martes, 26 de mayo de 2020

            Política y Nueva Normalidad
Por Rodrigo Sànchez Sosa
Para la mayoría de nosotros queda claro que la vuelta de la cuarentena sanitaria  debe hacerse a un mundo distinto, en cuanto a medidas de higiene pública, del que dejamos atrás en 2019. No se puede actuar como en ese entonces bajo una amenaza hasta hoy sin cura como el CIVID 19. Sólo la irracionalidad a la que no le importa o pregona no existe este virus, no entiende el concepto de "nueva normalidad".
Sin embargo, la nueva normalidad no sólo será aplicada a cuestiones de salud pública, la pandemia puso en evidencia un sistema global que imperaba de forma tiránica y dogmática casi sin contra pesos. Me refiero al capitalismo financiero globalizado, llamado neoliberalismo. Este sistema al que precede el capitalismo de mercado y el de la producción industrial con varios siglos de imponerse en occidente, se volvió noción común, la gente lo ha llegado a introyectar como si  fuera una verdad única y evidente a pesar de las críticas sustentadas desde Hegel a Marx. El cristianismo occidental y su forma de producción en el siglo XXI ya eran un sistema global autoritario e impositivo, que desde el segundo decenio del siglo anterior comenzaban a generar graves fallas y contra dicciones que llevaron finalmente a guerras mundiales cuyo escenario fue Europa ¿Dónde más?
Lejos de debilitarse y gracias a la propaganda, el capitalismo antes sus propias contradicciones se fortalecía o eso parecía. Lo cierto es que luego de la crisis económico de 2008 ya se esperaba un colapso terminal. No sé sabía, pero se sospechaba que el modelo de producción global tarde o temprano, ya sea por la depredación ecológica o la miseria humana, entraría en una decadencia irreversible. Y tal  cual pasó de forma acelerada gracias al COVID 19. La mitad de los habitantes del planeta entraron en cuarentena (33 mil millones de personas en todos los continentes), Europa y EUA se están viendo arrasados por la pandemia y los efectos económicos aún se desconocen. Soñar en un mundo de consumo y de lucro como el que dejamos atrás, es muy ingenuo. Y dado que la política depende del modelo económico, es peor soñar que las formas de hacer política de nates de este 2020, funcionen para la nueva normalidad. Pero no lo ven los involucrados, al menos en México no.
Y vemos a esa fauna de retrogradas, reaccionarios y anacrónicos, ciegos, indolentes y criminalmente corruptos, en México; plañir. Asustan a la gente con su llanto, espantados porque no hay crecimiento económico, porque no se endeuda México para reactivar la economía; porque ellos no reciben dinero de nuestros impuestos para sus negocios. A ver pedros Ferris de Con, Loretitos y Payasos que los acompañan: La cuestión del dinero será la más delicada en lo que viene ante la cuestión, el dinero por la sencilla ley de la oferta y la demanda se encarecerá, todos los países quieren prestamos para rescatar a sus elites económicas, para que no pierdan sus yates y mansiones. Así que, endeudarse sería lo peor, ya que pagar con altos intereses significa más impuestos y sueldos más bajos para el pueblo, no hace falta ser economista para darse cuenta. Pero lo peor, los políticos están apostando sólo a su imagen (¿verdad Dany?...) o a su experiencia en ese mundo que ya no existe; ¡eso es patético señores! aquí en Sayula, en el estado y el país. Pero es que el PIB, lloran más fuerte. A ver señoras (y señores) plañideras (y llorones): Hoy más que nunca, en un mundo en el que predomina la desigualdad, tanto económica y social, como educativa y de género, se ponen de manifiesto las limitaciones de valorar el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) como el principal indicador para medir el éxito o fracaso de los países. El PIB, entendido como el valor monetario de todos los bienes y servicios finales producidos por un país en un periodo determinado de tiempo, se adoptó como el estándar de medición global al finalizar la Segunda Guerra Mundial, a la par del nacimiento del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En el contexto de post-guerra, el principal reto global era reconstruir al mundo.  El postulado era simple: los países que implementaran políticas para incrementar su producción de bienes y servicios, generarían mayores oportunidades laborales, las que a su vez permitirían mejorar las condiciones de vida de sus respectivas poblaciones. Bajo esta premisa, la comunidad internacional de países comenzó una larga carrera en la que se priorizó la implementación de políticas que tuvieran como meta principal el crecimiento del PIB.
No obstante, el hecho de que una economía produzca más, no significa necesariamente que la riqueza sea distribuida de manera más o menos equitativa entre su población. Por esta razón, entre otras de sus limitaciones, diversos líderes políticos e intelectuales comenzaron a criticar al PIB como el indicador prioritario. Al respecto, Robert F. Kennedy  mencionó "(…) este indicador no mide la salud de nuestros niños, ni la calidad de su educación, ni mide nuestro coraje, ni nuestra sabiduría o nuestro aprendizaje. En suma, este indicador mide todo, excepto todo aquello por lo que merece la pena vivir (…)" En este mismo sentido, en 1972, Bután, un pequeño país asiático, rechazó el PIB como indicador prioritario, e implementó el "Índice de Felicidad Nacional Bruta", el cual actualmente mide nueve campos: bienestar psicológico, salud, uso del tiempo, educación, diversidad cultural, buen gobierno, vitalidad de la comunidad, diversidad ecológica y estándar de vida.
Por su parte, el PNUD introdujo en 1990 el "Índice de Desarrollo Humano", compuesto por tres indicadores: esperanza de vida, acceso al conocimiento, y estándar de vida satisfactorio. En Inglaterra, la firma Economic Intelligence Unit, desarrolló en 2005 el "Índice de Calidad de Vida"; y el centro de estudios New Economics Foundation, lanzó en 2006 el "Índice de Felicidad del Planeta", los cuales miden campos como la satisfacción, la expectativa de vida y la huella ecológica. En Francia, en 2008, el entonces presidente, Nicolás Sarkozy, impulsó la creación de la Comisión Sobre la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social, a cargo de los ganadores del Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz y Amartya Sen, con la misión de determinar los límites del PIB, así como de analizar la viabilidad de instrumentos más pertinentes para medir el progreso social. En 2011, la OCDE lanzó "Tu índice para una vida mejor", que valora 11 temas fundamentales  para medir una calidad de vida satisfactoria: vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico, salud, satisfacción, seguridad, y balance entre la vida y el trabajo. En 2012, liderado por Jeffrey Sachs, se lanzó en las Naciones Unidas el "Reporte Mundial de Felicidad", el cual clasifica a 156 países de acuerdo a qué tan felices se perciben sus ciudadanos.
En el caso de México, con base en el lineamiento OCDE de medición del Bienestar Subjetivo, se implementó en 2012 a través del INEGI una prueba piloto en la que se integró en sus encuestas a hogares los denominados módulos de Bienestar Autorreportado (BIARE); los cuales aplica de manera permanente a partir de 2013 en otra de sus encuestas, midiendo la satisfacción con la vida de los mexicanos, a nivel nacional y por sexo (aunque manteniéndose como un producto estadístico modesto y no prioritario). Sin duda, el PIB es el mejor indicador para medir la actividad económica de los países; sin embargo, dado que es un indicador limitado para medir el bienestar, cabe cuestionarse si éste debe ser el rector de las prioridades de política pública de un país. Reconstruir al mundo representó el reto global del momento en el que se priorizó el crecimiento del PIB como principal indicador. Los retos globales de nuestra época se centran en el bienestar, la desigualdad y la sustentabilidad.
¿Es tiempo de que nuestro sistema estadístico priorice la medición del bienestar y la sustentabilidad, por encima de medir la producción económica?
¿Son acaso los recientes resultados electorales y las diversas protestas sociales alrededor del mundo, un rechazo expreso por parte de las mayorías, en contra de las políticas que se han enfocado en el aumento de la producción por encima de los aspectos sociales?
¿Llegó el momento en el que el deseo de construir un indicador que mida el bienestar dejará de ser un asunto de los círculos de expertos y académicos, y pase a formar parte fundamental de la agenda de la ciudadanía global?
¿Habrá llegado el fin de la era del PIB? (Pedro Rangel.)

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