miércoles, 12 de octubre de 2022

 Lenguas habladas en la Provincia de Ávalos

 y la evangelización en el siglo XVI

Por Rodrigo Sánchez Sosa/ Cronista de Sayula

.Para el año de 1523, la región de Sayula fue invadida por los españoles, hecho que permitió la incorporación de Tamazula, Zapotlán, Tuxpan, Sayula, Zacoalco y Cocula a la Nueva España. Dichas provincias al haber sido avasalladas por el Calzonci, no opusieron resistencia a la conquista por Cortés, quien para 1524 cedió estos poblados a un pariente suyo llamado Hernando de Saavedra. Sin embargo, tiempo después Saavedra dejó la zona para ir a Honduras a cubrir el cargo de gobernador. Este suceso representó una oportunidad para que Alonso de Ávalos, un hermano menor de Saavedra y primer encomendero de los pueblos de Michoacán, sometiera los pueblos de la cuenca. Las encomiendas formadas por estas poblaciones abarcaron un extenso territorio hacia el sur que fue nombrado, en tiempo de la dominación española, como la Provincia de Ávalos.


En cuanto a la población indígena de los asentamientos de la cuenca, lo que se sabe con certeza es que en ellos se hablaban la lengua coca y el náhuatl, si bien los nombres registrados en ocasiones llevan a confusión. En un documento de 1536,  refiere una transacción en la que intervienen varias personas, indígenas y españoles. Sobresale el hecho que se mencionan tres lenguas habladas por personas tanto de Usmajac como de Sayula; los nombres registrados son "copaxa", "tolocho" y "euin". Cerca de cincuenta años más tarde, en la década de 1580, el cronista Ciudad Real, a su paso por la región, señala que en Zapotitlán y en Sayula se habla la lengua "tzaulteca", mientras que el mismo autor franciscano señala que en Techaluta se confiesan "por intérprete" de la lengua local a la lengua mexicana o náhuatl. Es decir, hay una lengua extendida a las otras poblaciones de la cuenca, como Zacoalco, Amacueca y Atoyac; sin embargo el náhuatl es la lengua vehicular para la confesión. En estas poblaciones, la lengua es pinome, término que remite al plural de pinotl o pinutl, "extranjero".Tello, por su parte, señala expresamente que en Teocuitatlán la población habla la lengua "coca". En otros estudios se considera la posibilidad de que los términos coca y pinome se refieran a la misma lengua; que los cocas serían un grupo que emigró en dirección norte-sur en fechas probablemente no tan lejanas a la conquista, por lo que se les identificaba como pinome, es decir "extranjeros", y que se establecieron en las poblaciones de Cocula, Zacoalco, Tlajomulco y otras de la ribera del lago de Chapala, en distancia cercana a Teocuitatlán y a Techaluta. La presencia del coca como lengua de arraigo reciente en la región no significaría que otras lenguas, como las mencionadas en el documento de 1536, hubieran dejado de hablarse. Simplemente significaría que había una gran diversidad lingüística en la región y que no tenemos las suficientes evidencias para conocer cómo eran las lenguas enumeradas.

En la  ilustración, según Isabel Kelly, se muestra la contigüidad geográfica entre los pueblos que hablaban coca y pinome, lo que permite sugerir la probabilidad de que ambas lenguas sean la misma. Se puede apreciar cómo los poblados indicados con los números del 6 al 13, entre ellos Techaluta, Amacueca, Zacoalco y Atoyac, ubicados alrededor de la cuenca de Sayula, están en cercanía con los poblados asentados en la laguna de Chapala, indicados del 27 al 34, donde el primer grupo habló la lengua pinome, y en el segundo, coca.

    De esta forma, podemos hipotetizar que el coca o pinome se extendía, en dirección sur, hasta Techaluta, y hacia el oriente hasta Teocuitatlán y los pueblos de la ribera de Chapala; mientras que el náhuatl iniciaba su presencia, por decirlo de alguna manera, aproximadamente en Sayula y se desplegaba hacia el sur, rumbo a Zapotlán, Tuxpan, Colima y de allí al sureste en Michoacán. Hay que decir sin embargo que las menciones sobre las lenguas coca, pinome y tzayulteca desaparecen completamente a partir de la segunda mitad del siglo XVII, mientras que las del náhuatl permanecieron hasta el siglo XX. La zona nahua-hablante estará conformada por San Andrés Ixtlán, San Sebastián, Tuxpan, Suchitlán y Ayotitlán, principalmente, todas ellas poblaciones del sur de Jalisco y en Colima.6

 El recuento sobre la evangelización de las poblaciones que formaron parte de la Provincia de Ávalos es el que se rescata de fuentes de autoría franciscana. Fray Antonio Tello señala que el cacique Cuantoma facilitó la conquista espiritual al ser el primero en aceptar la fe cristiana e influyó para que los indios hicieran a un lado su resistencia y recibieran el bautismo.

A partir de esto se empezó a predicar la fe, a convertir y a bautizar a un gran número de pobladores de esta región. Más tarde comenzaron a erigirse los conventos. En Zapotlán, pueblo perteneciente a la Provincia de Ávalos, encontramos el primer convento fundado en Jalisco por fray Juan de Padilla en los años 1532-1535. Este convento, al convertirse en guardianía, tuvo bajo su administración los pueblos de Amacueca, Sayula, Cocula, Zacoalco y Etzatlán, hasta que se construyeron conventos. Se sabe que cuando se fundaba una "visita", esto es, un pueblo que quedaba registrado como lugar donde se había comenzado la evangelización, el franciscano encargado dejaba un alguacil, generalmente un indígena, quien estaba a cargo de vigilar que la población llevara un comportamiento acorde a los lineamientos cristianos. En caso de haber comportamientos que podrían ser sospechosos de un regreso al culto a sus deidades, el alguacil debía avisar al padre guardián.

La doctrina para indios de Sayula perteneció al convento de Zapotlán hasta el año de 1547, en que se fundó el convento de Amacueca y pasó a su administración. Para 1551 Sayula era atendido por un sacerdote confesor de españoles y predicador de indios.

En 1573 fue erigido el convento de Sayula, su primer guardián fue fray Antonio de Gordejana; tuvo bajo su administración los pueblos de Apango, Chiquilistlán, Amatitlán y Usmajac. A la conversión de la población siguió la construcción de capillas y hospitales por diversos rumbos. Estos últimos se establecían siempre y cuando no fueran pueblos pequeños. Anexas a los hospitales se levantaron las capillas dedicadas siempre a la Inmaculada Concepción. Los hospitales tenían reglas tanto para su establecimiento como para su funcionamiento. Una de las reglas que estableció el fundador de los hospitales fue que "tendrán su altar a donde se diga misa, con su retablo de Nuestra Señora de la Concepción en sus frontales y ornamentos lo que mejor se pudiere". Uno de los principales objetivos era religioso, pues el hospital se convirtió en una de las más importantes escuelas evangelizadoras. Se trataba de llevar a los indios a la fe a través ciertas actividades como el rezo y el canto en la capilla, después hacían los trabajos en el hospital y terminaba la semana con la fiesta Mariana los sábados. Algo muy importante en cuanto a la existencia del hospital es que el ayuntamiento indígena residía en él y allí tenía sus regidores.

En Sayula, el hospital de la Purísima Concepción de los indios se construyó en el año de 1577- Contaban con ganado y tierras para su sostenimiento, además de que las comunidades indígenas también estaban a cargo de su mantenimiento. Eñ cronista de la época, el Fraile Ciudad Real, menciona al respecto que

Hay en todos ellos [los pueblos] fundada cofradías de la Concepción de Nuestra Señora la Virgen María, y tienen los cofrades sus leyes y ordenanzas; negocio es éste de mucha caridad y devoción, en que los indios son favorecidos así espiritual como temporalmente ( 

Según la Descripción… redactada por fray Diego Muñoz, para 1585 en Sayula ya existía un "monasterio", dedicado a San Francisco   Lo mismo sucedía con otros pueblos cercanos como Amacueca, Zapotlán, Atoyac y Techaluta. La fundación del monasterio en Sayula habría partido del de Amacueca. De acuerdo con el mismo informe, allí residían dos o tres religiosos, uno de los cuales era designado predicador. Dos años más tarde, según lo reportado por Fray Antonio de Ciudad Real cronista antes citado, quien registró lo sucedido al pasar por ahí el padre comisario de los franciscanos y su comitiva, hubo una gran fiesta con motivo de la visita del franciscano. La comitiva procedente de Zapotlán, al acercarse a Sayula, es recibida por varios españoles quienes "le hicieron la salva disparando sus arcabuces" (Ciudad Real, 1993, pp. 148-149). Llaman la atención los altares y "ramadas" de flores (arcos) instalados por la población indígena para recibir al padre comisario, según la narración de Ciudad Real.

Así, hacia fines del siglo XVI, los autores franciscanos revelan, en concordancia con sus intereses, el avance de la cristianización al parecer sin contratiempos. A través de sus recuentos, observamos la construcción de capillas y un culto que parece haber sido plenamente aceptado y es profesado por la población local.

Esta situación, en donde los franciscanos tuvieron a su cargo las labores de evangelización al igual que el cuidado de cofradías y hospitales, no perduró durante toda la época colonial. A mediados del siglo XVII, durante el periodo de Juan Ruiz de Colmenero como obispo, hubo un primer intento secularizador, es decir, un intento de que las guardianías, los conventos y hospitales que se encontraban en manos de los franciscanos, pasaran a manos del clero secular. No se logró. Sin embargo, aproximadamente un siglo después de nueva cuenta se dio un intento de secularización, ahora por parte de la Corona, que tampoco fructificó. Hacia 1775 el obispo de Guadalajara, fray Antonio Alcalde, informó a la Provincia de Santiago sobre una real cédula, con fecha de julio de ese año, en donde se establecía que por ahora y precariamente conservase los doce Curatos y Doctrinas... con la condición precisa de que de los proveimientos que rindan se dé a cada uno de los Religiosos sin excepción alguna lo que fuere necesario en propria especie de comida y vestido, y de ningún modo en la de dinero para que así ninguno tenga cuidado, ni solicitud temporal para hacer el servicio de Dios y del Rey. 

En realidad esto fue sólo una pausa en la secularización, que tal vez se logró gracias a que al frente del obispado estaba un franciscano. Sin embargo, en julio de 1797 se emitió otra cédula donde se decretó la secularización "a excepción de los más pingües" que eligiera la provincia franciscana. Por motivos que no se especifican en la documentación, la provincia escogió los de Etzatlán y Cocula, aunque también trató de conservar los de Amacueca, Teúl y Santa Anita, anexo al de Tlajomulco. Sin embargo, en agosto de 1801 un fiscal de lo civil resolvió que se cumpliera la disposición real. (Let. hist.  no.19 Guadalajara sep. 2018)


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario