lunes, 7 de febrero de 2022

 La promulgación de la Constitución de 1917

Por Arturo Fernández Ramírez

El proyecto original era reformar la Constitución de 1857 y al final de cuentas fue promulgada una nueva. Que hoy en día registra 260 decretos de reformas, lo que hace dudar que se trate todavía de la de 1917. Muchos cambios ha sufrido, incluyendo el concepto de la supremacía constitucional que durante décadas se asoció a la soberanía nacional, nada por encima de la Ley Suprema. Pero desde 2011, ante el auge de los Derechos Humanos, al surgir el bloque de la constitucionalidad, nuestra Carta Magna puede ser inobservada si un Tratado Internacional contiene prerrogativas más favorables a los ciudadanos. Con todo y ello, sigue siendo el principal documento rector de nuestro país y debemos hacer que su contenido deje de ser letra muerta.


   La historia nos dice que la Revolución Constitucionalista fue proclamada e iniciada con el Plan de Guadalupe, el 26 de marzo de 1913. Con el cual se desconoció al gobierno de Victoriano Huerta, a los poderes federales y a los gobiernos estatales que lo reconocieron. Y se nombró como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista a Venustiano Carranza. Quien, desde Veracruz, decretó las Adiciones al Plan de Guadalupe el 12 de diciembre de 1914 y Decretos dictados conforme a las mismas.

    En el proyecto que presentó Carranza se proponían las reformas indispensables a la obra de los Constituyentes de 1856-1857. Pero en la sesión solemne de Clausura del Congreso Constituyente el 31 de enero de 1917, se llevó a cabo el juramento a la Constitución. Promulgándose así el 5 de febrero de ese mismo año, la Carta Magna que hoy en día sigue vigente. Es decir, al principio la idea fue reformar la Carta Magna anterior, no crear otra. El resultado fue diferente.

    Como dijimos, ha sufrido cientos de reformas, lo que hace dudar que se trate de la misma Constitución. Una de las de mayor trascendencia fue la de junio de 2011 en que elevaron a rango constitucional los derechos humanos. Y que ha hecho cambiar a todo nuestro sistema jurídico, incluyendo principios que durante décadas fueron considerados paradigmas. Como el de la supremacía constitucional, consistente en que ningún Tratado Internacional ni normas secundarias, podían estar por encima de la Carta Magna.

    Ahora, por virtud de esa reforma constitucional, surgió el bloque de la constitucionalidad, según el cual, si un Tratado Internacional de los que México forme parte, contiene un derecho humano más favorable a un ciudadano, dejará de aplicarse la Constitución. Es decir, ante la preeminencia que hoy en día tienen las prerrogativas fundamentales, nuestra ley suprema deja de serlo en estos supuestos, perdió esa supremacía. 

Con todo y ello, debemos reconocer que nuestra Constitución sigue siendo el principal instrumento jurídico rector de nuestras relaciones en sociedad. Y aunque muchos de los derechos ahí contenidos son letra muerta, debemos hacer lo que nos corresponda para lograr que se respeten y materialicen.


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