lunes, 30 de noviembre de 2020

 Tlaltecuhtli el Dios mexica de la tierra

Reportaje de Investigación de  Rodrigo Sánchez Sosa, Cronista de Sayula 

“Los estudios acerca de la muerte -y de la vida- en el mundo prehispánico  nos llevan, finalmente, a la presencia del dios Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra. Al empezar a enfrentar a este dios lo primero que llama la atención es que se trata de una deidad que, por lo general, nunca estaba a la vista. En efecto, las diversas representaciones escultóricas aztecas que del dios existen en piedra, ya sean en bloques que formaban parte de una escultura o en la parte inferior de algunos recipientes, invariablemente están boca abajo. Recordemos la figura de Tlaltecuhtli que se encuentra debajo de la Coatlicue, lo que llevó a pensar a León y Gama, su primer estudioso, y más tarde a Humboldt, que la enorme escultura de la Madre de los Dioses se encontraba ubicada en alto y sostenida por dos especies de pilares para que se pudiera apreciar la figura labrada debajo de ella.! Nada más alejado de la realidad. El pensamiento occidental concibe que si una figura está trabajada es para estar a la vista.


 Sin embargo no era así. En el mundo prehispánico se trataba de un diálogo con los dioses. En occidente es un diálogo con los hombres. Las tres únicas imágenes del dios que se recuerden  no están boca abajo son aquellas que se encuentran en el Teocalli de la Guerra Sagrada estudiado originalmente por Alfonso Caso, la que está en el fondo del recipiente o tepetlacalli del Museo Nacional de Antropología y que perteneció al general Riva Palacio, y la que vemos en la parte posterior del vaso de Bilimek hoy en el museo de Viena.  En el primero, la figura está sobre el piso de la plataforma superior, al pie de la imagen del sol y en medio de dos escudos. No es de extrañar este aparente rompimiento de la regla. Hay que recordar que el Teocalli representa en escala reducida precisamente un templo, por lo que la figura no estaría a la vista pública, sino únicamente de aquellos sacerdotes que tenían acceso a la parte alta del mismo. Por lo tanto, es perfectamente explicable que en esta representación la imagen de Tlaltecuhtli se encuentre sobre el piso al que el pueblo no accedía, pues éste no subía a lo alto de los templos sino que participaba en las festividades desde las grandes plazas hechas con ese fin. En el caso del recipiente o tepetlacalli del Museo Nacional de Antropología, se representa únicamente la cabeza de la deidad, la cual está colocada en el fondo de la misma, en su interior, por lo que estaba oculta además de ser un recipiente para guardar las espinas para el autosacrificio, lo que le confería un carácter reservado de uso exclusivo para determinados grupos de elite. Lo mismo ocurre con el vaso de Viena con una de las dos representaciones que tiene del dios. Podríamos concluir que en objetos que eran utilizados o colocados no en lugares públicos de culto, sino en lugares o espacios exclusivos de sacerdotes, el dios puede estar presente, aunque es claro que esto ocurre en un porcentaje mínimo. Situación similar es la de los códices, pues es de sobra sabido que en muchos de ellos se representó a esta deidad en innumerables ocasiones. Pero ocurre algo similar a las piezas anteriores: los códices son de uso exclusivo de los iniciados en ellos, de los sacerdotes que los leían e interpretaban, pero no del pueblo en general. Entonces ¿por qué Tlaltecuhtli es un dios oculto? ¿Por qué no se le hacían festividades públicas como a otras deidades? ¿Por qué no tenía templos? ¿Por qué se le oculta detrás de otros dioses? ¿Qué significaba este dios al que indebidamente se le ha dado en llamar "el monstruo de la tierra"?   Lo que ocurre es que, al no estar visible ni tener culto en festividades ni un templo específico, si atendemos a los relatos de algunos cronistas como Sahagún, Durán, Torquemada, MotolinÍa y Mendieta, entre  otros, se pensó que era una deidad menor. Situación diferente, por cierto, es la de Huitzilopochtli, deidad solar de la que no existe representación clara o lo vemos en su carácter de Tezcatlipoca (él es el Tezcatlipoca azul que rige el rumbo sur del universo entre los mexicas), pero a diferencia de Tlaltecuhtli, estaba en lo alto del principal templo azteca y se le rendía culto en por lo menos tres ocasiones a lo largo del año, siendo la más importante la fiesta de Panquetzaliztli. Por otra parte, su figura se hacía de una masa especial de amaranto y al parecer los huesos del antiguo dirigente que con ese nombre guió a los aztecas desde Aztlan se encontraban en el bulto sagrado que trajeron los sacerdotes en la llamada peregrinación y se encontraría depositado en lo alto del Templo Mayor.  A ello se unen los relatos que nos proporcionan los cronistas acerca de su nacimiento y de la importancia que tenía dentro del panteón mexica. Como se ve, el caso del Señor de la Tierra es diferente.

La arqueología nos proporciona un buen número de figuras de este dios. La primera representación de la que tenemos noticia es, precisamente, la que se encuentra en la parte inferior de la Coatlicue, a la cual ya hemos hecho referencia. Hallazgos posteriores han permitido reunir un buen número de esculturas de la deidad. Sin embargo, cabe señalar que las figuras de Tlaltecuhtli las encontramos representadas en diferentes tipos de piezas: en la parte inferior de esculturas de divinidades o de bloques de piedra que en algún momento fueron parte de una escultura; debajo o en el fondo de recipientes ya sean tepetlacalli, por lo general utilizados para guardar las púas del autosacrificio, o en cuauhxicalli utilizados para depositar los corazones de los sacrificados, además del vaso ceremonial de Bilimek en el Museo de Viena. A estos hay que agregar el Teocalli de la Guerra Sagrada del que ya hemos hablado… Sabemos que hay otras más, pero que caben perfectamente en alguno de los cuatro grupos que hemos conformado con base en sus características, inclusive aquellas dos que representan con toda claridad el rostro del dios Tláloc: la que se encuentra debajo del chac-mool mexica encontrado en 1943 y el relieve con dos figuras superpuestas hallado en las excavaciones del Templo Mayor.

En cuanto a las fuentes históricas, tendríamos que dividirlas en dos: los códices y los datos que nos proporcionan los cronistas, principalmente los del siglo XVI. De los primeros podemos decir que el dios aparece representado en muchos de ellos, como es el caso del Borbónicó, Borgia, Fejérvary-Mayer, Telleriano-Remense, Aubin, etc... en ocasiones ocupando páginas completas… No se confundan estas múltiples representaciones como elemento que contradice nuestro dicho inicial de que era un dios que no estaba a la vista pública. Recordemos que los códices eran para el uso y manejo de los sacerdotes. Pasemos ahora a los cronistas. Resultan realmente someras las referencias que se hacen de Tlaltecuhtli. Sahagún no menciona ningún templo dedicado al dios en su relación de los 78 edificios que se encontraban en el interior del recinto sagrado de TenochtitIan. Tampoco lo hace cuando nos habla de las diversas festividades a lo largo del año. Sus referencias son, por ejemplo, cuando se ofrecía al joven al Telpochcalli y se dice: Por tanto os le damos por vuestro hijo, y os le encargamos porque tenéis cargo de criar a los muchachos y mancebos, mostrándoles las costumbres, para que sean hombres valientes, y para que sirvan a los dioses Tlaltecuhtli y Tonatiuh, que son la tierra y el sol... Nos habla también de la costumbre de arrojar alimento a la tierra en "honra del dios" o la de tomar tierra y comerla. Sin embargo, es Sahagún quien nos da la clave para saber de la función primordial del dios y de cómo le están dedicados, junto con el sol, los prisioneros de guerra que mueren en sacrificio. Dice así en su libro VI, capítulo III en los cantos a Tezcatlipoca en tiempos de guerra: El dios de la tierra abre la boca, con hambre de tragar la sangre de muchos que morirán en esta guerra. Parece que se quieren regocijar el sol y el dios de la tierra llamado Tlaltecuhtli; quieren dar de comer y de beber a los dioses del cielo y del infierno, haciéndoles convite con sangre y carne de los hombres que han de morir en esta guerra... Tened otro sí por bien ¡oh señor nuestro! que los nobles que muriesen en el contraste de la guerra sean pacífica y jocundamente recibidos del Sol y de la Tierra, que son padre y madre de todos, con entrañas de amor. Porque la verdad no os engañéis en lo que hacéis, conviene a saber, en querer que mueran en la guerra, porque a la verdad para esto los enviásteis a este mundo, para que con su carne y su sangre den de comer al sol y a la tierra. Como se ve, los cantos están dirigidos a Tezcatlipoca y en ellos se menciona al dios, pero no se le dirigen a él directamente. Lo mismo vemos en la cita del ofrecimiento del joven al TelpochcaIli. Sin embargo, queda clara la asociación entre sol y tierra en la función que les está deparada. Aquí   hay que precisar que Tlaltecuhtli es el devorador de los cadáveres, quien come la carne y sangre de los muertos, misión que le estaba deparada a la tierra y que nacía de la simple observación de lo que ocurría con los cadáveres una vez enterrados, en tanto que Tonatiuh recibe el corazón de las víctimas. De allí que algunas representaciones de Tonatiuh como sol del mediodía, tal como lo vemos en la Piedra del Sol, tenga parecido con el rostro de TIaltecuhtli en su versión femenina  , pues se trata en este caso de su contraparte en el interior de la tierra. Este parecido ha llevado a algunos investigadores a identificarlo con Tlaltecuhtli, sólo que el primero se diferencia por tener los cabellos bien peinados y no como en algunas representaciones del Señor de la Tierra, en que vemos el pelo crespo como corresponde a deidades terrestres y del inframundo. Además, Tonatiuh lleva en sus garras corazones, víscera cálida que corresponde al sol." (Eduardo Matos Moctezuma)


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