martes, 21 de septiembre de 2021

 Espiritualidad y Religiosidad en el Adulto Mayor y su Relación con el Envejecimiento.


Lic. y M.C. en Gerontología Juan Ramón Almejo Vargas

almejovargas5@gmail.com

La espiritualidad puede entenderse como un conjunto de sentimientos, creencias y acciones que suponen una búsqueda de lo trascendente, sagrado o divino. La espiritualidad es uno de los campos que está siendo estudiado muy recientemente, de manera científica, fundamentalmente en el campo de la salud, y específicamente de la salud mental (San Martin, 2007).

Algunos investigadores no distinguen entre religión y espiritualidad, y otros los diferencian, para algunos son constructos radicalmente distintos mientras que para otros están relacionados. La religiosidad es de naturaleza esencialmente social y se vive como un cuerpo de conocimientos, ritos, normas y valores que rigen la vida del individuo interesado en vincularse con lo divino (San Martin, 2007).

Delgado (2005) plantea que una fuerte conexión espiritual puede mejorar la satisfacción con la vida o facilitar el adaptarse a los impedimentos. Pargament (1997), encontró que las creencias religiosas y espirituales contribuyen a la habilidad para enfrentar efectivamente con la enfermedad, discapacidad y eventos vitales negativos.

Otros hallazgos asociados a la influencia de la espiritualidad en la salud física, señalan que las personas que regularmente asisten a la iglesia, oran individualmente y leen la Biblia, tienen una presión sanguínea diastólica mucho más baja que los menos religiosos, sufren menos hospitalizaciones, tienden a tener estilos de vida más saludables, tienden a evitar el abuso de alcohol y drogas y los comportamientos sexuales riesgosos. Las personas que asisten regularmente a servicios religiosos tienen sistemas inmunes más fuertes que sus contrapartes menos religiosas, y muestran significativamente mejores resultados al sufrir alguna enfermedad que los no religiosos (Koenig, 2001).

Con relación al efecto positivo en la salud física y mental que las dimensiones religiosas y/o espirituales tienen en el tratamiento médico, se ha encontrado que, en pacientes oncológicos, la espiritualidad mejora la función inmune, aumenta la sobrevida, disminuye los síntomas de la enfermedad y los efectos adversos del tratamiento, favorece estilos de vida y comportamientos más sanos, y por lo tanto contribuye a un menor riesgo de enfermedades, y en general, mejora la calidad de vida (San Martin, 2007).

Aquellos que no eran activos religiosamente tenían mucho más altos niveles de uso de alcohol y tabaco, depresión, ansiedad y cáncer, que aquellos que eran muy activos religiosamente, los que, además, disfrutaban de buena salud física y mental (Karren et al., 2002).

La fe religiosa parece proteger a los adultos mayores de las dos más importantes aflicciones del final de la vida, la enfermedad cardiovascular y el cáncer, y también parece evitar por mayor tiempo el llegar a una invalidez.

Otros beneficios que aporta la espiritualidad tienen que ver con la longevidad, el enfrentamiento a la muerte y la satisfacción vital. Koenig (2001) encuentra que los adultos mayores que tienen una profunda y personal fe religiosa tienen una mayor sensación de bienestar y satisfacción vital que sus pares menos religiosos. Asimismo, encuentra que los mayores que tienden a confiarse más a su fe religiosa y a la oración cuando se encuentran bajo estrés, tienden a mostrar mucho menor o ningún temor a la muerte, comparados con pares para quienes la fe y la oración son menos importantes.

Vaillant (2002) dice que el envejecer disminuye los ritmos de vida de una persona y deja tiempo y espacio para disfrutar las cosas sencillas y simples que antes no se les prestaba atención. Disminuye las pasiones y aumenta la capacidad de estar calmado interiormente, y esto produce que lo lleva a contemplar la muerte y a familiarizarse con el dejar de ser, con el pensar del termino de todos los seres vivos, tener una conexión y encarnación con este proceso de ciclo vital de todo cuerpo vivo. 

Vaillant deja en claro que las relaciones interpersonales, los vínculos, tanto informales como familiares y sociales, son los que favorecen un envejecimiento exitoso, pero no la religión, sin embargo, otros autores si han encontrado mejorías vistas anteriormente. Este mismo autor plantea 6 tareas o grandes quehaceres en esta etapa de vida: 1.- Cuidar a otros y mantenerse socialmente útil. 2.- Mantener la integridad; Aceptar el pasado y aprender de la generación siguiente. 3.- Esforzarse por su autonomía. 4.- Disfrutar la vida, mantener el sentido de humor. 5.- Ser tolerante con los aspectos de la vejez, aceptar la necesidad de dependencia. 6.- Tratar de mantener contacto e intimidad con viejos amigos y hacer nuevas amistades.


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