la escritura tendría entonces un carácter de exorcismo." (Juan Rulfo y el ensueño del tiempo; Juan Manuel Rodríguez Penagos)

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