martes, 9 de noviembre de 2021

 La negritud, la raíz invisible en Jalisco

Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

“Luego de una niñez indecisa, el comercio de negros en América, alcanzó su plena madurez en el último tercio del siglo XVI,. En 1580 la corona española se adueñó de Portugal y esa circunstancia propició que el mercado de esclavos en sus posesiones alcanzase niveles altísimos} Este auge se mantuvo hasta 1640, cuando Portugal y España se separaron de nuevo, pero la introducción de negros al continente siguió hasta el fin del periodo colonial. Sin embargo, el mercado novohispano se saturó en el siglo XVIII y por su cuarta década se sustituía ya el trabajo esclavista por el libre, con excepción de Tabasco y Campeche que estaban aún poco poblados y podían todavía absorber cantidades limitadas de negros. 


De acuerdo con Thomas Calvo -a partir de su estudio del Archivo del Sagrario Metropolitano de Guadalajara-. la importación de esclavos a la área culminó entre 1620 y 1624. En ese lapso se bautizaron ahí 76 negros adultos. de los cuales dos terceras partes eran mujeres. Ello acentuó la ilegitimidad en la ciudad y reforzó al grupo afromexicano. Así. a principios del siglo XVII, el 40% de los bautizados en ella eran hijos de padre o padres desconocidos en tanto que hacia la mitad del siglo la incidencia de bautizos en esas condiciones creció hasta alcanzar la altísima cifra de casi el 60%. El abultamiento de la curva demográfica parece tener su origen en el crecimiento de la introducción de esclavos en las décadas previas. 

A principios de siglo XVII, según la reconstrucción de Calvo, seis de cada siete esclavas no habían tenido marido y cuatro quintas partes de los infantes nacidos en ese sector de la población eran ilegítimos, constituyendo la mitad de los hijos naturales de la ciudad. Pero por 1720 las cosas habían cambiado ya que en el lapso transcurrido desde entonces hasta 1724,  un mulato de cada cuatro casaba con española o mestiza. Ante este panorama no es difícil imaginar el volumen de mezcla de sangre negra que tuvo la vieja población "criolla' tapatía, sobre todo en el siglo XVIII, y no me refiero tan sólo a su sector pobre, sino también al grupo dominante. Por ejemplo, tenemos a don Agustín Gamboa el más rico comerciante de entonces en la ciudad. Este enviudó dos veces sin descendencia legítima, pero como fue padre de una esclava, la liberó y dotó adecuadamente para su matrimonio.  Varias décadas después en 1712, según registro notarial don José Félix de Escolar y Echauri. Caballero de la Orden de Santiago, recibió dote por 80 mil pesos, luego de casarse con Ángela de Amezcua y Gamboa quien, según mi reconstrucción era nieta del dicho don Agustín e hija de un acaudalado y  muy conocido mercader de fines del siglo XVII y principios del XVIII el capitán Miguel de Amezcua. 

Algo más que nos da idea del grado de inyección de sangre negra recibida entonces por Guadalajara, es señalada por el propio Calvo. Dice que las castas "estaban instaladas en el concubinato" más decididamente que los blancos. También que ciertas mulatas libres llegaban a tener hasta siete y nueve vástagos ilegítimos, en tanto que las españolas -con frecuencia por consecuencia de una viudez precoz- alcanzaban a tener sólo dos o tres bastardos." (Rodolfo Fernández, "Esclavos de ascendencia negra en Guadalajara en los siglos XVII y XVIII")

    El tráfico de esclavos africanos al continente americano entre el siglo XVI y el siglo XIX, sumó 12 millones de personas.  A México llegarían durante la colonia, según registros oficiales, 250 mil africanos en carácter de esclavos. El tráfico ilegal sumó, según los expertos, por lo menos, el doble.  Medio millón de personas es una cifra significativa para un territorio que a finales de la colonia no superaba los 4 millones de habitantes y su ciudad más poblada, la Ciudad de México, no llegaba a los 200 mil. 

   500 años después del arribo del primer africano llegado con las tropas de Hernán Cortés al hoy territorio mexicano, se reconoció, en el año de 2019,  legalmente a las comunidades afro descendientes. Esto puso de manifiesto la invisibilidad de la negritud en México. Comenzó entonces a ser referente entre los mexicanos, el origen africano de algunos insurgentes de la guerra de  independencia como José María Morelos y Vicente Guerrero primer presidente del México Independiente. La historia de Gaspar Nyanga un guerrero Gabón, que lideró una rebelión de esclavos  contra los españoles en 1570,   apenas comienza a conocerse en el país. Estados como Guerrero, Oaxaca, Morelos, Michoacán, Guanajuato, Tabasco y Veracruz, que conservan fenotipos y expresiones culturales de origen africano, son vistos por ello con renovado interés. 

La forma de invisibilizar para una gran mayoría un legado cultural y fenotípico tan significativo, es más sencillo de lo que se pudiera pensar. El escritor norteamericano del siglo XIX, Edgar Alan Poe, en uno de sus cuentos de intriga y misterio, "La Carta robada", lo expone con maestría: La mejor forma de que algo importante pase desapercibido es dejarlo disimulado a la vista de todos.  

 Jalisco, por ejemplo, es una entidad que no es particularmente asociada a la herencia africana en México. En  la  región de Los Altos, por ejemplo, los rasgos  más comunes de la población: piel blanca y ojos claros, dieron origen al mito de la ascendencia francesa de un número importante de jaliscienses. Análisis genético recientes a personas de la región citada, no encontraron evidencias de ello. Por otra parte, documentos coloniales estudiados por académicos, hablan de una población importante durante la colonia de africanos y sus descendientes, llegando a ser en algunos casos más numerosos que los indígenas en pueblos importantes de la Nueva Galicia, como lo demuestra un censo de mediados del siglo XVII citado por José María Muriá en "Historia de Jalisco". En el Sur de Jalisco, del que da cuenta tal censo, la población indígena entre 1548 y 1650 disminuyó en un 85%. Este siglo coincide con el incremento del tráfico de esclavos en México. Los historiadores han notado como en este periodo los esclavos africanos y sus descendientes mestizos, fueron minimizados por los censos.

La cultura popular en Jalisco está fuertemente influenciada por la negritud, sin embargo, más allá de los investigadores académicos, pese a su obvia presencia en la tradición identificada con el estado, como los sones y el zapateado de su música tradicional; la herencia africana es invisible. 

La negritud en México comenzó a "desaparecer"  en los últimos años de la colonia, cuando el sistema de castas ya no pudo responder a la compleja variedad del mestizaje y colapsó las legislaciones coloniales. En algunos lugares de México, ya no se diferenció, para fines prácticos, entre  mulatos y mestizos.

   Por el número de habitantes en México de finales de la colonia y atendiendo al colapso demográfico de los indígenas, se infiere que el fenotipo africano tuvo más que ver en el mestizaje de lo que tradicionalmente se acepta. Sin embargo, las ideas ilustradas en México veían más conveniente hacer invisible la raíz africana. Las repúblicas exigían ciudadanos iguales ante la ley, y los derechos coloniales de los indígenas, así como la diferenciación social del sistema de castas, no eran aceptables.  

   En México, a diferencia del indígena el esclavo africano no tenía en todos los casos un arraigo cultural tan profundo que le permitiera la resistencia; así que su descendencia,  abrazó con entusiasmo la causa insurgente y los ideales liberales a precio de desaparecer simbólicamente.  El mestizaje como idea política  terminó por engullir  la negritud.

  Para la elite social en México, la negritud no es un problema; la inercia colonial, si bien tiene como parámetro de segregación el color de la piel,  su referente último es lo indígena. Para ellos el mestizo es  amalgama de todas las castas de la colonia que justifica el clasismo. La negritud no existe.

Para el mestizo mexicano como idea e identidad, la negritud es invisible.  El color de piel es un accidente sin importancia y su cultura una unidad de carácter heterogéneo. Difícilmente reconocerían, aún en ellos mismos, los rasgos característicos de la negritud.  




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