lunes, 2 de agosto de 2021

          La política y lo políticamente correcto.

Por Rodrigo Sánchez Sosa

Nietzsche, dice que la compasión es un sentimiento morboso. Compasión: sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo. Algo hay de eso. No pretenderé forjar a golpe de martillo y yunque como el autor de "Así Hablaba Zaratustra" una opinión moral; pero si analizar la moral contemporánea: Hace unas semanas a iniciativa de particulares y autoridades locales, en función de un programa para la equidad de género dl gobierno del estado, se realizó el primer festival cultural y desfile gay en Sayula, la figura central fue el ánima de Sayula, cosa que no entendí y que lo he manifestado varias veces: ¿Cómo un poema satírico del siglo XIX que hace eso del tema de la homosexualidad, satirizarlo (Satirizar: Criticar con agudeza a una persona o una cosa con la finalidad de ponerlas en ridículo.) es usado para dignificarlo? 


En fin, la cosa es que ello apeló a una moral contemporánea: a lo políticamente correcto: Que tiene en cuenta los valores de todos los grupos humanos y evita cualquier posible discriminación u ofensa hacia ellos por motivos de sexo, raza, ideología política, religión, etc. El grupo LGBT…cuya bandera iconográfica es la del arcoíris, hace reivindicaciones de sí a través de manifestaciones públicas como esta que reclaman respeto. Algo loable. 

Unas semanas atrás un grupo feminista de la Cd de Guadalajara, hizo una protesta en Sayula luego de la violación de una de sus compañeras, el mismo principio de lo políticamente correcto impidió represión alguna de las formas de protesta que para muchos, fueron innecesariamente agresivas. Tolerancia, es lo que resumiría en voz de los teóricos de la política de lo correcto, estas dos cuestiones, un hecho moral contemporáneo: el ser intolerante no es bueno e incluso, en muchos casos, es ilegal.

Está tan aceptada ya esta cuestión que dudo que un solo lector se cuestione si tal tolerancia tiene validez. Simplemente no cabe en la cabeza de la gente común la intolerancia, es la moral contemporánea. Pero, hay quién no solo duda de lo "políticamente correcto" y su imperativo, la tolerancia. Pero no es cualquier persona este escéptico, sino, el Filósofo contemporáneo, en occidente, mas reconocido. Para que la cuña aprieta debe ser del mismo palo; este valor surgido de la ideología capitalista occidental, demócrata y liberal, criticada por uno de los pensadores más importantes en occidente hoy Slavoj Žižek, filósofo esloveno. 

"Slavoj considera que el sistema de lo políticamente correcto, es un encubrimiento de los verdaderos problemas. Y la opción de introducir una suerte de racismo consciente en la conversación, una gran opción.

Žižek no considera que las personas que tratan de ser políticamente correctas tengan una intención oculta o malvada, pero sí que ese sistema de corrección les impide poner sobre la mesa, el verdadero problema. Abordar sin rodeos el racismo, el sexismo y un largo etcétera de tal manera pueden ser resueltos, en lugar de ser guardados bajo peligrosas capas de tolerancia. Al filósofo, el tema mismo de la tolerancia le parece engañoso.

La verdadera aceptación del "otro" queda truncada ante la falsa noción de la tolerancia. Una que para el esloveno traduce la dominación que permite el racismo en términos aceptados socialmente. Ser tolerante es absolutamente ambiguo y en realidad no lleva implícita la aceptación o el respeto que viene del conocimiento, más bien es un acto de "tolerar" que el otro exista, mientras esté a una distancia prudente. La tolerancia implica una aceptación a medias para cumplir con lo que la sociedad espera de nosotros. De nuevo, la corrección política.

Al conocer a alguien, en especial si la persona en cuestión es diferente, todo el peso de lo políticamente correcto cae invisible pero implacable sobre la conversación. Nadie quiere ofender a nadie y la tensión flota en la superficie de las cosas no dichas. Para Žižek, ninguna verdadera relación de intimidad surge sin abordar esos temas escabrosos, razón por la que defiende las bromas racistas como un gran método para romper el hielo.

Con las bromas racistas, el filósofo habla de un racismo ligero que permite reír de los prejuicios -propios y ajenos- en una conversación, pues hay más honestidad en abordarlos abiertamente que en negar que existen. Resolver la tensión del racismo implica, en gran medida, ponerlo sobre la mesa, llevarlo a la conversación. Sólo así podremos resolver los problemas reales en lugar de ocultarlos. Y nos evitaremos los discursos elegantes y educados que parecen no ofender a nadie, pero guardan más rechazo que una broma abierta.

Žižek plantea el sistema que nos obliga a ser políticamente correctos como una medida desesperada al saber que el problema real no puede ser resuelto. Una que vuelve socialmente inaceptable hablar del problema, y lo condena al ostracismo. El verdadero movimiento que venza al racismo sería uno que permitiera hacer  exactamente las mismas bromas sin ser considerado racista.

Desde las conversaciones en grupos pequeños hasta los discursos políticos que tratan de ajustarse a los estándares de corrección, hay siempre un fuerte dejo de condescendencia. Žižek pone el ejemplo de una persona blanca que critica la sociedad de consumo actual y alaba a los indios nativos por su maravillosa visión holística y espiritual. En una lectura superficial, la persona en cuestión cumple con todos los parámetros sociales aceptables que traen consigo la idealización de una raza oprimida. Y en esa idealización condescendiente está el verdadero problema."

Si usted no ha visto la película de Clint Eastwood "Gran torino", debería, la trama aborda la hipocresía de lo políticamente correcto de forma impresionante: los distintos grupos que forman la sociedad gringa son exhibidos allí de forma cruda en sus relaciones y contradicciones en un país evidentemente racista e hipócritamente "tolerante": Los viejos, los extranjeros,  las mujeres,  los jóvenes,  los niños, los blancos, los negros, los asiáticos, los mexicanos, a lo único que no hay referencia, al menos no le recuerdo, es a la comunidad LGBT...La moraleja: la condición humana es la misma para todos, la tolerancia es una hipocresía de la cultura contemporánea. 

Al menos esa lectura pudo darle a la película quien esto escribe, al entre sacar de la tremenda obra que es "Gran Torino" en todos sentidos, su perfil de critica moral. Esta es en definitiva, una película obligada para quien estudie cine contemporáneo. 

Esta hipocresía señaló y denunció el activismo gay de los setenta, hace más de cuarenta años, cuando los primeros ideólogos del movimiento se dieron cuenta de lo que dice Zizek hoy: los grupos gay´s entre si podían usar palabras que si fueren usadas por heterosexuales, gente no gay, serían tomadas con gravedad, ya sea como insulto u acoso; pero ellos podían llamarse entre sí : "perra", "puta", "loca",  "marica" "jota" etc… sin faltar a lo políticamente correcto, así como la gente de raza negra podía llamarse entre sí "nigger" que en Estados Unidos es un insulto muy fuerte para la gente de ese grupo étnico, pero que entre ellos  era y es  usada en broma sin que nadie se sienta insultado o agredido, palabra que, dicha por un hombre blanco, aun en broma, era  y es razón de hasta ser asesinado. 

Conclusión: Los temas de segregación, exclusión, violencia de género, sexismo, racismo, clasismo deben ponerse sobre la mesa y no potenciarlos ocultándolos. Es evidente que problemas como la homofobia, misoginia y el machismo son  muy graves en Sayula, pero si no se abordan abiertamente, llamando sin sentido crítico a la tolerancia, es invitar a que nada cambie. Puede ser exitoso comercialmente y políticamente una botarga del ánima de Sayula, pero en el fondo de esa "Leyenda de Sayula" esta la homofobia, por medio de la ridiculización de la persona gay y su estereotipo, e incluso del mismo Sayula: "…en esta tierra de BRUTOS, donde hasta los muertos son PUTOS ¿Qué garantías tengo yo?" 


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