martes, 26 de abril de 2022

 Política y antropología en

el Sayula histórico

Investigación de Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

Cultura es identidad e identidad es cultura. Cultura es lo contrario que natura, todo lo que no es naturaleza es cultura. Por lo tanto, la producción de los medios de subsistencia y sobrevivencia de los seres humanos, comida, vestido, vivienda o refugio es, esencialmente, cultura. El ser humano es un ser cultural porque produce sus satisfactores vitales y no depende totalmente de la naturaleza para ello. La producción es por lo tanto, identidad.

Analizando históricamente las formas de producción en Sayula daremos cuenta de la forma de entenderse y entender a otros de los sayulenses. Comencemos desde la colonia, dado que la identidad prehispánica ejerció una menor influencia en las formas de producción luego de la conquista española. Así pues tenemos que la forma de producción luego de la llegada de los europeos al valle de Sayula es la encomienda. Un encomendero recibía en concesión tierras, préstamo de  tierras dado que estas pertenecían a la corona española no existía la propiedad privada, y además el trabajo gratuito de los indígenas con súbditos de la corona a forma de impuesto. El indígena era jornalero sin salario, que invertía el resto de su tiempo de vida, luego de pagar este tributo, en sobrevivir, lo que mantenía sometido económicamente, por si fuera poco estaba excluido de ciertas profesiones y se prohibía les fuesen enseñadas técnicas estratégicas de producción como la herrería, la carpintería, el uso de vestimenta europea y la propiedad de caballos y ganado. Después de las pestes y hambrunas, el número de indígenas disminuyó, siendo substituidos en los trabajos pesados y de servidumbre por los esclavos hasta el siglo XVII donde las circunstancia del virreinato hicieron de los esclavos propiedades que redituaban poco. La esclavización forzada de indígenas por motivos judiciales y las guerras bajó la demanda de esclavos y dejó de ser un mercado redituable. Para el sistema de castas ya colapsado por el mestizaje mantener el orden social de la colonia le era cada vez más difícil; en ese contexto llegó la rebelión independentista a principios del siglo XIX. 


En el segundo decenio de 1800 las castas bajas de la sociedad en la nueva España, se unieron a los criollos, españoles nacidos en la colonia,  en su lucha por independizar a la Nueva España, consumando la independencia en 1821. Se llegó la abolición la esclavitud y comenzaron los problemas de tenencia de la tierra y el poder en el México independiente En Sayula como en todo México, abolidas las normas virreinales, al menos en papel, los cambios en la forma de producción y los capitales fueron importantes, surgiría el peonaje, las haciendas y el obraje. El peonaje fue una forma encubierta de esclavismo que se usó para enriquecer a los criollos terratenientes que heredaron el poder en la nueva sociedad, y el obraje talleres pequeños y grande organizados en la forma de producción medieval tradicional, regenteada por maestros y aprendices. En Sayula se llegaron a producir de forma importante sombreros, jabón, instrumentos musicales, cigarros, forja, ebanistería. Ya para 1860, se comienza un esfuerzo por invertir el capital de los grandes terratenientes en la industrialización de la región surgiendo una de las primeras fábricas de papel y una fundición de hierro. La gente de Sayula conoció entonces los oficios diferenciados fuera de las haciendas, en los llamados obrajes o talleres de pequeña producción, surgiendo el obrajero, trabajador de los talleres, que se agrupó en gremios. Los obrajes o talleres practicaban igual el trabajo esclavo, los criminales o vagos sin oficio ni beneficio, como se les calificaba en ese entonces a los desocupados, era secuestrados por personal de los obrajes o llevados por la autoridad a estos, sirvíendo de mano de obra forzada, los cuales una vez en el taller, nunca volvía a salir sino muerto, muchas veces por el exceso de trabajo y los malos tratos. La revolución no dejaría un desarrollo exitoso de las fabricas que surgieron en el último tercio del siglo XIX en Sayula, por ello la condición de obrero, no logró un desarrollo identitario en la localidad; pero el de gremios si, y los maestros y aprendices de todas las profesiones marcaron una división social en torno a la trabajo que se volvió identidad.

En Sayula es la identidad la que da el lugar que se ocupa en la cadena productiva de bienes y servicios, heredada de estas formas antes tratadas, la cual es la manera  de entender el orden social complementada por la estructura de parentesco que es la base, pero que aquí, por motivo de espacio, no trataremos. Las sayulenses son buenos artesanos y jornaleros: cuchilleros, herreros, carpinteros, albañiles, panaderos, cajeteros, ladrilleros, talabarteros, alfareros, incluso hubo buenos lauderos. También, son excelentes campesinos, criadores de ganado y administradores de haciendas. Trastocado este orden por la cristiada (1926-1930) que hizo huir a muchas personas de la región y trajo a otras ajenas a este orden, el siglo XIX se borró un poco del imaginario colectivo y con él su ordenamiento social.

Sin embargo en la persona, trabajador común en Sayula, se mescla la identidad colonial del indio encomendado, el esclavo, el obrajero y el jornalero. La gente en Sayula puede trabajar en un taller de cajetas (obrajero) y tener un cuamil, una pequeña porción de tierra rentada o propia donde siembra para auto consumo maíz, calabaza, frijol y chile como los indígenas encomenderos, su respeto por el antiguo orden social donde el amo encomendero, sustituyó al patrón terrateniente y hacendado; permiten que la clase alta de Sayula tenga un estatus per se, como herederos de estos. Se agrupan en gremios cada 12 de diciembre para una peregrinación al santuario de Guadalupe, lo que preserva su identidad como artesanos y finalmente trabajan en el método moderno de obreros en industrias agrícolas como invernaderos y empacadoras, lo que les da también la visión del obrero asalariado. Aunque los más jóvenes, con carreras universitarias y el ideal del emprendimiento comienzan a buscar un lugar en la identidad social local, esto aún no se consuma por estar esta última etapa histórica en proceso, en la era del internet e híper comunicación, y la inteligencia artificial. 

En Sayula al maestro de un oficio se le llama "may" un reconocimiento a medias que implica un dejo peyorativo frente a lo entendido como formas de producción modernas. Esta particularidad crea una conciencia social donde es posible antagonismos cronológicos como terratenientes con valores coloniales que producen en invernaderos asociados con empresas trasnacionales y artesanos campesinos que al mismo tiempo son proletariado de la industria agrícola local. Al igual crea una división estratificada de la comunidad sayulense que bien podría ser material de estudio para la antropología social. 

En estas circunstancias es el patrimonio histórico del municipio el que está en riego al ser difícilmente entendido desde esta visión que se forja y para la cual los vestigios de un pasado de 500 años, conscientemente le son ajenos. Ya no es el delirio por la modernidad mal entendida la que deprenda, por ejemplo el patrimonio arquitectónico, sino los valores iconoclastas de una sociedad que desconoce su origen. En esta confusa amalgama de donde surge la variación de la identidad del sayulense promedio se explica un presidente municipal adolecente con un éxito inusitado, su forma de gobernar vía redes sociales y la apatía por la crítica de las formas tan desastrosa con que estas últimas administraciones han manejado problemas muy serios como la depredación antes mencionada y la devastación ecológica de las agro empresas. Así mismos los talleres locales exitosos que producen artesanías de calidad de exportación e ingresos importantes al municipio, son manejadas por dueños con una visión de clase terrateniente, gusto y valores en el orden de estratificación del siglo XIX, que ven esta tradición como un ideal moral. 

Ciertamente estos valores y moral ha sido trasformada por las últimas etapas sociales en Sayula, y ahora es una caricatura postmoderna de aquel orden. En este contexto Sayula es un pueblo medio (37 mil habitantes según el INEGI) con los problemas de una urbe: basura, contaminación, depredación, drogas, lavado, corrupción y enajenación mediática; con personas enfrentando estos problemas desde la identidad hibrida de un pasado de 500 años que es al mismo tiempo su problema y su solución. 

La última etapa histórica que vive Sayula es el surgimiento del proletariado (en la agro empresa), pero ¿Qué es el proletariado? El proletariado es la clase social que consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su trabajo, y no del rédito de algún capital; es la clase, cuyas dicha y pena, vida y muerte y toda la existencia dependen de la demanda de trabajo, es decir, de los períodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las fluctuaciones de una competencia desenfrenada. Dicho en pocas palabras, el proletariado, o la clase de los proletarios, es la clase trabajadora del siglo XIX (hasta el día de hoy siglo XXI). Clase trabajadora que surge con la Revolución Industrial en 1750 hace 272 años.

¿Quiere decir que los proletarios no han existido siempre? No. Las clases pobres y trabajadoras han existido siempre (Después del surgimiento de la propiedad privada y el Estado oligarca que vela por los intereses de la clase dominante) , siendo pobres en la mayoría de los casos. Ahora bien, los pobres, los obreros que viven en las condiciones que acabamos de señalar, o sea los proletarios, no han existido siempre, del mismo modo que la competencia no ha sido siempre libre y desenfrenada (sociedad de la competencia, educación por competencias, cultura del emprendimiento, teorías de auto superación narcisista y del consumo irracional como justificación de la existencia).

¿Cómo apareció el proletariado? El proletariado nació a raíz de la revolución industrial, que se produjo en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII (1700) y se repitió luego en todos los países civilizados del mundo. Dicha revolución se debió al invento de la máquina de vapor, de las diversas máquinas de hilar, del telar mecánico y de toda una serie de otros dispositivos mecánicos. Estas máquinas, que costaban muy caras y, por eso, sólo estaban al alcance de los grandes capitalistas, transformaron completamente el antiguo modo de producción y desplazaron a los obreros anteriores, puesto que las máquinas producían mercancías más baratas y mejores que las que podían hacer éstos con ayuda de sus ruecas y telares imperfectos. Las máquinas pusieron la industria enteramente en manos de los grandes capitalistas y redujeron a la nada el valor de la pequeña propiedad de los obreros (instrumentos, telares, etc.), de modo que los capitalistas pronto se apoderaron de todo, y los obreros se quedaron con nada. Así se instauró en la producción de tejidos el sistema fabril (fabricas). En cuanto se dio el primer impulso a la introducción de máquinas y al sistema fabril; este último se propagó rápidamente en las demás ramas de la industria, sobre todo en el estampado de tejidos, la impresión de libros, la alfarería y la metalurgia. El trabajo comenzó a dividirse más y más entre los obreros individuales de tal manera que el que antes efectuaba todo el trabajo pasó a realizar nada más que una parte del mismo. Esta división del trabajo permitió fabricar los productos más rápidamente y, por consecuencia, de modo más barato. Ello redujo la actividad de cada obrero a un procedimiento mecánico, muy sencillo, constantemente repetido, que la máquina podía realizar con el mismo éxito o incluso mucho mejor. Por tanto, todas estas ramas de la producción cayeron, una tras otra, bajo la dominación de las máquinas y del sistema de fábricas o empresas.  


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